viernes, 12 de abril de 2024

 

[ 563 ]

 

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( II )

 

Carlos Blanco Aguinaga,

Julio Rodríguez Puértolas,

Iris M. Zavala.

 

 

 

I

EDAD MEDIA

 

EL FEUDALISMO.

DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XIII

 

 

 

NOTA INTRODUCTORIA

 

El Occidente surgido de la caída del Imperio Romano (s. v) se organiza social y políticamente en un sistema orgánico y cerrado, el feudalismo. Sus relaciones de producción se basan en una economía natural y agrícola, para el uso inmediato, en que el intercambio comercial funciona en muy escasa medida, a lo que contribuye poderosamente el hecho de la existencia de ciudades pequeñas y aisladas. Más en concreto: los poseedores de los medios de producción –los terratenientes– se apropian del excedente productivo de los campesinos; esos poseedores pertenecen a la nobleza y a la Iglesia, y están relacionados en sus diversas jerarquías por razones de poder económico y por lazos de vasallaje contractual. Los campesinos, adscritos a la tierra, se hallaban sometidos a rígidas prestaciones y exacciones, a cambio de la protección por parte del señor, civil o religioso. Esta estructura socio- económica es refrendada teológicamente por la Iglesia: el rey (en principio, el primero entre sus iguales) lo es por derecho divino y hace las veces de Dios en sus territorios. La llamada teoría descendente será articulada y manejada continuamente por la Iglesia, desde San Agustín en el siglo-V hasta Santo Tomás en el XIII. El sistema, teóricamente y para sus privilegiados, es perfecto: cada hombre nace en una determinada situación social y su papel consiste en vivir de acuerdo con ella; de este modo no sólo contribuirá al bien común, sino que salvará su alma y llegará al Reino de los Cielos, no menos jerarquizado que el de este mundo. La insatisfacción social, la rebeldía contra los poderes establecidos, suponen incurrir en la ira de los señores, del rey y de Dios mismo; todos los movimientos socio-religiosos de protesta serán sofocados violentamente por la fuerza de las armas y de los anatemas, como en el caso de los albigenses, entre otros muchos. En el propio Poema de Mio Cid hallamos un pequeño y revelador caso: quien desobedezca la orden real de no ayudar a Rodrigo, ha de saber

 

que perderié los haberes et los ojos de la cara,

e aun demás los cuerpos e las almas.

 

La concepción filosófica de este universo supone una idea de totalidad y comunidad organicistas, en que no caben las individualidades, el aislamiento ni la soledad. Todos forman parte de un todo.

 

Tales creencias y el sistema que las sustentaba comenzarán a entrar en crisis en los siglos XII y XIII, si bien no de manera simultánea en los diversos territorios europeos. Ello se deberá al surgimiento de nuevos modos de producción y de distribución, al auge del comercio y de la relación mercancía-dinero, es decir, de la economía monetaria pre-capitalista, y a la agudización –a otro nivel– del conflicto por el control efectivo del poder entre nobleza y monarquía.

 

De hecho, en parte alguna se da en pureza el sistema feudal. Entre los más excepcionales, sin embargo, figuran los países cristianos hispánicos, si bien Cataluña –a este respecto apéndice de Francia– es un caso aparte. En la Península, en efecto, debido a sus peculiares características históricas, como la presencia musulmana, las variadas y continuas relaciones entre ambas culturas y el fenómeno de la llamada «Reconquista», el desarrollo del feudalismo no alcanzó nunca el nivel europeo. La repoblación de los territorios del valle del Duero, por ejemplo, supone la existencia de una masa de pequeños propietarios campesinos libres, lo que impide la formación de un sistema feudal cerrado. Pero sus presupuestos teóricos e ideológicos funcionan claramente.

 

El siglo XII significa un auténtico despertar económico y cultural. Las ciudades crecen, y con ellas las rutas comerciales (pese a las limitaciones peninsulares, se produce el interesante hecho de barcos vascos comerciando por el Mediterráneo), la artesanía y la nueva economía monetaria, con lo que el sistema feudal basado en la producción para el simple consumo comienza a no satisfacer las necesidades de las capas más emprendedoras de la sociedad en desarrollo. Todo lo cual puede observarse, a nivel hispánico, en el florecimiento del Camino de Santiago, de los burgos que lo flanqueaban y de los «burgueses» que los habitaban. Será Italia la avanzadilla de este proceso, pues en la Península todo ello no se reflejará de modo notorio hasta el siglo XIII. No es casualidad que este despertar socio-económico vaya acompañado de unas nuevas manifestaciones culturales, como la creación de las primeras universidades y del rico estilo gótico; surgen también las tempranas traducciones al latín de obras árabes y clásicas.

