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LA BRÚJULA Y EL MAPA
Néstor Kohan
DIÁLOGOS EN CONTEXTO
El internacionalismo y la solidaridad de los pueblos
Entrevista a Ulises Estrada Lescaille
Cuando se lo ve venir caminando en forma desgarbada, parece un jugador de básquet de la NBA. Flaco, alto, negro y sonriente, Ulises Estrada derrocha modestia. A pesar de haber jugado un papel fundamental en la lucha antimperialista en varios continentes del mundo (desde el Congo y Guinea hasta Bolivia y el Chile de Salvador Allende), este combatiente cubano internacionalista habla de sus misiones secretas y clandestinas junto al Che y otros revolucionarios como quien recuerda inocentes anécdotas de una escuela o una oficina. En ningún momento se pone «en pose». Mantiene la modestia del Che y el bajo perfil de los agentes de inteligencia a rajatabla.
Retirado ya de las actividades clandestinas en las que invirtió los mejores años de su vida, durante los últimos años Ulises Estrada ha dirigido la revista Tricontinental. Actualmente ha terminado un volumen dedicado a Haydee Tamara Bunke Bíder, la combatiente argentino-alemana que cayó en Bolivia en 1967 junto a Guevara integrando el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El volumen se titula Tania la guerrillera y la epopeya sudamericana del Che [hay edición en inglés con el título Undercover in Bolivia with Che, Ocean Press, 2005].
Anteriormente Ulises Estrada había trabajado y colaborado —sin figurar por razones obvias— en el libro ‘Tania, la guerrillera inolvidable’ [La Habana, Instituto del Libro, 1970, hay varias ediciones. La primera alcanzó los 300 000 ejemplares según figura en el volumen].
¿Cuándo conociste al Che Guevara?
Conocí al comandante Ernesto Guevara a finales de 1961, cuando me desempeñaba como segundo jefe del Departamento (MOE), del Viceministerio Técnico del Interior (Inteligencia), dirigido por el comandante Manuel Piñeiro Losada, conocido como Barbarroja. Mis relaciones con el Che fueron circunscriptas al apoyo al movimiento de liberación nacional de América Latina. Posteriormente participé con él en la lucha guerrillera en el Congo a la cual me incorporé durante un tiempo luego de hacer un recorrido de casi cinco meses en un barco [se trata del barco El Uvero, el más grande de la marina mercante cubana] cumpliendo todos los compromisos que el Che había hecho con los movimientos revolucionarios africanos llevándoles armas, ropa, implementos agrícolas, medicina. En fin... todo lo que necesitaban los movimientos. El Che se los había prometido.
Yo tuve la responsabilidad de llevárselos. Al final de este viaje crucé al Congo, me incorporé a la guerrilla, estuve en la guerrilla del Congo más de un mes. La situación ya era muy difícil.
Todo vislumbraba que aquella guerra iba a terminar por parte de los congoleses. Regresé a Cuba a informar de la situación y a organizar el operativo que en definitiva sacó a todos los cubanos del Congo. Después, estando en Cuba, se me dio la orientación de viajar a Tanzania, donde estaba el Che, con el doctor Luis García Gutiérrez que iba a hacer el enmascaramiento del Che para que pudiera viajar. Así lo hizo.
( Sobre el papel de Ulises Estrada en África y sobre todo el internacionalismo de la Revolución Cubana) puede consultarse el inigualable y apasionante estudio del investigador de origen italiano Piero Gleijeses: Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976, Ciencias Sociales, La Habana, 2002. Un libro imprescindible).
¿El enmascaramiento del Che se hizo en Tanzania?
Sí, entonces regresé a Cuba con las fotos, Fidel aprobó el enmascaramiento. De ahí salí clandestino con el Che, con la misión del Comandante en Jefe de defender la vida del Che con mi propia vida, cosa que así hice. Viajamos desde Dar es-Salaam hasta Praga. Estuve con él allí, en Praga, más o menos dos meses y luego regresé a Cuba porque en Praga yo era muy «llamativo». Nosotros vivíamos en un apartamento en la azotea de un edificio. Tenía un solo cuarto, una cocina y un baño. Allí nos distribuíamos las tareas. Un día yo cocinaba y limpiaba, al otro día le tocaba al Che y él cocinaba y limpiaba.
¿En Praga estaban ustedes dos solos?
