lunes, 1 de agosto de 2022

 

[ 197 ]

 

En un Estado libre

V. S. Naipaul

 

 

“ (…) Antes, mi señor había sido para mí simplemente una persona. Yo solía decirle que, comparado con él, yo no era más que escoria.

 

Esto era solo una imagen, una de las frases de cortesía de nuestra lengua, pero tenía algo de verdad. Quería decir con ello que él era el hombre que se aventuraba en el mundo en mi lugar, que yo experimentaba el mundo a través de él, contentándome con ser una pequeña parte de su persona. Me contentaba con dormir en la acera con mis amigos, con oír desde allí la conversación de mi señor con sus invitados. Me sentía satisfecho cuando, entrada la noche, algunos de aquellos invitados me identificaban entre los durmientes y me saludaban antes de subir a sus coches.

 

Ahora me daba cuenta de que, sin desearlo, dejaba de verme a mí mismo como una parte de la persona de mi señor y comenzaba al mismo tiempo a verle como le vería un extraño, como quizá le veía la gente que venía a cenar al piso. Veía que era un hombre de mi edad, de unos treinta y cinco años, y me asombraba no haber reparado antes en ello. Me di cuenta de que estaba algo grueso, de que necesitaba ejercicio, de que andaba a pasos cortos e inquietos; un hombre con gafas, al que le clareaba el pelo, que tenía la costumbre, durante las conversaciones, de cogerse el bigote con los dientes y de morderse el labio superior; un hombre que a menudo se ponía nervioso, que se esmeraba en su trabajo, que estaba sujeto en su propia mesa a las observaciones malévolas de sus compañeros de despacho; un hombre que parecía sentirse tan incómodo en Washington como yo mismo, y que actuaba con tanta cautela como había aprendido a actuar yo.

 

Recuerdo a un americano que vino a cenar un día. Miró las esculturas del piso y explicó que él se había traído una cabeza de uno de nuestros templos antiguos; había conseguido que el guía la cortase para él.

 

Me percaté de que mi señor estaba ofendido.

 

—Pero eso es ilegal —dijo.

 

—Por eso tuve que darle dos dólares al guía. Y si hubiera tenido una botella de whisky, aquel hombre me habría desmontado todo el templo.

 

Mi señor se puso pálido. Siguió cumpliendo con sus deberes de anfitrión, pero se mostró decaído durante toda la cena. Me compadecí de él…”

 

 

 

[ Fragmento de: V. S. Naipaul. “En un Estado libre” ]

 

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