lunes, 11 de julio de 2022

 

[ 182 ]

 

ESCRITOS CORSARIOS

Pier Paolo Pasolini

 

 

16 de julio de 1974

 

EL FASCISMO DE LOS ANTIFASCISTAS

 

 

Marco Pannella lleva más de 70 días de ayuno; de ayuno extremo; los médicos comienzan a estar verdaderamente preocupados y, más todavía, alarmados. Por otra parte no se ve la más mínima posibilidad objetiva de que algo nuevo intervenga para persuadir a Pannella de interrumpir su ayuno que puede ahora ser mortal (se agrega esto luego que unos 40 de sus compañeros se han ido asociando poco a poco con él en el ayuno).

 

Ninguno de los representantes del poder parlamentario (tanto sea del gobierno como de la oposición) parece, siquiera mínimamente, dispuesto a «comprometerse» con Pannella y sus compañeros. La vulgaridad del realismo político parece no poder encontrar ningún punto de conexión con el candor de Pannella y por lo tanto la posibilidad de exorcizar y englobar su escándalo. El desprecio teológico lo rodea. Por una parte Berlinguer y el Comité Central del Partido Comunista Italiano; por otra los viejos poderosos democristianos. En cuanto al Vaticano hace ya mucho tiempo que allí los católicos han olvidado ser cristianos. Todo esto no sorprende y veremos por qué. Pero en recoger el mensaje de Pannella son renuentes, escépticos y vilmente evasivos también los «grupos minoritarios» (aquellos que tienen «menor poder»); por ejemplo, los llamados «católicos del no»; o también los progresistas más libres (que intervienen en apoyo de Pannella sólo en cuanto «individuos», nunca como representantes de partidos o grupos).

 

Ahora, lector, te maravillarás profundamente al conocer las razones iniciales por las cuales Pannella y otras docenas de personas han debido adoptar esta arma extrema del ayuno, en semejante estado de desinterés, abandono, desprecio. Nadie, en efecto, «le ha informado», desde el comienzo y con un mínimo de claridad y de oportunidad, de estas razones: y ciertamente, vista la situación que te he delineado, imaginarás quizá quién sabe qué escandalosa enormidad. En cambio, helas aquí:

 

«1) La garantía de que fuese concedida por RAI-TV un cuarto de hora de transmisión a la LID y un cuarto de hora a Don Franzoni; 2) la garantía de que el presidente de la República concediese una audiencia pública a los representantes de la LID y del Partido Radical que la habían solicitado inútilmente y vuelto a solicitar desde hacía más de un mes; 3) la garantía de que fuese puesta a consideración de la comisión sanitaria de la Cámara la propuesta de ley socialista sobre la legalización del aborto; 4) la garantía de que la propiedad del “Messagero” asegurase no una fidelidad genérica a los principios laicos del periodismo, sino a la información laica y en particular al derecho de información de las minorías laicas».

 

Se trata, como veis, de una solicitud de garantías de normalísima vida democrática. Su «pureza» de principios no excluye esta vez su perfecta aplicabilidad. Vista, repito, la total falta de información en que te ha dejado «toda» la prensa italiana a propósito de Pannella y su movimiento, no sería sorprendente que tú pensases que este Pannella es un monstruo. Por ejemplo, una especie de Fumagalli. Cuyos reclamos son «de todas formas» y «apriorísticamente» indignos de ser tenidos en consideración. Y bien, para comenzar te diré que, según el principio democrático que Pannella nunca derogó, el propio Fumagalli, que he nombrado pour cause, tendría el derecho de ser tomado en consideración en el caso de presentar reclamos del género «formal» de los realizados por los radicales. El respeto por la persona —por su configuración profunda a la cual un sentimiento de la libertad cuya formalidad entendida como sustancial, permite articularse y expresarse en un nivel por así decir «sacralizado» por una razón laica, con relación a las ideas políticas concretas más degradadas— es para Pannella primum de toda teoría y de toda praxis política. En esto consiste su ser escandaloso. Un escándalo no integrable precisamente porque su principio, aunque en términos esquemáticos y populares, está sancionado en la constitución.

