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https://www.abertzalekomunista.net/es/biblioteca-2/marxistas-internacionales/lukacs-georg/335-lenin-la-coherencia-de-su-pensamiento
LENIN
la coherencia de su pensamiento
György Lukács
( 14 )
Capítulo 6
"REALPOLITIK" REVOLUCIONARIA
El proletariado toma el poder del Estado e instaura su dictadura revolucionaria; lo cual significa que la realización del socialismo se ha convertido en el problema del día. Un problema para el que el proletariado no estaba en modo alguno suficientemente preparado. Porque la "Realpolitik" de la socialdemocracia al ocuparse siempre de los problemas del día como tales problemas del día, simplemente, es decir, sin relacionarlos con los problemas últimos de la lucha de clases y, en consecuencia, sin apuntar nunca más allá del horizonte de la sociedad burguesa, no ha conferido al socialismo a los ojos de los obreros sino, nuevamente, un carácter utópico.
La escisión entre el movimiento y su objetivo final no falsea únicamente la adecuada visión de los problemas cotidianos, de los problemas del movimiento obrero como tal, sino que transforma al mismo tiempo su objetivo final en una utopía. Esta regresión al utopismo se manifiesta de muy diversas formas. Sobre todo en el hecho de que el socialismo deja de presentarse a los ojos de los utopistas como un proceso en curso para parecer algo que ya es. Es decir, únicamente se analizan los problemas del socialismo -en la medida en que son planteados- desde el punto de vista de las cuestiones económicas, culturales, etc., y de las mejores soluciones técnicas imaginables para las mismas, una vez entrado ya el socialismo en la fase de su realización práctica.
Pero el problema de cómo puede llegarse a una situación de este tipo, es decir, de cómo puede resultar socialmente posible, no se plantea, así como tampoco se plantea el problema de la concreta naturaleza social de una situación de este tipo, ni el de las relaciones de clase y las formas económicas en las que se encuentra el proletariado en el momento histórico en el que se presenta la tarea de realizar el socialismo. (De manera similar a como Fourier estudió en su época muy detalladamente el funcionamiento de los falansterios, sin mostrar el camino concreto de su realización.)
El eclecticismo oportunista, o lo que es lo mismo, la supresión de la dialéctica del método del pensamiento socialista, sustrae, pues, al propio socialismo del proceso histórico de la lucha de clases. De ahí que los contaminados por el veneno de este pensamiento no perciban los puntos previos de la realización del socialismo ni los problemas mismos de su realización sino en una perspectiva harto deformada.
El error de esta posición de base es tan profundo que no sólo informa el pensamiento de los oportunistas -para quienes el socialismo sigue siendo un objetivo lejano-, sino que llega en ocasiones a alcanzar también a revolucionarios sinceros, a los que lleva a falsas concepciones. Estos últimos -buena parte del ala izquierda de la Segunda Internacional- fueron capaces de percibir adecuadamente el proceso revolucionario mismo, la lucha por el poder como proceso, en estrecha relación con los problemas prácticos de cada día, pero sin llegar a integrar en este mismo contexto la situación del proletariado después de la conquista del poder y los problemas concretos derivados de esta situación. También en este punto se revelaron como utopistas.
El realismo extraordinario con el que Lenin trató los problemas todos del socialismo durante la dictadura -y que le valió la consideración hasta de sus propios rivales de la grande y pequeña burguesía- no es, en suma sino la consecuente aplicación del marxismo, de la vía histórico- dialéctica de estudio, análisis y posible solución de los problemas -ya actuales- del socialismo. Poco es lo que en los escritos y discursos de Lenin -como, por otra parte, en los de Marx- se encontrará sobre el socialismo como hecho consumado. Y mucho, por el contrario, sobre los pasos que llevan a su realización.
Porque apenas podemos imaginarnos de manera concreta el socialismo en todos sus detalles como sí fuera una situación ya creada. Por importante que sea el adecuado conocimiento teórico de su estructura básica, la importancia de este reconocimiento radica, sobre todo, en su condición de posible patrón de medida para los pasos dados hacia el socialismo. El conocimiento concreto del socialismo es, como lo es, por otra parte, el socialismo mismo, el resultado de la lucha que se lleva a cabo por conseguirlo; y no nos resulta accesible sino en dicha lucha por el socialismo y sólo en ella. Y todo intento de llegar a un conocimiento del socialismo por otro camino que el de su interrelación dialéctica con los problemas cotidianos de la lucha de clases, no haría de él sino una metafísica, una utopía, algo puramente contemplativo y en absoluto práctico.
El realismo de Lenin, es decir, su "realpolitik" no es, pues, sino la definitiva liquidación de todo utopismo, la realización concreta del contenido del programa de Marx; una teoría -en suma- convertida en práctica, una teoría de la praxis. Lenin ha hecho con el problema del socialismo lo mismo que hizo con el problema del Estado: lo arrancó del aislamiento metafísico y del aburguesamiento en el que estaba sumido y lo introdujo en el contexto global de los problemas de la lucha de clases. Tradujo a experiencia práctica las geniales indicaciones hechas por Marx en su "Critica del programa de Gotha" y en otros puntos de su obra, confrontándolas con el proceso histórico y dándoles vida y concreción en la realidad histórica con una plenitud muy superior a la que hubiera sido posible en la época de Marx e incluso para un genio como Marx.
Los problemas del socialismo son, en consecuencia, los problemas de la estructura económica y de las relaciones de clase en el momento en que el proletariado toma el poder estatal. Surgen de manera inmediata de la situación en la que el proletariado implanta su dictadura. De ahí que no puedan ser comprendidos y resueltos fuera del contexto mismo de esos problemas; no obstante contienen un elemento radicalmente nuevo, nuevo -por este mismo motivo- en relación con esta situación y con todas las situaciones precedentes.
Efectivamente: todos sus elementos pueden provenir del pasado, pero su relación con el mantenimiento y fortalecimiento del dominio del proletariado da lugar a nuevos problemas que no podían estar en Marx ni en otras teorías anteriores, y que no pueden ser comprendidos y resueltos sino a partir de esta situación esencialmente nueva.
La "realpolitik" de Lenin se revela en consecuencia -analizada en su contexto general y atendiendo a su fundamento mismo- como el punto más alto alcanzado hasta la fecha por la dialéctica materialista. Por una parte, un análisis estrictamente marxista, sobrio y austero, pero profundamente penetrante, de la situación dada, de la estructura económica y de las relaciones de clase. Por otra, una visión extremadamente clara, no deformada por prejuicio teórico ni deseo utópico alguno, de todas las nuevas tendencias que se derivan de esta situación.
Este postulado, aparentemente sencillo y que hunde, efectivamente, sus raíces de la esencia de la dialéctica materialista -que es en realidad una teoría de la historia- no resulta, sin embargo, tan fácil de satisfacer. Los hábitos mentales del capitalismo han educado a todos los hombres, y sobre todo a los de orientación científica, en la costumbre de no explicar lo nuevo sino a partir de lo antiguo, en explicar íntegramente lo actual a partir de lo pasado. (El utopismo de los revolucionarios es un intento de superar esto con las fuerzas actualmente disponibles, un intento con el fin de saltar a un mundo absolutamente nuevo, sin comprender dialécticamente la cristalización dialéctica de lo nuevo a partir de lo antiguo).
"He ahí por qué -decía Lenin- se dejan confundir tantos por el Capitalismo de Estado. Para evitar la confusión no hay que perder nunca de vista lo fundamental, es decir, que el Capitalismo de Estado, tal y como lo hemos realizado, no ha sido analizado por teoría alguna, no hay bibliografía sobre él, por la sencilla razón de que todos los conceptos vinculados a esta expresión vienen referidos al poder burgués en la sociedad capitalista. Y el nuestro es un Estado que ha abandonado la vía capitalista, sin haber entrado todavía en la nueva vía".
¿Qué es, sin embargo, lo que para la concreta realización socialista encuentra el proletariado ruso que ha accedido al poder en su entorno real? En primer lugar, un capitalismo monopolista -relativamente- desarrollado, en pleno derrumbamiento a consecuencia de la guerra mundial, en un país agrícola atrasado cuyo campesinado sólo ha podido liberarse de las cadenas de los residuos feudales uniéndose a la revolución proletaria.
En segundo lugar, fuera de las fronteras rusas un mundo capitalista hostil, cuya intención no es otra que dificultar por todos los medios a su alcance las cosas al nuevo Estado de obreros y campesinos, y que sería suficientemente fuerte como para aplastarlo militar o económicamente si no estuviera tan profundamente dividido por las crecientes contradicciones del capitalismo imperialista, contradicciones y rivalidades, etc., de las que el proletariado ha sabido aprovecharse siempre. (Nos hemos limitado únicamente a aludir a los dos complejos de problemas más importantes; en tan pocas páginas no podemos aspirar a analizarlos a fondo).
La base material del socialismo como forma económica superior destinada a reemplazar al capitalismo no puede radicar sino en una reorganización de la industria, en un superior desarrollo de la misma, en su adaptación a las necesidades de las clases trabajadoras, en su transformación en el sentido de una vida cada vez más plena (supresión de la contraposición entre el campo y la ciudad, entre el trabajo físico y el intelectual, etc.). El estadio en que esta base del socialismo se encuentre condiciona, consecuentemente, las posibilidades y vías de su realización concreta.
Ya en 1917 -antes de tomar el poder del Estado- determinó Lenin con toda claridad la situación económica y las tareas que ésta imponía al proletariado. "A la dialéctica histórica se debe, precisamente, que la guerra, al acelerar considerablemente la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado haya aproximado sobremanera, en virtud precisamente de ello, la humanidad al socialismo. La guerra imperialista es el preludio de la revolución socialista. Y no únicamente porque la guerra engendra, con toda su carga de horror, la sublevación proletaria -no hay sublevación capaz de crear el socialismo, si su base económica no ha madurado-, sino, sobre todo, porque el capitalismo monopolista de Estado es una perfecta preparación material para el socialismo, es su puerta de entrada, en la medida en que en la escala de la historia constituye precisamente ese escalón que precede al socialismo, sin ningún otro escalón intermedio".
En consecuencia, "el socialismo no es otra cosa que un capitalismo monopolista de Estado organizado a beneficio de la totalidad del pueblo, y en este sentido, no es ya monopolio capitalista alguno". Y a comienzos de 1918: "...en el actual estado de cosas el capitalismo estatal representaría un paso hacia adelante en nuestra república soviética. Si en medio año, por ejemplo, se implantara en nuestro país sólidamente el Capitalismo de Estado, ello representaría un gigantesco triunfo y la más segura garantía de que al cabo de un año el socialismo habría sido definitivamente establecido entre nosotros y sería ya invencible".
Dada la difusión de esa leyenda burguesa y socialdemócrata según la cual Lenin, una vez fracasada la tentativa "marxista doctrinaria" de introducir "de golpe" el comunismo habría firmado una transacción, llevado de su "realismo y sagacidad política", desviándose así de su línea anterior, no podíamos renunciar a citar extensamente los párrafos anteriores. La verdad histórica es, precisamente, lo contrario…
(continuará)
[ Fragmento de: LUKÁCS. “LENIN la coherencia de su pensamiento” ]
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