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DIÁLOGOS CON BRECHT
(Notas de Svendborg)
Walter Benjamin
1938
(…)
3 de agosto. El 29 de julio al atardecer, en el jardín, discutimos si habría que incluir una parte del ciclo Canciones infantiles en el nuevo tomo de poesías. Yo no estaba de acuerdo, porque encontraba que el contraste entre los poemas políticos y los privados expresaba con peculiar intensidad la experiencia del exilio; ese contraste no debía debilitarse por la inclusión de una serie diferente. Dejé entrever que en esa propuesta volvía a ponerse en juego el carácter destructivo de Brecht, que, apenas logrado algo, ya lo pondría en tela de juicio. Brecht: «Yo sé que de mí se dirá: fue un maniático. Cuando se trasmita el recuerdo de nuestro tiempo, con él se trasmitirá la comprensión para mi manía. La época dará el marco para lo maníaco. Pero lo que yo, en realidad, desearía es que algún día se diga: era un maniático término medio». El reconocimiento de la medianía no debería quedarse corto tampoco en el tema de poemas; que la vida, a pesar de Hitler, sigue adelante, que siempre habrá niños. Brecht piensa en la época sin historia de la que su poema a los artistas da una imagen y sobre la cual unos días más tarde me dijo que su advenimiento le parecía más probable que la victoria del fascismo. Pero después surgió otro motivo para la inclusión de las Canciones infantiles en los Poemas del exilio y Brecht, de pie en el pasto, lo expuso con un énfasis que raras veces tiene: «En la lucha contra ésos, no hay que prescindir de nada. No se proponen nada pequeño. Hacen planes para treinta mil años. Algo monstruoso. Crímenes monstruosos. No se detienen ante nada. Lo derriban todo. Cada célula se estremece bajo sus golpes. Por eso no debemos olvidarnos de ninguna. Ellos deforman al niño en el vientre materno. No debemos en ningún caso olvidarnos de los niños». Mientras él hablaba así, sentía yo actuar en mí una fuerza no menos poderosa que la del fascismo; una fuerza que brota de profundidades históricas no menos profundas que el fascismo. Fue una sensación muy curiosa en mí.
De acuerdo con ella estuvo un giro que después tomó el pensamiento de Brecht: «Ellos planean devastaciones de dimensiones glaciales. Por eso no puede unirse con la Iglesia, que también es un camino por los siglos. A mí me han proletarizado. No sólo me sacaron mi casa, mi vivero y mi auto, me robaron mi escenario y mi público. Desde mi posición no puedo reconocer que Shakespeare haya sido un talento superior. Pero para el futuro, tampoco él hubiera podido escribir. Él tenía además, sus modelos ante sus ojos. La gente que él representó andaba a su alrededor. A duras penas sacó Shakespeare de su conducta algunos rasgos; y dejó pasar muchos otros igualmente importantes».
Principios de agosto. «En Rusia rige una dictadura sobre el proletariado. Hay que evitar renegar de ella, mientras esa dictadura cumpla todavía un trabajo práctico para el proletariado. Es decir, mientras contribuya a la nivelación entre el proletariado y los campesinos por medio de una predominante valoración de los intereses del proletario». Unos días después habló Brecht de una «monarquía de los trabajadores», y yo comparé ese organismo con los grotescos juegos de la naturaleza, que en la forma de un pez cornudo u otros monstruos, surgen en las profundidades marinas.
25 de agosto. Una máxima brechtiana: No atarse al buen tiempo pasado sino al mal tiempo presente.
*
[ Fragmento de: Walter Benjamin. “Brecht: Ensayos y conversaciones” ]
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