jueves, 9 de febrero de 2023

 

SUELTO / 007

 

 

Algunas notas sobre “el problema Engels”

 

Andrés Piqueras

 

 

“ ...Acusar al compañero inseparable de Marx de desvirtuarle, no puede deberse, a fin de cuentas, sino al carácter eminentemente práxico de su figura, a su intento de proyectar la crítica de la economía política que realizó con Marx, hacia una Política inscrita y desarrollada en los entresijos del mismo metabolismo del capital, a sus permanentes empeños en mostrar que toda construcción de conocimiento tiene su traducción política y por tanto, a su denuedo por transcribir políticamente la construcción materialista-dialéctica social que había llevado a cabo con su amigo y colaborador teórico. También Engels ha sido criticado por defender un materialismo práctico orientado a revolucionar las bases en que estaba asentado el mundo, y al que ambos camaradas entendían como conductor del comunismo. Propuesta de vida y de ciencia que molesta especialmente a algunos de los “nuevos” marxismos, por estar muy alejada de la pobre convivencia que ellos practican entre teoría y práctica.

 

Por lo que toca a la Escuela de la que tratamos, la NLM, esta acusación se concretó en la disputa sobre si El Capital debe leerse lógica o históricamente.

 

En particular, Friedrich Engels fue culpado por Backhaus de transformar la forma “lógica-histórica” de presentar los “Grundrisse” y la primera edición de “Das Kapital” en una “construcción o interpretación histórico-lógica”, según expresa Solty. Después del colapso del marxismo soviético, afirmaron Backhaus y Reichelt, hubo consenso general en que Engels había malinterpretado las secciones más difíciles del primer tomo (a saber, sobre todo la teoría de Marx de “circulación simple” como una “teoría de la producción simple de productos básicos”).

 

Por su parte, la crítica a Engels de Michael Heinrich ha tenido una influencia particular, a partir de la cual se agrandó el contraste percibido entre la teoría de Marx y su puesta en práctica como elemento del movimiento de la sociedad.

 

La crítica de Engels fue la clave (“die Engels-Kritik war der Schlüssel”), tanto es así que Heinrich lo llamó “el problema Engels”, y lo que se dirime para los neomarxismos occidentales, entre otros propósitos, es, según Kangal, si Engels merece un lugar en el marxismo o no.

 

Solty ha contestado a esto con algunas razones de peso. Para empezar, dice este autor, Engels combinó el profundo humanismo de los primeros escritos comunes con Marx, con una concretización sociológica empírica hecha a través de la crítica de la alienación. Él fue, sobre todo, el responsable del giro de Marx hacia la economía política, quien se basó en los “Esbozos de una crítica de la economía política” de Engels, a la que describió como un “genial boceto para la crítica de las categorías económicas”. Y sí, efectivamente, fue Engels quien, después de la muerte de Marx, estableció el materialismo histórico como un método para las disciplinas de las ciencias sociales y naturales y creó sus puntos de referencia. La construcción e historia del marxismo y el nombre de Engels son inseparables, circunstancia que fue ampliamente reconocida por sus contemporáneos, que llegaron a decir de aquél que fue “la aplicación de la teoría en corpore vivo” . Pero precisamente esa circunstancia, la popularización del marxismo por Engels fue, por contra, la condición histórica para que intelectuales como Reichelt y Backhaus construyeran el “problema Engels” después de la Segunda Guerra Mundial (asumido más tarde por Heinrich) y se distanciaran del “marxismo del movimiento obrero”, del marxismo aplicado al mundo.

 

Tanto daba que Engels abriera también un amplio campo de disciplinas científicas al marxismo, o que contribuyera a dejar el camino expedito para la que luego sería la teorización feminista. Era un excelente popularizador; redujo la complejidad, pero no la eludió y no se le puede culpar por la solidificación dogmática del marxismo en los elementos económicos que otros hicieron. Al contrario, como en seguida expondré, él siempre buscó la dialéctica del materialismo.

 

Una y otra vez Engels hace hincapié en la importancia de las investigaciones históricas-materialistas concretas; la plasmación de la “economía política” no puede ser la misma para todos los países y para todas las épocas históricas.

 

Solty sintetiza de forma asaz contundente su postura al respecto:

 

“La tesis de este ensayo es que sin Engels no habría marxismo y por lo tanto no habría MEGA, ni Z. ni Henrichs, Kangals o Soltys. En primer lugar, esto se aplica de una manera materialista e históricamente concreta: sin el sacrificio y el apoyo financiero de Engels, Marx nunca habría sido capaz de llevar a cabo su investigación en la Biblioteca Británica y en otros lugares”.

