lunes, 23 de junio de 2025


[ 791 ]

 

  

 

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( XXVIII)

 

 

Carlos Blanco Aguinaga, 

Julio Rodríguez Puértolas, 

Iris M. Zavala.

 

 

 

II

 

EDAD CONFLICTIVA

 

 


 


 

LA MÍSTICA: ENTRE EL INDIVIDUALISMO Y LA TEOCRACIA 

 

De familia campesina rica y de orígenes judíos, TERESA DE CEPEDA (1515-1582) entra en la Orden del Carmelo a los diecinueve años. A pesar de las pretensiones autobiográficas de su Vida, cuya primera versión escribe en 1562 (o sea, a los cuarenta y siete años), poco más sabemos de su origen, actividades o intimidad hasta que su existencia toda se vuelca hacia fuera en la fundación de monasterios, a partir, precisamente, de 1562. Por lo que cuenta en su Vida y alguno que otro texto, podemos apenas deducir que durante veintiocho años de oscuridad que van desde su entrada en la Orden hasta los orígenes de su prosa (escrita a petición de su confesor) y actividades de fundadora, Teresa de Cepeda fue siempre persona de gran fantasía, volcada hacia las formas absolutas de la religiosidad y, por supuesto, inclinada hacia el misticismo. De ello nos dan amplia cuenta tanto la Vida comoCa- mino de perfección, Conceptos del amor de Dios, Las Moradas, el Libro de las fundaciones y otras obras sueltas, inclusive sus convencionales poemas didácticos. 

 

Padeció sospechas de iluminismo y tuvo largos y tormentosos conflictos con la Iglesia debido a su insistencia en «tratar a solas con Dios», a su búsqueda de la unión con Dios sin mediación institucional ninguna. Sus confesores y superiores tuvieron que hacerle entender -según se ha dicho- los peligros que significaban para la ortodoxia el haber alcanzado privilegiados estados de quietud antes, tal vez, de haber vencido el amor propio. De ahí que ella misma se cuide, por ejemplo, de distinguirse de los iluminados, de dejar bien en claro que funda conventos para fortalecer a la Iglesia en la lucha contra el luteranismo y de aclarar que la oración ha de ser no sólo «mental», sino «vocal» (y con ayuda de libros aceptados en el Indice Valdés,cf. Camino de perfección). 

 

A partir de la dirección que recibe de los jesuitas parecen desaparecer las dificultades y, una vez reconocida su ortodoxia y aceptada su idea de la fundación de monasterios especiales para mujeres, su vida se resuelve en una constante actividad reconocida con entusiasmo por sus superiores. Así lo entenderán, por ejemplo, Fray Luis de León y su mayor admirador, el mismo Felipe II. Cuando muere Teresa de Cepeda en Alba de Tormes, está ya bien preparado el terreno para su canonización (1622). 

 

No es de ningún modo claro que la obra de Santa Teresa haya de tratarse en una historia de la literatura. Por su muy específica doctrinalidad, sólo cabe aquí -al igual que la obra de Fray Luis de Granada- si aceptamos el sentido más amplio del término «literatura». Puede que así deba hacerse; pero entonces, contra el peso de la tradición, ello exigiría que se trataran también en una historia de la literatura española otras obras que de costumbre no suelen ocuparnos: piénsese en que no hay diferencia formal ninguna entre el documento teresiano clave que es las Fundaciones para la historia del pensamiento religioso en España y, por ejemplo, el documento de fundación del Partido Socialista (1876), del cual, por supuesto, no se ocupan las historias de la literatura. 

 

Pero es seguramente debido a las cualidades poéticas de su lenguaje por lo que algunos momentos de la Vida de Santa Teresa, o de Las Moradas, merecen un lugar al lado, digamos, de la poesía de Fray Luis de León. Contra la nociva asociación que suele establecerse entre lo poético y lo irracional, no podemos sino aceptar lo que ha sido ya ampliamente demostrado: que el lenguaje poético es, como todo lenguaje, conceptual y racional. Pero con ello no se excluye en absoluto la necesaria diferencia entre lenguaje científico y poético, en la que entendemos que este último apela a intuiciones y coaexiones en que ha de expresarse la captación concreta de la sensibilidad. De ahí, por ejemplo, la importancia no sólo del ritmo (del verso o de la prosa), sino, por supuesto, de la imagen y la metáfora. En este sentido no podemos sino reconocer la peculiaridad «literaria» de algunos momentos de la obra de Santa Teresa, ya que en sus mejores momentos es Teresa de Cepeda una extraordinaria productora y organizadora de imágenes y metáforas. Y no ha de sorprender que ella misma en alguna ocasión acuda a la comparación entre místico y poeta que luego alcanzará gran popularidad entre los poetas visionarios del siglo XIX y XX.Es esclarecedora, por ejemplo, la metáfora central de la Vida, en la que se comparan los cuatro grados de oración que llevan a la unión con Dios con las cuatro maneras posibles de regar el «huerto» del religioso: 

