[ 258 ]
DIARIO DE MOSCÚ
Walter Benjamin
[ 03 ]
1926
8 de diciembre
Por la mañana vino a verme Asja. Le hice regalos, le mostré fugazmente el ejemplar de mi libro con la dedicatoria y le dejé la cubierta del libro que había diseñado Stone. Asja se mostró muy feliz al respecto. Más tarde llegó Reich, y juntos fuimos al banco estatal para cambiar mi plata a moneda local. Allí hablamos un rato con el padre de Neumann. A través de un pasaje que había sido construido recientemente, fuimos a Petrovka. En el pasaje había una exhibición de productos de porcelana, pero a Reich no le importó y siguió su marcha. En la calle donde está situado el hotel Liverpool, volví a encontrarme con la confitería del primer día.
Aquí me detengo a contar la historia sobre la visita de Toller a Moscú, que escuché justamente aquel primer día. Toller sería recibido con todas las pompas. Toda la ciudad estaba llena de carteles que informaban su llegada. Tenía lista a su disposición una corte de asistentes, traductores, secretarios y mujeres hermosas; se anunciaban conferencias suyas. Sin embargo, el mismo día, también en Moscú, se celebra un congreso de la Komintern. Werner, archienemigo de Toller, se encuentra entre los delegados alemanes y escribe un artículo en el Pravda en el que afirma que Toller traicionó la Revolución y lo acusa de ser el culpable del fracaso en la constitución de una república soviética alemana. El Pravda agrega un editorial al final de la nota: «Lo sentimos mucho; no lo sabíamos». Después de esto, Toller pasa a ser persona no grata en Moscú. Al arribar al auditorio donde llevaría a cabo una de las tan publicitadas conferencias, se encuentra con el edificio cerrado y una nota del Instituto Kameneva: «Lo sentimos mucho, la sala no se encontraba disponible». Y al parecer el encargado de avisarle se olvidó de llamarlo.
Al mediodía regresamos a la VAPP. La botella de agua mineral cuesta allí un rublo. De allí nos fuimos con Reich a visitar a Asja. En pos de levantarle el ánimo a Asja, Reich organizó una partida de dominó entre los tres en el salón de recreación del sanatorio, pese a que ni ella ni yo deseábamos formar parte de ella. Allí, sentado al lado de ella, me sentía un personaje de una novela de Jacobsen. Reich disputaba una partida de ajedrez con un viejo comunista famoso, que perdió uno de sus ojos en la guerra, o en la guerra civil, un hombre del que sólo quedan sus despojos, como sucede con tantos otros comunistas de la vieja guardia que aún no fallecieron. Asja y yo no terminábamos de volver a la habitación cuando apareció Reich para acompañarme a casa de Granovsky. Asja nos acompañó parte del trayecto, mientras caminamos por Tverskaya. Pasamos por una confitería, donde le compré halva, y luego regresó por su cuenta. Granovsky es un judío letón, de Riga. Él es creador de un estilo de comedia absurda, antirreligiosa y, a primera vista, un tanto antisemita que parodia a las operetas costumbristas. Al verlo, da una impresión totalmente occidental; se muestra hasta cierto punto escéptico frente al bolchevismo, y nuestra conversación gira principalmente en torno al teatro y a cuestiones de dinero. Tocamos el tema de la vivienda, cuyo precio aquí se calcula por metro cuadrado. El precio del metro cuadrado es proporcional al sueldo del inquilino. Además, el precio del alquiler y de la calefacción se triplica cuando se trata de viviendas donde se superan los trece metros cuadrados por persona. Dado que fuimos sin avisar, en vez de una cena propiamente dicha, nos tuvimos que conformar con una mesa de fríos. Ya de regreso en mi habitación, nos quedamos charlando con Reich acerca de la Entsiklopediya…
(continuará)
[ Fragmento de: Walter Benjamin. “Diario de Moscú” ]
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