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DIÁLOGOS CON BRECHT
(Notas de Svendborg)
Walter Benjamin
1938
(…)
“21 de julio. Las publicaciones de Lukács, Kurella y otros por el estilo le dan mucho que hacer a Brecht. Pero él piensa que se las debe enfrentar en el plano teórico. Yo llevo la cuestión al terreno político. Tampoco aquí retrocede él con sus formulaciones. «La economía socialista no necesita de la guerra, por eso no puede soportarla. El “amor a la paz” del “pueblo ruso”, viene a expresar eso y nada más que eso. No puede haber una economía socialista en un país. Por la carrera armamentista el proletariado ruso ha sido severa y necesariamente empujado hacia atrás; y en parte debió retroceder por eso a etapas de la evolución histórica ya superadas hace tiempo. La monárquica, entre otras. En Rusia impera el régimen personal. Esto, naturalmente, sólo lo pueden negar los cabezahuecas». Fue una breve charla, que se interrumpió muy pronto. Brecht se refirió además, en conexión con esto, al hecho de que Marx y Engels, al disolverse la Primera Internacional, habían sido arrancados de la relación activa con el movimiento de trabajadores y desde entonces habían expresado a algunos dirigentes, consejos privados, no destinados a la publicación. Tampoco habría sido casual —aunque sí lamentable— el que Engels se hubiera dedicado al final a las ciencias naturales.
Bela Kun sería su gran admirador en Rusia, Brecht y Heine serían los iónicos líricos alemanes a los que éste se dedicaba (sic). (Alguna vez aludió Brecht a cierto hombre del Comité Central que lo apoyaría).
25 de julio. Ayer de mañana vino Brecht a verme y me trajo su poema sobre Stalin, que se titula «El campesino, a su buey». En el primer momento no capté el sentido de la cosa; y cuando en una segunda instancia me pasó la idea de Stalin por la cabeza no me atreví a retenerla. Ese efecto correspondía aproximadamente a la intención de Brecht. Éste la explicó en la conversación que sostuvimos después. Él subrayó precisamente, entre otras cosas, los momentos positivos del poema. De hecho era un homenaje a Stalin quien, en su opinión, tendría enormes méritos.
Pero Stalin aún no está muerto. Por otra parte a él, a Brecht, no le incumbe otra forma de homenaje más entusiasta; él está en el exilio y espera al ejército rojo. Ha seguido la evolución rusa; y también los escritos de Trotski. Estos demuestran que existe una sospecha; una justificada sospecha que exige una consideración escéptica de las cosas en Rusia. Semejante escepticismo estará en la línea de los clásicos. Si algún día llegara a demostrarse verdadero, habría que combatir el régimen y hacerlo públicamente. Pero «por desgracia, o gracias a Dios, como prefiera; esa sospecha todavía no es hoy una certeza. Extraer de esa sospecha una política como la trotskista no es conducta responsable. Que, por otro lado, en la misma Rusia, actúan ciertas “diques” delictivas, es algo indudable. Ello se puede observar de tiempo en tiempo en los actos monstruosos que ellas cometen». Finalmente señala Brecht que nosotros nos sentimos especialmente afectados por los retrocesos en el interior. «Hemos pagado por nuestras posiciones, estamos cubiertos de cicatrices. Es natural que también seamos especialmente sensibles».
Al atardecer me encontró Brecht en el jardín leyendo El Capital: «Me parece muy bien que estudie usted a Marx, ahora que se le frecuenta cada vez menos, sobre todo, entre nuestra gente». Contesté que me dedicaba a los libros muy comentados preferentemente cuando ya no estaban de moda. Nos pusimos a hablar de la política literaria rusa. «Con esa gente», dije yo refiriéndome a Lukács, Gabor, Kurella, «no se puede hacer un estado».
Brecht: «O sólo un estado, pero no una comunidad. Ellos son enemigos de la producción. La producción les resulta sospechosa. No se puede confiar en ella. Es imprevisible. Nunca se sabe lo que resulta de ella, y ellos mismos no quieren producir. Quieren manejar el aparato y ejercer el contralor sobre los demás. Cada una de sus críticas contiene una amenaza». Llegamos no sé por qué camino, a las novelas de Goethe; Brecht sólo conoce ‘Las afinidades electivas’. Ha admirado la elegancia juvenil de esa obra. Cuando le digo que Goethe la escribió con sesenta años, se asombra mucho. Piensa que ese libro no tiene nada de burgués. Eso sería un mérito extraordinario. Él podría cantarle su admiración, puesto que el drama alemán hasta en sus obras más importantes lleva las huellas de la mezquindad burguesa, y observé que la acogida que había recibido esa novela estaba de acuerdo con eso, pues había sido muy pobre.
Brecht: «Me alegro. Los alemanes son un pueblo de mierda. No es cierto que no se pueda sacar conclusiones de Hitler para juzgar a los alemanes. También en mí es malo todo lo que es alemán. Lo insoportable en los alemanes es su mezquina independencia. Algo semejante a las ciudades libres del Imperio —por ej. esa ciudad de mierda que es Augsburgo— no se dio en ninguna parte, Lyon nunca fue una ciudad libre; las ciudades libres del Renacimiento eran ciudades-estados. Lukács es un elector alemán. A ése ya no le queda ni un resto de agallas».
En ‘Las más hermosas leyendas del ladrón Woynok’, de la Seghers, elogió Brecht su liberación del encargo. «La Seghers no puede producir por encargo, así como yo sin un encargo no sabría cómo empezar a escribir». Elogió también el que un testarudo, un individuo, aparezca en esas historias como figura principal.
26 de julio. Brecht anoche: «Ya no es posible ponerlo en duda: la lucha contra la ideología se ha convertido en una nueva ideología».
29 de julio. Brecht me lee varias réplicas polémicas de Lukács, estudios para un trabajo que debe publicar en la revista «Wort». Son ataques camuflados, pero vehementes. Brecht me pide consejo respecto a su publicación. Como me cuenta al mismo tiempo que Lukács tendría «allá» una posición muy importante, le digo que no puedo aconsejarle. «Aquí se trata de cuestiones de poder. Sobre eso tendría que pronunciarse alguien de allá. Usted tiene allí amigos». Brecht: «En realidad, no tengo amigos allí, y los propios moscovitas tampoco los tienen —como los muertos»…
(continuará)
[ Fragmento de: Walter Benjamin. “Brecht: Ensayos y conversaciones” ]
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