Sí, nosotros dos solos, apoyados por el compañero José Luis Ojalvo, que era el compañero de la Inteligencia que dirigía nuestro trabajo en Praga, sobre todo en la ayuda a los movimientos de liberación. Debo decir que en el trabajo que yo realizaba en aquel momento en el Departamento MOE («M» era la sigla de Inteligencia, y «OE» era Operaciones Especiales), nosotros estábamos exclusivamente dedicados a tareas de apoyo al movimiento revolucionario. O sea, que no hacíamos tareas de Inteligencia política sino tareas dedicadas al apoyo al movimiento revolucionario.
Luego, al terminar esta misión con el Che... él me pidió que regresara para Cuba porque el físico mío era muy llamativo cuando salíamos tarde en la noche a comer en restaurantes fuera de la ciudad de Praga y él pensaba que por culpa mía podían descubrirnos. Regresé a Cuba y al regresar organicé la DGI (Dirección General de Inteligencia) de África, Asia y América Latina. Le pusimos como nombre Dirección 5. Ahí nos dedicábamos al trabajo con los movimientos revolucionarios africanos y asiáticos. Participé en la guerrilla de Guinea portuguesa y estuve con los palestinos en la guerrilla en los márgenes del río Jordán en un pueblo que se llama Chunya [no se oye bien el nombre en la entrevista grabada]. Esa es la historia. Le pedí al Che ir con él para Bolivia, yo en Praga ya sabía que él iba para Bolivia...
¿Cuándo te enteraste que él iba para Bolivia?
Allí, en Praga, por la visita de Papi, José María Martínez Tamayo, que fue varias veces a Praga, de Praga a Bolivia, de Bolivia a Praga, de Praga a La Habana a llevar las informaciones a Cuba y a traerles las informaciones al Che. El Che no me lo dijo, me lo dijo Papi. Yo le pedí al Che irme con él a Bolivia y me contestó que mi experiencia era en el trabajo clandestino, que yo no tenía experiencia en la guerrilla, que yo le hacía más falta a Piñeiro en el trabajo clandestino que a él y que, por lo tanto, no lo acompañaría. Nunca más volví a ver al Che.
Vos mencionaste que estuviste con el Che en Tanzania y luego en Praga.
Cuando Guevara estaba en Tanzania le escribe a Armando Hart Dávalos una carta donde le relata que él estaba haciendo lecturas e investigaciones teóricas. Luego, en Praga, escribe unos cuadernos criticando el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS. ¿Vos estuviste con él mientras el Che escribía estos materiales?
El Che tenía muchas críticas a la Unión Soviética, pero eran críticas basadas en elementos muy objetivos ya que él consideraba que la Unión Soviética debía dar más en la ayuda al movimiento revolucionario latinoamericano para hacer la revolución.
Más ayuda material, más ayuda política, etc., etc. El Che pensaba que el marxismo es una teoría que hay que llevarla a la práctica sobre todo en el internacionalismo proletario. En su consideración, sobre todo la Unión Soviética, no lo estaba cumpliendo.
Cuando el Che hacía esos trabajos y redactaba esas cartas y escritos, ¿vos lo ayudaste?
No, realmente yo no sabía qué estaba escribiendo. Él pasaba el tiempo escribiendo, jugando ajedrez solo. En una ocasión me entusiasmó a jugar ajedrez con él. Yo era muy mal jugador. Me dejó ganar. El Che era una gente, una persona sencilla, como cualquiera de nosotros. Entonces prácticamente él hizo trampa para que yo ganara. Me di cuenta. Yo no sabía ajedrez y él era muy buen ajedrecista. Y cuando me invitó a la segunda partida le dije que no, que yo no jugaba más con él. Le dije: «Ramón, usted está haciendo trampa».
Allí, en Praga, durante los primeros días, las discusiones eran porque yo le decía «comandante» y él tenía dudas de que el apartamento donde estábamos, que nos lo había dado la seguridad checa, tuviera micrófonos ocultos y que descubrieran que era él quien estaba oculto allí.
Entonces me obligaba a decirle «Ramón», que era el nombre que él utilizaba. Cuando íbamos a hablar algo más serio, salíamos a la azotea y hablábamos en la azotea o en los restaurantes donde íbamos a comer. El Che siempre estuvo convencido de que los checos nos tenían colocados micrófonos.
¿Cómo se hizo el trato para que la Inteligencia checa les proporcionara ese departamento?
Eso era un trato normal. Primero escogimos uno de los departamentos más malos que nos daban los checos. Había una serie de departamentos y casas que los checos nos daban para alojar a los revolucionarios latinoamericanos que iban y venían de Cuba y había algunos que eran para los altos dirigentes del movimiento revolucionario latinoamericano y otros que eran más masivos, para los combatientes que venían a entrenarse a Cuba. Y nosotros les pedimos, precisamente, uno de los apartamentos más malos para que ellos, en ningún momento, pudieran ni siquiera pensar que en ese apartamento estaba un dirigente de la Revolución Cubana.
Hay una novela de Abel Posse [ Los Cuadernos de Praga, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1998] que menciona por ahí que había un agente de la Inteligencia checa que lo seguía al Che. ¿Es cierto o es pura ficción?
Este señor Posse no me merece ninguna confianza y sinceramente dudo de sus intenciones. Creo que es argentino, y en aquel momento era embajador argentino en Perú. Una vez se apareció en Cuba, en mi casa, para que yo le contara el supuesto romance de Tania [Tamara Bunke] y Ernesto Guevara. Yo le expliqué que Tania y el Che nunca se habían encontrado y nunca estuvieron juntos en Praga, que Tania y el Che nunca habían tenido un romance, que Tania sentía un alto respeto por el Che como dirigente revolucionario y no como hombre desde el punto de vista amoroso. En esta conversación en la cual este señor llegó a mi casa, no sé cómo, yo vivo en un barrio alejado donde las direcciones son difíciles de encontrar, él igual se las arregló y se me apareció con un costoso regalo... Yo interrumpí la discusión y le dije que no, que era todo mentira lo que él estaba diciendo, que él no podía escribirlo porque era falso. Y este señor me contestó que eso era lo que «el público» quería conocer y que en definitiva era una novela y que él iba a hacer una novela... Cuando me dijo eso, lo invité a irse de mi casa.
Yo pienso que este señor no es capaz de respetar la historia de los hombres y las mujeres que fueron capaces de entregar nada menos que su vida en la lucha de liberación de los pueblos de América Latina.
Más allá de este autor argentino tan poco creíble y con tan pocos escrúpulos... ¿la Inteligencia checa seguía los pasos del Che Guevara?
¡Eso es falso! La Inteligencia checa jamás supo que el Che estuvo en Praga. ¡Jamás! Incluso nosotros hablamos de estas cosas ahora... pero durante años, cuando publicamos el primer libro ‘Tania: la guerrillera inolvidable’ hablamos de «un país de Europa»... Jamás dijimos que fue Praga. Los checos nos entregaron un pasaporte argentino falsificado por ellos que ni siquiera tenía el nombre de Laura Gutiérrez Bauer. Eso lo hicieron después los técnicos cubanos. Los checos nunca supieron de quién se trataba, quién era el personaje, ni a qué país iba.
Nunca supieron nada de eso. Como en las acciones en las que actuamos en coordinación con la Inteligencia soviética, nunca supieron de quién se trataba, a qué país iba, ni qué misión iban a cumplir. Porque nosotros trabajábamos en forma completamente independiente de la Inteligencia de los países socialistas que nos daban su apoyo, pero no era un apoyo para un subordinado, sino que era un apoyo real, sin saber realmente las misiones en las que estábamos nosotros comprometidos en ese momento.
¿Cuándo vos decís «nosotros» te estás refiriendo a la dirección de Piñeiro?
Me estoy refiriendo a la dirección de Inteligencia de Cuba.
En qué consistió tu misión en Bolivia y cuándo estuviste?
Bueno, yo no estuve con el Che en Bolivia... Yo estuve en Bolivia en el año 1963 preparando la guerrilla de Jorge Ricardo Masetti para la Argentina y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Perú de Héctor Béjar. En eso estuve allí con el capitán Orlando Pantoja, entregándole las armas, recibiendo a los hombres, ubicando a los hombres, hicimos todo un trabajo de apoyo a la guerrilla peruana que se frustró, prácticamente, en su primer combate.
¿Trabajaste también en Bolivia junto a Masetti?
Junto a Masetti y junto a Béjar.
¿Conociste a Hermes Peña?
¡Sí, cómo no!... Hermes Peña fue uno de los cubanos que cayó en una emboscada en la guerrilla de Masetti. Prácticamente fueron masacrados. El Ejército los cercó. Fueron masacrados. Masetti logró escapar con cinco o seis compañeros de la guerrilla hacia la montaña y nunca supimos de Masetti otra vez.
