lunes, 8 de agosto de 2022

 

[ 203 ]

 

 

DIÁLOGOS CON BRECHT

(Notas de Svendborg)

 

Walter Benjamin

  

1934

  

(…)

 

4 de octubre. Ayer partió Brecht hacia Londres. Ya sea porque Brecht se siente una y otra vez inducido a eso por mí, ya sea porque en los últimos tiempos está cada vez más cerca de ello: lo que él mismo llama la actitud subversiva de su pensamiento se destaca ahora en su conversación más que antes.

 

Sí, pienso en un vocabulario especial qué previene de esa actitud. Utiliza sobre todo el concepto de «hojarasca» con esos fines. En Dragor leí ‘Crimen y castigo’ de Dostoievski. Primero le atribuyó él a esa lectura la culpa principal de mi enfermedad. En apoyo de esto me contó cómo en su juventud la eclosión de una penosa enfermedad, acaso latente en él durante mucho tiempo, se había producido cuando una tarde un condiscípulo, encontrándose Brecht ya demasiado débil para oponerse, había tocado para él Chopin en el piano. A Chopin y a Dostoievski les atribuye Brecht influencias peculiarmente perniciosas sobre la salud. Pero, por otra parte, en todas las formas posibles tomó posición frente a mi lectura y como él mismo leía por entonces ‘Schweyk’, no dejó de comparar el valor de ambos autores: Dostoievski no podía igualarse con Hasek, más bien fue incluido sin consideraciones entre la «hojarasca» y no hubiera faltado mucho para que alcanzara a sus obras la definición que Brecht tiene lista últimamente para todos los trabajos que carecen de un carácter iluminista. Él los llama «mazacote».

 

 

 

1938

 

 

28 de junio. Me encontraba en un laberinto de escaleras. Ese laberinto no estaba techado en todas partes. Yo subía; otras escaleras conducían hasta lo profundo. En un descanso de la escalera me di cuenta de que había llegado a una cima. Una visión panorámica se extendía allí sobre el paisaje. Vi a otros parados en otras cumbres. Uno de ellos fue de pronto presa del vértigo y cayó. Ese vértigo se propagó; otras personas caían de otras cimas hacia el abismo. Cuando también yo fui presa de esa sensación, me desperté.

 

El 22 de junio llegué a lo de Brecht. Brecht se refiere a la elegancia y la displicencia en la actitud de Virgilio y Dante y las define como el trasfondo sobre el que se eleva el gran gesto de Virgilio. Los llama a ambos «promeneurs». El acentúa el rango clásico de «El Infierno». «Se le puede leer en el campo».

 

Brecht habla del odio arraigado, que heredó de su abuela contra los curas. Deja entrever que los que habían hecho suyas las enseñanzas teóricas de Marx y las manejan, siempre constituirán una camarilla de clérigos. El marxismo no se ofrece demasiado fácilmente a la «interpretación». Tiene ya cien años y ha dado pruebas… (En este punto somos interrumpidos). «El estado debe desaparecer. ¿Quién dice esto? El estado» (Aquí sólo se puede referir a la Unión Soviética).

 

Se para, astuto y en pose, como el estado, ante el sillón en el que estoy sentado y dice, con una mirada oblicua, a su pueblo: «Yo sé que debe desaparecer».

 

Una conversación sobre la nueva novelística de los Soviets. No la continuamos. Después nos ocupamos de la lírica y de las traducciones de la lírica soviética rusa procedentes de las más diversas lenguas, en las que «la palabra» es arrasada. Brecht piensa que los escritores allá lo pasan mal. «Ya se interpreta como acto intencional el que no aparezca el nombre de Stalin en un poema».

 

 

29 de Junio. Brecht habla del teatro épico; menciona el teatro infantil, en el que las fallas de interpretación, actuando como efectos de distanciamiento le dan rasgos épicos a la representación. Con los malos cómicos podría suceder algo semejante. Recuerdo una versión del Cid, en Ginebra, en la que, al mirar la corona torcida sobre la cabeza del rey, se up me ocurrió por primera vez la idea que nueve años más tarde escribiría en el libro sobre la tragedia. Brecht, por su parte, cita aquí el momento que fue la raíz de la idea del teatro épico. Estaba en un ensayo de la versión de Múnich de Eduardo II. La batalla que ocurre en la obra debe sostenerse durante tres cuartos de hora en el escenario. Brecht no sabía qué hacer con los soldados (Asja [Lacis], su asistente de dirección, tampoco). Finalmente se volvió a Valentín, que en aquel entonces era muy amigo suyo, con esta pregunta: «¿Qué es esto, qué pasa, en realidad, con los soldados? ¿Qué les pasa a ellos?» Valentín: «Están pálidos tienen miedo». Esta observación fue decisiva. Brecht agregó: «Están cansados». Los rostros de los soldados fueron cubiertos de cal espesa. Y ese día se encontró el estilo de la versión.

 

Poco después surgió el viejo tema del «positivismo lógico». Me mostré bastante intransigente y la conversación amenazaba con tomar un giro desagradable. Esto se evitó, porque Brecht por primera vez reconoció la superficialidad de sus formulaciones. Y esto con la hermosa fórmula: «A la necesidad profunda corresponde un ataque superficial». Más tarde cuando volvíamos a su casa —pues el diálogo tuvo lugar en mi habitación—: «Es bueno ser empujado a una posición extrema por una época reaccionaria. Después se llega a una posición intermedia». Así le ha sucedido a él; se ha vuelto suave.

 

Esa noche: yo quisiera mandarle con alguien un pequeño regalo a Asja: guantes. Brecht piensa que será difícil. Podría suceder que se pensara que Jahn le pagó sus servicios de espionaje con un par de guantes. «Lo peor es que siempre son afectadas tendencias globales. Pero sus disposiciones siguen siendo, al parecer, justas».

 

 

1.º de julio. Respuestas muy escépticas cada vez que menciono la situación rusa. Cuando hace poco pregunté si Ottwald todavía está preso respondió esto: «Si ése todavía puede estar preso, está preso». Ayer opinaba Steffin que Tretjakov ya debe estar muerto.

 

 

4 de julio. Anoche, Brecht (en una charla sobre Baudelaire): yo no estoy contra lo asocial; estoy contra lo no-social…”

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Walter Benjamin. “Brecht: Ensayos y conversaciones” ]

 

*


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