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EL BENEFICIO DE UNOS ES UN PERJUICIO
PARA OTROS
Michel de Montaigne
El ateniense Demades condenó a un hombre de su ciudad, cuyo oficio era vender las cosas necesarias para los entierros, so pretexto de que de su comercio quería sacar demasiado provecho y de que tal beneficio no podía alcanzarlo sin que mediase la muerte de muchas personas. Esta sentencia me parece desacertada, tanto más, cuanto que ningún provecho ni ventaja se alcanza sin el perjuicio de los demás. Según el dictamen de Demades habría que condenar, como ilegítimas, toda suerte de ganancias. El comerciante no logra beneficio sino merced a los desórdenes de la juventud, el labrador se aprovecha de la carestía de los trigos; el arquitecto de la ruina de las construcciones; los auxiliares de la justicia de los procesos y querellas que constantemente tienen lugar entre los hombres; el propio honor de los ministros de la religión se debe a nuestra muerte y a nuestros vicios; a ningún médico le es grata ni siquiera la salud de sus propios amigos, según nos dice un autor cómico griego; ni a ningún soldado el sosiego de su ciudad, y así sucesivamente. Más aún puede añadirse: si cada uno se examina en lo más recóndito de su espíritu, hallará que nuestros más íntimos deseos nacen y se alimentan a costa de nuestros semejantes. Si considero todo esto en conjunto me convenzo de que la naturaleza no se contradice en este punto de su marcha general, pues los naturalistas aseguran que el nacimiento, la nutrición y la multiplicación de cada especie tienen su origen en la corrupción y la extinción de otra.
«Un cuerpo no puede abandonar su naturaleza sin que deje de ser lo que antes era.» LUCRECIO
[ Fragmento de: Michel de Montaigne. “Ensayos” ]
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Esa contiendas tienen lugar incluso en el propio cuerpo, a veces con catastróficos resultados para el mismo.
ResponderEliminarHe aquí una escatológica pero ocurrente fábula:
https://youtu.be/7UjN3qV0ZQs
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EL BENEFICIO DE UNOS ES UN PERJUICIO PARA OTROS es el título –que a mi entender podría reflejar ciertas interrelaciones de explotación–, con evidentes ecos proto-marxistas, del corto ensayo del insigne pensador Michel de Montaigne, un autor que, por cierto, no suele figurar en los diccionarios de filosofía que elaboran las distintas escuelas marxistas. Desde niño Marx leyó a Esquilo, Dante, Shakespeare, Cervantes o Goethe, y a otros como Diderot, Lessing y Honoré de Balzac. No veo a Montaigne por ningún sitio. Según su hija Eleanor, «podía recitar textualmente rapsodias enteras de Homero de principio a fin y sabía de memoria, tanto en inglés como en alemán, la mayoría de los dramas de Shakespeare».
EliminarY ahí quería yo llegar, puesto que sabemos que Shakespeare fue un apasionado lector de los Ensayos de Montaigne –que también fue fuente de inspiración y, como era su costumbre, apropiación–, hasta el punto de que el siempre excesivo Nietzsche lo nombró: ‘el mejor lector de Montaigne de la historia’. Desde mi modesto punto de vista hay parte de Montagne en Marx vía Shakespeare. Por ejemplo en formulaciones sobre las relaciones de dominio –esa lucha por el poder y el liderazgo meritocrático que en cierto modo refleja la escatológica fábula que enlazas–, de opresión, de explotación…
Salud y comunismo
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