 

Contundencia que es compartida por Eike Kopf cuando afirma:

 

“En mi opinión, es un hecho histórico: sin las grandes destrezas teóricas y metodológicas de Engels, Marx hubiera sido un olvidado más entre otros escritores del siglo XIX. Gracias a la edición de Engels, pudo ‘El Capital’ ser utilizado por el movimiento obrero en la lucha contra la explotación capitalista, y después de 1917 comenzar también con Lenin la construcción práctica, teórica y creativa de condiciones sociales socialistas para ser utilizadas por los países destruidos en las guerras mundiales y por los industrialmente menos desarrollados”.

 

A pesar de todos los esfuerzos de Engels y de su labor de edición, el trabajo principal de Karl Marx permaneció inacabado. Es filosóficamente discutible, continúa diciendo Solty, si hasta el final de su vida se apegó al plan de seis libros para El Capital, que también proporcionó volúmenes sobre el Estado, el comercio internacional y el mercado mundial. Pero lo que sí está meridianamente claro es que en vida Marx se fio de la aportación intelectual de Engels.

 

En ese sentido, los textos y cartas de Marx, incluso los comentarios que le hace a Engels pocos años antes de morir, no dejan en buen lugar la interpretación de Heinrich; desde luego no parece haber nada en ellos que permita defenderla con la seguridad con que lo hace.

 

¿Si Marx hubiera estado en desacuerdo con sus escritos no lo hubiera hecho constar claramente, sobre todo por lo que respecta a un hombre con quien lo discutió prácticamente todo y en quien más depositó su confianza teórica y política, confiándole también la revisión de sus borradores, que es tanto como decir, de su propio pensamiento? Como ha dicho más de un autor, Marx no era un hombre dado a contemplaciones con lo que estaba en desacuerdo, ni a ocultar el mismo. Así, cuando Eugen Dühring dio a conocer su propia versión de socialismo, con la intención de sustituir al marxismo, Marx y Engels acordaron que fuera este último el encargado de hacerle la réplica, pues Marx estaba ocupado en la escritura de El Capital. La obra de respuesta ( AntiDühring) fue, en palabras de Engels, un intento de “producir un recorrido enciclopédico de nuestra concepción de los problemas filosóficos, de ciencias naturales e históricos” (énfasis mío añadido en “nuestra”). Marx nunca corrigió esa réplica (es más, todo indica que participó incluso en uno de sus capítulos).

 

Igualmente, fijémonos en las palabras que Marx dedica a su amigo y correligionario en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política:

 

“Friedrich Engels, con el que yo mantenía un constante intercambio escrito de ideas desde la publicación de su genial bosquejo sobre la crítica de las categorías económicas, en los Deutsch-Französische Jahrbücher, había llegado por distinto camino (véase su libro 'La situación de la clase obrera en Inglaterra') al mismo resultado que yo. Y cuando, en la primavera de 1845, se estableció también en Bruselas, acordamos contrastar conjuntamente nuestro punto de vista con el ideológico de la filosofía alemana. En el fondo, deseábamos liquidar nuestra conciencia filosófica anterior”.

 

Además, Marx era el editor de la revista para la cual le pidió a Engels su ensayo sobre el materialismo, petición que fue cumplida por Engels con una nota:

 

“si no te gusta in toto, rómpelo y déjame saber tu opinión”.

 

Marx lo publicó sin crítica.

 

Y fue así porque Marx y Engels, juntos, inauguraron un nuevo materialismo –contra los materialismos mecánicos desarrollados por sus inmediatos antecesores–, expresado en La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y El Manifesto Comunista (1848). Un materialismo que busca conocer las causas más profundas que mueven los procesos históricos y que se combinan siempre con la acción humana.

 