 

Pero debido probablemente a las especiales circunstancias de los países cristianos hispánicos, a sus divisiones internas y a la fuerte presión ejercida por las oleadas de invasores africanos, y si bien Alfonso VI de Castilla conquista en 1085 la importante ciudad de Toledo, la derrota de Alarcos en 1195 ante los almorávides siembra la confusión entre los cristianos, cuya recuperación no llegará hasta 1212, con la espectacular victoria de Las Navas de Tolosa sobre los almohades. En el siglo XIII, en efecto, tendrán lugar las grandes conquistas de Fernando III: Córdoba, Sevilla, Cádiz. Hacia 1210 se crea en Palencia la primera universidad; la segunda, la de Salamanca, pocos años después. Por los mismos tiempos penetra el gótico en la Península, y los trabajos de la Escuela de Traductores de Alfonso X el Sabio propagan la ciencia oriental por Occidente; es también la época de la creación de la prosa castellana y el momento en que comienza la influencia de Aristóteles. El siglo XIII, en fin, ve la aparición de dominicos y franciscanos, que tanto habrían de influir en las diferentes esferas de la vida medieval.

 

 

EN LOS ALBORES MEDIEVALES.

LA PRIMERA LÍRICA

 

Desde el año 711, fecha de la invasión árabe de la Península, el mundo hispánico medieval adquiere caracteres bien diferentes a los europeos. A la existencia de cristianos y musulmanes se une la de los judíos; una ciudad peninsular cualquiera contará con tres barrios bien delimitados. Pero hay también otros grupos étnico-sociales, como los mudéjares y los mozárabes; los primeros, musulmanes en territorio cristiano; los segundos, cristianos en territorio musulmán. Es preciso recordar, además, que los reinos cristianos hispánicos constituían unidades políticas diferenciadas y de intereses a menudo contrarios, y que el juego de fuerzas incluía muchas veces alianzas con los musulmanes. También será necesario no olvidar que el fenómeno llamado «Reconquista», de ocho siglos de duración, no es en realidad un enfrentamiento violento y continuo entre dos religiones, sino que hubo largas épocas de coexistencia y de mutua comprensión y tolerancia, incluso de influencia de unos en otros. En este contexto brota la lírica románica peninsular, en sus varias manifestaciones: la mozárabe, la gallego-portuguesa y la castellana; la poesía catalana es inseparable de la provenzal, y puede considerarse que no es en verdad nacional hasta la aparición de Ramón Llull en el siglo XIII. En esta lírica tiene papel importante la concepción simbólica –mágica en ocasiones– de la realidad, en un mundo todavía orgánico, no fragmentado. Ese simbolismo funciona a dos niveles: en el sustrato pagano, vivo todavía en la mentalidad popular, y en el estrato religioso, que aprovecha al máximo, cristianizándolos, los viejos símbolos.La lírica mozárabe está compuesta por una deliciosa colección de jarchas, breves canciones que los poetas musulmanes y hebreos aprovechaban para finalizar sus poemas cultos (muwasahat). La jarcha más vieja de que se tiene noticia es anterior a 1042, pero bien podría ser previa al año 1000, para lo cual suelen aducirse razones de tradicionalidad popular. Las jarchas representan una expresión femenina del amor, dentro de un simbolismo y de una subjetividad actuante según esquemas bien establecidos, y de gran delicadeza y emotividad, así como de profunda sensualidad. Corresponden no a la cultura popular campesina, sino a una cultura urbana, la de las florecientes ciudades de la España musulmana, y son un perfecto ejemplo del mudejarismo social y cultural de los tres pueblos y las tres religiones peninsulares de la Edad Media. Si bien las jarchas originales son de exclusiva temática erótica, los poetas .que las toman de la minoría mozárabe las utilizan para sus propios fines, en ocasiones incluso políticos, como en el siguiente caso, en que una ciudad recibe la visita de cierto personaje importante:

 

Des kand mew Sidiello béned

-¡tan bona I-bixara!-

komo rayo de sol yésed

en Wad al-hayara.

 

[ «Cuando mi Cidiello viene, / ¡qué buena albricia! / Como un rayo de sol sale / en Guadalajara.» ]

 

En conjunto, se trata de un interesante fenómeno socio-cultural: las sencillas canciones de los mozárabes son recogidas y utilizadas por los grandes y exquisitos poetas no cristianos y no románicos, que las incorporan a sus composiciones cultas.

 

Mucho más compleja es la lírica gallego-portuguesa. Ofrece, para empezar, frente al anonimato popular de las jarchas, la presencia de abundantes autores conocidos y de todas clases sociales, desde reyes -como Alfonso el Sabio o don Dionís, su nieto- a clérigos y juglares; el más antiguo del que se tiene noticia nació en 1141. Las indudables características provenzales que esta lírica presenta se han explicado por la afluencia de peregrinos de allende el Pirineo a la tumba de Santiago de Galicia, «descubierta» en el siglo IX. La influencia provenzal aparece claramente en dos de los grupos en que suele dividirse la lírica gallego-portuguesa, en las cantigas de amor y en las de escarnio, las primeras dentro del mundo del amor cortés, tan típicamente feudal, y las segundas entroncadas con el sirventés satírico.

 

Los mismos autores que componían los alambicados conceptos cortesanos en las cantigas de amor podían escribir pornográficas y realistas cantigas de escarnio o críticas sociales y políticas, como Alfonso X, autor de las conocidas Cantigas de Santa María. Un dato más y de gran significación es el hecho de que en las cantigas de escarnio abundan, además, las parodias y desmitificaciones del amor cortés y de la poesía idealista, así como las críticas concretas de tipo social, por ejemplo contra infanzones y pequeños nobles, que encontraremos de nuevo y más adelante en la literatura castellana del siglo XIII; se ataca también la inmoralidad clerical. He aquí un fragmento de Pero da Ponte, escudero él mismo, de la época de Fernando III el Santo y de Alfonso X el Sabio:

 

 

En almoeda vi estar

oj' un ricom' e diss' assi:

-Quen quer un ricome comprar?

E nunca i comprador vi

que o quisesse nen en don,

ca dizian todos que non

daría un soldo por si.

E, u foron polo vender,

preguntaró-no en gran sen:

-Ricom', que sabedes fazer?

E o ricome disse: -Ren...

 

[ «En la almoneda vi estar / hoy un ricohome, y dijo así: / '¿Quién quiere un ricohome comprar?' / Y nunca allí comprador vi / que lo quisiese ni regalado, / pues decían todos que no / darían ni un sueldo por él / ... /  Y cuando fueron a venderlo / le preguntaron con gran sentido: / 'Ricohome, ¿qué sabes hacer?' / Y el ricohome dijo: 'Nada...'» ]

 

 

El grupo de las cantigas de amigo –en las que canta una joven– ofrece, entre otras situaciones típicas, poemas de romería, en conexión con los viejos ritos de fecundidad; poemas en que la enamorada, en soledad, contempla el mar desde la orilla... Siempre con obvias y continuas referencias a la naturaleza, al contrario de lo que sucede en las jarchas mozárabes, de acuerdo con dos diferentes realidades sociales: la campesina y marinera de Galicia, la ciudadana mozárabe.

 

 

La lírica castellana primitiva está formada por canciones y villancicos tradicionales que, salvo muy escasas excepciones, no constan por escrito hasta finales del siglo XV o ya en el XVI. Las coincidencias generales con las jarchas y con las canciones gallego-portuguesas son evidentes, especialmente en lo que se refiere a la utilización del simbolismo erótico y de la naturaleza. Sin embargo, la más vieja canción castellana conservada es de tipo histórico y militar, alusiva a la derrota que costó la vida al caudillo musulmán Almanzor el año 1002:

 

En Cañatañazor

perdió Almançor

el atamor.

 

[ «En Calatañazor / perdió Almanzor / el tambor.» ]

 

Abundan las canciones de trabajo campesino, de romería, etc., y no faltan, desde luego, las relacionadas con fiestas y motivos de origen erótico pagano, formando un auténtico cuadro de vida y costumbres. La lírica castellana tradicional será considerada ampliamente más adelante…

 

(continuará)

 

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario