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MANHATTAN TRANSFER
John Dos Passos
“ (…) Entraba a las ocho y trabajaba hasta las seis, y cada día me daban más cosas sucias que hacer… Anoche me mandaron limpiar la taza del retrete. Yo sacudí la cabeza… Eso es trabajo pa mujeres… Ella se puso furiosa y empezó a chillar. Entonces yo empecé a saber inglés… Go awright to’ell, le digo… Entonces llega el viejo con uno de sus látigos y me pone en la calle, diciéndome que no me pagará la semana. Mientras peleábamos apareció un policía, y cuando yo trato de explicarle al policía que el viejo me debía diez dólares por la semana, va y me dice: «¡Anda allá, piojoso italiano!», y me da con la porra en el coco… ¡Au diable alors!.
Marco estaba rojo de indignación.
—¡Piojoso italiano le llamó!
Congo, con la boca llena de buñuelo, hizo un gesto afirmativo.
—Y él no era más que un hampón irlandés —dijo el inglés Marco—. Estoy más harto de esta cochina ciudad…
—En el mundo entero pasa lo mismo: la policía moliéndonos a palos, los ricos explotándonos con sus míseros jornales, ¿y quién tiene la culpa?… ¡Per Dios! Usté, yo, Emile, todos tenemos la culpa.
—Nosotros no hemos hecho el mundo… Son ellos los que lo han hecho o Dios quizá.
—Dios está de su parte, como un policía… Cuando llegue la hora mataremos a Dios… Yo soy anarquista.
Congo tarareó: «Les bourgeois à la lanterne, nom de Dieu!».
—¿Es usté uno de los nuestros?
Congo se encogió de hombros.
—No soy católico ni protestante; no tengo dinero, no tengo trabajo. Miren.
Con su dedo sucio Congo señaló un largo siete en la rodilla de su pantalón.
—Esto es anarquismo… Caracho, me voy a ir al Senegal y hacerme negro.
—Ya lo pareces —rió Emile.
—Por eso me llaman Congo.
—Pero todo eso son bobadas —continuó Emile—. Todas las personas son lo mismo. Sólo que algunas van para arriba y otras no… Por eso vine yo a Nueva York.
—Dio mio, eso pensaba yo también hace veinticinco años… Cuando seas viejo como yo, ya verás. ¿No te da a veces vergüenza? Aquí… (se golpeó la pechera almidonada con los nudillos)… Yo siento algo que me quema, que me ahoga, aquí… Entonces me digo: «Courage, ya llegará nuestro día, nuestro día de sangre».
—Pues yo me digo —interrumpió Emile—: «Cuando tengas dinero, chico…».
—Escucha: Antes de marcharme de Turín, cuando fui la última vez a ver a la mamá, estuve en un mitin de camaradas… Uno de Capua se levantó para hablar…, un guapo mozo, alto, delgado… Dijo que no habría más fuerza cuando, después de la revolución, nadie viviera del trabajo del otro… Policía, gobiernos, ejércitos, presidentes, reyes…, todo eso es fuerza. La fuerza no es realidad: es ilusión. El obrero es quien inventa todo eso porque cree en ello. El día que cesemos de creer en el dinero y en la propiedad, será como un sueño cuando despertemos. No habrá necesidad de bombas ni de barricadas… Religión, política, democracia y demás, es para tenernos dormidos… Todos debemos ir diciendo al pueblo: «Despierta».
—Cuando se eche usted a la calle estaré con usté —dijo Congo.
—¡Ustedes conocen al hombre de quien hablo?… Ese hombre, Enrico Malatesta, es el más grande de Italia después de Garibaldi… Se pasa la vida en la cárcel o en el destierro, en Egipto, en Inglaterra, en Sudamérica, en todas partes… Si yo pudiera ser un hombre así no me importaría lo que me hicieran: colgarme, fusilarme…, me da igual…, sería feliz.
—Pero un sujeto así debe estar loco —dijo Emile lentamente—. Debe estar loco.
Marco sorbió el último trago de su café.
—Espera un poco. Eres muy joven aún. Ya comprenderás… Uno por uno, nos van convenciendo a todos… Y acuérdate de lo que te digo… Seré quizá demasiado viejo, habré muerto quizá, pero llegará un día en que los obreros despertarán de su esclavitud… Saldréis a la calle y la policía echará a correr, entraréis en un Banco y allí andará el dinero por los suelos y no os agacharéis a recogerlo… pues ya no os servirá para nada. Nos estamos preparando por todo el mundo. Hay camaradas hasta en China… Vuestra Comune, en Francia, fue el principio… El socialismo fracasó. A los anarquistas les toca dar el próximo golpe… Si fracasamos nosotros también, otros vendrán…
Congo bostezó.
—Tengo un sueño de caerme…
(…)”
[ Fragmento de: John Dos Passos. “Manhattan Transfer” ]
*
«Claro, algunos como usted seguramente dirán "pero es que el régimen cubano…". Pero no vale, señor Sabina. El Gobierno cubano siempre cometió errores, ha sido burocrático, permitió excesos, ha tenido varios problemas sin resolver, nunca fue perfecto, pero antes, al parecer, cuando mediáticamente todavía era permitido, parece que no le importaba mucho. Y ahora, cuando Cuba con todos sus errores y defectos está más sola que nunca y ya no se tolera ninguna expresión de solidaridad con los países que no se dejan dominar, como su España "de izquierda", por los EEUU, dice usted: "Fui amigo de la Revolución Cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo… Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda" y saca los aplausos en Miami».
ResponderEliminarCarta para Joaquín Sabina, el Julio Iglesias de Pablo Iglesias
Completo aquí:
https://piensachile.com/2022/11/23/carta-para-joaquin-sabina/
Salud y comunismo
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Karl Marx: “Combatir las ilusiones sobre una situación equivale a exigir que se abandone una situación que necesita de esas ilusiones”
ResponderEliminarResulta que el artista o intelectual ‘famoso o famosillo’ que hasta hace un rato teníamos idealizado (Orwell, Camus, Saramago, Springsteen, Bono, Sabina, Serrat, Bertín Osborne…) se nos aparece ahora como un miserable desertor, un renegado. Parece que hemos olvidado que un intelectual o artista famoso o famosillo, si está vivo es un ‘producto histórico’, o sea una mercancía fabricada por el Sistema vigente. Y si ya no respira, también y más rentable. El Mercado no hace ascos a ninguna mercancía, y tampoco hace ascos a ningún perfil –se fabrica el producto y su cambiante clientela– de público potencialmente consumidor: en la derecha, el centro o la izquierda… está cautivo dentro de esa “situación” en la que se “necesitan ilusiones”. De eso viven los amos del Mercado, de fabricarlas y ‘satisfacerlas’.
Salud y comunismo
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Exactamente. Nada debe quedar fuera del Mercado. Recuerdo los primeros carteles en los bares: "prohibido el cante". Luego, poco a poco, se fueron instalando radios, televisores y demás artefactos emisores de basura "artística" (sobre todo anglófona) que, evidentemente, hay que pagar a la SGAE. Qué bien cantaban María y Juan, se quejaba algún contrariado paisano. Si quiere oír música "en vivo", o como se decía antes "en directo", vaya al "pub Dick" o al "Jazz Live"... y a pagar, claro. Han ido colonizando hasta los más recónditos alveolos de la cultura popular, el general Ísimo políticamente, sus sucesores mercantilmente. En fin... capitalismo.
EliminarSalud y comunismo
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