domingo, 9 de abril de 2023

 

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SOCIALDEMOCRACIA, FASCISMO Y GUERRA ANTE EL MOVIMIENTO COMUNISTA DE LA HUMANIDAD / II

 

ANDRÉS PIQUERAS  

( PROFESOR DE SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD JAUME I)

 

 

 

(…) Reviste igual importancia en la actitud de la socialdemocracia la adopción de un programa de paz civil, es decir, la cesación de la lucha de clases hasta el fin de la guerra. La declaración del bloque socialdemócrata en el Reichstag el 4 de agosto era fruto de un acuerdo con representantes del gobierno y los partidos capitalistas. Fue poco más que un recurso teatral patriótico, preparado entre bambalinas y pronunciado a beneficio del pueblo, en casa y en el extranjero. Para los dirigentes del movimiento obrero, el voto a favor de los créditos de guerra por el grupo parlamentario fue la señal para la terminación de todos los conflictos laborales. Más aun, se lo anunciaron a los empresarios como deber patriótico asumido por el movimiento obrero cuando acordó observar la paz social. Los mismos dirigentes obreros se abocaron a encontrar trabajadores de la ciudad para el campo, para garantizar la rápida recolección de la cosecha. Las dirigentes del movimiento femenino socialdemócrata se unieron con las mujeres capitalistas para el “servicio nacional” y colocaron los elementos que quedaron luego de la movilización a disposición del trabajo nacional samaritano. Las socialistas fueron a trabajar a las ollas populares y comisiones asesoras en lugar de agitar por el partido.

 

Bajo las leyes antisocialistas el partido había utilizado las elecciones parlamentarias para difundir su agitación y mantener una firme ligazón con la población a pesar del estado de sitio declarado contra el partido y la persecución a la prensa socialista. En esta crisis, el movimiento socialdemócrata ha abandonado voluntariamente toda propaganda y educación por la lucha de clase del proletariado, durante las elecciones al Reichstag y a los landtag. En todas partes se ha reducido las elecciones parlamentarias a la simple fórmula burguesa; la obtención de votos para los candidatos del partido sobre la base de acuerdos amigables y pacíficos con sus adversarios capitalistas.” (grupgerminal.org/?q=system/files/1915-00-00-junius-luxemburg.pdf, pgs. 12 y 13 y pg. 53).

 

Luxemburgo avanzaba así la crítica a la complicidad del electoralismo partidista que se instalaría posteriormente en el conjunto de “izquierdas integradas” en el orden del capital, mientras que convertía su crítica contra la guerra en una crítica contra el capitalismo, al establecer la relación entre la guerra mundial con la naturaleza misma del modo de producción capitalista, mostrándonos cómo su competencia, la concentración de capitales y la expansión colonialista e imperialista (sobre cuyas matanzas la socialdemocracia tampoco tenía nada que decir) que le caracterizan, conducen irremediablemente a aquélla[3].

 

“Con la guerra mundial se enterraron los resultados del trabajo de cuarenta años de socialismo europeo, arruinando la importancia de la clase trabajadora revolucionaria en tanto que factor de poder político, desarticulando la Internacional proletaria, conduciendo sus secciones a un mutuo aniquilamiento y encadenando las aspiraciones y las esperanzas de las masas populares en los países capitalistas más desarrollados al imperialismo (…) El movimiento proletario internacional se desmembró y se circunscribió a luchas nacionalistas, en defensa del capitalismo…” [El Folleto de Junius* de Rosa Luxemburgo (bloquepopularjuvenil.org)]

 

Como resultado, en 1914 la burocracia obrera reducía el movimiento socialista internacional a espacios nacionales, por lo que los bolcheviques llamaron a los socialdemócratas europeos “social-patriotas” o “social-chovinistas”.

 

Fijémonos solamente en una de las observaciones que en su prefacio le hace al Folleto Junius Clara Eissner (más conocida -lástima, ¿verdad?-  por su apellido de casada, como Zetkin) en 1919:

 

“Al despojar la Guerra Mundial de su travesti ideológico, mostrando al descubierto lo que es: un affaire, un gran affaire, el capitalismo del comercio internacional sobre la vida y la muerte, Rosa arranca sin miramientos de la política socialdemócrata del 4 de agosto todas las máscaras ideológicas. En el fresco de la mañana del análisis científico del fenómeno histórico mundial y su contexto, las expresiones retóricas como la ‘lucha por la civilización’, ‘contra el zarismo’, o ‘por la defensa de la patria’ se evaporan. Rosa Luxemburgo muestra de manera concluyente que, en el marco imperialista actual la idea de una guerra defensiva, modesta, virtuosa y patriota ha desaparecido. La política de guerra seguida por la socialdemocracia se revela en toda su fealdad: marca la quiebra, la renuncia de un partido obrero social-patriota aburguesado (…)”. Clara Zetkin – Prefacio al folleto de Junius.pdf (juventudes.org)

 

Contra ello, en Zimmenwald (Suiza), a instancia de los partidos socialistas suizo e italiano que buscaban salvar a la II Internacional de su claudicación al tiempo que se oponían a la guerra, se reuniría, en septiembre de 1915, la izquierda internacional e internacionalista que también había roto con esa socialdemocracia, para discutir un plan de acción. Treinta y ocho delegados socialistas de once países, tanto neutrales como beligerantes. ​ Doce de ellos de la URSS, como Trotski o Axelrod (representantes de los mencheviques) y​ Lenin​ y Zinóviev por los bolcheviques; socialdemócratas alemanes (Luxemburgo y Liebknecht se hallaban presos en Alemania por oponerse a la guerra). La delegación francesa, tras el asesinato de Jaurés, estuvo formada sólo por algunos sindicalistas, lo que daba muestras de su debilidad. También hubo algunos de los que luego se conocerían como “izquierdistas” o “ultra-izquierdistas”, como el holandés Hermann Gorter.

 

La izquierda de Zimmerwald que lideró Lenin propuso, frente al sector mayoritario “pacifista”, no sólo enfrentar la guerra, sino aprovecharla para desatar procesos revolucionarios (guerra de clases frente a guerra entre pueblos) y la necesidad de crear una nueva Internacional, dada la entrega de la II a la causa capitalista. De hecho, aunque no logró el apoyo de la mayoría en ese momento, Zimmerwald sería el germen ideológico de la III Internacional e incluso de la Revolución de Octubre.

 

Una vez formada la Komintern o III Internacional, la socialdemocracia reaccionaría intentando apaciguar y encauzar de nuevo los anhelos y esfuerzos revolucionarios dentro del orden capitalista, proponiendo una suerte de “vía intermedia” entre la Segunda Internacional y la Komintern, con la Unión de Partidos Socialistas para la Acción Internacional (UPSAI), llamada también Internacional Dos y Medio o Internacional de Viena. Fundada allí en una reunión realizada el 27 de febrero de 1921, en la que estuvieron presentes 10 partidos entre los que destacaron la USPD de Alemania, SFIO de Francia, Partido Laborista Independiente (Reino Unido), Partido Socialista Suizo, Partido Socialista Independiente (Rumania) y el SPÖ de Austria; a los que en seguida se uniría el PSOE de España (fue disuelta en 1923 al fusionarse con los remanentes de la II Internacional para crear la Internacional Obrera y Socialista, con un nuevo triste papel contra el comunismo en los años 20). 

