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LA LUCHA DE LA CULTURA
Michael Parenti
( 07 )
JUZGANDO DIFERENTES CULTURAS
LA COSTUMBRE CONTRA LAS MUJERES
Las ideologías dominantes a menudo están formadas para mantener la estructura social imperante, presentando la ordenación social privilegiada como parte del orden natural de las cosas. Sin embargo, como nos recuerda Samir Amin,
“el primer paso del pensamiento científico consiste precisamente en intentar ir más allá de la visión que el sistema social tiene de nosotros mismos”.
Si nos sumergimos sin sentido crítico en el contexto cultural de cualquier sociedad, viéndola sólo como ésta se ve a sí misma, entonces caeremos en las mismas ilusiones autocomplacientes que ella tiene de sí misma. Percibir una sociedad “exactamente en sus propios términos generalmente significa verla a través de los ojos de los grupos dominantes que ejercen una influencia preponderante en formar sus prácticas y creencias.
La cultura dominante frecuentemente descansa sobre normas que no están compartidas por todos dentro de la propia sociedad. Así volvemos a una cuestión clave: ¿ de quién es esa cultura ? Demasiado a menudo es el coto exclusivo de los privilegiados, un arma que se utiliza contra los que son más vulnerables.
Donde se observa esto más claramente es en la perversidad que se comete contra las mujeres. Un informe de Naciones Unidas demostró que los prejuicios y la violencia contra las mujeres “siguen firmemente enraizados en muchas culturas de todo el mundo”. En muchos países, incluidos los Estados Unidos, las mujeres padecen discriminación en los salarios, la formación y la promoción laboral. En el África sub-sahariana la mujer no puede heredar o poseer la tierra, incluso aunque la cultive y produzca el 80% de la comida del continente. En Arabia Saudí a la mujer no se le permite conducir y la ley obliga a que en público esté acompañada de un hombre.
A las mujeres todavía se les niega el control sobre su propia actividad reproductiva. Se estima que en todo el mundo hay al año unos 80 millones de embarazos no deseados. Se registran anualmente unos 20 millones de abortos ilegales inseguros, de los que resulta la muerte de unas 78.000 mujeres y algunos millones que sufren daños serios. En China y otros países asiáticos, donde a las hijas se les considera una carga, millones de niñas desaparecen de la población por abortos, muertes al nacer o por negligencias y sub-alimentación.
Se estima que 100 millones de muchachas en África y en Oriente Medio han sufrido mutilación genital por ablación del clítoris o infibulación (escisión del clítoris, los labios menores y las paredes internas de los labios mayores, dejando la vulva cosida y casi cerrada, permaneciendo una abertura del tamaño de un lápiz). El propósito de tal mutilación es disminuir drásticamente la capacidad de la mujer para el placer sexual, asegurando que permanecerá en posesión sumisa de su marido. Algunas mujeres perecen en el proceso de ablación (generalmente llevado a cabo por otra mujer mayor sin ninguna formación médica). Las consecuencias a largo plazo de la infibulación incluyen obstrucción del flujo menstrual, infecciones crónicas, coitos dolorosos y complicaciones en los partos.
En gran parte de Oriente Medio las mujeres no tienen derecho a iniciar procesos de divorcio pero pueden divorciarse a voluntad del marido. En países islámicos y latinoamericanos los hombres no son castigados por defender su “honor”, matando a su supuestamente infiel esposa o novia. En el Irán fundamentalista islámico la ley permite explícitamente la ejecución de la mujer adúltera por lapidación, quemada o arrojada por un precipicio. En países como Bangladesh y la India se mata a las mujeres para que sus esposos puedan volver a casarse por una dote mejor. Un promedio de cinco mujeres al día mueren quemadas en la India por disputas sobre la dote, y hay muchos más casos que permanecen ocultos.
