miércoles, 30 de marzo de 2022



[ 100 ]

 

Leonardo Sciascia. “El quarantottu”.

 

“…Yo iba a la escuela del cura que también había enseñado a leer y a escribir a mi padre; era muy viejo, pero aún se mantenía ágil para manejar la vara que utilizaba para castigarme, una rama de olivo delgada y flexible que le dejaba a uno marcado. Cada vez que cometía un error recibía un golpe en la cabeza y en las manos; tras unos meses en la escuela estaba hecho un Ecce Homo. Por la noche mi madre me untaba con aceite caliente; luego, cuando ya no bastaba el aceite caliente porque las manos empezaban a llagarse, me vendó cabeza y manos. Parecía que hubiese regresado de la guerra con los turcos; los compañeros me pusieron un mote y se burlaban de mí. Como recompensa, don Paolo Vitale, que así se llamaba el cura, se contentó con hacer silbar la varita cerca de mis orejas; aunque algunas veces, acaso de forma involuntaria, me daba en las orejas con un efecto tan doloroso que sólo de pensarlo me vienen ganas de llorar. A pesar de todo guardo un buen recuerdo de don Paolo; lo poco que me enseñó fue una buena base para todo lo que he aprendido y hecho después, ya que no sólo me enseñó el abecedario y a escribir una carta y a no dejarme engañar con las cuentas: me enseñó a hallar compañía y fe en la naturaleza, en los libros y en mis propios pensamientos.

 

Vivía en dos habitaciones desnudas, pequeñas como celdas de convento al lado de su parroquia, la más pobre y apartada de cuantas había en el pueblo; de hecho, se la habían adjudicado como castigo al poco prejuicio y gran liberalidad que demostraba, y lo aborrecían sus superiores y colegas, dada su fama de liberal por las relaciones que mantenía con los exiliados y con los ingleses de Marsala, de quienes recibía gacetas que hablaban del mundo y de nuestro pueblo y que luego traducía para los amigos de Castro. Pero, en verdad, no era liberal. Su amor a la libertad le nacía del sufrimiento del pueblo, y el pan era la libertad del pueblo: luchar para poder leer libros y abrir escuelas le parecía un absurdo.

 

—Vosotros queréis dar al pueblo papel impreso —decía a los que se reunían en la farmacia—, y el pueblo, en cambio, lo que quiere es pan…”

 

 

[Fragmento de: Leonardo Sciascia. “Los tíos de Sicilia”]

 

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario