jueves, 23 de febrero de 2023

 

6 /  ASÍ COMIENZA…

 

 

PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES

 

Camilo Taufic

 

 

“...porque puedas votar y ellos no te disparan no deberías pensar que vives en democracia”.

 

( Noam Chomsky )

 

“La ‘libertad de prensa’ en la sociedad burguesa es la libertad de los ricos de engañar, corromper y embaucar cada día, de manera sistemática y continua, con millones de ejemplares, a las masas explotadas y oprimidas del pueblo, a los pobres. Esa es la verdad sencilla y evidente, conocida de todos, observada por todos y comprendida por todos, pero que ‘casi todos’ silencian ‘pudorosamente’ y esquivan con temor.”

 

( V. I. Lenin )

 

 

 

 

PROPÓSITO

 

Este libro tiene por objeto destruir un mito: la inocencia de la información.

 

Afirma que las noticias son mandatos; el periodismo, una forma de dirección social. Hasta nuestras conversaciones personales se proyectan como una sutil influencia sobre él medio circundante. Se informa, en definitiva (se escribe, habla o exhibe una película), para dirigir.

 

No siempre se logra. La información determina las decisiones de quienes la reciben sólo cuando éstos la aceptan, y lo grave es que en la sociedad contemporánea se perfeccionan hasta límites inauditos los medios para imponer esta aceptación, mientras paralelamente disminuyen y se anulan las defensas de quienes deben concederla. Podemos ser dirigidos por la prensa sin advertirlo. Y no existe en ningún diario la información por la información; se informa para orientar en determinado sentido a las distintas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas.

 

No estamos, sin embargo, indefensos ante la comunicación masiva. Podemos evitar que pequeños grupos manipulen nuestras conciencias a través de ella, estableciendo la propiedad social (de todo el pueblo) sobre los medios e instrumentos que la producen; el control democrático sobre su contenido.

 

Este trabajo quiere entregar una visión de conjunto, orgánica y sintetizada, de los problemas que implica este acto de liberación; sus causas y efectos.

 

El asunto presenta un aspecto teórico y otro técnico; uno social y otro político; uno económico y otro cultural e histórico, Se los ha considerado en un enfoque global, teniendo presente que el paso de los medios de comunicación de manos de los monopolistas a manos del pueblo no se llevará a cabo si no es como parte de un proceso revolucionario general, que abarque a la sociedad en su conjunto.

 

El libro consta de tres partes. En la primera hemos desarrollado la tesis de la unidad de los procesos de información y dirección social, a partir de los principios teóricos de la cibernética, que ofrecen un método novedoso para poner en evidencia la oculta manipulación de la opinión pública por los grandes medios de comunicación masiva. Describimos allí mismo el uso de los diferentes instrumentos de información en la lucha de clases, a través de las relaciones de propiedad que se establecen sobre ellos y registramos las proyecciones de su integración en un sistema único de comunicaciones, al servicio de la ideología dominante en una sociedad determinada.

 

La segunda parte está abocada a la información periodística diaria como una forma de poder político, no menos efectiva por menos estudiada, y su rol en los distintos sistemas económicos sociales contemporáneos. Los diferentes conceptos y realidades de la libertad de prensa en los países capitalistas o socialistas nos sirven de base aquí para explorar la naturaleza del sistema de comunicaciones en una u otra formación social. Creemos que la confrontación resultante permitirá apreciar mejor algunas de las tesis teóricas planteadas a lo largo del libro. Asimismo, nos referimos en particular al papel del periodismo en los países subdesarrollados, que nos permite estudiar algunos aspectos más evidentes del dominio ideológico y cultural que se ejerce a través de los medios de información.

 

La tercera parte pretende entregar antecedentes que lleven a una mejor operatividad de los medios de comunicación al servicio de las fuerzas progresistas. Para ello se refunden diversas investigaciones sobre las características del auditorio y las particularidades de su estructura, tema generalmente dejado de lado en los estudios sobre periodismo, y, asimismo, se aborda la naturaleza de la actividad periodística y el papel político desempeñado por los profesionales de la prensa, temas ambos en que predomina una extendida mistificación.

 

Hemos escrito los diferentes capítulos con la clara conciencia de que sólo compilamos, integramos, adaptamos, expurgamos y reenfocamos desde una perspectiva marxista las investigaciones directas de otros autores de muy diversas tendencias, desconocidas generalmente por los cuadros políticos y técnicos que deberían llevar a cabo las transformaciones que proponemos, así como por las grandes masas de lectores, auditores y espectadores de la comunicación masiva, cuyos intereses quisiéramos interpretar.

 

Creemos haber dado nueva vida, también, a ciertos conceptos fundamentales de la teoría de la información, cuyas conclusiones son harto más revolucionarias que las anticuadas ideas sobre libertad de prensa y el uso de los medios masivos prevalecientes aún, incluso en algunos sectores políticos e intelectuales de avanzada. Sin modificar previamente estas viejas concepciones no se abrirá paso el nuevo periodismo al que aspiramos.

 

 

 

 

Primera Parte

 

 

EL PERIODISMO EN LA COMUNICACIÓN SOCIAL

 

 

CAPÍTULO I

 

Comunicación social y dominación

 

El periodismo es parte y quizás la más dinámica de un proceso vital para cada individuo y día a día más importante en la sociedad planetaria y tecnologizada que habitamos: la comunicación. Se trata de un fenómeno omnipresente en el mundo contemporáneo; una especie de común denominador de las diversas actividades del hombre, e inseparable, además, de la lucha de clases, por el uso privilegiado que hacen de ella los que detentan el poder político. Los problemas del periodismo son, pues, los de la comunicación, y éstos, los de la sociedad en su conjunto.

 

El concepto de comunicación es extraordinariamente amplio; designa el proceso mediante el cual se transmiten significados entre las personas sean órdenes militares o palabras de amor, y está vinculado no sólo al lenguaje, sino a todo sistema de señales, desde las luces de un semáforo a una sinfonía, desde un simple gesto facial a una emisión de televisión vía satélite, desde un cartel a un diario editado en cinco millones de ejemplares. Su estudio abarca un campo tan extenso como la misma vida, puesto que la comunicación está presente en todas las relaciones humanas, sean de producción, familiares, políticas o culturales.

 

Decir que la comunicación es vital para cada individuo es insuficiente; es una de las condiciones sine qua non de la existencia social. La sociedad no puede subsistir sin que sus miembros se alimenten, abriguen y reproduzcan, y para hacerlo necesitan trabajar colectivamente. Pero ni siquiera esa actividad puede realizarse sin comunicación.

 

Ya en el principio de la historia humana, fue el trabajo en común la actividad social fundamental el que desarrolló el pensamiento y, por tanto, originó el lenguaje. Comunicar es transmitir significados; y más que eso: compartirlos (del latín communis, lo que es común). Gracias a la comunicación social, incluso antes de que los hombres hablaran, por gestos o sonidos guturales, éstos pudieron desarrollar el trabajo social y su propia condición “humana”, es decir, racional; parlante. Pero esa comunicación y esa producción compartidas de los primeros tiempos, compartidas en esfuerzo y beneficio, dejaron de serlo al dividirse la sociedad en clases.

 

Los explotadores no sólo se apropiaron entonces por la fuerza y el pillaje de los medios de producción, sino que pasaron a dominar los medios de comunicación. Para unos quedó el trabajo agobiante y embrutecedor; para otros, el cultivo del pensamiento, la palabra, la oratoria, que se convirtieron en un factor de refuerzo para el dominio de los amos sobre los esclavos.

 

La comunicación dejó de ser comunión desde el momento en que se inició la explotación del trabajo ajeno. La inmensa mayoría de los hombres ya no pudo hablar de igual a igual con sus iguales. La propiedad privada había colocado una máscara sobre las semejanzas entre humanos y las personas pasaron a ser distintas según su papel en la producción. Los que hacían las cosas se “cosificaron”; fueron un objeto, un número; los dueños del dinero se “metalizaron”, cambió hasta elmetal de su voz. Unos dieron órdenes; otros respondieron con monosílabos. A las masas de esclavos no sólo les fue arrebatado el producto de su trabajo, sino hasta su propia lengua, como les sucedió a los indios de América después de la conquista.

