domingo, 3 de julio de 2022

 

[ 174 ]

 

MINIMA MORALIA

Reflexiones desde la vida dañada

 

Theodor W. Adorno

 

 

ASILO PARA DESAMPARADOS

 

–El modo como están las cosas hoy día en la vida privada se muestra en sus escenas. Ya no es posible lo que se llama propiamente habitar. Las viviendas tradicionales en las que hemos crecido se han vuelto insoportables: en ellas, todo rasgo de bienestar se paga con la traición al conocimiento, y toda forma de recogimiento con la reñida comunidad de intereses de la familia. Las nuevas, que han hecho tabula rasa, son estuches diseñados por peritos para pequeños burgueses o alojamientos obreros descarriados en la esfera del consumo, ambos sin ninguna relación con el que los habita; más aún: dan en rostro a la añoranza –que, con todo, no existe– de una existencia independiente. El hombre moderno desea dormir cerca del suelo como un animal, decretaba con profético masoquismo una revista alemana anterior a Hitler (*) , y con la cama eliminaba el umbral entre la vigilia y el sueño. Los que pernoctan en tales viviendas se hallan en todo tiempo disponibles y preparados para  todo sin ninguna resistencia, alertas y aturdidos a la vez. Quien busca refugio en viviendas de estilo auténticas –mas también acaparadas–, lo que hace es embalsamarse vivo. Si lo que se quiere es evitar la responsabilidad de habitar una casa decidiéndose por el hotel o el apartamento amueblado, se hace de las condiciones que impone el exilio la norma de la vida. Como en todo lugar, la peor parte se la llevan aquellos que no tienen elección. Son los que habitan, si no en los barrios bajos, en bungalows que mañana podrán ser barracas, caravanas, automóviles, campamentos o asentamientos al aire libre.

 

La casa ha pasado. Las destrucciones de las ciudades europeas, igual que los campos de concentración y de trabajo, continúan como meros ejecutores lo que hace tiempo decidió hacer con las casas el desarrollo inmanente de la técnica. Estas están para ser desechadas como viejas latas de conserva. La posibilidad de habitar es anulada por la de la sociedad socialista, que, en cuanto posibilidad relegada, lleva a la sociedad burguesa a una estado de solapada desdicha. Ningún individuo puede nada contra éste. En el mismo momento en que se ocupa de proyectar el mobiliario o la decoración interior se aproxima al refinamiento artístico-industrial del tipo del bibliófilo, aunque esté decididamente en contra del arte industrial en sentido estricto. De lejos ya no parece tan considerable la diferencia entre los talleres vieneses y la Bauhaus. Mientras tanto, las curvas de la pura forma funcional se han independizado de su función pasando a constituirse en ornamento igual que las formas cubistas. La mejor actitud trente a todo esto parece aún la independencia, la de la suspensión: llevar la vida privada al límite de lo que permitan el orden social y las propias necesidades, pero no sobrecargarla como si aún fuese algo socialmente sustancial e individualmente adecuado. «Por fortuna para mí, no soy propietario de ninguna casa», escribía ya Nietzsche en la ‘Gaya ciencia’. A lo que habría que añadir hoy; es un principio moral no hacer de uno mismo su propia casa. Ello muestra algo de la difícil relación en que se encontrará el individuo con su propiedad mientras siga aún poseyendo algo. El arte consistiría en poner en evidencia y expresar el hecho de que la propiedad privada ya no pertenece a nadie en el sentido de que la cantidad de bienes de consumo ha llegado a ser potencialmente tan grande que ningún individuo tiene ya derecho a aferarrse al principio de su limitación, pero que, no obstante, debe haber propiedad si no se quiere caer en aquella dependencia y necesidad que beneficia a la ciega perpetuación de la relación de posesión. Pero la tesis de esta paradoja conduce a la destrucción, a un frío desdén por las cosas que necesariamente se vuelve también contra las personas; y la antítesis es, en el momento mismo en que se enuncia, una ideología para aquellos que, con mala conciencia, quieren conservar lo suyo. No cabe la vida justa en la vida falsa.


 

(*) Estilo «Juventud», nombre de una variedad de formas artísticas y artesanales surgidas en torno a 1900 en Munich y popularizadas gráficamente por la revista Jugend. ( N. del T.).

 

[ Fragmento de: MINIMA MORALIA - Reflexiones desde la vida dañada - Theodor W. Adorno ]

 

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