domingo, 8 de enero de 2023

 

[ 314 ]

 

AÑOS INOLVIDABLES

John Dos Passos

 

[ 02 ]

 

 

 

LA VIE LITTÉRAIRE

 

(…) A mi vuelta de la guerra y del próximo Oriente yo dudaba todavía entre la pintura y la literatura, pero no tenía intención de hacer carrera en ninguna de esas dos actividades. Acariciaba también un vago anhelo de escribir para el teatro. Todo lo que sabía es que mi pecho rebosaba de cosas que quería expresar. De un libro a otro, mi idea de estudiar arquitectura fue desapareciendo, pero no me hacía a la idea de convertirme en un autor. De ninguna manera hubiera permitido a nadie clasificarme bajo ese rótulo. Era, sin duda, demasiado pronto. Tenía intención de escribir novelas, pero como una actividad secundaria.

 

De paso por París compré uno de los primeros ejemplares de Ulysses e incluso estreché la fláccida mano de un individuo pálido e indiferente con gafas oscuras sentado junto a la estufa en la trastienda de Shakespeare and Company; Miss Beach me aseguró que era James Joyce. Leí el libro de un tirón mientras un acceso de gripe me tuvo recluido en un diminuto camarote en las zonas más escondidas de la tercera clase de un gran transatlántico; algunos pasajes de la novela me aburrieron y otros me parecieron magníficos.

 

Aunque Ulysses no consiguiera otra cosa —para mí al menos—, el libro echaba, sin duda, por tierra la teoría tan de moda entonces de que la novela inglesa estaba muerta.

 

Lo primero que sentí al volver a Nueva York fue el vacío que había dejado la muerte de Wright McCormick. Se había matado aquella primavera, mientras hacía alpinismo en México. Su muerte destruyó una especial amistad triangular entre Wright, Ed Massey y yo. Wright y yo habíamos ayudado a Ed a superar sus primeras aventuras adolescentes con coristas sin mayor percance. Habíamos tratado de ayudarle a sacar el mejor partido posible de un matrimonio muy poco satisfactorio. Teníamos una desmesurada confianza en nuestras respectivas capacidades. Todos íbamos a hacer cosas formidables: Ed como autor teatral y director de escena, Wright como poeta, y yo por caminos aún sin definir. ¡Las amistades de la universidad tienen tanta importancia! Esos amigos están en una escala distinta del resto del mundo. Cuando muere uno de ellos el universo propio queda irreparablemente disminuido.

 

 

*

 

Para pertenecer de verdad a Nueva York hay que tener un empleo allí. Los amigos de Scott de su época en Princeton, John Bishop y Edmund Wilson, a quienes conocí enseguida, trabajaban en la redacción de un periódico. Como yo tenía algún dinero gracias a Three Soldiers y había pagado mis deudas, conseguía salir adelante sin tener que trabajar oficialmente para ninguna publicación. Hasta cierto punto, aquello me hacía diferente de los demás.

 

Le alquilé a Elaine Cummings el agradable y amplio estudio detrás de su apartamento en Washington Square, que tenía una entrada independiente sobre los Mews, pero si alguien se hubiera referido a él como mi casa me hubiera sentido ofendido, sin duda alguna. Con la menor excusa, y, sobre todo, aprovechando la publicación de algún libro, me escapaba al extranjero. Fue durante aquellos años cuando perdí la cuenta de las veces que había cruzado el Atlántico. Viajaba en tercera clase, en segunda o en primera, de acuerdo con la situación de mi cuenta en el banco. A las muchachas que conocía en cócteles les gustaba decirme que me escapaba de mí mismo.

 

En parte era verdad. Quizá huía de ellas. Nunca conseguía explicar que también buscaba algo. El ancho mundo. Todavía tenía un apetito insaciable por la arquitectura y por la pintura, particularmente por el trabajo de los llamados científicos del primer renacimiento italiano: Masaccio, Piero della Francesca, Pollaiuolo, Paolo Uccello. Quería ver todo lo que habían pintado. Quería ver países, paisajes, plantas, animales y gentes: hombres, mujeres y niños en las ciudades, en los pueblos y en las aldeas. Tenía que darme prisa. Nunca habría tiempo suficiente para satisfacer tan multiforme curiosidad. Cuando aún no se tienen treinta años nunca se le ocurre a uno que vivirá lo bastante para llegar a viejo…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: John Dos Passos. “Años inolvidables” ]

 

*


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