miércoles, 18 de septiembre de 2024

 


[ 639 ]

 

LENIN

la coherencia de su pensamiento

 

György Lukács

 

 ( 05 )

 

 

 

Capítulo 2

EL PROLETARIADO COMO CLASE DOMINANTE

 

 

(…) Únicamente esta concepción dialéctica de las tendencias histórico- evolutivas crea el marco teórico para la aparición del proletariado como fuerza autónoma en la lucha de clases. Porque si se acepta la necesidad de una evolución capitalista en Rusia sin más, como hicieron los precursores de la lucha ideológica de la burguesía rusa, primero, y los mencheviques,5 después, se llega a la conclusión de que Rusia tiene, ante todo, que completar su evolución capitalista. El agente de esta evolución es la burguesía, únicamente cuando esta evolución esté ya muy avanzada y la burguesía haya barrido los restos políticos y económicos del feudalismo, poniendo en marcha en su lugar un país moderno, capitalista, democrático, etc., podrá comenzar la lucha de clases del proletariado como tal fuerza autónoma.

 

 

La prematura irrupción de un proletariado con unos objetivos clasistas definidos no sólo sería inútil, dado que el proletariado apenas cuenta como factor de poder autónomo en esta lucha entre burguesía y zarismo, sino funesto para los intereses mismos del proletariado, ya que asusta a la burguesía, debilita su combatividad frente al zarismo y la arroja directamente a los brazos de éste. De manera, pues, que -por el momento- el proletariado únicamente entra en juego como fuerza auxiliar de la burguesía progresista en su lucha por una Rusia moderna.

 

 

Está de todo punto claro -por mucho que no fuera suficientemente dilucidado en las discusiones de entonces- que el problema de la actualidad de la revolución estaba en la raíz misma de toda esta controversia, que para todos aquellos protagonistas de la discusión que de manera más o menos consciente eran ideólogos de la burguesía, los caminos se bifurcaban en una disyuntiva muy concreta: aceptar el hecho revolucionario como problema actual, como un verdadero problema del día para el movimiento obrero o considerarlo como un "objetivo final" más bien lejano, no llamado a ejercer una influencia determinante sobre las decisiones del momento.

 

 

Es, por supuesto, más que dudoso que el punto de vista menchevique, aun cuando fuera posible asentir a la validez de su perspectiva histórica, le resultara aceptable al proletariado. Cabe preguntarse asimismo, si semejante postura de adhesión a la burguesía no podría oscurecer de tal modo la conciencia de clase del proletariado, que su desgajamiento de ella (es decir, una acción autónoma del proletariado en un momento histórico adecuado para tal cosa, incluso a los ojos de la teoría menchevique) acabara siendo ideológicamente imposible o tropezara, en todo caso, con graves dificultades. (Piénsese en el movimiento obrero inglés).

 

 

Evidentemente, esta hipótesis es ociosa en la práctica. Porque la dialéctica de la historia, que los oportunistas intentan alejar del marxismo, sigue operando eficazmente en ellos -contra su propia voluntad-; los arroja al campo de la burguesía, y el momento histórico para la irrupción autónoma del proletariado va, en su opinión, alejándose progresivamente, relegado a una lejanía nebulosa, a un futuro irrealizable.

 

 

La historia ha dado la razón a Lenin y a los escasos heraldos de la actualidad de la revolución. La alianza con la burguesía progresista, que ya en la época de las luchas por la unidad alemana se había revelado como una ilusión, únicamente hubiera sido fecunda en el caso de que al proletariado le hubiera sido posible, como clase, seguir a la burguesía hasta, incluso, en su alianza con el zarismo. Porque de la actualidad de la revolución se deduce que la burguesía ha dejado de ser una clase revolucionaria.

 

 

El proceso económico que ha protagonizado y del que ha sido la primera en beneficiarse constituye, sin duda, un progreso frente al absolutismo y al feudalismo. Pero este carácter progresista de la burguesía se ha vuelto a su vez dialéctico. Es decir, que el vínculo entre las condiciones económicas que posibilitan la existencia de la burguesía y los postulados de la democracia política, del estado de derecho, etc. (que fueron realizados, aunque sólo parcialmente, por la Gran Revolución Francesa sobre las ruinas del absolutismo feudal), se ha aflojado.

