martes, 17 de octubre de 2023


[ 479 ]

 

LA LUCHA DE LA CULTURA 

 

Michael Parenti

 

( 13 )         

 

 

 

HIPERINDIVIDUALISMO,

REALIDAD Y PERCEPCIÓN.

 

 

 

EL MITO DEL INDIVIDUALISMO

 

 

En algunos aspectos el auto-centralismo de la Nueva Era recuerda el hiperindividualismo de la sociedad del libre mercado en la cual florece. Bajo el capitalismo se glorifica la autoconfianza del individuo, a menudo por parte de corporaciones que dependen de los subsidios y apoyos multimillonarios del gobierno. El mito del individualismo a ultranza conforma a la gente que persigue su gratificación personal, libre de las necesidades de otros, casi aparte de cualquier contexto social más amplio.

 

Las películas y las series de televisión producidas por los medios corporativos retratan regularmente a protagonistas sin miedo quienes con una sola mano eliminan a las fuerzas del mal y ponen las cosas en su sitio, generalmente con generosas aplicaciones de violencia: héroes de cultura individualizada para una cultura del individualismo. Que la condición humana ha avanzado principalmente por los esfuerzos colectivos organizados de mucha gente corriente, que luchó valientemente  contra los privilegios y la injusticia,  es un tema radical que nunca se menciona en los medios del entretenimiento de masas. En un mundo creado por el sistema de las corporaciones, la sociedad se convierte en una amalgama de seres interesados dedicados a trabajar y consumir, envueltos en unos cambios de mercado que reducen la mayoría de las relaciones sociales (fuera de la familia) a valores instrumentales. Se cultivan amigos que podrían ser ventajosos para nuestros intereses, interactuando con otros para obtener algo de ellos. El objetivo del mercado libre es una carrera individual con un codicioso fin. El objetivo de la Nueva Era es un avance individual espiritual con un fin emocional personalizado. En su enfoque sobre el individuo que se sirve a sí mismo el yuppie y el yogui no se encuentran muy lejos uno de otro.

 

Para algunos hiperindividualistas no hay necesidad de involucrarse en los asuntos del mundo, primero porque tal cosa es una distracción de nuestro propio viaje interno y segundo porque la mejora de uno mismo presumiblemente conduce a una mejora del mundo. Como aconseja el yogui Swami Sivananda: 

 

“Refórmate a ti mismo. La sociedad se reforma a sí misma. Deja fuera de tu corazón el universalismo. El mundo se cuidará a sí mismo. Aparta al mundo de tu mente. El mundo será pacífico.”

 

Si los problemas del mundo empiezan con el individuo, lo que sigue es que “tú no puedes esperar mejorar el mundo hasta que tú mismo estés perfecto”. Una vez conseguido eso he aquí que no encontrarás nada malo en el mundo. Un folleto de un seminario de la Nueva Era en Vermont hace algunos años, titulado “Un curso en milagros”, nos dice que “amor” es lo que “ocurre cuando dejamos de intentar cambiar el mundo y cambiamos nuestras mentes sobre cómo lo vernos... Nosotros no somos víctimas del mundo”.

 

Si no hay víctimas  no hay castigadores.  He  aquí que todos somos igualmente responsables de los males del mundo, tanto los poderosos como los pobres, el opresor como el oprimido, el violador como el violado, el niño víctima de abusos como el abusador, el explotador como el explotado, el belicista como la víctima de la guerra, el contaminador como el enfermo, los  pocos a los que les sobra como los muchos necesitados.

 

Se nos ha dicho que  una mente en calma es esencial para el desarrollo espiritual. La gente envuelta en luchas políticas no suele tener la mente en calma sobre las injusticias del mundo; se sienten frustrados e irritados de vez en cuando, y esto no les hace mejores que la gente a la que condenan, dicen los que proponen la paz interior. En abril de 2003 un llamamiento de la KPFA-Pacífica criticó a los manifestantes  por la paz por dirigir su descontento contra el presidente G.W Bush, quien en ese momento estaba dirigiendo una guerra de agresión que mataba a miles de inocentes en Iraq. En opinión del locutor, los que “dirigían esos sentimientos negativos hacia Bush  no eran  mejores” que el presidente y su cohorte. Como ellos llevaban la irritación  en sus corazones,  los que  se oponían a que se matara eran tan malos como los que mataban.

 

Sin negar lo deseable de la mejora propia, podemos preguntar: ¿Debo reformar mi ser anterior para después reformar el mundo que me rodea? ¿Los seguidores del yo-primero se pueden sentir lo suficientemente iluminados   y auto-poderosos como para dar la batalla a las injusticias del mundo más amplio ? Una ideología que sólo habla del yo y no del mundo no puede producir verdaderos reformistas.

