lunes, 10 de octubre de 2022


[ 251 ]

 

 JUAN DE MAIRENA

 

Antonio Machado.

(…)

 

IV

Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes públicas, todas las cuales se resumen en una: fidelidad a la propia máscara. Decía mi maestro Abel Martín —habla Mairena a sus discípulos de Sofística— que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado. Bromas aparte —añadía—, reparad en que no hay lío político que no sea un trueque, una confusión de máscaras, un mal ensayo de comedia, en que nadie sabe su papel.

 

Procurad, sin embargo, los que vais para políticos, que vuestra máscara sea, en lo posible, obra vuestra; hacéosla vosotros mismos, para evitar que os la pongan —que os la impongan— vuestros enemigos o vuestros correligionarios; y no la hagáis tan rígida, tan imporosa e impermeable que os sofoque el rostro, porque, más tarde o más temprano, hay que dar la cara.

 

* * *

 

¡Figuraos

si habré metido mal caos

en su cabeza, Don Juan!

 

* * *

 

¿Dónde me han dicho a mí —se decía Juan de Mairena— esta frase tan graciosa? Acaso en los pasillos del Congreso… ¡Quién sabe! ¡Hay tantos sitios dónde se abusa de la inocencia!

 

* * *

 

La filosofía, vista desde la razón ingenua, es, como decía Hegel, el mundo al revés. La poesía, en cambio —añadía mi maestro Abel Martín— es el reverso de la filosofía, el mundo visto, al fin, del derecho. Este al fin, comenta Juan de Mairena, revela el pensamiento un tanto gedeónico de mi maestro: «Para ver del derecho hay que haber visto antes del revés». O viceversa.

 

* * *

 

(Ejercicios de Sofística).

 

La serie par es la mitad de la serie total de los números. La serie impar es la otra mitad.

 

Pero la serie par y la serie impar son —ambas— infinitas.

 

La serie total de los números es también infinita. ¿Será entonces doblemente infinita que la serie par y que la serie impar?

 

No parece aceptable, en buena lógica, que lo infinito pueda duplicarse, como, tampoco, que pueda partirse en mitades.

 

Luego la serie par y la serie impar son ambas, y cada una, iguales a la serie total de los números.

 

No es tan claro, pues, como vosotros pensáis, que el todo sea mayor que la parte.

 

Meditad con ahínco, hasta hallar en qué consiste lo sofístico de este razonamiento.

 

Y cuando os hiervan los sesos, avisad.

 

* * *

 

La prosa, decía Juan de Mairena a sus alumnos de Literatura, no debe escribirse demasiado en serio. Cuando en ella se olvida el humor —bueno o malo—, se da en el ridículo de una oratoria extemporánea, o en esa que llaman prosa lírica, ¡tan empalagosa!…

—Pero —observó un alumno— los Tratados de Física, de Biología…

—La prosa didáctica es otra cosa. En efecto: hay que escribirla en serio. Sin embargo, una chispita de ironía nunca está de más. ¿Qué hubiera perdido el doctor Laguna con pitorrearse un poco de su Dioscóredes Anazarbeo…? Pensaríamos de él como pensamos hoy: que fue un sabio, para su tiempo, y hasta intentaríamos leerle alguna vez.

 

* * *

 

(Sobre la crítica).

 

Si alguna vez cultiváis la crítica literaria o artística, sed benévolos. Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin o conformidad con lo inepto, sino voluntad del bien, en vuestro caso, deseo ardiente de ver realizado el milagro de la belleza. Solo con esta disposición de ánimo la crítica puede ser fecunda. La crítica malévola que ejercen avinagrados y melancólicos es frecuente en España, y nunca descubre nada bueno. La verdad es que no lo busca ni lo desea.

 

Esto no quiere decir que la crítica malévola no coincida más de una vez con el fracaso de una intención artística. ¡Cuántas veces hemos visto una comedia mala sañudamente lapidada por una crítica mucho peor que la comedia!… ¿Ha comprendido usted, señor Martínez?

 

MARTÍNEZ. Creo que sí.

MAIRENA. ¿Podría usted resumir lo dicho en pocas palabras?

MARTÍNEZ. Que no conviene confundir la crítica con las malas tripas.

MAIRENA. Exactamente.

 

* * *

 

Más de una vez, sin embargo, la malevolencia, el odio, la envidia han aguzado la visión del crítico para hacerle advertir, no lo que hay en las obras de arte, pero sí algo de lo que falta en ellas. Las enfermedades del hígado y del estómago han colaborado también con el ingenio literario. Pero no han producido nada importante.

 

* * *

 

(Viejos y jóvenes).

 

Cuenta Juan de Mairena que uno de sus discípulos le dio a leer un artículo cuyo tema era la inconveniencia e inanidad de los banquetes. El artículo estaba dividido en cuatro partes: A) Contra aquellos que aceptan banquetes en su honor; B) Contra los que declinan el honor de los banquetes; C) Contra los que asisten a los banquetes celebrados en honor de alguien; D) Contra los que no asisten a los tales banquetes. Censuraba agriamente a los primeros por fatuos y engreídos; a los segundos acusaba de hipócritas y falsos modestos; a los terceros, de parásitos del honor ajeno; a los últimos, de roezancajos y envidiosos del mérito.

 

Mairena celebró el ingenio satírico de su discípulo.

 

—¿De veras le parece a usted bien, maestro?”

—De veras. ¿Y cómo va usted a titular ese trabajo?

—«Contra los banquetes».

—Yo le titularía, mejor: «Contra el género humano, con motivo de los banquetes».

 

* * *

 

—A usted le parecerá Balzac un buen novelista —decía a Juan de Mairena un joven ateneísta de Chipiona.

—A mí, sí.

—A mí, en cambio, me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído.

 

* * *

 

 

[ Fragmento de: Antonio Machado. “Juan de Mairena” ]

 

*


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