miércoles, 4 de mayo de 2022

 

[ 124 ]

 

EL OFICIO DE VIVIR

Cesare Pavese

 

 

1935

 

6 de octubre del 35

 

Que alguna de mis últimas poesías sea convincente no le resta importancia al hecho de que las compongo con cada vez mayor indiferencia y repugnancia. Tampoco importa mucho que la alegría inventiva me resulte a veces extremadamente aguda.

 

Ambas cosas juntas se explican con la desenvoltura métrica adquirida, que le coge el gusto a indagar en un material informe, así como con intereses de vida práctica que añaden una exaltación pasional a la meditación sobre determinadas poesías.

 

Cuenta en cambio esto, que cada vez me parece más inútil e indigno el esfuerzo, y más fecunda que la insistencia en las mismas teclas, la búsqueda, concebida hace tiempo, de nuevas cosas que decir y, en consecuencia, de nuevas maneras de hacer. Porque la tensión hacia la poesía es producida al principio por el ansia de realidades espirituales desconocidas, presentidas como posibles. Una última defensa contra el frenesí de violentas tentativas renovadoras la encuentro en la convicción soberbia de que la aparente monotonía y severidad del medio, que ya poseo, vaya también a ser el mejor filtro de todas mis aventuras espirituales. Pero los ejemplos históricos —si en materia de creatividad espiritual es lícito detenerse en ejemplos de cualquier clase— están todos contra mí.

 

Sea como quiera, hubo un tiempo en que tenía muy vivo en la mente un amasijo pasional y sencillísimo de materia, sustancia de mi experiencia, que reducir a claridad y determinación orgánica al poetizar. Y todas mis tentativas, sutil pero inevitablemente, se relacionaban con este fondo y nunca me pareció desviarme por muy extraño a él que fuese el núcleo de cada nueva poesía.

 

Tenía la sensación de componer algo que superaba siempre el trecho (del momento) (actual).

 

Llegó el día en que el amasijo vital fue todo asumido en la obra, y me pareció no trabajar más que con retazos o sutilizando. Tan verdad es que —y me di más cuenta de ello cuando quise explicarme en un estudio el trabajo realizado— justificaba ya las ulteriores búsquedas de mi poesía como aplicaciones de una conocida técnica del estado de ánimo y hacía en cambio una poesía-juego de mi vocación poética. Recaía en el error que, identificado y evitado, había contribuido al principio a permitirme tan fresca osadía creativa de poetizar, aunque fuese indirectamente, sobre mí como poeta (Exegesi monumentum…).

 

A este sentimiento de involución puedo responder que en vano buscaré ya en mí un nuevo punto de partida. Desde el día de los Mari del Sud, en que por vez primera me expresé a mí mismo de forma decisiva y absoluta, empecé a construir una persona espiritual que ya no podré sustituir a sabiendas, so pena de su negación y la puesta en cuestión de todo hipotético impulso mío futuro. Respondo pues al sentimiento de inutilidad presente humillándome en la necesidad de interrogar a mi espíritu sólo de las maneras que hasta ahora le fueron naturales y fructíferas, remitiendo cada descubrimiento a la fecundidad de cada caso en particular. Dado que la poesía sale a la luz cuando se la busca y no cuando se la presenta.

 

Pero ¿por qué, lo mismo que hasta ahora me he limitado como por capricho a la sola poesía en verso, no ensayo nunca otro género? La respuesta es una sola y quizás insuficiente: por razones de cultura, de sentimiento, de costumbre ya, y no por capricho, no sé salir del sendero, y me parecería diletantesca la precipitación de cambiar la forma para renovar la sustancia.

 

 

[Fragmento de: Cesare Pavese. “El oficio de vivir”]

 

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2 comentarios:

  1. Vaya, en cierto modo algo similar a lo que ocurrió durante la "modélica transición". Sólo que en este caso la "diletantesca precipitación" para cambiar las formas tuvo como fin preservar la vetusta "sustancia".


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    1. Tenía subrayado precisamente ese mismo párrafo –coincidimos espigando una vez más– acerca de la forma y la sustancia, o del nombre y la cosa que decía Marx. En cualquier caso debemos ser conscientes de que, sin más remedio, nos valemos del lenguaje del opresor, y éste ‘vehículo’ es el que a su manera filtra y moldea lo que por último, quizá con demasiada ligereza, consideramos ‘nuestras propias ideas’. Aviso importante de que la lucha contrahegemónica no puede descuidar ninguna trinchera.

      Salud y comunismo

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