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MONSIEUR TESTE
Paul Valéry
[ 04 ]
(…) A menudo no distingo ya mi pensamiento frente al sueño. No sé si he dormido. Hace años, en mi sopor, pensaba en todo lo que me había proporcionado placer, figuras, cosas, minutos. Los hacía llegar para que el pensamiento fuera lo más dulce posible, fácil como el lecho... Soy viejo. Puedo mostrarle que me siento viejo...
¡Recuerde! Cuando se es niño se descubre, se descubre lentamente el espacio del cuerpo, se expresa la particularidad del cuerpo por medio de una serie de esfuerzos, ¿no cree? ¡Se tuerce y se encuentra o se reencuentra y se sorprende! ¡Se toca el talón, se coge el pie derecho con la mano izquierda, se sujeta el pie frío en la palma de la mano caliente...! Ahora me sé de memoria. También el corazón.
¡Bah!, toda la tierra está limitada, todos los territorios están cubiertos por todas las banderas. Queda mi cama. Me gusta esta corriente de sueño y de ropa blanca que se estira y se arruga, o se estruja — que cae como arena sobre mí cuando hago el muerto, que se coagula a mi alrededor durante el sueño... Es una mecánica bastante compleja. En el sentido de la trama o de la cadena, una deformación muy pequeña... ¡Ah!
Sufrió.
«¿Pero qué le sucede?», le dije; «Puedo...»
«No me sucede nada importante. Dispongo de una décima de segundo que se muestra. . Espere. . Hay instantes en que mi cuerpo se ilumina... Es muy curioso. De repente me veo en él... distingo las profundidades de las capas de mi carne, y noto zonas de dolor, anillos, polos, crestas de dolor. ¿Ve esas figuras vivas? ¿Esa geometría de mi sufrimiento? Existen esos relámpagos que se parecen completamente a ideas. Hacen comprender —desde aquí hasta al á...— y, sin embargo, me dejan incierto. Incierto no es la palabra... Cuando eso va a llegar, encuentro en mí algo de confuso o de difuso. Se forman en mi ser lugares... brumosos, hay extensiones que hacen su aparición. Entonces, tomo de mi memoria una incógnita, un problema cualquiera... Me hundo en él. Cuento granos de arena... y, en cuanto los veo... —Mi dolor creciente me fuerza a observarlo. ¡Pienso en ello!. Sólo espero mi grito... y desde que lo he oído —el objeto, el terrible objeto, volviéndose más pequeño, y aún más pequeño— se oculta a mi vista interior...
«¿Qué puede un hombre? Combato todo —excepto el sufrimiento de mi cuerpo— más allá de una cierta grandeza. Es ahí, no obstante, donde debería comenzar, ya que sufrir es prestar a algo una suprema atención, y yo soy un poco un hombre de atención... Sepa que había previsto la futura enfermedad. Había meditado con precisión sobre lo que todo el mundo está seguro.
Creo que esta visión sobre una porción evidente del porvenir debería formar parte de la educación. Sí, había previsto lo que ahora comienza. Era, entonces, una idea como las otras. De este modo, he podido seguirla.»
Se calmó. Se plegó sobre el costado, cerró los párpados y, pasado un minuto, hablaba de nuevo. Comenzaba a perderse. Su voz no era más que un murmullo en la almohada. Su mano enrojecida dormía ya.
Aún decía: «Pienso, y pensar no molesta. Estoy solo. ¡Qué confortable es la soledad! Nada dulce me pesa... La misma ilusión aquí que en el camarote del buque, la misma en el café Lambert...
Los brazos de una Berta sí adquieren importancia, estoy atrapado —como por el dolor... El que me habla —si no lo demuestra— es un enemigo. Prefiero el estallido que produce el hecho más insignificante. Soy estando, y viéndome; viéndome verme, y así sucesivamente... El sueño continúa cualquier idea...»
Roncaba despacio. Un poco más despacio, cogí la vela, salí con sigilo…
(continuará)
[ Fragmento de: Paul Valéry / “Monsieur Teste” ]
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