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, los efectos económicos políticamente integradores de la onda larga expansiva capitalista motivaron un corrimiento hacia la derecha de todo el espectro político de mayoritaria composición de clase trabajadora. La socialdemocracia “clásica” se confinó a sí misma dentro de los límites del keynesianismo a partir del Congreso de Bad Godesberg del SPD alemán, en 1959 (en adelante ya no contemplaría al sistema capitalista como un orden a superar), y tiene una de las máximas expresiones de su derrotero burgués en la política del que fue una de sus figuras más emblemáticas, Willy Brandt, quien al finalizar la década de los años 60 declaró que “debía buscarse la desintegración progresiva de la Europa de economía no capitalista”. Más tarde, en 1975, el Ministro para Asuntos Ambientales de Inglaterra, Anthony Crosland (a quien Francis Stonors sitúa en la órbita de la “OTAN cultural”), intentó de alguna forma dar un lavado de imagen a una socialdemocracia europea cada vez más comprometida con el proceso de acumulación capitalista y con su geoestrategia imperialista, mediante los que se conocerían como principios de Crosland (democracia con justicia, anteposición de la dignidad humana a la rentabilidad económica, equidad entendida como redistribución).

 

Todo ello quedaría, lógicamente, en nada. A partir de la década de los 90’, con la caída del valor, el nuevo estallido de la sobreacumulación de capital y su huida financiera hacia adelante, incluida la globalización, la intensificación de la explotación del trabajo y el desmontaje del “Estado de Bienestar”, el Sistema entraría en franca fase degenerativa (“senil” la llamó Amin), cada vez más incompatible con reformas de calado en favor de las grandes mayorías (como he intentado explicar en La opción reformista. Entre el despotismo y la revolución). Con ello, la socialdemocracia se hunde un escalón más al plegarse al nuevo orden de cosas impuesto bajo la etiqueta de “neoliberalismo”, convirtiéndose, ya como “neo socialdemocracia”,  en  el  pretendido  apéndice “humano” suyo en forma de “Tercera Vía” (no tan preocupada ya por la redistribución, sino por la paliación y prevención de ciertas marginalidades, sobre todo las potencialmente disruptivas, y el mantenimiento de algún poder adquisitivo entre las capas medias de la población). En la práctica, la vía socialdemócrata se fundía en un magma amorfo con el resto de variantes capitalistas, como se evidenciaría con la instauración del neoliberalismo-financiarizado.  De hecho, las cúpulas socialdemócratas ya venían desde hace tiempo formando parte de la oligarquía del capital.

 

Por eso el eje izquierda-derecha ha ido perdiendo sentido[4], quedando cada vez más subordinado a la política pequeña, la que se ocupa de dirimir las pugnas entre los distintos sectores de la misma clase dominante, y por tanto centrada en la gestión y administración del Estado capitalista y de sus crisis. La Política en grande, por contra, es la que se empotra en el conjunto del metabolismo social capitalista, donde tienen lugar los decisivos envites de las luchas entre clases para la reproducción o bien para la superación de ese metabolismo (con palabras parecidas lo señalaba Grasmci en Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno).

 

La política pequeña ha querido apaciguar, desviar o entretener la contradicción de clase, representada más o menos acertadamente en el eje izquierda-derecha, mediante las coordenadas nuevo-viejo o abajo-arriba, perfectamente subsumidas ambas en el orden del capital, y donde se encuadra hoy la práctica totalidad de la gama de las “izquierdas light”, convertidas en “izquierdas del Sistema”, desde la neosocialdemocracia hasta el neoanarquismo y el “pc-rismo” de corte eurocomunista. También la “nueva izquierda” estilo “podemita”, “Syriza”, “5 Stelle”, “Boric”, “verdes alemanes”, etc, que surgió con supuestas pretensiones de acabar con lo viejo y que ha venido reproduciendo el más rancio electoralismo subordinado al capital (en el que todo indica que, en el caso concreto del Reino de España, el proyecto otanero-empresarial de “Sumar” cavará un peldaño más en ese pozo -al paso que termina de dejar sin existencia práctica al PCE y a su IU-). Todas ellas enmarcadas en el proceso de desdemocratización y destrucción social que expande un capitalismo en degeneración.