 

 

La cada vez más inminente revolución proletaria hace por un lado posible una alianza entre la burguesía y el absolutismo feudal que garantice las condiciones económicas de vida y el proceso de expansión de la burguesía, permitiendo, al mismo tiempo, la subsistencia del predominio político de las viejas potencias. Por otro, la burguesía, que de este modo decae ideológicamente, cede a la revolución proletaria la realización de sus antiguas reivindicaciones de tipo revolucionario.

 

 

Por muy problemática que sea esta alianza entre la burguesía y las viejas potencias, en la medida en que no es una alianza de clase basada en una positiva identidad de intereses, sino tan sólo un compromiso motivado por el común temor a una calamidad superior, no deja de ser, de todos modos, un hecho nuevo e importante. Un hecho frente al cual la "prueba" mecánica y esquemática del "necesario vínculo" entre evolución capitalista y democracia se revela como una auténtica e irremediable ilusión.

 

 

Como ha dicho Lenin, "la democracia política no es, en términos generales, sino una de las formas posibles (aún cuando teóricamente no deje de ser la normal para el capitalismo "puro") de las superestructuras del capitalismo. Como los hechos lo demuestran, el capitalismo y el imperialismo se desarrollan bajo cualquier forma política, a la que pueden subordinarse perfectamente".

 

 

En Rusia en especial, este rápido viraje de la burguesía de una - aparente- oposición radical a un apoyo del zarismo ha de ser explicado en lo esencial por el hecho de que el capitalismo (que en Rusia no había tenido un desarrollo "orgánico", habiendo sido, por el contrario, simplemente transplantado al país), mostrara ya desde sus comienzos un fuerte carácter monopolista (preponderancia de las grandes empresas, papel importante del capital financiero, etc.). De lo que se desprende que la burguesía era un estrato social numéricamente más reducido y socialmente más débil que en otros países con un desarrollo capitalista de superior carácter "orgánico".

 

 

Pero de tal hecho no deja de desprenderse también la creación real, en las grandes empresas, de la base material para la evolución de un proletariado revolucionario, una base creada en un tiempo mucho más breve de lo que la esquemática interpretación del ritmo evolutivo del capitalismo ruso hubiera permitido suponer.

 

 

Pero si la alianza con la burguesía liberal se revela, por una parte, como una ilusión y el proletariado, que ha ganado a duro precio su independencia, rompe definitivamente, por otra, con el caótico concepto de "pueblo", ¿no acabará encontrándose, precisamente a causa de esa autonomía por la que tanto ha luchado, en un aislamiento insuperable, y metido, por eso mismo, en una lucha necesariamente destinada al fracaso?

 

 

Esta objeción tantas veces formulada a la perspectiva histórica de Lenin y, por lo demás, tan inmediata, tendría alguna consistencia si el rechazo de la teoría agraria de los narodniki, es decir, el reconocimiento de la necesaria disolución de los últimos restos del comunismo agrario, no fuera, a su vez, un conocimiento igualmente dialéctico. La dialéctica de este proceso de disolución –dado que el conocimiento dialéctico no es otra cosa que la formulación conceptual de una situación dialéctico-real de hecho– radica, precisamente, en la inexorabilidad de la disolución de estas formas, no tiene sentido sino como proceso de disolución, es decir, tiene un sentido exclusivamente negativo y unívocamente determinado.

 

 

No obstante, determinar el giro que tomará este proceso en sentido positivo no es posible a partir de él mismo. Depende de la evolución del entorno social, del destino de la totalidad histórica. En términos más concretos: este proceso de disolución, económicamente inevitable, de las viejas formas agrarias (tanto de las de reminiscencia feudal, al modo de losjunkers, como de las correspondientes a un campesinado medio) puede seguir dos caminos. Con palabras de Lenin, "ambas soluciones facilitan, cada una a su manera, el pasaje a un grado técnico superior, y todas van en el sentido del progreso de la agricultura".

 

 

La primera vía consiste en la radical aniquilación, en la vida campesina, de los últimos restos medievales (y aún más antiguos). La otra -la "vía prusiana", según Lenin- "se caracteriza por el hecho de que la liquidación de las supervivencias medievales en las relaciones de propiedad de la tierra no ocurre de una vez por todas, sino mediante una adaptación progresiva al capitalismo". Ambas vías son posibles y ambas representan un progreso -hablando en términos económicos- respecto de lo existente. Pero si ambas tendencias son igualmente posibles y -en cierto sentido- igualmente progresistas, ¿quién o qué habrá de decidir sobre la realización efectiva de una u otra de ellas? La respuesta de Lenin a esta cuestión es, como todas sus respuestas, clara y unívoca: la lucha de clases.

 

 

De este modo se perfilan de manera más clara y concreta los grandes rasgos del medio en el cual el proletariado está llamado a irrumpir, de modo autónomo, como clase dirigente. Porque la fuerza decisiva en esta lucha de clases que para Rusia significa el sentido del tránsito de la Edad Media a la época moderna sólo puede ser el proletariado. Los campesinos, no sólo en razón de su terrible atraso cultural, sino, sobre todo, a causa de su situación objetiva de clase, únicamente son capaces de una revuelta elemental contra una situación cada vez más insostenible. Por su situación objetiva de clases están destinados a permanecer como una capa vacilante, como una clase cuya suerte depende, en última instancia, de la lucha de clases en la ciudad, del destino de la ciudad, de la gran industria, del aparato del Estado, etc.

 

 

Únicamente en este contexto, en este sistema de interrelaciones, recae la decisión en manos del proletariado. Su lucha contra la burguesía sería quizá -en el momento histórico en cuestión- menos rica en perspectivas si ésta lograra liquidar en su exclusivo beneficio la estructura feudal del campo ruso. El hecho de que el zarismo le dificulte este propósito constituye uno de los motivos clave de su comportamiento -pasajeramente- revolucionario o, al menos, oposicional.

 

 

Ahora bien, en tanto este problema permanezca sin resolver, es posible en cualquier instante un estallido elemental de millones de campesinos esclavizados y explotados. Un estallido elemental al que sólo el proletariado puede conferir un sentido, es decir, un sentido tal que el movimiento de masas acabe por caminar hacia un objetivo realmente ventajoso para las masas campesinas. Un estallido elemental que cree las condiciones en las que el proletariado puede emprender la lucha contra el zarismo y la burguesía con todas las posibilidades de victoria a su favor.

 

 

He aquí cómo la estructura socio-económica rusa ha sentado las bases objetivas para la alianza entre el proletariado y el campesinado. Sus objetivos de clase son diferentes. De ahí que su caótica yuxtaposición en el confuso y folklórico concepto de "pueblo" hubiera de acabar dislocándose. No obstante, sólo emprendiendo una lucha común pueden confiar en la consecución de sus objetivos de clase. De ahí que la vieja, idea de los narodnikiretorne dialécticamente transformada en la visión leninista de la naturaleza de la revolución rusa.

 

 

El confuso y abstracto concepto de "pueblo" hubo de ser eliminado, pero tan sólo para que surgiera, a partir de la indagación concreta de las condiciones de una revolución proletaria, el concepto de pueblo en su acepción revolucionaria, es decir, el concepto de pueblo como alianza revolucionaria de todos los explotados. El partido de Lenin puede, pues, considerarse con toda justicia como el heredero de las verdaderas tradiciones revolucionarias de los narodniki

 

 

Ahora bien, como la conciencia y, con ella, la capacidad de dirigir esta lucha -una lucha objetivamente clasista- sólo existen en la conciencia de clase del proletariado, éste puede y debe ser, en la revolución inminente, la clase dirigente de la transformación social…

 

(continuará)

 

 

 

[Fragmento de: LUKÁCS “LENIN la coherencia de su pensamiento”]

 

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