lunes, 22 de agosto de 2022

 

 

[ 212 ]

 

 

POR EL BIEN DEL IMPERIO

Josep Fontana

 

 

“ LA INVASIÓN DE PANAMÁ

 

En América Central parecía volver la paz. Se seguía ayudando a la «contra» en Nicaragua cuando en febrero de 1990 se produjo la derrota de los sandinistas en unas elecciones en que el dinero aportado por la CIA aseguró la victoria de la candidata conservadora Violeta Chamorro y, ante la sorpresa de los norteamericanos, los sandinistas aceptaron el resultado y cedieron el poder.

 

Más complicada era la situación de Panamá, que seguía bajo la dictadura de Manuel Noriega, de quien Bush deseaba desembarazarse. Se rumoreaba, nos dice el propio presidente, que Noriega tenía un documento «que databa de mis tiempos de la CIA, que me relacionaba con sus tráficos de drogas». Bush lo desmiente, pero se sabe que el panameño alardeaba: «Tengo a Bush agarrado por los huevos».


Noriega había sido el más útil informador de Reagan acerca de la situación de Cuba, aunque se sospechase que negociaba también con los cubanos, y un colaborador activo en su actuación contra Nicaragua. Sin embargo, el escándalo Irán-contra no solo obligó a renunciar a sus servicios, sino que mostró la conveniencia de deshacerse de un colaborador incómodo, acusado públicamente de participar en el tráfico de drogas.

 

Durante la campaña electoral sus contrincantes acusaron a Bush de haber colaborado con Noriega. Este negó haber tenido contacto alguno con él, pero la publicación de una fotografía en que aparecían juntos envenenó el asunto, que acabó de complicarse cuando Reagan cometió el desliz de ofrecerle al dictador panameño la retirada de los cargos por tráfico de drogas a cambio de que abandonase el poder, lo que obligó a Bush a distanciarse públicamente de Reagan en esta cuestión.

 

Al llegar a la presidencia, Bush trató de desalojar del poder a Noriega interviniendo con la CIA a favor de su contrincante en las elecciones panameñas de 1989. La operación acabó en un desastre: al saberse que el candidato opositor podía ganar, Noriega ordenó destruir las urnas e hizo que grupos paramilitares a su servicio atacasen brutalmente a la oposición.

 

Tras este fracaso, y ante un Noriega desafiante, Bush permaneció momentáneamente inactivo. No quería cometer un error al comienzo de su gestión, «como el de Kennedy en Bahía de Cochinos». Pero este asunto, unido a su indecisión ante los acontecimientos de la Europa del este y de China, estaba dando una mala imagen de su capacidad de gestión. Lo cual se agravó todavía cuando, a comienzos de octubre de 1989, el comandante Giroldi dio un golpe militar en Panamá, capturó a Noriega y pidió ayuda a los Estados Unidos, que fueron incapaces de reaccionar a tiempo —temieron que Giroldi fuese un provocador que quería embarcarles en una acción que redundaría en su descrédito—, lo que le permitió a Noriega imponerse y dejar a Bush, a quien acusaba de haber inspirado el golpe, en ridículo (el New York Times calificó la gestión de este acontecimiento como «un modelo de incompetencia»).

 

Ante esta situación, y en unos momentos en que el fin de la guerra fría exigía que los Estados Unidos demostrasen que seguían estando a la altura de su papel de liderazgo del mundo, no quedaba otra solución que preparar una invasión en gran escala, precedida por una serie de provocaciones por parte de las fuerzas estadounidenses de la zona del canal, con el fin de suscitar un motivo legítimo para la invasión.

 

Tras recibir las seguridades de Colin Powell de que no se repetiría un fracaso como el de Carter en Irán, se organizó una expedición de 26 000 soldados y marines, la mayor operación de este tipo desde Vietnam —que recibió inicialmente el nombre de «Cuchara azul», cambiado más adelante por el de «Causa justa», en atención a que sonaría mejor en los libros de historia— y el 20 de diciembre de 1989 se llevó a cabo una vergonzosa invasión, que causó numerosas muertes de civiles —400 según fuentes oficiales norteamericanas y por lo menos 4000 según la emisora CBS; la Cruz Roja habló de una masacre— y grandes destrozos provocados por los saqueos de las tropas invasoras. Acabaron llevándose a Noriega, lo juzgaron en Miami y le condenaron a 40 años de cárcel por tráfico de drogas y lavado de dinero, lo que permitió cerrar la boca de un testigo incómodo.

 

La asamblea general de las Naciones Unidas condenó la intervención en Panamá como una «violación flagrante» de las leyes internacionales, el nuevo presidente panameño colocado por los Estados Unidos, Guillermo Endara, necesitó de nuevo apoyo militar para evitar que lo derribasen y el tráfico de drogas siguió en aumento. Pese a lo cual los biógrafos de G.H.W. Bush aseguran que los norteamericanos consideraron que Panamá fue el mayor de sus éxitos…”

 

 

[ Fragmento de: Josep Fontana. “Por el bien del imperio” ]

 

 

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