 

Pareceme a mí que se puede regar de cuatro maneras; u con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; u con norias y arcaduces... que es a menos trabajo que estotro y sácase más agua; u de un río u arroyo... que queda más harta la tierra de agua, y no se ha menester regar tan a menudo, y es a menor trabajo mucho del hortelano; u con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro. 

 

No es menos notable -entre muchas notables- su descripción de las consecuencias de la unión con Dios durante la cual «paréceme a mí que anda el alma como un asnillo que pace», lo que viene a ser también «como un navegar con un aire muy sosegado... ». 

 

 

Recurre la literatura mística a la metáfora ante la imposibilidad de expresar con rigor conceptual científico el significado y las consecuencias de una experiencia que, según los místicos, se da, precisamente, «toda ciencia trascendiendo». No es otro el origen del estilo «poético» de Santa Teresa, quien una y otra vez emplea el concepto de trascendencia de todo saber, ya que «acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza». Además, apela insistentemente Santa Teresa a su propia ignorancia para explicar sus comparaciones, su exceso de imaginación, etc. Sin que tengamos por qué creerle acerca de tal ignorancia, debemos reconocer, sin embargo, que los pasajes más importantes de su obra padecen de una inquietante falta de precisión conceptual y caen, por tanto, en monótonas repeticiones de lo mismo: no sé, no puede entenderse, tal vez esta imagen sirva de algo, pero no entiendo - ni nadie puede entender- qué es lo que siento; una y otra vez, en todos sus libros. Y lo que los más de los críticos consideran el encanto de sus frecuentes desviaciones del tema (porque sería el encanto de la lengua «hablada» en que se va poniendo una cosa detrás de otra, a lo que salga), característica que ella misma llama su «diversión» («No sé lo que había comenzado a decir, que me he divertido», por ejemplo, en Camino de perfección),resulta ser, cuando en verdad trabajamos con su obra toda y no sólo con los más «poéticos» fragmentos, monótona falta de control sobre el material en que ella trabaja. 

 

 

Habiendo sido Teresa de Cepeda, como resulta obvio en la lectura de su obra que lo era, persona no sólo imaginativa, sino de notable inteligencia realista y perseverancia, ¿a qué se deben estas características de su prosa? A diferencia de Fray Luis de León, por ejemplo, no escamotea Santa Teresa ciertas verdades indiscutibles de su tiempo. Así, hemos visto a Fray Luis atacar tanto los valores burgueses como la «honra», pero justificar la estructura social que al defender lo segundo negando lo primero, pretende separar «dinero» y «honra»; Santa Teresa, en cambio, va derecha al bulto: 

 

¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas? ... Tengo para mí, que honras y dineros casi siempre andan juntos, y que quien quiere honra, no aborrece dineros, y que quien les aborrece, que se le da poco de honra... 

 

 

Y en expresión que casi nos devuelve al Lazarillo:«La verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra...»(Camino de perfección). He ahí, más que la tan traída y llevada imagen de Dios entre los pucheros, el realismo de Santa Teresa, su certera inteligencia. 

 

Esta aguda capacidad intelectual y su enorme fuerza de voluntad se reflejan también en los diversos modos que tiene Santa Teresa de salirse con la suya frente a posibles censuras de sus confesores, o lectores, o la Iglesia. Notable ejemplo, entre muchos, es el de su crítica de hombres y mujeres (pero siempre más de las mujeres) que «gastan» el pensamiento en pasajes del Cantar de los cantares como aquel de «Bésame el Señor con el beso de su boca» (Conceptos del amor de Dios), tras de lo cual declara paladinamente (aunque «dirán que soy muy necia») que ella misma lo hace porque está «abrasada de amor» -ya que, como en toda situación mística, la vivencia erótica es central-, para concluir afirmando que bien sabe que «[Señor] perdonarás diga eso y más, aunque sea atrevimiento». Por menos fue Fray Luis a dar a la cárcel de la Inquisición. 

