martes, 6 de diciembre de 2022

 

[ 294 ]

 

HISTORIAS DE ALMANAQUE

Bertolt Brecht

 

 

Hospitalidad

 

Cuando el señor K. aceptaba la hospitalidad de alguien siempre dejaba su habitación tal y como la había encontrado, pues no era de esos individuos que tratan de marcar lo que los rodea con el sello de su personalidad. Antes bien, se esforzaba por modificar su personalidad para acomodarla al ambiente de la casa en que se alojaba, siempre y cuando —eso sí— ello no fuera en detrimento de los objetivos que se había fijado.

 

Cuando el señor K. ofrecía su hospitalidad a alguien, cambiaba de sitio por lo menos una silla o una mesa para complacer a su huésped.

—¡Es preferible que sea yo quien decida lo que más le conviene! —solía decir.

 

*

 

 

El señor K. en casa ajena

 

Cuando el señor K. se alojaba en casa ajena, lo primero que hacía, antes de retirarse a dormir, era buscar todas las salidas que tenía la casa en cuestión. Cuando le preguntaron el porqué, el señor K. contestó con cierto empacho:

—Es una vieja manía. Soy partidario de la justicia; por eso me gusta que la casa que habito tenga más de una salida.

 

*

 

 

La sabiduría del sabio reside en su actitud

 

Una vez visitó al señor K. un profesor de filosofía, que se pasó todo el tiempo hablando de su propia sapiencia. Después de haberle aguantado un buen rato, el señor K. dijo a su visitante:

—No estás sentado a gusto, no hablas a gusto, ni piensas a gusto. El profesor de filosofía se ofendió y dijo:

—No me interesan los comentarios sobre mi persona, sino sobre el contenido de mi discurso.

—Tu discurso —replicó el señor K.— carece de contenido. Te veo andar torpemente, y por más que te observo, no te veo llegar a ninguna parte. Te expresas con oscuridad, y por más que hablas, tus palabras no arrojan luz. Cuando veo tu actitud, deja de interesarme tu objetivo.

 

*

 

 

Cada vez que el señor K. amaba a alguien

 

—¿Qué hace usted —preguntaron un día al señor K.— cuando ama a alguien?

—Hago un bosquejo de esa persona —respondió el señor K.— y procuro que se le asemeje lo más posible.

—¿El bosquejo?

—No —contestó el señor K.—. La persona.

 

*

 

 

 

[ Fragmento de: Bertolt Brecht. “Historias de almanaque” ]

 


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