No afectado por ello, el “marxismo occidental” expresó pronto su nostalgia por un “in-dañado” Marx, al que intentó recuperar a costa de descalificar las interpretaciones hechas sobre él por el marxismo histórico, sobre todo el vinculado a las experiencias de transición al socialismo. Fue Engels el escogido como culpable de propiciar esas interpretaciones, llegándose a vincular directamente el pensamiento de Engels con el de Stalin, e incluso a hablar de la “traición” de Engels a Marx. Se señaló directamente a La Dialéctica de la Naturaleza como la que proporcionó el esqueleto para la codificación soviética del marxismo, inaugurando así el patrón Marx contra Engels que más tarde sería ahondado con especial virulencia por buena parte de los “neomarxismos”. Como es fácil de colegir, lo que subyace en realidad a los ataques a Engels es un especial encono contra el marxismo-leninismo (ya se sabe que los “izquierdistas occidentales” tienen predilección por las revoluciones de papel, es decir, las que nunca se hacen; mientras se dedican a denigrar los procesos que efectivamente mejoran –o incluso posibilitan– la vida de sociedades enteras). Por eso no es casualidad que Heinrich haga juicios de valor tan “profundos” de las experiencias sociales que intentaron la ruptura con el capital, como calificarlas, sin más análisis, de “regímenes extremadamente represivos”, para los que el “marxismo-leninismo” sirvió de ideología legitimadora (en realidad, no se podría esperar otra cosa de este autor, dado que como venimos diciendo sobre esta Escuela, unas determinadas asunciones teóricas llevan a unos particulares posicionamientos políticos).

 

Pero sigamos. Roberts, tras cotejar las explicaciones de autores que revisaron los manuscritos de Marx de los que se extraería el Tomo III, refuta casi punto por punto la supuesta malinterpretación que Engels hace de Marx en ese tomo de El Capital, sobre todo por lo que toca al “abandono de la ley de la tasa de ganancia” por este último, a la que tanto alude Heinrich. Como quiera que Engels suprimió las formulaciones matemáticas de Marx, lo que consiguió, en contra de lo que se le acusa, fue el efecto contrario, que la contundencia con que su amigo sostenía esa ley pareciera menor (según afirma Jerrold Seigel, citado por Roberts): “esto difícilmente puede ser una edición que sugiera que Engels estaba determinado a defender una ley que Marx había descartado” (Roberts).

 

Realmente, Engels asumió la tarea de ordenar y presentar como conclusa una teoría que Marx había trazado magistralmente, pero que no tuvo tiempo de terminar, de darle su cuerpo definitivo.

 

 

“…doce años en que Engels desarroló su actividad de editor, difusor y sistematizador de un pensamiento inacabado. La urgencia de la forma de la mediación entre teoría marxista y praxis, el Umsetzungsproblem, subsumió el trabajo crítico de edición” (González).

 

Dado que los Tomos II y III de El Capital quedaron como borradores, del conjunto de los Werke ( Mega 1 y 2) hoy compilados se pueden hacer tantas interpretaciones (por veces anacrónicas) como posturas políticas se pretendan defender, a menudo para no concluir ninguna propuesta transformadora con posibilidades fácticas. Pero Engels sí tuvo que dar a los manuscritos la proyección política acorde con el compromiso revolucionario que ambos camaradas habían asumido en sus vidas, y todo indica que se sentía seguro de lo que hacía a tenor de la confianza que Marx siempre le había depositado en vida. De cierto, lo que Engels realizó para convertir en un arma política el

trabajo de su amigo –y de él mismo– bien podría haberse llamado “engelismo”, pero él siempre prefirió, y se esforzó, por situarse detrás de Marx.  Desde el principio, nos recuerda González, Engels se auto-inmolaría intelectualmente, como “segundo violín” de la pareja, para realzar más la figura de su camarada. Pero hoy sabemos que fue más precoz que Marx en su militancia y en su elaboración teórica. De hecho, atrajo a su amigo hacia los caminos de la economía política y del comunismo. “Fue marxista antes que Marx” (Roberts).

 

El propio Manifiesto del partido comunista de 1848 viene precedido por redacciones previas de Engels (el “ideario comunista” y los “principios del comunismo”). Como tal fue publicado de forma anónima; cuando lo cita Marx en El Capital, lo hace con atribución de autores por primera vez, poniendo a Engels en primer lugar (Monleón). Fue Engels quien más tarde cambiaría el orden de la autoría.

 

En general, los intentos de buscar discrepancias entre dos hombres que establecieron una cuidadosa división del trabajo según un acuerdo previo por el que Marx desempeñaba el papel principal y Engels le respaldaba, no parecen tener ningún asidero ni en los textos ni en las cartas de estos autores que se prolongan incesantemente hasta el fin de Marx (escribiéndose con asiduidad cuando estuvieron lejos uno del otro, y reuniéndose cotidianamente en persona cuando Engels se muda a vivir al lado de Marx en 1870). De hecho, ese acuerdo lo mantuvieron por espacio de 40 años, hasta el punto incluso de que Marx insistiera a Engels a lo largo del tiempo en que “invariablemente sigo tus pasos” (Kangal). Está recogido también lo que en otra ocasión le escribió:

 

“te constan dos cosas: primero, que a mí me llega todo más tarde, y

segundo, que no hago más que seguir tus huellas”


Lo que no era sino su forma de reconocer la inspiración que durante toda su vida le proporcionó Engels.

