lunes, 21 de abril de 2025


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CARLOS MARX  / FEDERICO ENGELS

CORRESPONDENCIA

 

 


39. DE MARX A LASSALLE

Londres, 10 de junio de 1858

 


Usted hubiera recibido una respuesta completa a su carta, pero creí mejor —no para formular mi opinión, sino porque tres personas constituyen un colegiado— enviar el caso a Manchester para que Engels y Lupus ( seudónimo de Wilhelm Wolff ) se pronuncien al respecto. Como sus opiniones coinciden punto por punto con la mía, usted puede considerar lo que sigue como nuestra opinión común. 

 


(1) Sobre la cuestión del duelo. Es tan claro como la luz del día que ambos caballeros —el Intendanturrat y el Assessor [el consejero de administración y el asesor]— se han ubicado por completo con ese bajo ataque callejero en el nivel beligerante, y que el único duelo en que posiblemente uno podría comprometerse con gente de esta clase ya ha tenido lugar en la gresca. Si dos tipos esperan a un tercero y ambos lo atacan, no creemos que ningún código de duelo del mundo permitirá emprender todavía un duelo con una pandilla tal. Si el señor Fabriz deseara, con su demostración de la fusta, provocar un duelo a la fuerza, entonces el señor B. debiera haber estado presente como testigo puramente pasivo, o bien era del todo superfluo. Pero cuando dos hombres caen sobre un tercero y uno de ellos llega a operar detrás de la persona asaltada —desde atrás—, se trata de escoria que ha demostrado la imposibilidad de sostener con ella un duelo, una lucha honorable entre dos personas. 

 


(2) El principio del duelo. Hablando en general, no somos de opinión de que un asunto tan relativo como el duelo pueda clasificarse en la categoría de lo bueno o de lo malo. No hay duda de que el duelo en sí es irracional y reliquia de una etapa pasada de la civilización. Al mismo tiempo, como resultado de la unilateralidad de la sociedad burguesa, ciertas formas feudales individualistas afirman sus derechos en oposición a ella. La prueba más notable de esto se halla en el derecho civil de provocar a duelo en Estados Unidos de América. Los individuos pueden verse envueltos en choques tan insoportables que el duelo les parezca la única solución. Pero una solución tan mortal no es realmente posible respecto de un sujeto tan indiferente como un Intendanturratto un Assessoro un teniente. Debe estar en juego una relación personal de importancia, pues de lo contrario el duelo es una farsa pura. Siempre es una farsa cuando tiene lugar en consideración a la llamada "opinión pública". 

 


(3) Así, en nuestra opinión, el duelo depende enteramente de las circunstancias, y puede adoptarse como recurso de emergencia excepcional en circunstancias excepcionales. Pero en el caso presente todas las circunstancias están decididamente en su contra, aun cuando el ataque callejero no lo hubiera puesto completamente fuera de cuestión. 

 


(4) La primera circunstancia decisiva es que usted no sólo se opone a todo duelo por principio, sino que también ha manifestado este principio, y en presencia de Fabriz. Por consiguiente usted se desacreditaría si, a pesar de esto, sostuviese un duelo por temor a la “opinión pública”. 

 


(5) En el caso presente, el duelo no tendría justificación posible excepto como cumplimiento de una forma convencional reconocida por ciertas órdenes privilegiadas. Nuestro partido debe enfrentarse resueltamente a esos ceremoniales de jerarquía y rechazar con el mayor y más sarcástico de los desprecios la presuntuosa pretensión de que deba someterse a ellas. Los tiempos son demasiado serios como para permitir se intervenga en tales chiquillerías; y sería pura chiquillería sostener un duelo con el señor Fabriz porque sea Intendanturraty pertenezca a la camarilla autorizada para entablar duelos, cuando si, por ejemplo, un sastre o un zapatero lo atacasen a usted en la calle, usted lo remitiría simplemente a los cortes de justicia sin desmedro alguno de su “honor".  En el caso presente, usted no sostendría un duelo con el señor Fabriz —quien como persona le es a usted indiferente—, sino con el Intendanturrat-, lo que sería una maniobra absurda. En general la exigencia de esos tipos, de que cualquier choque con ellos debe resolverse por el duelo, como privilegio a que son acreedores, debe tratarse con absoluta mofa. Reconocerla sería directamente contrarrevolucionario.


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[ El tal Fabriz se había encontrado con Lassalle en la casa del editor y político liberal burgués Franz Gustav Duncker. Por antipatía y envidia contra Lassalle, Fabriz lo retó a duelo sin razón, ofendiéndose por alguna sonrisa de Lassalle. Después de este desafío, Fabriz se armó de un rebenque y, junto con su amigo Borman, cayó sobre Lassallé en la calle, con la intención de darle una paliza. Lassalle se defendió, naturalmente, y en verdad empleó su bastón con considerable éxito.]

 

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