sábado, 8 de julio de 2023

 

[ 427 ]

 

Diarios:  A RATOS PERDIDOS /  3 y 4

 

Rafael Chirbes

 

 

 

3 de noviembre / 2005

 

El libro de Canetti es tremendamente darwinista, cava en las zonas oscuras hasta descubrir que el animal que has enterrado sigue vivo ahí abajo. Al leerlo, uno escucha sus jadeos, su respiración, el ruido de sus zarpas. Cuando los hombres se juntan, se escuchan al fondo los aullidos de la jauría, la muta.

 

(…)

 

 

4 de noviembre

 

Tras la lectura de ‘Masa y poder’, con qué claridad ve uno que la mayoría de esos cantos a la belleza de la vida, a la bondad y generosidad de los seres humanos, etc., no son más que mecanismos de defensa del yo frente a los otros a quienes se teme y a los que se intenta amansar, seducir, animándoles a que descubran (es decir, a que inventen) una mansedumbre de la que carecen: los buenos sentimientos. La democracia es jugar suponiendo esos buenos sentimientos, como los niños juegan a comprar trozos de tierra amasada como si fuera pan y lo pagan con papelitos de colores como si fuese dinero. Podría decirse que quienes más cantan las virtudes de la humanidad son quienes más desconfían de ella, quienes más la temen.

 

(…)

 

 

8 de noviembre

 

Releo con mucho gusto el ‘Journal de voyage’ de Montaigne: el personaje se mueve curioso de un lugar a otro, atento a cuanto ve a su alrededor, pero sin dejar de auscultarse él mismo, pendiente de sus tripas, de las molestias que le provocan los gases, la arenilla de sus riñones y las piedras que vierte al mear; atento al color (a veces amenazador, sanguinolento) de su orina. El libro despliega una Europa poblada, bulliciosa, en la que circulan rápidas y relativamente libres las ideas, y donde se transmite el prestigio de personajes importantes por una u otra razón, convirtiéndolos en referentes de las ciudades en las que viven, son parte del prestigio del patriciado urbano: pensadores, artistas, científicos engalanan las urbes y enorgullecen a sus vecinos, que participan casi por ósmosis de la expansión imparable de las ideas modernas. Conforta al lector la manera desprejuiciada con que el autor mira cuanto se encuentra, describe las distintas formas de nutrición, la culinaria, la calidad de los alojamientos, los precios, comparándolos con los de su patria, para ponerlos a veces por debajo en su escala de méritos (lo que parecería normal), pero también -con mayor frecuencia- por encima. Son muchas las cosas y costumbres que prefiere a las de su propia tierra, guiado por un afán de ecuanimidad que excluye el chauvinismo: estima las virtudes y saberes ajenos. Le sorprenden favorablemente las ropas de las pensiones italianas, que, excepto en Florencia y Venecia, encuentra por lo general excelentes, y aprecia la sólida cocina alemana y sus buenos panes, que consume con gusto.

 

 

 

 

9 de noviembre

 

Leo el capítulo 9 de los Essais: De la vanité. Cuánta sabiduría concentrada en unas pocas páginas. Cómo pensar en sentarse a escribir después de haberlas leído. En Montaigne sorprende siempre su absoluta libertad: yo soy yo y actúo desde el yo y, desde mi yo, escribo. En la medida en que yo es un territorio diferente de los otros, merece explorarse, es diverso, autónomo, y, sobre todo, enorme y libre: nunca acaba de dejarse atrapar ni por las normas religiosas ni por las leyes civiles.

 

El ser humano más inocente y limpio, escrutado de cerca, podría ser condenado a muerte diez veces a lo largo de su vida, porque la vida es más poderosa y ambigua que cualquier ley. Solo a partir de una premisa así se entienden unas cuantas cosas que se prolongan hasta nuestros días en la tradición literaria francesa, y apenas han encontrado arraigo en España. En primer lugar, el interés por el autoanálisis, el convencimiento de que la escritura no es una trampa que capture solo el objeto, sino que también -y muy especialmente- atrapa al sujeto: de ahí surge una veta que nos lleva hasta Proust, por poner alguna de las cumbres, pero también a los desvaríos narcisistas de tantos escritores y críticos contemporáneos. Francia ha sido madrastra de la mayoría de ellos.

 

 

 

 

[ Fragmento de: Rafael Chirbes. “Diarios A ratos perdidos 3 y 4” ]

 

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2 comentarios:

  1. En Masa y Poder, lo inquietante de la muta, de la jauría, es que, aun cuando se reduce a la "pura" animalidad, la criatura humana sigue siendo espantosamente distinta al resto de los animales. Paradójicamente, vive simultáneamente exiliada e inmersa en la naturaleza, de la cual no puede escapar.

    Salud y comunismo

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  2. Cierto que el ser humano no puede escapar de sí mismo: vive en (y reclutado como ser social-jauría contra) la Naturaleza, al mismo tiempo que –lejos de ser un “alien” o cuerpo extraño y superior que habita en su interior– forma parte inseparable y constitutiva de ella. También parece cierto, los hechos lo avalan por goleada, que son las espantosas variables prácticas de la tan perversa como suicida animalidad específicamente (in)humana –digamos que ejercida “sólo o en compañía de otros”–, las que han llevado, por activa o por pasiva, al conjunto de la especie humana al criminal ejercicio, de forma consciente o inconsciente, de la barbarie más vil y despreciable contra sí misma y congéneres, así como –¿y qué mayor muestra de espantosa y suicida ‘animalidad’?– al borde del abismo de la propia extinción.

    Salud y comunismo

    *

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