¿Eso impactó en el Che?
Sí, fue un golpe muy duro para el Che puesto que el Che se iba a incorporar a esa guerrilla cuando se asentara en el territorio de Salta, en Argentina. Hicimos todo lo posible, gastamos cantidad enorme de dinero para tratar de encontrar a la guerrilla, de darle apoyo, y jamás volvimos a saber de Masetti.
¿Trabajaste con Inti Peredo en esa época?
Yo trabajé en el aparato clandestino de Bolivia cuando comenzó el apoyo a estas dos guerrillas. Trabajé con Inti Peredo y con Rodolfo Saldaña. Ellos fueron los dos primeros apoyos que nos dio Mario Monje. Con Inti Peredo compramos un taxi.
Con ese taxi él movía al comandante Abelardo Colomé Ibarra, Furry, ministro del Interior cubano, que fue el que llegó a Bolivia a dirigir la operación de Masetti.
¿Conociste a Federico Méndez, del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) argentino?
Por supuesto que conocí a Méndez. También fue uno de los guerrilleros argentinos que se incorporó a la guerrilla de Masetti.
¿Cómo conociste a Tania?
A Tania la conocí cuando a mí me mandaron a investigar a tres argentinas. La propuesta del Che, para un trabajo que yo no conocía cuál era, fue Tania. Él la había conocido en Alemania, después la había visto en Cuba en actividades de la colonia argentina, en actividades de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas. Ella viajaba a Cuba y servía de traductora. Al Che le pareció que servía para esta actividad. Nosotros investigamos, en Cuba y en Argentina, a Tania, a Isabel Larguía y a Lidia Guerberof que era una pianista argentina, una gente de posiciones muy revolucionarias. Por las condiciones de Tania, para esta actividad decidimos proponerle al Che a la misma que él había sugerido: Haydee Tamara Bunke Bíder, nombre real de Tania. Así se hizo. Primero se pensaba que Tamara fuera a crear un aparato urbano de apoyo a la guerrilla argentina, la encabezada por Masetti. Al fracasar la guerrilla argentina, el Che ya decidió que Tamara fuera quien organizara el aparato de apoyo urbano que apoyaría la guerrilla de Bolivia que él iba a dirigir.
¿Apoyo desde dónde?
Desde Bolivia.
¿Alicia Eguren formó parte de ese movimiento?
Alicia Eguren y John William Cooke fueron dos personas maravillosas, muy vinculadas al Che, muy revolucionarios. No te voy a decir que eran marxistas-leninistas, pero sí muy revolucionarios. Trabajaron mucho con el Che en la organización del aparato urbano en la Argentina, al cual incorporaron a muchos jóvenes argentinos procedentes del peronismo.
¿A Mario Roberto Santucho lo conociste?
Lo conocí después, no en esta época de la que estamos hablando.
Se hizo correr la leyenda, y por eso te lo pregunto, de que Tania podría haber sido un agente de la República Democrática Alemana (RDA). ¿Es posible eso?
No, eso no es posible. Tania vino para Cuba por su amor a la Revolución Cubana. En la RDA, desde antes que triunfe la Revolución Cubana, desde que conoció a cubanos en un congreso de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, y desde que supo de la lucha que se desarrollaba en la guerrilla y que entre los guerrilleros había un jefe argentino que era el Che Guevara, Tania se dedicó a escribir en periódicos y a hacer actos de solidaridad con Cuba. Cuando triunfó la Revolución su idea era venir para Cuba. La idea inicial de Tania era ir a pelear a la Argentina. Cuando triunfó la Revolución Cubana ella decidió tratar por todos los medios de venir a Cuba. Así lo logró, invitada por Alicia Alonso, cuyo ballet estaba en la RDA. Alicia la invitó, ella vino para Cuba y aquí se incorporó a todas las organizaciones revolucionarias cubanas y mantuvo una actitud revolucionaria intachable que fue lo que hizo que la escogiéramos. Nunca fue agente de los servicios de Inteligencia alemanes, nunca fue agente de la KGB rusa y nunca fue agente de los servicios secretos cubanos. ¡Tania fue una combatiente internacionalista latinoamericana!
¿Por qué eligió ese nombre de guerra? ¿Por la guerrillera soviética?
A todo el mundo se le ponía otro nombre. Sí, ella escogió ese nombre en recuerdo de la guerrillera soviética que había sido asesinada por el nazi-fascismo.
¿Vos estuviste en Bolivia entrenando a Tania?
No, yo entrené a Tania en Cuba. En Praga ella fue a preparar su leyenda. En la primera leyenda ella asumía el nombre de Vittoria Pancini, una supuesta ítalo-germana. Ella pasó dos meses viajando por Europa occidental. Realmente ella hablaba muy poco italiano. Nos dimos cuenta que ella no podría cumplir con esa leyenda, entonces se le hizo una leyenda como Laura Gutiérrez Bauer, alemana-argentina. Esa leyenda también la practicó en Europa. Viajó a Alemania occidental, estuvo cerca de la casa de sus padres, a la cual no fue, hizo el sacrificio de no mostrar su presencia a sus padres (quienes sabían que estaba en un trabajo secreto pero no sabían cuál era) y esa fue la leyenda que se aceptó. La de Laura Gutiérrez Bauer.
¿En Alemania occidental?
Sí, en Alemania occidental. Sus padres vivían en Alemania oriental, en la República Democrática Alemana (RDA), en Berlín, pero ella estuvo en las dos Alemanias. Tania adoptó entonces la leyenda de Laura Gutiérrez Bauer. La cumplió en forma excelente, hasta que murió en la guerrilla del Che.
¿Cuál era la misión de ella en Bolivia?
Buscar información sobre muchas cosas: sobre el Ejército, sobre la situación operativa en zonas rurales y organizar un grupo operativo en La Paz. Lo organizó con Loyola Guzmán y junto con Saldaña. Ese trabajo lo siguió hasta que se tuvo que quedar en la guerrilla porque el Che se convenció de que estaba «quemada». Tania estuvo en la guerrilla poco tiempo, unas dos o tres semanas. Estaba muy enferma y el Che la envió para la retaguardia. Ella murió junto con el grupo de retaguardia.
¿En qué consistió el entrenamiento de Inteligencia que vos le dabas?
¡Uh...! En muchas cosas..., muchas. Todas las artes necesarias para burlar los órganos de Inteligencia y Contrainteligencia del enemigo. Yo pienso —y lo digo en el libro que estoy escribiendo, que se titula ‘Tania la guerrillera y la epopeya sudamericana del Che’ [publicado finalmente por Ocean Press, en 2005, con edición y prólogo de Luis Suárez Salazar]— que si los revolucionarios latinoamericanos hubiesen tenido la preparación que tuvo Tania hoy tendríamos vivos a muchos jefes guerrilleros, a muchos jefes clandestinos, a muchos revolucionarios latinoamericanos. Porque Tania se preparó durante más de un año para combatir desde posiciones clandestinas contra los aparatos enemigos.
Vos dijiste que Tania también estuvo en Praga...
Su preparación en Europa la hizo residiendo en Praga. Su sede era Praga, de ahí salía para el resto de Europa, regresaba a Praga, volvía a salir para el resto de Europa, volvía a regresar. Estuvo seis meses en ese entrenamiento.
¿Por qué se elegía Praga?
Porque era uno de los lugares donde nosotros teníamos mejores condiciones operativas. Teníamos mucha ayuda de los checos. ¡No era Moscú, donde era más complicado!
¿En Moscú había más control?
Más control y además en Moscú no teníamos la infraestructura que teníamos en Praga. En Praga teníamos un grupo de apartamentos, un grupo de seguridad checo que nos apoyaba. En fin... Praga era el lugar ideal, no para Tania, pero sí para muchas operaciones que nosotros hicimos operando desde allí.
¿La Inteligencia de los checos apoyaba a la Inteligencia cubana en esas operaciones?
Totalmente. Sin saber bien lo que era o en qué consistía, pero apoyaba totalmente. Es bueno reconocerlo.
En alguna biografía sobre el Che se plantea que Guevara tenía temor que los checos se enteraran de que él estaba allí porque entonces se enteraría la CIA...
Ya te lo dije. El Che era muy desconfiado. Pensaba que en la habitación teníamos micrófonos. Él pensaba que si los checos se enteraban de algo, los checos estaban infiltrados y penetrados por la CIA, y entonces se iba a enterar la CIA. Eso era lo que pensaba el Che. Pero la realidad objetiva es que la CIA nunca se enteró, que los checos nunca se enteraron y que obtuvimos un gran apoyo de los órganos de seguridad checos. No solo en lo del Che y en lo de Tania sino también en muchas otras operaciones que nosotros hicimos con sede en Praga y que en algún momento hablaremos de ellas.
