martes, 29 de noviembre de 2022

 

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RAJATABLA 77 CUENTOS

Luis Britto

 

 

 

EL HACEDOR DE DIOSES

 

Fosca madrugada me encontró saliendo de lugar inconfesable, poniendo lamparitas de aceite ante la fiera estatua del cacique a quien los historiadores llamaban Musubay a quien el escultor que todavía está tratando de cobrarle a la municipalidad llama la pieza escultórica a quien los guasones llaman El Aguacate o El Pujido de Cemento u otra cosa peor que no sé francamente qué será.

 

Suave luz de lamparita revelando el rostro que parece por un lado el Hombre de la Emulsión de Scott y por el otro Benito Mussolini disfrazado de marica, rostro que muestra las señales hondas de la mudanza de la placita porque los concejales lo encontraron muy feo, y de la escuelita porque los niños le tiraban piedras, además de eso la polémica cuando demostraron que Musubay no existió y que todo fue un invento de un señor que hace años redactó un almanaque para las petroleras, además de esto el traslado hacia las afueras donde hace amistad con las palomas con los carros que se escachapan en el cruce de la carretera, en donde está el cartel que dice Vía en reparación.

 

Frecuentación de sitios inconfesables me llevó a multiplicar lamparitas de aceites velas velones cirios, siempre preguntándome cuánto tardaría en acompañarme el primer ingenuo, cuánto tardaría en aparecer la primera víctima de la broma. Yo que esperaba la primera velita no puesta por mí, y una madrugada distingo, enroscada en una de las piernas que les decían El Rinoceronte Griposo o El Burro Herniado, una guirnalda de flores de plástico sonriendo al alba inminente con sus puros colores verde guacamaya rosado encía de perro amarrillo hepatitis, primer himno de gloria que, con mis dedos tímidos, acaricié.

 

Inventario de objetos que encontré durante los seis meses siguientes: en el pedestal de la estatua: lamparitas de aceite, treinta y seis, cabos de vela, ciento ochenta y uno; en la mano extendida que le decían El Guante de Quécher o Ay Me Agarró: exvotos de níquel en forma de muleta, dos, figuritas de cobre en forma de ramos de novia, cuatro, corazón de coral, uno, ma-nitos de ébano haciendo el signo de la guiña, tres; en el poderoso pescuezo que le decían La Piroca o El Pavo Embuchado: exvotos en forma de cunita, cinco, dijes en forma de dedo, seis, todo ello en muestra de la potencia milagrosa de Musubay, que hacía ya inútil el paquete de velas que yo siempre llevaba en la maleta del carro.

 

Mi triunfo fue completo cuando, saliendo de sitio inconfesable, esta vez en compañía de Lilianita la Platinada, ella me dijo, ay, frena, que tengo que pagar promesa. Se bajó del carro, prendió una velita ante Musubay y se persignó, yo miraba sus zapatos dorados que enseñaban las suelas al ella ponerse de rodillas.

 

 

Dos crisis del culto, su degradación cuando se corrió la voz de que Musubay propiciaba los sueños que hacían ganar en los terminales, y el exceso de velitas incendió los matorrales de la carretera; su transmigración, cuando el cura logró que trasladaran la estatua para la carretera del otro lado de la ciudad, sin saber, pobre, que allí Musubay salvaría niños atacados de gastroenteritis o mordidos por las ratas y daría lugar a un remitido en el periódico que decía las gracias te doy Musubay, ánima bendita, salvaste a mi Gabrielita pisada por el camión del Aseo, doy testimonio de las cosas grandes que hace la fe. Presa se llevaron a una señora que decía rezar la oración de Musubay y luego resultó que era indocumentada; enorme resultó la venta de un retrato de Sabú en taparrabos que apareció en los puestos de los buhoneros al lado de la efigie del Doctor de los Milagros, del Libro de San Cipriano y de los recipientes con piedra imán y limaduras de hierro. Yo hacía risibles planes para enriquecerme vendiendo a Musubay en estatuillas de yeso pintado y en calcomanías para los pétalos de las flores de papel, discutía si el historiador que había inventado a Musubay tenía o no derechos de autor y si existía o no registro para cobrar participación en canciones, cine y acuñaciones, y Lilianita que me oyó una vez no quiso verme más nunca y tuve meses desventurados y alguna madrugada me dije solemnemente: no he hecho un carajo en la vida.

 

Exvoto que hago eminente publicando esta historia en humillación en arrodillamiento yo un hombre que me reía destas cosas a cuenta de las leyes de la dialéctica y de la negación de la negacion, quién sino Musubay cuando a Melecio a mi lado le volaron los sesos de la primera ráfaga quién sino Musubay cuando al tanque de gasolina lo perforaron también y salió la azul candela en el asiento de atrás, prendió los volantes clandestinos y cubrió el vidrio con las calcomanías Maneje con Sentido Común Donante Voluntario de Sangre quién sino Musubay cuando debido al caucho derecho agujereado la parrilla el motor el capó dieron contra la radiopatrulla que cerraba el camino y salí volando hasta la cuneta quién sino Musubay en este paltó que miren, entró por aquí y salió por aquí y no me tocó y después se confundieron y dispararon para otro lado, oh ánima digna y solitaria a quien llaman La Uña de Caimán, este exvoto acepta por tus milagros del primero que iluminó tu cara, señor de los terminales, de las flores hepáticas, de los niños mordidos por ratas y de los zapatos dorados.

 

 

 

[ Fragmento de: “Rajatabla 77 cuentos” LUIS BRITTO ]

 

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