 

Y, sin embargo, tanto talento, tal realismo y tal fuerza de voluntad y perseverancia (virtudes sin las cuales no hubiera sido fundadora) acaban siempre por recalar en el más absoluto oscurantismo al que hemos aludido. A pesar de la enorme capacidad táctica que demuestra para expresarse ella a sí misma y lograr lo que ella quiere, firmes quedan sus consejos a los demás. «Y así os encomiendo mucho -predica a sus monjas- que, cuando leyereis algún libro y oyereis sermón o pensareis en los misterios de nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiereis entender, no os canséis, ni gastéis el pensamiento en adelgazado; no es para mujeres, ni aun para hombres muchas cosas.» Estamos, pues, en la fe del carbonero que fundamenta toda su obra; fe para la cual es absolutamente central su aceptación de la relación Amo-Esclavo («siervo», dice las más veces), relación en la cual los «nombres» que da a Dios, Rey, Majestad, Emperador, Amo que paga, premia, otorga galardón) son algo menos y mucho más que metáforas. Se cruzan aquí las formas más absolutistas de la tradición judea-cristiana con la noción de «servicio» del amor cortés (es decir: estructura mental feudal) en el mayor oscurantismo posible; que resulta obvio también en sus ideas acerca de la disciplina y dureza que necesariamente ha de imponer a su grey todo prelado (Modos de visitar los conventos de las carmelitas descalzas): Dios-hombre; hombre-mujer; confesor-pecador: autoritarismo inapelable del «Siglo de Oro», resaca de la destrucción que padeció la libre indagación a partir de Trento. 

 

Este oscurantismo afecta principalmente a la mujer, que Santa Teresa distingue constantemente del hombre para denigrada, según la vieja tradición que hemos visto operaba también en Fray Luis de León. No es extraño, por tanto, que en la Carta que sirve de introducción a la VidaFray Luis proponga que es «milagro» que una mujer haya tenido tales experiencias y escrito tales cosas, ya que no es «de las mujeres el enseñar, sino el ser enseñadas, como lo escribe San Pablo». Por lo demás, una y otra vez, machaconamente, concuerda Santa Teresa con Fray Luis al insistir no sólo en su propia insignificancia (en su ser siempre sierva), sino en la de todas las mujeres. 

 

Conflicto, pues, entre el más cerrado de los dogmatismos y la necesidad de expresión personal; huida del mundo hacia la intimidad (alejamiento del «mundanal ruido») que se da en angustiosa tensión con las exigencias de un mundo que lucha ferozmente contra el cambio. Lo que nos explica que quien tan convincentemente predica el abandono del mundo, insista a la vez en fundar conventos, ya que -dado el peligro luterano, según explica- «señor mío, no hace nada quien ahora se aparta del mundo» (Camino de perfección). Y aunque esos monasterios son para re- coger el alma en la verdadera fe, puesto que son mayores los trabajos de los contemplativos que los de los activos (op. cit.) existen también para impedir el intimismo en su rígida disciplina y estructura autoritaria. 

 

Santa Teresa, al parecer, venció personalmente en su lucha; pero es ello a cambio de asumir que su huida del mundo es el correlato exacto de la lucha contra el mundo burgués que entonces nacía en Europa. La inteligente y fuerte mujer que así gana su propia batalla resultará, por tanto, modelo que erigen quienes a ella se oponían y, a la larga, en España, modelo para la más cerrada y antihumanista de las ideologías…

 

(continuará)

 

** 


martes, 17 de junio de 2025

 

[ 790 ]

 

 

APUNTES

(Bolsa ilustrada de escombros, plagios, escolios y préstamos)

 

17 junio 2025

 

 

 


 

MANLIO DINUCCI:

 

Italia y Alemania en el frente de guerra. En momentos en que Israel acaba de lanzar contra Irán un ataque “preventivo” –léase violatorio del derecho internacional–, Manlio Dinucci nos recuerda el contenido de los acuerdos de su país, Italia, y de Alemania con la OTAN y con Israel. Esos dos Estados de Europa occidental son, justo después de Estados Unidos, los principales proveedores de armas del Estado hebreo.