 

Este desequilibrio transformó la comunicación en información, en el sentido aristotélico del término, esto es, en “imposición de formas”. La comunicación, que literalmente significa “hacer a otro partícipe de lo que uno tiene”, no fue más (en la sociedad de clases) coparticipación y suprimida a unos por la fuerza de otros se convirtió en imposición de formas ideológicas, hasta nuestros días, en que la cibernética, la ciencia de las computadoras, ha demostrado que comunicar e informar son sinónimos, y, además, que “informar” equivale a “dirigir” dentro de una misma organización social. De tal manera que quien controla los medios de comunicación de masas puede a través de ellos ejercer un dominio, científicamente comprobado, sobre la sociedad entera, aunque no tenga el asentimiento de sus dirigidos y así sea en contra de la voluntad de ellos mismos.

 

Definir, entonces, la comunicación social como “el proceso mediante el cual se transmiten significados entre las personas”, solamente, es eludir el problema de fondo, que es su empleo. Veremos que se informa con el objeto (oculto o manifiesto) de influir en la conciencia y en la conducta de las personas, y que el carácter de tal influjo depende, en primer término, de la propiedad sobre los medios de comunicación y, en último término, de las relaciones de clase que se dan en el seno de la sociedad.

 

 

Una visión cibernética del problema

 

Si bien estamos ante una manifestación humana tan vieja como la Humanidad, tan fundamental como el trabajo, recién hemos tomado conciencia de la exacta relevancia de la comunicación a mediados del siglo XX, cuando la sociedad contemporánea dio origen a un descubrimiento científico trascendental: el de que información y dirección son equivalentes dentro de un mismo sistema dinámico complejo, ya se trate de una máquina, de un ser vivo o de una organización social. Por “sistema dinámico complejo”, se entiende un conjunto delimitado de elementos que se hallan, al mismo tiempo, en tal alto grado de cohesión y movilidad, que la modificación de uno de ellos determina la de todos los demás. La sociedad, sus clases y grupos sociales, considerados en forma abstracta, constituyen un sistema dinámico complejo; una máquina, también. Hay infinitos sistemas dinámicos complejos, y en todos ellos, dirección e información están integradas.

 

Esta verdad arranca de la cibernética, y su empleo permite demostrar que en un ámbito humano delimitado, un país, por ejemplo, comunicación y dirección social son homologas; actúan como dos procesos paralelos y, además, inseparables, es decir, se manifiestan como dos aspectos de una misma acción ordenadora que se ejerce en el seno de cada agrupación social; concretamente, que son dos formas complementarias de expresión del poder.

 

La cibernética hace abstracción del contenido de la información; considera sólo su aspecto cuantitativo, la cantidad de información, que permite (como el concepto de “energía” en física) examinar desde un punto de vista único muchos procesos que antes aparecían completamente distintos: transmisión de impulsos eléctricos por canales técnicos, funcionamiento del sistema nervioso, trabajo de las máquinas de calcular, viajes espaciales, dirección de empresas, la comunicación social, etc. Norbert Wiener, llamado “el padre de la cibernética”, la define como “la ciencia de la dirección y la comunicación en el animal y en la máquina”.

 

Nuestro cerebro, desde luego, constituye un sistema cibernético extraordinariamente complejo, que recibe, conserva y elabora información procedente del mundo exterior, pero sería erróneo identificar plenamente al hombre y a la máquina, a la conciencia humana con las funciones de los sistemas cibernéticos en general, aunque las analogías de esta ciencia tienen una fundamentación objetiva, científica, que la dialéctica marxista valora como manifestación de la unidad material del mundo.

 

Al considerar la dirección de los procesos sociales y sus relaciones con la información se pone de manifiesto la necesidad de combinar el enfoque cibernético abstracto con el análisis del contenido de los fenómenos, puesto que la dirección social tiene carácter político y está relacionada con todos los aspectos de la vida económica y cultural. La cibernética no puede abarcar toda la complejidad de esos procesos; sólo permite evidenciar algunos rasgos generales de la dirección de la vida social, y el papel que le corresponde en ellos al periodismo.

 

Todo proceso de dirección presenta para la cibernética determinados rasgos comunes; a saber:

 

- Definición del estado del sistema dirigido.

 

- Elaboración y realización de la estrategia y la táctica de dirección; o sea, elección de la marcha deseable del proceso en relación al estado del sistema.

 

- Control sobre la marcha del proceso de dirección, en base a nexos inversos, y corrección del mismo, en caso de que los datos obtenidos señalen que el proceso marcha indebidamente.

 

Las tareas del periodismo (desde esta perspectiva) se confunden con todas las etapas del proceso de dirección de la sociedad. Su objetivo es el conocimiento del “estado del sistema dirigido”, para lo cual recolecta y distribuye noticias en todos los ámbitos de la sociedad; luego, permite a la clase dirigente “elegir la marcha deseable para el proceso en relación con el estado del sistema”, y, en seguida, hace posible las correcciones, detectando en la base social y en los organismos estatales todo síntoma que indique que “el proceso marcha indebidamente”. El periodismo es, pues, una forma de dirección política, y su carácter de clase está determinado por el de la organización social.

 

La aplicación de la cibernética al proceso productivo en los años 50, a través de “máquinas pensantes”, introduce la automatización en las fábricas, y provoca una nueva Revolución Industrial (la tercera para algunos autores, después de las ocurridas en los siglos XVIII y XIX).

 

Simultáneamente se acrecienta –en los países capitalistas– una sorda rebelión contra los llamados “medios de comunicación de masas”, cuya función manipuladora de las mentes y voluntades de millones de seres empiezan a intuir los mismos afectados, y que sus poseedores ya no pueden ocultar por más tiempo.

 

A medida que la sociedad se hace más compleja, más interdependientes sus partes, más poblado el mundo y más lleno de conocimientos, a la vez que aumentan sus contradicciones y conflictos, más se concentran paralelamente el poder político y la información, y ambos aceleran su acercamiento, que termina en fusión.

 

“El rasgo determinante de esta era –escribe el especialista soviético Ilva B. Novik– es la creciente unidad de los procesos de dirección e  información. El perfeccionamiento de los medios para transmitir la información, la mayor velocidad de los procesos informativos, crearon las condiciones para aproximar cada vez en mayor medida la información y la dirección. Al mismo tiempo, se generaliza el concepto de información, extendiéndolo a toda clase de señales [...] La idea cardinal de la cibernética es la tesis sobre la unidad de los procesos de comunicación y los de dirección.”

 

La comunicación humana no puede estudiarse, entonces, desvinculándola de los problemas de dirección social, vale decir, de las relaciones de poder que se dan en el seno de la sociedad y su manifestación más característica, la lucha de clases. Cuando choca el mundo capitalista contra el mundo socialista, los países subdesarrol ados contra los imperialistas y las grandes potencias entre sí, mientras luchan clase contra clase en cada lugar donde hay explotación, las comunicaciones no pueden sino reflejar esa realidad, sirviendo a la vez como instrumento a las fuerzas en pugna.

 

No es extraño, por lo mismo, que las derivaciones prácticas de esta revolución conceptual provocada por la cibernética en el plano de las comunicaciones, sean ignoradas, ocultadas o embrolladas por la ciencia social burguesa, pues al quedar en evidencia que todo proceso informativo conlleva un efecto ordenador, de dirección, sólo falta un paso para que en la sociedad de clases las grandes masas comprendan que los medios de comunicación no son esos inocentes elementos de entretención que les habían dicho, a través de los cuales uno puede enterarse de las noticias o “educarse”, sino que son, principalmente, instrumentos de dirección social, al servicio de la clase propietaria de los mismos.

 

Pero la información constituye, además, una medida de la organización del sistema en que opera. Se la contrapone habitualmente en los textos de cibernética al concepto de entropía, que expresa el grado de desorganización; la tendencia a la destrucción y al caos inherente a todo sistema. Norbert Wiener expresa que:

 

“la entropía y la cantidad de información están vinculadas, porque caracterizan la realidad efectiva desde el punto de vista de la correlación que existe entre el desorden y el ordenamiento. Si la entropía es la medida del desorden, la cantidad de información es la medida de ordenamiento”

 

El físico francés contemporáneo Louis de Broglie señala que la relación entre información y entropía “es la más bella y hermosa de las ideas sugeridas por la cibernética”.

 

Esto quiere decir, exactamente, que cuanto más desorganizado está un sistema, más cantidad de información se requiere en su seno, y viceversa.

 

Pensamos en Chile, por ejemplo, donde el capitalismo dependiente constituía un “sistema dinámico complejo”. Pues bien, la nacionalización de unidades productivas claves, en ese sistema, lo desorganizó de tal manera que la información pública sobre su estado sufrió un crecimiento explosivo. Entre septiembre de 1970 y septiembre de 1972 se habían creado diecisiete nuevas revistas informativas de circulación nacional en un país de 10 millones de habitantes, y los comunicados y contra-comunicados se sucedían en diarios, radios, canales de televisión, carteles, folletos, discos, agencias de propaganda, etcétera. En el seno de una sociedad determinada, la cantidad de información requerida es proporcional al grado de organización que allí prevalece. Ésa es la razón del pandemónium informativo propio de la sociedad capitalista en crisis de nuestros días (imagínese la situación en los Estados Unidos) frente al sistema informativo de los países socialistas, cuyo orden es reflejo de una economía planificada y un sistema social racional.

 

En el plano político, los procesos de información son inseparables de los procesos de organización, puesto que toda institución social implica, por definición:

 

a) la búsqueda de un fin específico al que adhieren sus miembros, expresa o tácitamente;

 

b) una manera racional de perseguir el objetivo trazado, aunque éste sea en sí un objetivo irracional, antisocial o inmoral, y 

 

c) comunicación entre sus miembros, de tal modo que ninguno de ellos de una u otra manera quede excluido de la misma. Si no se dan esas tres condiciones, la organización no se llega a formar.

 

Hay que agregar un cuarto elemento:

 

d) toda organización implica la existencia de una autoridad, ya sea la de todo el grupo, de alguno de sus miembros, o una autoridad personal, cuyas resoluciones tienen un cierto grado de obligatoriedad.

 

 

En ese cuadro, la comunicación es incluso previa al nacimiento de las organizaciones, que surgen después de consultas, conversaciones y debates, como sucede antes de la constitución de un grupo familiar, de un sindicato, de un partido político o del mismo Estado. Es decir, las decisiones se toman ya antes de que la organización nazca a través de las comunicaciones, y se ejecutan, posteriormente, empleando el mismo proceso, sin el cual las órdenes no serían cursadas. De ese modo, las decisiones, o sea, el mando, la dirección, llega a depender tan estrechamente de la información, que terminan por refundirse dentro de cada institución social.

 

“La categoría fundamental de la cibernética, que establece la unidad de los procesos de dirección y comunicación, tiene su fundamento en el concepto de información como reflejo. La dirección es un proceso que ordena objetos materiales; la información está relacionada con el ordenamiento del reflejo, que expresa las leyes que rigen el movimiento de la materia; por consiguiente, es natural que del nexo entre sustancia material y reflejo surja la unidad de los procesos de dirección e información.”

 

Esto ocurre cuando las distintas unidades de una organización son interdependientes en tal grado, que lo que le suceda a una de ellas afecta a todas las demás, aunque sea con distinta intensidad. En un ejército en combate, por ejemplo, un mensaje que informe oficialmente: “el enemigo ataca por el flanco derecho”, tiene, virtualmente, la misma fuerza que una orden. En la sociedad en su conjunto, el grado de interdependencia entre los individuos y los grupos, en circunstancias normales, es menor, así como es menor la coerción que enfrenta quien no actúe según las informaciones provenientes de la cúspide de la organización; pero no por eso las “noticias” dejan de ser similares a un “mandato”, cuya fuerza dependerá del poder (económico, político, armado e ideológico) que haya detrás de sus reales emisores.

 

El hecho de que el sistema de información social pueda reflejar tan fielmente la organización social y contribuya a consolidar ese mismo orden social, es la causa que lleva a las distintas clases a tratar de controlar los medios de comunicación más desarrollados. Con ellos de su parte, refuerzan en el plano ideológico sus intentos materiales de organizar la producción, la vida cultural, la política, la sociedad entera, de acuerdo a sus intereses; persiguen un objetivo directamente político a través de los medios de comunicación. La experiencia ya había puesto en evidencia lo que confirma teóricamente la cibernética: que la información periodística, amén de enterarnos de la actualidad, es también un instrumento de organización y de dirección de la sociedad…”

 

 

 

[ Fragmento de: “PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES” / C.Tufic ]

 

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