 

Este principio político absolutamente democrático es actualizado por PannelIa mediante la ideología de la no violencia. Pero no es tanto la no violencia física que cuenta (ella puede ser puesta en discusión): la que cuenta es la no violencia moral: o sea la total, absoluta, inderogable falta de todo moralismo. («Sostenemos que es moral lo que aparece en cada uno»). Es esta forma de no violencia (que repudia hasta a sí misma como moralista) la que conduce a Pannella y a los radicales a otro escándalo: al rechazo absoluto de toda forma de poder y la consiguiente condena («no creo en el poder y repudio hasta la fantasía si amenaza ocuparlo»). Fruto de la absoluta y casi ascética pureza de estos principios, que podrían definir «metapolíticos», es una extraordinaria limpieza de la mirada posada sobre las cosas y sobre los hechos: ésta, en efecto, no encuentra ni la oscuridad involuntaria de los prejuicios ni la voluntaria de los compromisos. Todo es luz y razón en torno a esta mirada, que por lo tanto, teniendo como objeto las cosas y los hechos concretos —y el consiguiente juicio sobre ellos— termina por crear la premisa de la inaceptabilidad escandalosa por parte de la gente bien, de la política radical («a lo largo del antifascismo de la línea Parri-Sofri se desarrolla desde hace veinte años la letanía de la gente bien de nuestra política»; «… ¿dónde estuvieron nunca los fascistas sino en el poder y en el gobierno? son los Moro, los Fanfani, los Rumor, los Pastore, los Gronchi, los Segni y —¿por qué no?— los Tanassi, los Cariglioa, y quizás los Saragat, y La Malfa. Contra la política de éstos, lo comprendo se puede y se debe ser antifascista…»).

 

En este punto, supongo, querido lector, que te resulte claro el «escándalo» Pannella; pero supongo también que al mismo tiempo te sientas tentado a considerar este escándalo como quijotesco y verbal. Que la posición de estos militantes radicales (la no violencia, el rechazo de toda forma de poder, etc.), se marchita como el pacifismo, la contestación, etc. y que finalmente su objetivo resulte mera veleidad, que sería sin más santa y santificable, si su condena y sus propuestas no fuesen tan circunstanciadas y tan directas ad personam.

 

En cambio las cosas no han sucedido del todo así. Sus principios por así decir «metapolíticos» han conducido a los radicales a una praxis política de un absoluto realismo. Y no es por estos principios «escandalosos» que el mundo del poder —gobierno y oposición— ignora, reprime, excluye a Pannella, hasta el punto de hacer, eventualmente, de su amor por la vida, un asesinato: sino precisamente por su praxis política realista. En efecto, es el Partido Radical, la LID (y su líder Marco Pannella) quienes son los vencedores reales del referéndum del 12 de mayo. Y es precisamente por esto que nadie los ha perdonado.

 

Ellos han sido los únicos en aceptar el desafío del referéndum y en quererlo, seguros de la aplastante victoria: predicción que era el resultado fatalmente concomitante de un «principio» democrático inderogable (aún a riesgo de la derrota) y de un «análisis realista» de la verdadera voluntad de las nuevas masas italianas. No es por lo tanto, repito un principio democrático abstracto (derecho de decisión de las bases y rechazo de toda actitud paternalista), sino un análisis realista lo que constituye actualmente la culpa imperdonable del PR y del LID.

 

En vez de ser recibidos y cumplimentados por el primer ciudadano de la República, en homenaje a la voluntad del pueblo italiano, voluntad prevista por ellos, Pannella y sus compañeros son rechazados como intocables. En lugar de aparecer como protagonistas en las pantallas de televisión, no se les concede siquiera un miserable cuarto de hora de «tribuna libre». Es verdad que el Vaticano y Fanfani, los grandes derrotados del referéndum, nunca podrán admitir que Pannella «exista» simplemente. Pero ni siquiera Berlinguer y el PCI, los otros derrotados del referéndum nunca podrán admitir una existencia similar. Pannella es, por lo tanto, «abolido» de la conciencia y de la vida pública italianas.

 

En este punto la historia se cierra con una interrogante. La posibilidad de ayuno de Pannella tiene un límite orgánico dramático. Y nada permite presumir que él quiera abandonar. ¿Qué están haciendo los hombres o los grupos del poder en situación de decidir su suerte? ¿Hasta qué punto llegará su cinismo, su impotencia o su cálculo? No juega por cierto a favor de la suerte de Pannella el hecho de que ellos en este momento tengan muy poco que perder, siendo su único problema ahora, salvar lo salvable y, antes que nada, a sí mismos. La realidad se les ha vuelto repentinamente en contra; la nave del Vaticano, dentro de la cual contaban conducir a término seguro la travesía íntegra del piélago de su vida, amenaza seriamente con hundirse; las masas italianas están nauseadas de ellos y se han convertido, aunque todavía sea de manera existencial en portadoras de valores con los cuales ellos han creído jugar y que en cambio se han revelado como los verdaderos valores, capaces de anular los grandes valores del pasado y de arrastrar, en una sola ruina, fascistas y antifascistas (de hoy). Hasta el mínimo que podía serles exigido, es decir una cierta capacidad para administrar se revela una atroz ilusión: ilusión que los italianos deberán advertir muy bien, porque —como los valores del consumo y del bienestar— deben vivirla «en su cuerpo».

 

Son las izquierdas las que deben intervenir. Pero no se trata de salvar la vida de Pannella. Y mucho menos de salvársela haciendo que las cuatro pequeñas «garantías» que él pedía y las otras que ahora se han agregado, sean tomadas en consideración. Se trata de tomar en consideración la existencia de Panella, del PR Y del LID. Y la circunstancia quiere que la existencia de Pannella, del PR y del LID coincidan con un pensamiento y una voluntad de acción de alcance histórico y decisivo. Que coincida con la toma de conciencia de una nueva realidad en nuestro país y de una nueva calidad de las masas, que ahora ha escapado del poder y de la oposición.

 

Panella, el PR Y el LID han tomado conciencia de esto con optimismo total, con vitalidad, con ascética voluntad de llegar hasta el fin: optimismo quizás relativo o por lo menos dramático por cuanto se refiere a los hombres, pero indestructible en lo que se refiere a los principios (no vistos como abstractos ni moralistas).

 

Ellos proponen ocho nuevos referéndum (reunidos prácticamente en uno solo): y los proponen desde hace años, en un desafío consciente al propuesto por la derecha clerical (concluido con la más grande victoria democrática de la reciente historial italiana). Son estos ocho referéndums (abrogación del Concordato entre el Estado y la Iglesia, de las anulaciones eclesiásticas, de los códigos militares, de las normas contra la libertad de prensa y contra la libertad de información televisiva, de las normas fascistas y parafascistas del código, entre ellas la del aborto, y por último la supresión de la financiación pública de los partidos), son estos ocho referéndums los que expresan, en cuanto idea concreta y proyecto de lucha política, la visión realista de Pannella, del PR y del LID. Desafiar el viejo mundo político italiano en este punto y batirlo, es el único camino para imprimir un decisivo cambio práctico a la situación en la cual ha caído Italia, además de ser el único acto revolucionario posible. Pero esto contraria los numerosos y miserables intereses de hombres y partidos y es esto lo que está pagando Pannella en su persona.

 

En la vida pública hay momentos trágicos, o peor todavía, serios en los cuales es preciso encontrar la fuerza de apostar. No queda otra solución. Del estilo epistolar pasaré aquí, por lo tanto, querido lector, al propagandístico, con la intención de sugerirte que no cometas en esta circunstancia lo que los católicos llaman pecado de omisión o, de todas formas, exhortarte a que hagas juego, el juego vital, de quien decide cumplir un gesto «responsable». Tú podrías intervenir decisivamente en el conflicto, al parecer insoluble, entre la intransigencia democrática de Pannella y la impotencia del Poder, enviando un telegrama o una carta de «protesta» a las siguientes direcciones: 1) Secretaría Nacional de los Partidos (excluida, se entiende, el MSI y afines), 2) Presidencia de la Cámara y del Senado.

 

 

[ Fragmento de: Pier Paolo Pasolini. “Escritos corsarios” ]

 

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2 comentarios:

  1. En esta fatigosa lucha plagada de derrotas, no olvidar es ya en sí una victoria.

    Salud y comunismo

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    1. «El conocimiento del pasado nos puede alumbrar sobre las causas de las cosas» Se hace pues evidente la utilidad de la historia para la comprensión de las circunstancias inmediatas. Fue Marx quien, a contrapelo del discurso dominante y las interpretaciones simplistas elaboró la primera versión de la historia crítica contemporánea (el materialismo histórico). Los marxistas poseemos ‘la herramienta’, y no tenemos porqué renunciar a la capacidad de contribuir a la transformación social.

      Salud y comunismo

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