En la solidaridad internacionalista tuviste muchos contactos y relaciones con revolucionarios de América Latina y África. ¿Y de Estados Unidos? ¿Tuviste contacto con las Panteras Negras de Estados Unidos?
Sí, también. Tuvimos estrecha relación con Stokely Carmichael y con muchos de ellos, militantes y dirigentes de las Panteras Negras. Sí, tuvimos relaciones, tratamos de dar nuestro apoyo y nuestra ayuda en la medida de nuestras modestas posibilidades. Nunca apoyamos acciones terroristas. Jamás. Nuestro aparato de Inteligencia jamás apoyó hacer una acción terrorista. ¡Jamás! Las acciones que nosotros apoyamos eran acciones de guerra revolucionaria, no de terrorismo. Cuando Stokely Carmichael era el hombre más buscado en Estados Unidos por el FBI vino a La Habana y participó de la Primera Conferencia Tricontinental [1966]. Después este compañero se fue a Guinea para combatir con el ejército guerrillero de Guinea Bissau, se casó con una compañera y se retiró de la lucha.
Vos trabajaste muchos años junto a Manuel Piñeiro Losada, el célebre comandante Barbarroja. ¿Qué recuerdos tenés de él?
De Piñeiro tengo un gran recuerdo. ¡El recuerdo de un gran maestro revolucionario! Yo trabajé con Fidel y trabajé con el Che porque trabajé con Piñeiro. Es así. Piñeiro era un hombre que, a quienes trabajábamos con él, nos llevaba a las reuniones con Fidel, a las reuniones con el Che. De la guerra revolucionaria (previa a 1959) yo no conocí ni al Che ni a Fidel. Los conocí gracias a Piñeiro, como también conocí a Raúl Castro, a Celia Sánchez. A los principales cuadros que trabajábamos con él en las tareas operativas Piñeiro nos daba la posibilidad de vincularnos con la máxima dirección de nuestra Revolución. Aprendí mucho de él. Yo creo que Piñeiro fue mi gran maestro revolucionario en los trajines de la lucha clandestina, en la lucha operativa, en la lucha de liberación nacional y social de los pueblos de América Latina y de África. Estoy muy agradecido a Piñeiro. Si no fuera por él, yo no sería hoy el revolucionario que creo ser.
¿De dónde aprendió Piñeiro las técnicas de Inteligencia?
Las aprendió trabajando. ¡Todos nosotros las aprendimos trabajando! ¡Nosotros no hicimos ni pasamos escuelas en la Unión Soviética ni en ningún otro lado! Nosotros aprendimos a enfrentar al enemigo, primero, con los conocimientos que teníamos de Cuba en la lucha contra Batista. Cómo actuaba la dictadura batistiana, cómo actuaban sus órganos represivos, cómo actuaba el ejército batistiano... Con toda esa experiencia, nosotros a su vez la volcamos en la lucha de los pueblos por su liberación. Todo parece indicar que nos salió bien pues por el trabajo nuestro jamás fue detenido un revolucionario, nunca fue asesinado un revolucionario.
Los fracasos o reveses del movimiento revolucionario en América Latina son propios del movimiento latinoamericano. No son culpa de Cuba. Y además, una segunda cosa que querría señalar: ¡Nunca intentamos exportar la Revolución! Sencillamente nos limitamos a apoyar a aquellos revolucionarios que venían a beber de la experiencia cubana y a buscar el apoyo de la experiencia cubana a partir de la condición internacionalista del compañero Fidel Castro que fue el que nos enseñó realmente a ser internacionalistas.
¿En qué consiste ese proyecto internacionalista?
¡En hacer la revolución!
¿Dónde?
¡Dondequiera que se pueda hacer la revolución! ¡En cualquier parte del mundo! En cualquier parte donde se den «tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria» como decía el Che. «En cualquier parte del mundo donde nos sorprenda la muerte luchando, bienvenida sea». Esa no era la consigna del Che, únicamente. Es la consigna de todos nosotros, quienes estamos dispuestos a poner en juego nuestra vida en cualquier parte del mundo donde el movimiento revolucionario reclame el concurso de nuestros modestos esfuerzos. Así hemos tratado de llevarlo a la práctica a lo largo de toda nuestra vida.
[ Fragmento de: “La brújula y el mapa”, Néstor Kohan ]
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