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BAJO EL SIGNO DE MARTE
Fritz Zorn
“Soy joven, rico y culto; y soy infeliz, neurótico y estoy solo. Provengo de una de las mejores familias de la orilla derecha del lago de Zúrich, también llamada la Costa Dorada. He tenido una educación burguesa y me he portado bien toda mi vida. Mi familia es bastante degenerada, y probablemente también yo arrastre una notable tara genética y además esté dañado por mi entorno. Por supuesto, también tengo cáncer, cosa que se deduce automáticamente de lo que acabo de decir. Pero con el cáncer existe una doble relación: por una parte es una enfermedad corporal, de la cual probablemente muera en un futuro no muy lejano, pero que quizá pueda llegar a superar y a sobrevivir; por la otra, el cáncer es una enfermedad del alma de la que sólo puedo decir: es una suerte que finalmente haya hecho eclosión. Quiero decir con ello que, de todo lo que he recibido de mi familia en el transcurso de mi existencia poco grata, lo más inteligente que hice jamás fue enfermar de cáncer. No quiero decir con esto que el cáncer sea una enfermedad que a uno le depare muchas alegrías. Pero aunque mi vida jamás se ha destacado por tener mucha alegría, después de una atenta comparación he llegado a la conclusión de que estoy mucho mejor ahora que estoy enfermo que antes cuando no lo estaba. Esto no quiere decir que yo quiera definir mi situación como particularmente agradable…”
(…)
“Y ya no era necesario hablar sobre ello, o más bien no se debía hablar sobre ello; quizá no se debiera hablar sobre ello, porque «para el ser humano no es bueno hablar de lo complicado». Quiero decir que la palabra «complicado» es casi mágica; se decía «complicado» respecto de alguna cosa como si se pronunciara una palabra encantada, y he aquí que la cosa desaparecía.”
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“Esa era también mi imagen del mundo. No había conflictos, no podía haberlos porque las cosas del mundo se deslizaban una junto a la otra en un sistema de completa exclusividad, sin la menor fricción. Y esa ausencia de fricciones aparentemente era positiva: porque donde no hay fricción, hay armonía; y donde hay armonía, todo va bien. ”
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“Pero todo lo que no era «complicado» ni «incomparable» y que de esa manera podía exterminarse, se dejaba en mi casa por lo general «para mañana», esa fecha favorita de todos aquellos débiles que se consuelan con la idea de que «mañana» por lo general quiere decir «nunca». ”
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“También aparece con evidencia el otro aspecto esencialmente cristiano: por poco que uno quiera encontrar, a la manera cristiana, su salvación en las pretendidas «cosas elevadas», en las cuestiones del espíritu, tiene igualmente necesidad de un contrapeso que simbolice lo que es bajo, y si se quiere ver en la bajeza lo contrario de la espiritualidad, es decir, la carne, esta bajeza de la carne se encuentra sin duda muy fácilmente en la sexualidad y en el amor físico. (Temo que la idea de que la sexualidad no es menos espiritual que carnal, y que en todo caso no se puede concebir el cuerpo y el espíritu como una pareja antagónica sino como una unidad, haya escapado a la doctrina cristiana y a su cándida obstinación.)”
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“Una cosa nos repugnaba más aún: el sexo siempre estaba en relación con el cuerpo vergonzoso, el cuerpo que todos los demás, los seres bajos, no consideraban para nada vergonzoso, sino deseable. Nosotros no pensábamos eso, naturalmente. Por otra parte no se puede negar que la sexualidad nos pone al descubierto, en toda la extensión de la palabra. Y era justamente eso lo que nosotros no queríamos a ningún precio. Nuestra divisa era: hay que evitar a toda costa ponerse al descubierto.
Yo nos compararía con el cangrejo ermitaño. Por delante, el cangrejo ermitaño está hermosamente acorazado y es resistente, pero su tren trasero está desnudo. Por eso debe poner su desnudez vulnerable al abrigo, dentro de conchas vacías, exponiendo sólo su parte acorazada. Sin embargo, a medida que el cangrejo ermitaño crece, la morada que ocupa se va haciendo poco a poco demasiado estrecha para él y entonces se ve obligado a mudarse a una más grande. ¡Qué tormento debe de sentir ese cangrejo cuando tiene que arriesgarse a encontrar una nueva morada exponiendo su parte posterior a todos los cazadores! ¡Qué horroroso debe de ser para él el lapso que pasa desde que deja su vieja casa protectora para no verla nunca más y no sabe aún dónde encontrará un nuevo alojamiento a su medida! Yo me digo que nosotros éramos iguales al cangrejo ermitaño. Por delante estábamos ventajosamente acorazados, pero por detrás nos amenazaba la desnudez. Sólo que no éramos cangrejos ermitaños muy valientes y preferíamos languidecer en medio de nuestros sufrimientos dentro de nuestra casa demasiado pequeña. La parte superior del cuerpo no nos traía problemas, pero la inferior se veía constreñida a marchitarse en un encierro malsano antes de aceptar, en bien de su propia salud, que su desnudez fuera peligrosamente expuesta en público. Es natural que se califique a ese crustáceo de ermitaño, pues el rechazo a ponerse al desnudo es asocial…”
[ Fragmentos de: Fritz Zorn. “Bajo el signo de Marte” ]
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