jueves, 23 de noviembre de 2023



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SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ (UNA VEZ MÁS)

Andrés Piqueras

 
Según las condiciones de degeneración del modo de producción capitalista se agudizan, el menguante desarrollo de las fuerzas productivas va dando paso a cada vez más fuerzas destructivas, con el consiguiente declive del conjunto de la civilización a que dio paso. 

La gran paradoja de un capitalismo extenuado es que es la exacerbación financiera la que le está insuflando vida artificial mediante la desmaterialización del dinero (que ha quedado desligado de cualquier anclaje material) y la ingente creación de capital ficticio. Desmaterialización que, en el colmo de la irrealidad, fue seguida del dinero mágico o inventado (que ha recibido el elegante nombre de “flexibilización cuantitativa”), por no menos de 25 billones de dólares entre los Bancos centrales de las principales economías. Pues sólo convirtiendo el dinero en pura ficción, sin ninguna vinculación con el capital productivo, puede seguir aparentándose un satisfactorio funcionamiento económico de este Sistema.

Si el conjunto de las economías de capitalismo avanzado o formaciones centrales del Sistema Mundial capitalista se encuentran con crecientes problemas, la potencia que lidera el Sistema da síntomas de estar en un bucle de deuda ficticio-especulativa.  No sólo porque es el gran deudor del mundo sino porque sus desequilibrios internos son estratosféricos. En 2019 la deuda total (pública + privada) estadounidense alcanzaba casi 70 billones $. La deuda pública USA en 2021 era de casi 25 billones (126,44% del PIB); el déficit fiscal era de más de 3 billones en 2020, 11,62% del PIB en 2021 por lo que sólo inventándose de la nada más dinero puede evitar la quiebra, el impago o “default”.   Pero ese truco tiene una contrapartida, y es que el dólar vaya perdiendo credibilidad en el tablero mundial.  Así, la cuota del dólar en las reservas mundiales pasó del 73% en 2001, al 55% en 2021 y al 47% en 2022. En este último año la cuota del dólar cayó 10 veces más rápido que la media de las dos últimas décadas. A ello se le suma la desinversión productiva y deslocalización industrial. Estados Unidos se está reduciendo en términos de inversión internacional, fusiones y adquisiciones, logística y moneda.

Sólo la guerra recurrente, sobre todo en grandes dimensiones, se ha mostrado eficiente para resolver los severos atascos de la economía a lo largo de la historia del capitalismo y empezar un nuevo gran ciclo de acumulación (así, por ejemplo, hizo falta la mayor guerra que hasta hoy haya conocido la humanidad, la más grande matanza y destrucción, para poder comenzar el “ciclo keynesiano” de acumulación). El problema es que la destrucción tiene que ser cada vez mayor proporción para compensar el tamaño cada vez mayor de la gangrena y ficción de la economía capitalista -de sobreacumulación de capital sin posibilidades de valorización-, a la cual no le basta ya con guerras parciales, localizadas o “de pequeña escala”, sino que necesita una nueva guerra de dimensiones aún más monstruosas que las precedentes.

La Guerra Total se ha evitado hasta ahora por su carácter nuclear, es decir, debido a las consecuencias de catástrofe global sin vencedores que acarrearía, si bien todas las tendencias sistémicas nos han arrastrado hacia ella, y nos encontramos ya sumergidos en sus primeras manifestaciones, que han venido gestándose con la otanización de toda la Europa del Este, más las batallas contra Rusia en Georgia, Chechenia, Yugoeslavia y Azerbaiyán, entre otros lugares, hasta su principio de eclosión con la ofensiva en Ucrania.


Ese mortífero derrotero se hace aún más probable si se considera que con la degeneración del capitalismo central y la de su potencia dominante a escala planetaria, esta última está empeñada en dividir al mundo en dos bloques, los que aceptan sus órdenes y los que no. En ese sentido no hay que menospreciar en absoluto su enorme poder de destrucción y de control del Sistema Mundial que configuró en torno a sí desde la última Gran Guerra. De hecho, cuanto más se minan por dentro sus bases económicas, cuanto más se debilita internamente, más poder y alineamiento ejerce sobre sus subordinados “occidentales”, eso que en un tiempo se llamó “Primer Mundo”.

Su objetivo no es otro que emprender la destrucción de las formaciones socio-estatales y alianzas capaces de relevarle, especialmente China y sus redes de interconexiones planetarias, aunque para ello tenga que deshacerse primero de Rusia. En ese objetivo obliga a todos sus subordinados a la auto-aniquilación económica y al aventurerismo bélico (conforme la UE, Australia y Japón ejemplifican patéticamente), como un bloque o Imperio Occidental (Japón como invitado de honor en el mismo). Imperio que al mismo tiempo que va barbarizando el planeta, perpetra una creciente agresión contra sus propias sociedades. Agresión que va descuartizando el Estado Social y frente a la que apenas nada tienen que oponer las (neo)izquierdas integradas al orden del capital, dentro de cuyos límites cada vez más destructivos, confinan todas sus acciones y proyecciones (izquierdas “compatibles” con el Sistema, las llamó la propia OTAN).

Y es que un nuevo ciclo de guerra de tales dimensiones requiere además una nueva onda de fascistización o nazificación de las sociedades, así como de una renovada complicidad total de la (neo)socialdemocracia, como en la I y II Guerras Mundiales, que hoy tanto al frente de gobiernos como en la oposición se muestra, una vez más, como la más decidida belicista. En general, las formaciones políticas sobrevivientes de la II, III y IV Internacionales, como las de las neoizquierdas que han irrumpido en la escena política en las últimas décadas, se han evidenciado colaboradoras, conniventes o, en el mejor de los casos, altamente pasivas frente a la generalizada agresión imperialista (salvo muy honrosas excepciones de la III Internacional, cuyo alto valor histórico nada tiene que ver con la triste actuación de la mayor parte de los PCs actuales).

De ahí que la denuncia de las guerras capitalistas sólo servirá de algo (nunca los movimientos contra las guerras o para la paz han impedido una guerra, porque éstas no tienen razones “personales”, no están vinculadas a consideraciones éticas o de valores, sino a razones estructurales, generadas por el sistema capitalista, como parte de la violencia que han promovido todas las sociedades desigualitarias), si se señalan al tiempo las causas estructurales, a menudo cíclicas, que llevan a ellas y los objetivos que a través de las mismas persigue la clase capitalista en cada lugar y momento, de tal manera que con ello se pueda convocar a crecientes partes de la población para oponerse a tamañas matanzas, lo que a su vez y a la postre pasa necesariamente por la oposición al propio Sistema que las genera.

La guerra es, históricamente, la prueba más dura de la capacidad analítica y práctica de las organizaciones políticas. Así que a partir de aquí, concretemos.

Primer análisis que cualquier organización política, así como el conjunto de la clase trabajadora, debería hacer. EE.UU. no va a dejarse relevar sin guerra, y por tanto, no va a dejar de haber guerra por muchas manifestaciones con flores y banderas de paz que hagamos. No habrá marcha atrás sin un enfrentamiento radical al Sistema.

EE.UU. recurre a acciones militares cada vez más agresivas porque el atasco económico en que se encuentra, más el declive de su dominación mundial, más el agotamiento de los recursos básicos, le deciden a convertir a sus rivales económicos y geopolíticos en enemigos militares (arrastrando con él a sus subordinados “occidentales”).

La Guerra Total está concebida para dos o tres décadas y lo más probable es que, como digo, a falta de intervención política masiva de las poblaciones plasmada en forma de luchas de clase antagónicas, sólo se pueda acortar a costa de que el encontronazo nuclear total ocurra antes.

Segunda consideración. La estrategia a corto plazo de EE.UU. (bien solo o con la colaboración de algunos de sus subordinados europeos, o bien poniendo a la OTAN por medio -como Imperio Occidental-) para no dejarse relevar por nuevas potencias y para no perder el acceso a las fuentes energéticas, es la destrucción. Hasta ahora, y en virtud del tamaño nuclear de sus oponentes, ha buscado infligir daños severos con la intención de abortar el desarrollo de los rivales-enemigos (tirando a la basura todas las normas del derecho internacional y del libre mercado), así como de destruir la proyectada internacionalización de China (a través de diferentes procesos, como el de construcción de la Nueva Ruta de la Seda). Afganistán, Irak, Somalia, Siria, Libia, Yemen, Sudán… son dramáticos ejemplos de ello. Profundos socavones de caos en la Ruta.

Tercera consideración. Cualquier idea de un orden mundial «pacífico» mientras exista la OTAN, o cualquier forma de aceptación o connivencia con esta institución del terror, sólo dejará la puerta abierta a la catástrofe, posiblemente nuclear.

Cuarta consideración. La idea de que los pueblos oprimidos por el Imperio Occidental (mismas potencias que integran la OTAN, más el convidado de piedra de Turquía) puedan tener algún viso de desarrollo libre tras una derrota rusa o china, es una elucubración tan estéril como peligrosa. Hace falta tomar una clara postura en pro de quienes (a pesar de todas las apariencias y acosos mediáticos) se están defendiendo. Alejada, por tanto, también, de la tramposa y a la postre colaboradora postura supuestamente “equidistante”, que predica “ni con unos ni con otros”.

El “ni-nismo” en general, corriente potenciada por los centros globales de mando del capital (la “OTAN cultural”) como consigna y actitud a seguir por la parte más izquierdosa del izquierdismo integrado y del buenismo social hacia sus guerras, se hace más peligroso cuanto que asiste tanto más impertérrito cuan impotente a la aniquilación de sociedades enteras, a la extensión de la barbarie y a las agresiones imperiales por doquier, abogando siempre por una “paz abstracta”, atemporal, imposible, sin idea alguna ni atisbo de construcción de los sujetos concretos ni de las acciones internacionalistas capaces de enfrentar verdaderamente cada guerra, y carentes por tanto de análisis y fundamentos de las posibilidades y vías de la PAZ, que son necesariamente las contrarias de las que desatan las guerras dentro del Sistema.

Quinta y por ahora última consideración. Se va haciendo cada vez más necesaria una alianza mundial, primero para minimizar el riesgo de barbarización social y catástrofe global que conlleva el accionar del Imperio Occidental, segundo para enfrentarlo coaligadamente. De hecho, la forma de cada guerra -también la posibilidad de ponerla fin-, viene definida por las alianzas que cataliza.

La multipolaridad no es garantía de nada, pero devine condición sine qua non para emprender un nuevo proyecto mundial, y es imprescindible saber congeniar la diversidad de cara a, en primera instancia, fortalecer un frente antiimperialista.
Hoy tenemos experiencias de gran calado, como la OCS, los BRICS, y otras de menor dimensión pero de creciente importancia como la Unión Económica Euroasiática, el Eje de la Resistencia que constituyen Irán, Siria, Palestina y buena parte de Líbano…, la recomposición de entidades como UNASUR (quién sabe si un nuevo ALBA), la consolidación de la propia Unión Africana…

Pero sin una nueva Internacional que ayude a dirigir y canalizar esfuerzos dispares y a veces incoherentes entre sí, hacia un proyecto universal altercapitalista, esa multipolaridad puede quedarse estancada o puede coagular en nuevas formaciones de poder mundial de relevo. En estos momentos, una V Internacional Comunista (necesaria ante la entrega o deserción de la mayor parte de las formaciones políticas herederas de las anteriores) sólo puede tener alguna verosimilitud si China gira de una vez -como es probable que la agresión anglosajona le obligue- hacia lo que se conoció como internacionalismo proletario, a la vez que emprenda con decisión el camino al socialismo a escala interna. Entonces sí, las condiciones de fuerza globales podrían empezar definitivamente a cambiar. La guerra de Ucrania resultará un hito o parteaguas para decidir muchas de estas tendencias, y podemos estar seguros de que a partir del mismo no habrá vuelta al mundo anterior, sea cual sea el resultado.

Obviamente, en cualquier caso, la V Internacional sólo podría cobrar cuerpo a través de pasos tácticos. El primero de ellos, la articulación en torno a las diversas formas de enfrentar el imperialismo. De resultas del mismo, se sigue organizar una multipolaridad crecientemente “desconectista” con el orden mundial del capital, que tiene más posibilidades según las propias potencias imperiales, que configuraron ese orden para servir a sus intereses, van forzando el control y la planificación estatales en las formaciones agredidas, para poder sobrevivir.

Las propias luchas internas, en cada sociedad, han de tener en cuenta que en lo sucesivo, en un capitalismo degenerativo, será cada vez más y más difícil lograr cualquier avance social si no se contempla a la vez como lucha anticapitalista y antiimperialista. Sin transformación del metabolismo social del capital no puede haber PAZ.

Termino con esta descripción caricaturizada de la situación en la que nos hallamos y que bien pudiera servir de resumen a lo dicho en este breve artículo.

El mundo es en estos momentos un polvorín rociado de gasolina en el que unos cuantos sociópatas (como el guardián del jardín europeo, el secretario general de la mayor organización terrorista del mundo, la presidenta de la Comisión del club mafioso de seguidores UEístas de EE.UU., las cleptómanas oligarquías davosiense y bilderbergiana, así como los enajenados mandamases de las barras y las estrellas, etc.) se han metido a fumarse unos puros encendiéndoselos con cerillas. Y da toda la impresión de que no han hecho nada más que empezar su juerga histérica.

Rusia (y China) se ve(n) ante la gran tesitura de tener que utilizar extintores en el polvorín, empapando con ello a los sociópatas, y sin que a ninguno le dé por soltar una cerilla.

Nuestras fuerzas de izquierda más «izquierdistas», mientras tanto, lo que proponen es que Rusia se deshaga de los extintores. 




[Pd.: Las «izquierdas integradas institucionalizadas», por su parte, se recrean aclamando que se pasen más cerillas a los sociópatas].





Fuente:
https://andrespiqueras.com/2023/11/22/sobre-la-guerra-y-la-paz-una-vez-mas/

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