 

Italia y Alemania están en guerra no sólo contra Rusia, ya que apoyan activamente a Kiev, sino también contra Irán, ya que también apoyan activamente a Israel. Eso es lo que demuestran los hechos documentados y sin embargo ignorados por los medios mainstream

 


Al menos un avión italiano B350ER –un aparato destinado a operaciones de espionaje, de reconocimiento de objetivos y de comunicación– opera actualmente en el Mar Negro junto a aviones estadounidenses similares espiando el territorio ruso y asistiendo a las fuerzas ucranianas en la realización de ataques contra objetivos rusos mediante el uso de drones aéreos y marítimos equipados con explosivos.

 

Por consiguiente, Italia no se limita a suministrar armas a Kiev sino que participa activamente, de esta y de otras maneras, en la guerra de la OTAN contra Rusia.

 

Más directa todavía es la participación de Alemania en esa guerra. Alemania ha desplegado en Lituania, de forma permanente, una brigada de la Bundeswehr, o sea 5 000 hombres equipados con tanques de asalto, entre otros vehículos militares. «Con esta brigada lista para el combate, asumimos una responsabilidad de liderazgo en el seno de la alianza, aquí en el flanco oriental de la OTAN», declaró el ministro de Defensa de Alemania.

 

La OTAN despliega así sus propias fuerzas en las fronteras con el enclave ruso de Kaliningrado y con Bielorrusia, aliada de Rusia.

 


Al mismo tiempo, otros dos países miembros de la OTAN, Reino Unido y Canadá, también despliegan tropas, respectivamente, en Estonia y Letonia, igualmente limítrofes con Rusia. Esas tropas de Reino Unido y Canadá son como una cerilla en un polvorín. Si en un eventual enfrentamiento en la frontera con una fuerza rusa, esas tropas de países miembros de la OTAN sufriesen bajas, los demás miembros de la alianza atlántica –en virtud del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte– tendrían que intervenir militarmente contra Rusia.

 

Pero el papel de la administración Trump es cada vez más ambiguo. Mientras dice querer alcanzar un acuerdo con Rusia sobre una solución diplomática que ponga fin a la guerra en Ucrania, la administración ayuda Kiev a continuar esa guerra, tanto directamente –con operaciones militares como las del Mar Negro– como indirectamente, a través de la OTAN que acerca cada vez más sus fuerzas militares a las fronteras rusas.

 

En el marco de la misma estrategia, Alemania e Italia también desempeñan un papel de primera importancia en el Medio Oriente, en el respaldo a Israel.

 

Alemania es, sólo después de Estados Unidos, el mayor proveedor de armas de Israel. Hasta ahora Israel ha recibido de Alemania 6 submarinos de la clase Dolphin, construidos por la empresa alemana ThyssenKrupp Marine Systems. Esos submarinos construidos en Alemania han sido modificados para que puedan lanzar misiles nucleares. Basándose en un acuerdo concluido en 2022, Alemania suministrará a Israel otros 3 submarinos de la clase Drakon, más grandes que los anteriores y capaces de lanzar misiles nucleares todavía más poderosos. No está de más recordar que Israel es el único país del Medio Oriente que posee armas nucleares y que, al no ser firmante del Tratado de No Proliferación, sus instalaciones nucleares no están sujetas a ningún tipo de control del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

 


Pero Irán, que sí es miembro del Tratado de No Proliferación sí es objeto de múltiples controles por parte del OIEA.

 

Italia, además de suministrar a Israel helicópteros, artillería naval y otros tipos de armamento, también le garantiza el suministro de componentes para sus aviones de guerra F-35, capaces de portar armas nucleares. Italia tiene firmado con Israel un memorándum de entendimiento para una estrecha cooperación no sólo entre sus fuerzas armadas respectivas sino también entre sus industrias de guerra.

 

La ratificación y ejecución de de ese memorándum están avaladas por el parlamento italiano mediante la Ley Nº 94 del 17 de mayo de 2005, adoptada por un voto esencialmente bipartidista. En vigor hasta el 12 de junio de este año, ese texto acaba de ser renovada de forma tácita.

 

Dicho claramente, Alemania e Italia están de hecho en guerra, no sólo contra Rusia, en apoyo a Kiev, sino también contra Irán, en apoyo a Israel.