¿Cómo podemos dotarnos de poder a nosotros mismos sin enfrentarnos a las condiciones que nos quitan ese poder ? Los que están preocupados con un plan puramente personal eventualmente pueden moverse hacia una esfera social, pero generalmente sólo en persecución del mismo plan. Como señaló un practicante del crecimiento personal, “la gente se ha auto-afianzado y ahora quiere un plan de negocios”. Ahora quieren clase de entrenamiento para la prosperidad y técnicas de financiación creativa. Se convierten en ambiciosos dentro del sistema, no en cruzados contra él.

 

Algunos descubren que las necesidades materiales cuentan para algo más de lo esperado. Una que se autodenominaba “Hippy de San Francisco”, que una vez creyó que “podía ayudar a traer la revolución espiritual”, pasó por momentos económicamente duros y llegó a la conclusión de que “es duro pensar mucho en tu vida espiritual cuando estás luchando por pagar la hipoteca y cuando tu único ruego es que tu hija adolescente practique sexo seguro”.

 

No es de extrañar que el nexo de unión de los seguidores de la Nueva Era tenga que ver con la clase. Un estudio demuestra que la mayoría de los practicantes de este culto son caucasianos con educación colegial y de hogares de clase alta o media. Pero están muy poco representados los trabajadores del campo, obreros de fábricas, empleados de servicio mal pagados y otros que pasan necesidades económicas y necesitan protección, cosa que tiene poco que ver con los refinamientos de la conciencia autosuficiente.

 

El sociólogo Charles Horton Cooley dijo una vez que un individuo aislado es una abstracción desconocida por la experiencia, y que hay practicantes del budismo que meditan sobre su propio fenómeno contemplando su conexión con el mundo entero, con todas las cosas que existen una a causa de la otra. No ocurre lo mismo con los hiperindividualistas, que dan gran valor al contenido de su propia persona. Necesitar a los demás se considera un signo de insuficiencia, más que un deseo normal de los seres humanos, que es lo que somos. No necesitar a nadie supone supuestamente estar más desarrollado y liberado. Así las necesidades infortunadas de la alienación actual y del aislamiento social se transforman en logros virtuosos.

 

Lo que llamamos el “yo” y la “conciencia interna” no son entidades acabadas; más bien están ligadas a una experiencia social más amplia. El auto-poder, el hiperindividualismo, son un mito. Ningún logro humano es algo autónomo. Los atletas, artistas, líderes de los negocios, científicos, etc., operan dentro de un contexto social; todo lo que tiene que ver con su cultura depende de las habilidades, trabajo, inventiva y recursos materiales de los que les precedieron y de los que trabajaron con o por ellos. Nadie consigue mucho sin la ayuda de toda una gama de logros colectivos pasados y presentes. Incluso el gurú de otro mundo depende de los otros, que le alimentan y le cobijan mientras él se aventura en sus extraños reinos.

 

Peter Marin nos recuerda que todos los productos y comodidades de que disponemos son el resultado del “trabajo compartido de los demás; la lengua que utilizamos, las creencias  que  mantenemos y la forma en que vivimos nuestras experiencias. Cada una de estas cosas envuelve un mundo de otros, en el cual nosotros entramos en cada momento de nuestras vidas”. Incluso el simple acto de tomar café con azúcar por la mañana nos sumerge en  un  mundo más amplio. Tanto el azúcar como el café han sido cosechados muy probablemente en un  país donde se ha expropiado  la tierra a los pequeños agricultores  que eran sus verdaderos dueños, “donde los salarios que se pagan a los trabajadores son bajos hasta la explotación. No hay duda, además, de que el sistema político subyacente de distribución de la tierra lo mantienen en gran parte los políticos que gobiernan por decreto y los ejércitos que actúan en nuestro nombre”. Así que un producto tan simple como un café “no tiene nada que ver con la voluntad del individuo y todo con la economía y con la historia”.

 

Las injusticias socioeconómicas y las enfermedades y la infelicidad personales pueden inducir a algunas gentes a buscar soluciones engañosas, haciéndoles acudir a curanderos, chamanes y similares. La verdadera autosuficiencia, sin embargo, debería combinar el despertar personal con una preocupación por las fuerzas políticas y sociales que actúan sobre nosotros. Necesitamos desarrollar formas de integrar la naturaleza, la sociedad, y demostrar que la codicia y el auto-enriquecimiento de unos pocos no debería ser —y realmente no puede ser— el camino hacia una  sociedad feliz y sostenible para todos, sin importar cuántas manos invisibles del libre mercado estén al acecho. Mezclar las preocupaciones públicas y privadas es el mejor método de conducirnos a la pobreza.

 

Una cosa parece segura:  mientras  que los valores de la Nueva Era pueden a veces suponer contribuciones valiosas, el quietismo político y el hiperindividualismo no nos llevan hacia ninguna verdadera  liberación social, ni, por eso mismo, a ninguna verdadera liberación personal. Eso sólo juega a favor de los que prefieren gobernar una  población  atomizada, distraída y políticamente inculta…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: “La lucha de la cultura”  / Michael Parenti ]

 

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