miércoles, 27 de julio de 2022

 

[ 192 ]

 

JUAN DE MAIRENA

 

Antonio Machado

 

 

HABLA JUAN DE MAIRENA A SUS ALUMNOS

 

 

I

 

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

 

AGAMENÓN. Conforme.

 

EL PORQUERO. No me convence.

 

* * *

 

(Mairena, en su clase de Retórica y Poética).

 

—Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

 

El alumno escribe lo que se le dicta.

 

—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

 

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».

 

MAIRENA. No está mal.

 

* * *

 

—Cada día, señores, la literatura es más escrita y menos hablada. La consecuencia es que cada día se escriba peor, en una prosa fría, sin gracia, aunque no exenta de corrección, y que la oratoria sea un refrito de la palabra escrita, donde antes se había enterrado la palabra hablada. En todo orador de nuestros días hay siempre un periodista chapucero. Lo importante es hablar bien: con viveza, lógica y gracia. Lo demás se os dará por añadidura.

 

* * *

 

(Sobre el diálogo y sus dificultades).

 

«Ningún comediógrafo hará nada vivo y gracioso en el teatro sin estudiar a fondo la dialéctica de los humores». Esta nota de Juan de Mairena va acompañada de un esquema de diálogo en el cual uno de los interlocutores parece siempre dispuesto a la aquiescencia, exclamando a cada momento ¡Claro!, ¡claro!, mientras el otro replica indefectiblemente: ¡Oh, no tan claro!, ¡no tan claro! En este diálogo, el uno acepta las razones ajenas casi sin oírlas, y el otro se revuelve contra las propias, ante el asentimiento de su interlocutor.

 

* * *

 

 

«Hay hombres hiperbólicamente benévolos y cordiales, dispuestos siempre a exclamar, como el borracho de buen vino: “¡Usted es mi padre!”. Hay otros, en cambio, tan prevenidos contra su prójimo…».

Juan de Mairena acompaña esta nota del siguiente dialoguillo entre un borracho cariñoso y un sordo agresivo:

 

—Chóquela usted.

 

—Que lo achoquen a usted.

 

—Digo que choque usted esos cinco.

 

—Eso es otra cosa.

 

* * *

 

(Sobre la verdad).

 

Señores: la verdad del hombre —habla Mairena a sus alumnos de Retórica— empieza donde acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable. Dicho de otro modo: el orador, nace; el  poeta se hace con el auxilio de los dioses.

 

* * *

 

Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad. Por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino. Os hago esta advertencia pensando en algunos de vosotros que habrán de consagrarse a la política. No olvidéis, sin embargo, que lo corriente en el hombre es lo que tiene de común con otras alimañas, pero que lo específicamente humano es creer en la muerte. No penséis que vuestro deber de retóricos es engañar al hombre con sus propios deseos; porque el hombre ama la verdad hasta tal punto que acepta, anticipadamente, la más amarga de todas.

 

* * *

 

La blasfemia forma parte de la religión popular. Desconfiad de un pueblo donde no se blasfema: lo popular allí es el ateísmo. Prohibir la blasfemia con leyes punitivas, más o menos severas, es envenenar el corazón del pueblo, obligándole a ser insincero en su diálogo con la divinidad. Dios, que lee en los corazones, ¿se dejará engañar? Antes perdona Él —no lo dudéis— la blasfemia proferida, que aquella otra hipócritamente guardada en el fondo del alma, o, más hipócritamente todavía, trocada en oración.

 

* * *

 

Mas no todo es folclore en la blasfemia, que decía mi maestro Abel Martín. En una Facultad de Teología bien organizada es imprescindible —para los estudios del doctorado, naturalmente— una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio.

 

* * *

 

—Continúe usted, señor Rodríguez, desarrollando el tema.

 

—En una república cristiana —habla Rodríguez, en ejercicio de oratoria— democrática y liberal, conviene otorgar al Demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas.

 

* * *

 

L’individualité enveloppe l’infini.— El individuo es todo. ¿Y qué es, entonces, la sociedad? Una mera suma de individuos. (Pruébese lo superfluo de la suma y de la sociedad).

 

* * *

 

Por muchas vueltas que le doy —decía Mairena— no hallo manera de sumar individuos.

* * *

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Antonio Machado. “Juan de Mairena” ]

 

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2 comentarios:

  1. Como bañarse en un arroyo de agua clara y fresca.

    Salud y comunismo

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    1. Machado me parece un maestro consumado en aprehender la micro y la macro realidad –ésta es la clave de la cuestión– y además sabe expresarla con rigor y sencillez. Ésta es la inigualable clave ‘machadiana’.

      Salud y comunismo

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