*

 

 

 





Los hechos son cosas testarudas: 

 

VIETNAM

Estados Unidos mintió sobre el incidente del Golfo de Tonkín para arrastrar al país a un conflicto innecesario. (1964) 

 

KUWAIT

Estados Unidos mintió sobre los soldados iraquíes que sacaban a bebés de las incubadoras para conseguir apoyo para una guerra contra Irak. (1990) 

 

SERBIA

Estados Unidos mintió sobre las acciones serbias en Kosovo para justificar los bombardeos de la OTAN y expandir la influencia occidental en los Balcanes. (1999)  

 

AFGANISTÁN

Estados Unidos mintió sobre sus razones para invadir, ocultando los verdaderos objetivos relacionados con la política de oleoductos y los campos de opio. (2001) 

 

IRAK

Estados Unidos mintió sobre la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Saddam Hussein para justificar una guerra por el petróleo. (2003) 

 

LIBIA

Estados Unidos mintió sobre las amenazas de Gadafi a los civiles para establecer el control sobre los recursos del norte de África. (2011)  

 

SIRIA

Estados Unidos mintió sobre el uso de armas químicas por parte de Assad como excusa para derrocar a un régimen soberano. (2013) 

 

UCRANIA

Estados Unidos mintió sobre la agresión rusa para promover la invasión de la OTAN en las fronteras rusas (2014). 

 

 

¿Qué desastre inventado inventará Washington esta vez para justificar el apoyo a Israel en su guerra contra Irán?

 

 

https://x.com/ricwe123/status/1934154956002505092?s=46&t=DOCl1gQf1qGd3VbDBBCnvA

 

*

 

 

 






ISRAEL se sienta en el derecho internacional como un taburete viejo. Su objetivo no es la seguridad, sino la dominación. Al perpetuar el mito de un Irán nuclear amenazante, justifica su propio programa atómico ilegal, cuidadosamente ignorado, jamás inspeccionado y, sin embargo, el más peligroso de la región. Sobre todo utiliza esa ficción para justificar un estado de guerra permanente en el que puede hacerse la víctima eterna mientras actúa como el agresor principal.

 

 

 https://mpr21.info/israel-ha-industrializado-el-terrorismo-de-estado/

 

*

 

 

 




"Los oportunistas enmascarados... son mucho más dañinos y peligrosos para el movimiento obrero, porque ocultan su defensa de la alianza con la burguesía bajo un manto de eslóganes plausibles, pseudo-"marxistas" y consignas pacifistas". V.l. Lenin

 

*

 


lunes, 16 de junio de 2025



[ 789 ]

 

 

MANUSCRITOS ECONÓMICOS Y FILOSÓFICOS DE 1844

 

Karl Marx

 

(…)

 

 

 

[Primer Manuscrito]

 

 

 

 

 


 Diego Rivera




EL TRABAJO ENAJENADO

 

 

XXII

 

Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos.

 

 

La Economía Política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta el proceso material de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con fórmulas abstractas y generales a las que luego presta valor de ley. No comprende estas leyes, es decir, no prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada. La Economía Política no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la división de trabajo y capital, de capital y tierra. Cuando determina, por ejemplo, la relación entre beneficio del capital y salario, acepta como fundamento último el interés del capitalista, en otras palabras, parte de aquello que debería explicar. Otro tanto ocurre con la competencia, explicada siempre por circunstancias externas. En qué medida estas circunstancias externas y aparentemente casuales son sólo expresión de un desarrollo necesario, es algo sobre lo que la Economía Política nada nos dice. Hemos visto cómo para ella hasta el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional. Las únicas ruedas que la Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos, la competencia.

 

 

Justamente porque la Economía Política no comprende la coherencia del movimiento pudo, por ejemplo, oponer la teoría de la competencia a la del monopolio, la de la libre empresa a la de la corporación, la de la división de la tierra a la del gran latifundio, pues competencia, libertad de empresa y división de la tierra fueron comprendidas y estudiadas sólo como consecuencias casuales, deliberadas e impuestas por la fuerza del monopolio, la corporación y la propiedad feudal, y no como sus resultados necesarios, inevitables y naturales.

 

 

Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.

 

 

 

No nos coloquemos, como el economista cuando quiere explicar algo, en una imaginaria situación primitiva. Tal situación primitiva no explica nada, simplemente traslada la cuestión a una lejanía nebulosa y grisácea. Supone como hecho, como acontecimiento lo que debería deducir, esto es, la relación necesaria entre dos cosas, Por ejemplo, entre división del trabajo e intercambio. Así es también como la teología explica el origen del mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que debe explicar.

 

 

Nosotros partimos de un hecho económico, actual.

 

 

El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.

 

 

Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.

 

 

Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador, que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objetivación aparece hasta tal punto como perdida del objeto que el trabajador se ve privado de los objetos más necesarios no sólo para la vida, sino incluso para el trabajo. Es más, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las más extraordinarias interrupciones. La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital.

 

 

Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuánto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de sí mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto menos guarda en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil…

 

(continuará)

 

 

 

 


[ Fragmento de: Karl MARX. “Manuscritos económicos y filosóficos de 1844” ]

 

**

 


lunes, 9 de junio de 2025



[ 788]

 

 

 

 

CARLOS MARX  / FEDERICO ENGELS

CORRESPONDENCIA

 

 

 

 



 

43. DE MARX A WEYDEMEYER

Londres, 1 de febrero de 1859. 

 


... Mi Contribución a la crítica de la economía política será publicada por partes (la primera dentro de ocho o diez días) por Franz Duncker (la casa editora de Besser) en Berlín. Es sólo gracias al extraordinario celo y poderes de persuasión de Lassallé, que Duncker se ha decidido a dar este paso. Pero, aun así se ha provisto de una vía de escape: el contrato definitivo dependerá de la venta de las primeras partes. Divido toda la economía política en seis libros: 

 

Capital; propiedad de la tierra; trabajo asalariado; Estado; comercio exterior; mercado mundial. 

 

El libro I sobre el capital está dividido en cuatro secciones. La sección I: el capital en general, está dividida en tres capítulos: 1) la mercancía; 2) el dinero o la circulación simple; 3) el capital. Los dos primeros capítulos, unos diez pliegos, forman el contenido de las partes que aparecerán primero. Usted comprende las razones políticas que me han movido a retener el tercer capítulo, sobre “el capital”, hasta que me establezca de nuevo... 

 

En esos dos capítulos se destruye también el fundamento del socialismo proudhonista ahora de moda en Francia, que quiere dejar en pie la propiedad privada, pero organizar el intercambio de los productos privados; que quiere mercancías; pero no dinero. Por sobre todas las cosas, el comunismo debe librarse de este “falso hermano”. Pero, aparte de cualquier intención polémica, usted sabe que el análisis de las formas simples del dinero es el más difícil, porque es la parte más abstracta de la economía política...

 

**

 

 

 

viernes, 6 de junio de 2025



[ 787 ]

 

 

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

 

capítulo quinto

 

 

LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA Y EN SANTO DOMINGO,

LA CRISIS DE LOS MODELOS INGLÉS Y NORTEAMERICANO

Y LA FORMACIÓN DEL RADICALISMO EN LAS DOS RIBERAS DEL ATLÁNTICO

 

 

 




LIBERALISMO Y CRÍTICA DEL RADICALISMO ABOLICIONISTA

 

Oportunamente, un ilustre historiador de la esclavitud nos ha alertado contra la tendencia a «confundir principios liberales con empeño antiesclavista». Examinemos las reacciones de distintos autores y sectores del movimiento liberal ante el conflicto que desembocó más tarde en la guerra de Secesión. Dejemos a un lado a Calhoun y a los demás teóricos del Sur esclavista. Conocemos ya la denuncia hecha por Disraeli acerca de la catástrofe de la abolición de la esclavitud en las colonias inglesas. En el momento del derrumbe militar de la Confederación sudista, lord Acton escribe al general que había guiado al ejército sudista:

 

 

«He visto en los Derechos de los estados el único contrapeso válido al absolutismo de la voluntad soberana. Me ha colmado de esperanzas la secesión, vista no como la destrucción, sino más bien como la redención de la democracia […]. Por eso he considerado que vosotros estabais librando las batallas de nuestra libertad, de nuestro progreso, de nuestra civilización; y por la causa perdida en Richmond me lamento más profundamente de lo que me haya alegrado por la causa victoriosa en Waterloo».

 

 

La derrota del liberalismo encarnado por la Confederación sudista, pesaba más que la victoria conseguida algunos decenios antes por la Inglaterra liberal sobre el despotismo napoleónico. ¿Por qué? Al estallar la guerra de Secesión, aun reconociendo los «horrores de la esclavitud norteamericana», lord Acton había rechazado sin titubeos «la prohibición categórica de la esclavitud», reivindicada por los «abolicionistas», ya que estaba afectada por un «absolutismo abstracto e idealista», en total contradicción «con el espíritu inglés», y con el espíritu liberal en cuanto tal, caracterizado por su ductilidad y buen sentido práctico.

 

 

En términos análogos se había expresado algunos años antes Lieber, quien había condenado a los abolicionistas, considerándolos «jacobinos», seguidores de la «quinta monarquía», visionarios y fanáticos incorregibles: «si las personas necesitan tener esclavos, es asunto de ellos mantenerlos» (if people must have slaves it is their affair to keep them).Si se quiere interpretar al pie de la letra tal declaración, sería inviolable no solo el derecho de los Estados al autogobierno, sino también el derecho del ciudadano particular a escoger el tipo de propiedad que prefiere: ¡no olvidemos que en ese momento el propio Lieber es propietario de esclavos! Y, como quiera que sea, si Disraeli ironiza acerca de la «filantropía» ingenua y desinformada de los «abolicionistas puros», el liberal norteamericano se distancia de estos ambientes de manera más clara aún diciendo: «No soy un abolicionista».

 

 

Lieber mantiene excelentes relaciones con Tocqueville, quien a su vez declara: «Nunca he sido abolicionista en el sentido ordinario del término»; «siempre he estado decididamente en contra del partido abolicionista». ¿Qué significan estas declaraciones contenidas en dos cartas de 1857? «Nunca creí posible que se destruyera la esclavitud en los estados antiguos»: el error de los abolicionistas es querer «realizar una abolición prematura y peligrosa de la esclavitud en los países donde esta abominable institución ha existido siempre». Estamos en presencia de un firme comportamiento de condena en el plano teórico, pero sin soluciones en el plano práctico. La situación en el Sur podría ser modificada solo por una iniciativa desde arriba y desde el centro y, por tanto, poniendo en crisis «la gran experiencia del Self-Government». ¿Y entonces? Resulta oportuno el mantenimiento del statu quo. Por desagradable que sea, es necesario resignarse a la larga permanencia de la esclavitud en el Sur.

 

 

«Pero introducirla en nuevos Estados, difundir esta peste horrible en una gran superficie de la tierra que hasta ahora ha permanecido inmune a ella, imponer todos los crímenes y todas las miserias que acompañan la esclavitud a millones de hombres de las futuras generaciones (dueños o esclavos) que podrían escapar de eso, es un crimen contra el género humano, y eso me parece horrendo sin excusas».

 

 

En realidad, ya se había producido una expansión del área de la esclavitud en el momento en que la Unión se había anexionado Texas, arrebatado a México. Por otra parte, Tocqueville parece estar dispuesto a aceptar un compromiso todavía más favorable al Sur esclavista, como se desprende de una carta del 13 de abril de 1857, dirigida también a un interlocutor del otro lado del Atlántico:

 

 

«Concuerdo con vosotros en el hecho de que los más grandes peligros internos que amenazan hoy a los Estados del Norte, son menos la esclavitud que la corrupción de las instituciones democráticas […]. En cuanto a la política que permite a la esclavitud desarrollarse en toda una porción de la tierra en la que hasta este momento era desconocida, admitiría, como vosotros sostenéis, que no se puede hacer otra cosa que tolerar tal extensión, en el interés particular y actual de la Unión».

Sin embargo, eso no puede durar indefinidamente. Es inadmisible que «en las cláusulas de cualquier contrato pueda estar contenida la anulación del derecho y del deber que tiene la generación presente de impedir la difusión del más horrible de todos los males sociales sobre millones y millones de hombres de las generaciones futuras».

 

 

Apasionada es la condena a la esclavitud, y, sin embargo, quizás sea necesario tolerar durante algún tiempo el mantenimiento y hasta la extensión de esa institución. La razón emerge en una carta enviada al economista inglés Senior: el desmembramiento del país que, quizás más que ningún otro, encarna la causa de la libertad «infligiría una grave herida a toda la raza humana, atizando la guerra en el corazón de un gran continente, de donde esta ha sido eliminada desde hace más de un siglo». Tocqueville está dispuesto a sacrificar la causa de la abolición de la esclavitud con el objetivo de salvar la unidad y la estabilidad de los Estados Unidos.