En Bihar, India, las mujeres acusadas de brujería todavía son quemadas en la hoguera. Hoy día en Ghana existen campos de prisioneros para mujeres acusadas de ser brujas. En contraste los sacerdotes fetichistas en Ghana viven libremente con sus prácticas mágicas. Estos sacerdotes a menudo consiguen mujeres jóvenes de familias pobres a las que dicen que tienen una deuda ancestral con los antepasados del sacerdote. Estas mujeres sirven como esclavas sexuales de los sacerdotes. Las que se las arreglan para escapar no vuelven a ser aceptadas por sus temerosas familias. Para sobrevivir deben volver al santuario del sacerdote o irse de la ciudad y convertirse en prostitutas.
Millones de mujeres jóvenes de todas las partes del mundo se ven obligadas a la esclavitud sexual, dando lugar a un negocio que se estima en 7.000 millones de dólares anuales. Son secuestradas en estaciones de autobús, arrebatadas de las calles, vendidas por sus parientes o atraídas por agencias de empleo que les prometen trabajos decentes. Más de un millón de muchachas y muchachos, muchos tan jóvenes como de cinco o seis años, son reclutados para la prostitución en Asia, y quizá un número igual en el resto del mundo. Pedófilos de los Estados Unidos y otros países alimentan el tráfico asiático. Disfrutando del anonimato y la impunidad en el extranjero, estos “turistas del sexo” consideran sus actos de violación infantil como algo legal y aceptable culturalmente.
Hasta muy recientemente las mujeres de Afganistán vivían bajo la presión sofocante de los talibanes, una fuerza islámica puritana y extremista. Las mujeres eran cautivas en sus propios hogares, se les prohibía pedir atención médica, trabajar o ir a la escuela. La ocupación de Afganistán por los Estados Unidos fue aclamada por el presidente George W Bush como una liberación para las mujeres.
La realidad es que en 2005 la mayor parte de Afganistán permanecía bajo control de los señores de la guerra, que se oponían a cualquier movimiento de emancipación femenina. Si acaso, la situación de las mujeres rurales se hizo todavía más desesperada y peligrosa. Grupos de mujeres jóvenes intentaron auto-inmolarse para escapar de los abusos familiares y de matrimonios no deseados. Con los talibanes vivíamos en un cementerio, pero estábamos seguras, opinaba una activista revolucionaria. Ahora las mujeres son presa fácil de violadores e intrusos armados. Continuó diciendo:
Dos mujeres que iban a la escuela sin sus burkas (el velo que cubre toda la cabeza y el rostro) fueron asesinadas y sus cuerpos depositados enfrente de sus casas. El último mes treinta y cinco mujeres saltaron a un río con sus hijos y murieron, intentando salvarse de la violación por parte de un grupo armado. Esto es Afganistán hoy día. Los talibanes y los señores de la guerra... son dos caras de la misma moneda. Para América es la historia de Frankenstein: fabricas un monstruo y el monstruo se vuelve contra ti. Si América no hubiera fabricado estos señores de la guerra, Osama bin Laden, y todas las fuerzas fundamentalistas de Afganistán durante la intervención rusa, éstos no habrían atacado a su amo el 11 de septiembre de 2001.
En Iraq nos encontramos algo similar: la situación de las mujeres empeorando a causa de la invasión de los Estados Unidos. El antiguo partido Baath de Sadam Hussein creó un régimen despótico (respaldado fuertemente por Washington durante su período más regresivo). Pero los baathistas permitieron a las mujeres disfrutar de derechos que no tenían parangón en la región del Golfo. Las mujeres podían ir a la universidad, viajar sin compañía, conducir, servir en el ejército y trabajar junto con el hombre en diversas profesiones. Podían escoger con quien casarse o negarse al matrimonio.
Sin embargo, con la creciente insurgencia contra la ocupación americana, las mujeres ahora están siendo blanco de los antiguos extremistas islámicos, y los sacerdotes les han impuesto nuevas restricciones. Están obligadas a usar el tradicional velo que les cubre la cabeza y la mayor parte de los días permanecen confinadas haciendo sus labores domésticas. Bandas incontroladas de hombres violan mujeres a su voluntad. La mayoría de las mujeres se ven privadas de educación pública. A menudo lo único que pueden hacer es leer el Corán. Muchas mujeres temen que nunca volverán a tener la libertad de que disfrutaron durante el régimen anterior.