 

“El marco normativo global que inserta a individuos e instituciones dentro de una lógica de guerra implacable se refuerza cada vez más y acaba progresivamente con la capacidad de resistencia, desactivando lo colectivo. Esta naturaleza antidemocrática del sistema neoliberal explica en gran parte la espiral sin fin de la crisis y la aceleración ante nuestros ojos del proceso de desdemocratización, por el cual la democracia se vacía de su sustancia sin que se suprima formalmente” (Dardot y Laval, “Anatomía del nuevo neoliberalismo”, https://vientosur.info/anatomia-del-nuevo-neoliberalismo/).

 

De ahí que hoy las formas degeneradas de la “opción reformista” o socialdemócrata capitalista pueden ofrecer, a lo sumo, concesiones “epidérmicas”, que no afecten en nada a la reproducción del capital. Lo cual no quiere decir que no revistan importancia social, como por ejemplo matrimonios gays, paridad en el permiso por maternidad-paternidad, más carriles bici, elementos de reconocimiento socio-identitario, legalización de la transexualidad, etc. El problema radica en que al tiempo que se dan estas medidas epidérmicas respecto de la acumulación de capital, el artrítico movimiento del valor se expresa en Política a través del drástico deterioro del ciclo de la vida: de los cuidados, la sanidad, el acceso a la vivienda y, en general, de las condiciones laborales y sociales de la población.

 

Por eso y a diferencia de la propuesta micropolítica de la neoizquierda, el eje que se perfila cada vez más decisorio para la Política en grande es el de capitalismo-comunismo, entendido este último componente de la contradicción no necesariamente como un modo de producción, sino como el movimiento de la humanidad en pro de su autoemancipación y equilibrio con el resto de la Vida (el cual podría terminar dando lugar a un “modo de hacer vida en común” -quizás como designación más evolucionada que la de “modo de producción”-, a partir de la colectivización de todos los recursos y la abolición de las desigualdades y las dominaciones sociales). De momento, hoy por hoy, y después de los reveses históricos sufridos, esa batalla está en una fase de reconstitución incipiente, dándose en gran medida entre lo que podríamos llamar capitalismo privado desorganizado, y “capitalismo de Estado”. Pero las posibilidades de emprendimiento del socialismo (como parte del camino comunista) que se generan a partir de aquel último elemento (“capitalismo de Estado”), pueden empezar a ampliarse en la estela de las luchas históricas por la superación del capitalismo -sobre todo a través de la evolución de las luchas de clase en China y la dirección de su partido comunista-, encauzando cada vez más las contradicciones capitalistas hacia el mencionado eje capitalismo-comunismo.

 

Obviamente, el eje capitalismo privado-capitalismo de Estado no es nítido en ninguna de las partes ni garantiza nada con la victoria de este último, pero sí que resulta, en cambio, un paso imprescindible, sine qua non, no sólo para la posibilidad del arranque socialista a escala internacional, sino incluso para poder tener alguna oportunidad de soberanía en el ámbito estatal e interestatal. 

 

No entender esto es lo que imposibilita a las múltiples izquierdas del Sistema no ya sólo a desempeñar algún papel relevante en las luchas de clase o Política en grande al interior de cada formación social, sino tampoco a tener nada que aportar en términos geoestratégicos de lucha antiimperialista y de emprendimiento del socialismo.

 

Y ello es especialmente grave en la actual etapa de agudización de la crisis crónica que arrastra el capital global y que le hace entrar en su fase bélica total. Crisis de sobreacumulación que lleva a una falta de rendimientos en la inversión productiva y a la consiguiente desviación especulativa-rentista-parasitaria del capital a interés, con un periódico pinchazo de burbujas propias de la huida hacia adelante de esos capitales excedentes ociosos, y que terminan en quiebras bancarias y empresariales, invención de dinero sin valor (“dinero mágico”) para su rescate, así como puesta a su servicio de fondos estatales (es decir, subvención del capital privado por parte de la sociedad), con los consecuentes procesos de deudas y sobreendeudamiento y sus correspondientes ajustes estructurales que destrozan aún más servicios sociales, capacidad adquisitiva de las poblaciones y calidad de vida por doquier…

 

(continuará)

 

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