 

 

Aunque fuertemente estimulado, primero por la derrota en la guerra de los Siete años y por la pérdida de gran parte de las colonias, y más tarde por la revolución de Santo Domingo, en la propia Francia el radicalismo abolicionista es, sin embargo, pasajero. Justo después de Termidor, y en realidad ya durante su preparación, vuelve a empezar la agitación de los colonos en defensa del principio liberal del autogobierno (y de la supremacía blanca): en las colonias quienes decidieran el estado jurídico de las personas y, por tanto, de la condición de los negros, debían ser las asambleas locales. Es la posición que ya conocemos del liberal Club Massiac. Quien opone resistencia al giro termidoriano inmediatamente es tildado de traidor y renegado de la raza blanca. El «anglómano» y filoesclavista Malouet vuelve a ocupar posiciones de poder con Napoleón, quien reintroduce la esclavitud colonial y la trata negrera.

 

 

En realidad, el movimiento liberal no responde con una oposición compacta y decidida a esta restauración, a la que solo pondrá fin la revolución de febrero de 1848. No falta quien defienda la institución de la esclavitud en nombre del liberalismo (Granier de Cassagnac); más bien —observa polémicamente un ferviente abolicionista— hasta reivindican «el monopolio del liberalismo». Para ser más exactos, más que del «liberalismo», Cassagnac se profesa seguidor de la «democracia»; se trata de posiciones similares a las sostenidas en la otra orilla del Atlántico por Calhoun, con la diferencia, sin embargo, de que el primero considera la esclavitud como «un medio provisional y empírico para producir el orden» y «mantener a los negros en el aprendizaje del cristianismo, del trabajo, de la familia». Sin embargo, en el otro platillo de la balanza se debe advertir que, al menos a los ojos de sus adversarios, el autor francés comete el error de haber elaborado, como justificación de la esclavitud, una filosofía de la historia que no tiene bien establecida la delimitación espacial o racial de tal institución, con la tendencia, por lo tanto, a ceder hacia posiciones à la Fletcher, ya ajenas al movimiento liberal. De este, por el contrario, forma parte plenamente Thiers, quien al trazar un balance catastrófico de la abolición de la esclavitud en las colonias inglesas, lanza una acusación contra la «despreciable y bárbara ociosidad de que dan prueba los negros una vez abandonados a sí mismos».

 

 

Más sensible a las ideas abolicionistas resulta Guizot, quien no obstante subraya su impracticabilidad con un argumento que nos resulta ya familiar a partir de la historia de los Estados Unidos: como quiera que sea, habría que indemnizar a los poseedores de una propiedad legítima, pero no existen fondos suficientes para esa operación. Por un abolicionismo más gradual, que, evitando la «libertad salvaje» de «seres embrutecidos», pase a través de una fase prolongada de «esclavitud liberal» (esclavage libéral), es decir, ligeramente mitigada, se pronuncia «Le Courier de la Gironde». También Tocqueville es contrario a tomar medidas precipitadas. Todavía en mayo de 1847, aun teniendo en cuenta que el «bajá de Túnez» ya ha abolido la «odiosa institución» —que, además y según reconoce siempre el liberal francés, en los países musulmanes se presentaba de manera más «endulzada»—, Tocqueville expresa la opinión según la cual «indudablemente es necesario proceder a la abolición de la esclavitud solo con precaución y medida».

 

 

Podemos concluir aquí con una consideración de carácter general, relativa a la Francia de la monarquía de julio: «La emancipación completa e inmediata no fue ni siquiera tomada en consideración como programa abolicionista sino un año antes de la revolución de 1848». Más bien, el periodo de oro del liberalismo francés, lejos de implicar la abolición de la esclavitud, presencia su expansión: «Como consecuencia del avance de la conquista francesa en Argelia, había mucho más territorio con esclavos bajo soberanía francesa que durante la época de la revolución de julio de 1830».

 

 

 

 

 

[ Fragmento: Domenico Losurdo. “Contrahistoria del liberalismo” ]

 

**