Como una feminista iraquí señaló:
“La condición de las mujeres se ha deteriorado... La situación actual, este fundamentalismo, ni siquiera es tradicional. Es desesperado y reaccionario”.
Las mujeres en lugares como Iraq y Afganistán necesitan apoyo y asistencia internacionales, pero invadir sus países y destruir sus ciudades, pueblos e infraestructuras no es la forma de proceder. En cambio es un ejemplo de cómo el imperialismo —en el nombre de la guerra humanitaria— inflige un gran dolor a la población, especialmente a sus miembros más vulnerables y maltratados, de quienes los invasores se preocupan más bien poco.
A pesar de los grandes avances que han conseguido las mujeres en los Estados Unidos, siguen padeciendo una opresión desalentadora. Decenas de miles de ellas tienen que dedicarse a la prostitución debido a necesidades económicas o forzadas por un explotador, y se las mantiene en esta situación por medio de la violencia y la intimidación. Se estima que tres de cada cuatro mujeres son víctimas de violencia durante su vida. Todos los días cuatro mujeres mueren a manos de los hombres con quienes han intimado. El asesinato es la segunda causa de muerte entre las mujeres jóvenes americanas.
En los Estados Unidos una mujer es golpeada cada dieciocho minutos. La violencia doméstica es la causa principal de lesiones entre mujeres en edad reproductiva. Se estima que 3 millones de mujeres son golpeadas cada año por sus maridos o compañeros, a menudo repetidamente. Estadísticamente el hogar es el lugar más peligroso para una mujer, si también hay un hombre en él. La mujer maltratada generalmente carece de recursos financieros para escapar, especialmente si tiene hijos. Cuando lo intentan sus maridos o compañeros las persiguen y les infligen un castigo todavía peor. El arresto es la respuesta menos frecuente para la violencia doméstica y, en cualquier caso, la policía generalmente es de poca ayuda. En la mayoría de los estados las palizas domésticas están clasificadas como “asaltos simples”, un delito menor.
Las mujeres que matan a quien ha abusado de ellas durante largo tiempo en un acto desesperado de auto-defensa, generalmente terminan en la cárcel sometidas a largas condenas. En los últimos tiempos las organizaciones de mujeres han tenido cierto éxito en proveer refugios para mujeres maltratadas y en presionar a las instancias públicas para que se muevan activamente contra la víolencia machista.
Para concluir, puede haber prácticas en cualquier cultura, incluida la nuestra, que no merezcan ningún respeto. Los que piden respeto para su cultura pueden defender una postura legítima o realmente pueden buscar una licencia para cometer crímenes contra los elementos más vulnerables de su sociedad. Hay derechos básicos que trascienden todas las culturas, como incluso los gobiernos reconocen cuando declaran fuera de la ley ciertas costumbres terribles y firman acuerdos internacionales en apoyo de los derechos humanos…
(continuará)
[ Fragmento de: “La lucha de la cultura” / Michael Parenti ]
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Parece ser que todos estos problemas de la mujer están en vías de solucionarse merced a la contundente política, capitalista claro, emprendida por los gobiernos más progresistas del ajardinado y "democrático" occidente. Ahora la mujer, incorporada al propio sistema que la somete, puede participar activamente y ocupar los más altos cargos en el mismo. "Porque ella se lo merece". Para qué plantearse algo tan obsoleto como la lucha de clases.
ResponderEliminarSalud y comunismo
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PD. Que alguien como Michael Parenti sea tan poco conocido y estimado por la sociedad gringa, indica el tremendo nivel de ceguera de la misma.
LA DESMORALIZACIÓN INDUCIDA
EliminarParenti lo titula “La costumbre contra las mujeres”, en otras palabras y puesto que es “costumbre”, es también lo “habitual” , o sea lo “natural”… en cualquier caso una capitulación ideológica en toda regla contra la que nos avisó el gran Bertolt Brecht:
“No. No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”
Claro que como decía El Perich: “El peor sordo es el que no puede oír”
Salud y comunismo
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