 

Kangal, fundamenta cómo la Dialéctica de la Naturaleza es el resultado de la fusión que Marx y Engels hacen de la teoría y la práctica, como praxis teórico-política (ver en su capítulo 4 las razones que movieron a Engels a escribir esa obra, entre las que destaca la necesidad de confluencia de las ciencias naturales o físicas y las sociales o humanas para la explicación del mundo, teniendo a la dialéctica como método común).

 

Engels fue quien intentó una seria imbricación del marxismo con la ciencia como elemento de autoconciencia y de emancipación, una ciencia materialista-dialéctica que se estaba abriendo camino en la biología y en otras disciplinas y que Engels, como Marx, querían aplicar también al conocimiento histórico-social. Y al universo de posibilidades políticas al que conducía.

 

A Engels se le acusa de positivismo mecanicista cuando precisamente puso su empeño en trascender las formas mecanicistas de pensamiento basándose en una crítica que devenía del análisis de Darwin para entender la evolución de la naturaleza de modo dialéctico. Justo insistió en la “dialéctica”, que según el propio Engels “tampoco conoce líneas rígidas e inalterables, ni disyuntivas incondicionales, de validez universal, en las que la opción sea únicamente ‘esto o lo otro’”, para oponerse al materialismo simple, determinista, que él atribuía con razón a los materialistas franceses del inicio de la Modernidad. Es importante ver cómo las propias palabras de Engels desafían a la vez el mecanicismo y el productivismo que se le achaca, al decirnos repetidamente que no podemos actuar como si estuviéramos fuera de la naturaleza. En carne, sangre y cerebro somos parte de ella. Todo nuestro privilegio consiste en tener la ventaja sobre el resto de seres vivos de albergar el conocimiento de sus leyes y de poder aplicarlas [Engels]. La evolución no es sino una progresión no lineal de complejidad de los organismos vivos (y sociales), de ahí deduce Engels que una sociedad capaz de planificar su economía y su interacción con la naturaleza, de eliminar las contradicciones inherentes a las clases sociales, es necesariamente más evolucionada y está mejor preparada para mantenerse (al estar también más cohesionada).

 

Este es el hombre que definió la libertad como el conocimiento de la necesidad. ¿Eso es determinismo, o es más bien constatación evolutiva, no lineal, del proceso de humanización, de lo que éste entraña como posible?

 

“Un sistema universal y definitivamente plasmado del conocimiento de la naturaleza y de la historia es incompatible con las leyes fundamentales del pensamiento dialéctico”, expresó Engels. Nada que ver con una “filosofía de la historia”. La dialéctica argumenta en contra de las oposiciones fijas de base y consecuencia, causa y efecto, identidad y diferencia, superficie y esencia. Sugiere, en cambio, que un polo está ya embrionariamente presente en el otro, que en cierto punto un polo revierte en el otro y que la lógica entera se desarrolla a partir de esas oposiciones progresivas [Engels].


Lo concreto es sólo tal porque es la concentración de infinitas determinaciones, su plasmación real nunca permanente sino en continuo proceso de modificación. El método de ir de lo abstracto a lo concreto es la forma en que el pensamiento se apropia de lo concreto y lo reproduce en la mente (Blackledge). Al tener tal plasmación en la mente, las ideas e intervenciones humanas forman también parte decisiva de las determinaciones materiales de lo existente. En eso consiste el materialismo dialéctico que inauguraron los dos amigos alemanes.

 

Me serviré del mismo final de la argumentación de Solty, que aprovecha estas palabras de Engels:

 

“Según las concepciones materialistas de la historia, el momento de la historia que determina la última instancia es la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo reclamamos más. Si alguien retuerce la sugerencia de que el momento económico es el único decisivo, transforma esa frase en una frase abstracta sin sentido”.

 

Es, entonces, inevitable preguntarse, ¿qué pretenden los “neo-marxistas” intentando desligar al materialismo histórico-dialéctico de Marx? ¿qué es lo que proponen a cambio? Como vamos a ir viendo, más allá de sus posibles intenciones conscientes que están fuera de mi alcance, el resultado es un (al menos parcial) desmantelamiento del entramado teórico-práctico que armaron Engels y Marx no sólo para entender el capitalismo, sino para combatirlo.”

 

 

 

[ Fragmento de: Andrés Piqueras. “De la decadencia de la política” ]

 

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario