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DEL CASTIGO POR OBSTINARSE SIN
FUNDAMENTO EN LA DEFENSA DE UNA PLAZA
Michel de Montaigne
“La valentía, como todas las demás buenas prendas, tiene sus límites; traspuestos estos, el hombre se encuentra en mal camino, de tal suerte, que un exceso de valor conduce a la temeridad, y a quien no conoce los linderos del bien obrar, que no son fáciles de precisar, a la obstinación y a locura. Nace de este principio la costumbre de castigar en nuestras guerras, a veces con la muerte, a los que se obstinan en defender una plaza que según los principios de la ciencia militar debe ser abandonada. Si tal costumbre no se practicara, la impunidad de la acción sería la causa de que cualquier bicoca bastase para detener un ejército.
El condestable de Montmorency en el cerco de Pavía estuvo encargado de atravesar el Tesino para instalarse en los barrios de San Antonio; se oponía a la realización de la orden una torre con gente armada que había en el extremo del puente, y que se defendió obstinadamente hasta la derrota. El condestable hizo ahorcar a todos los que se hallaban dentro de la fortaleza. Después, el propio condestable acompañó al delfín en el viaje al otro lado de la frontera, y tras apoderarse por la fuerza de las armas del castillo de Villane, todo lo que guardaba la fortaleza fue destruido por la furia de sus soldados, menos el capitán y el enseña, a quienes hizo ahorcar y estrangular por su obstinación. Igual conducta siguió el capitán Martin du Bellay, siendo gobernador de Turín, en esta misma ciudad: el capitán Saint Bony y todas sus gentes fueron masacrados durante la toma de la plaza.
La idea del valor o cobardía del lugar se juzgan por la estimación y contrapeso de las fuerzas sitiadoras, y en esta idea entra también en juego la grandeza del príncipe conquistador, su reputación y el respeto que le rodea; se corre el riesgo de inclinar un poco la balanza de este lado, y este es el motivo por el que algunos tienen formada tan grande idea de sí mismos y de los medios con que cuentan, que no pareciéndoles ni verosímil que haya nada capaz de hacerles frente, pasan a cuchillo allí donde encuentran resistencia mientras les dura la buena fortuna; como se ve por las fórmulas de intimación y desafío que empleaban los príncipes de Oriente y sus sucesores actuales, fiera y altiva e inspirada por un despotismo bárbaro. En el lugar por donde los portugueses comenzaron la conquista de las Indias, encontraron algunos Estados en los cuales se practicaba la siguiente ley universal e inviolable: el enemigo que había sido vencido en presencia del rey o de su lugarteniente no tenía ningún derecho a gracia ni rescate.
Es preciso, sobre todo, guardarse, de ser posible, de caer en manos de un juez enemigo, victorioso y armado.”
[Fragmento de: Michel de Montaigne. “Ensayos”]
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