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CARLOS MARX / FEDERICO ENGELS
CORRESPONDENCIA
22. DE MARX A ENGELS
Londres, 2 de junio de 1853.
... En lo que respeta a los hebreos y los árabes, tu carta me interesó mucho. Por lo demás: 1) Se puede probar la existencia de una relación general, en todas las tribus orientales, entre la instalación de una parte de la tribu y la continuación de otra en la vida nómade, desde que empezó la historia. 2) En los tiempos de Mahoma, la ruta comercial de Europa a Asia había sido considerablemente modificada y las ciudades de Arabia, que habían tenido una gran parte en el comercio con la India, etc., se hallaban comercialmente en decadencia; esto contribuyó en todo caso a esta evolución. 3) En cuanto a la religión, el problema se reduce a este otro, general y por lo tanto de fácil respuesta: ¿por que parece la historia de Oriente una historia de las religiones?
Sobre la formación de las ciudades orientales no puede leerse nada más brillante, vivido y notable que el viejo libro de François Bernier, quien fue durante nueve años médico de Aurangzeb (Voyages contenant la description des états du Grand Mogol, etc.). También describe muy bien el sistema militar, el modo en que eran alimentados esos grandes ejércitos, etc. Acerca de estos dos puntos señala, entre otras cosas: “La caballería constituye el sector principal, la infantería no es tan grande como se dice, a menos que todos los sirvientes y las gentes de los bazares o mercados que siguen al ejército se confundan con la verdadera fuerza combatiente; porque en tal caso yo podría creer que se está en lo cierto al fijar en 200.000 ó 300.000, y a veces aun más, el número de hombres del ejército que acompañan únicamente al rey cuando, por ejemplo, es seguro que estará largo tiempo ausente de la población principal. Y esto no le parecerá tan asombroso a quien conozca el extraño estorbo de las tiendas, cocinas, indumentarias, moblajes e incluso con mucha frecuencia de las mujeres, y por consiguiente también los elefantes, camellos, bueyes, caballos, portadores, forrajeros, vendedores de provisiones, mercaderes de toda clase y servidores que esos ejércitos llevan en sus marchas; o a quien comprenda el estado y el gobierno particulares del país: que el rey es el solo y único propietario de toda la tierra del reino, de lo cual se sigue, por cierta consecuencia necesaria, que toda una ciudad capital como Delhi o Agrá viva casi totalmente del ejército y en consecuencia esté obligada a seguir al rey si éste sale de campaña por un tiempo cualquiera. Pues estas poblaciones no son ni pueden ser cosa parecida a una París, puesto que hablando con propiedad no son otra cosa que campamentos militares “un poquito mejores y más convenientemente situados que si estuvieran en campo abierto.”
En ocasión de la marcha del Gran Mongol a Cachemira, con un ejército de 400.000 hombres, etc., dice: “La dificultad está en comprender por qué y cómo un ejército tan grande, tan gran cantidad de hombres y animales, puede subsistir en la campaña. Para ello sólo es necesario suponer, lo que es perfectamente cierto, que los hindúes son muy sobrios y muy sencillos en su alimentación, y que de todo ese gran número de jinetes ni siquiera la décima o aun la vigésima parte come carne durante la marcha. Mientras tengan su kicheri, mezcla de arroz y otros alimentos vegetales sobre la cual, una vez cocida, vierten manteca derretida, están satisfechos.
Además, es necesario saber que los camellos son extremadamente resistentes al trabajo, al hambre y a la sed, viven con poco y nada comen, y que tan pronto el ejército llega a su destino, los camelleros los llevan a pastar a campo abierto, donde comen todo lo que pueden encontrar. Más aun, los mismos mercaderes que atienden los bazares de Delhi, están obligados a mentenerlos también durante la campaña y del mismo modo los pequeños mercaderes, etc... Por último, en lo que respecta al abastecimiento, toda esta pobre gente vaga por todos los costados de las poblaciones para comprar y ganar algo, y su común y gran recurso es escarbar campos enteros con una especie de pequeña zapa, para triturar o limpiar las pequeñas hierbas que recolectan y venderlas al ejército...
Bernier considera con razón que la forma básica de todos los fenómenos orientales —se refiere a Turquía, Persia e Indostán— debe hallarse en el hecho de que no existía propiedad privada de la tierra. Esta es la verdadera clave, incluso del cielo oriental...
[ Bernier, François (1625-1688), de cuya obra francesa del siglo XVII hace aquí Marx uso tan brillante, viajó por Siria y Egipto antes de instalarse durante muchos años en la India como médico del gran emperador mongol Aurangzeb. En 1685 visitó Inglaterra. Era bien conocido en los círculos literarios de París en la época de Luis XIV.]
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23. DE ENGELS A MARX
[Manchester] 6 de junio [de 1853].
...La ausencia de propiedad de la tierra es ciertamente la clave para la comprensión de todo el Oriente. Ahí reside su historia política y religiosa. Pero, ¿por qué es que los orientales no llegan a la propiedad territorial, ni siquiera en su forma feudal? Creo que esto se debe principalmente al clima, junto con la naturaleza del suelo, sobre todo en las grandes extensiones desérticas que desde el Sahara y a través de Arabia, Persia, India y Tartaria, llegan hasta las altas mesetas asiáticas. El riego artificial es aquí la condición primera de la agricultura, y esto es cosa de las comunas, de las provincias o del gobierno central. Y un gobierno oriental nunca tuvo más de tres departamentos: finanzas (pillaje interno), guerra (pillaje interno y en el exterior) y obras públicas (cuidado de la reproducción).
El gobierno británico en la India ha administrado los puntos primero y segundo de una manera bastante más formal, abandonando por entero el tercer punto, y la agricultura hindú está siendo arruinada. La libre competencia se desacredita ahí por completo. Esta fertilización artificial de la tierra, que cesó inmediatamente al caer en decadencia el sistema de riego, explica el hecho, por otra parte curioso, de que extensiones enteras otrora brillantemente cultivadas, sean ahora desoladas y desnudas (Palmira, Petra, las ruinas de Yemen, distritos de Egipto, Persia e Indostán); explica el hecho de que una sola guerra devastadora podría despoblar por siglos un país despojándolo de toda su civilización. Creo que también aquí encuadra la destrucción del comercio de Arabia del Sur antes de Mahoma, que tú consideras con mucha razón como uno de los principales factores de la revolución mahometana. No conozco suficientemente la historia del comercio de los seis primeros siglos después de Cristo para juzgar en qué medida las condiciones materiales generales del mundo hicieron que las rutas comerciales a través de Persia hacia el mar Negro, y a través del golfo Pérsico hacia Siria y el Asia Menor, fuesen preferidas a la ruta del mar Rojo. Pero, en todo caso, la relativa seguridad de las caravanas en el ordenado Imperio persa de los Sasánidas tuvo considerable efecto, en tanto que entre los años 200 y 600, el Yemen estuvo casi continuamente subyugado, invadido y saqueado por los abisinios. Las ciudadesde Arabia del Sur, todavía florecientes en tiempo de los romanos, estaban desiertas y totalmente en ruinas en el siglo VII; en el espacio de quinientos años, los beduinos vecinos habían adoptado tradiciones puramente míticas, fabulosas, acerca de su origen (ver el Corán y el historiador árabe Novaïri), y el alfabeto de las inscripciones de esa parte era casi totalmente desconocido, aun cuando no había otro, de manera que incluso la escriturahabía caído en el olvido.
Cosas de este tipo implican, además de un “desalojo” causado por alguna clase de condiciones generales del comercio, alguna destrucción absolutamente directa y violenta que sólo puede explicarse por la invasión etíope. La expulsión de los abisinios tuvo lugar unos cuarenta años antes de Mahoma y fue, evidentemente, el primer acto del despertar de la conciencia nacional árabe, que también fue estimulado por las invasiones persas del Norte, que llegaron casi hasta La Meca. Recién empezaré la historia del propio Mahoma en los próximos días; sin embargo, hasta ahora el movimiento me parece haber tenido el carácter de una reacción beduina contra los fellahs [agricultores] de las poblaciones, sedentarios, pero en declinación, en esa época también en plena decadencia religiosa, que mezclaban un culto bastardeado de la naturaleza con formas igualmente decadentes del judaismo y del cristianismo.
Las cosas del viejo Bernier son realmente buenas. Produce verdadero deleite leer una vez más algo de un viejo francés sobrio e inteligente que siempre pone el dedo en la llaga sin aparentar notarlo...
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