martes, 11 de junio de 2024

 

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EL MÉTODO YAKARTA

 

Vincent Bevins

 

(…)

 

 

 

06

 

El movimiento 30 de septiembre

 

 

KONFRONTASI

 

La Malasia británica, una posesión colonial que abarcaba la península de Malaca desde la frontera tailandesa hasta el extremo de Singapur, era uno de los últimos y más importantes territorios británicos en Asia. Cuando Londres finalmente descolonizó la región y empezó a crear la nueva nación de Malasia, Sukarno se opuso en redondo a la forma que adoptaba. Consideraba que los ingleses estaban empleando estratagemas imperiales para debilitar a las fuerzas revolucionarias de Asia. Tenía en gran medida razón. Y Howard Jones lo sabía.

 

 

Los británicos no querían crear un país que fuera mayoritariamente de etnia china, dado que, en su opinión, demasiada población de la península, sobre todo en Singapur, simpatizaba con el comunismo. Como solución a este «problema», Londres añadió sus posesiones en la sección superior de la inmensa isla de Borneo a lo que terminaría siendo Malasia y excluyó la isla de Singapur. Este movimiento incorporaría pueblos tan distintos como Sarawak, Borneo y Sabah a la nueva Malasia, lo que diluiría la proporción de población de ascendencia china a niveles que los británicos consideraban aceptables. La mitad sur de Borneo formaba parte de Indonesia, por lo que los indonesios compartirían una larga frontera con territorios coloniales británicos agregados con calzador a Malasia solo para diluir el poder de la izquierda. Una comparación bastante burda sería imaginar que, después de que los movimientos revolucionarios barrieran Estados Unidos, el rey Jorge III hubiera hecho a los protestantes de Irlanda del Norte ciudadanos de Canadá para asegurarse de que los leales a la Corona ganaran a perpetuidad las elecciones al norte de la frontera estadounidense. Esta deliberada división y combinación de pueblos diferentes la llevaron a cabo los británicos, como es bien conocido, en África y en Oriente Medio con consecuencias que llegan a nuestros días. El presidente Sukarno también desconfiaba de Lee Kuan Yew, el primer ministro singapurense, porque la pequeña ciudad-Estado había cooperado con la CIA en los ataques de 1958 contra Indonesia.

 

Jones sabía lo que Gran Bretaña estaba haciendo. Pero quedó conmocionado por la respuesta de Sukarno. Después de que una pequeña rebelión en el norte de Borneo lo convenciera de que los locales se oponían a ser malasios, el presidente se declaró de forma muy clara y muy enérgica opuesto a la creación de Malasia en esos términos. Para profunda desazón de las autoridades británicas, Sukarno declaró a principios de 1963 que la formación de Malasia era

 

«el producto del cerebro, la lógica, los objetivos, los esfuerzos y la iniciativa del neocolonialismo».

 

 

El enfoque agresivo de Sukarno contó con el apoyo entusiasta del PKI, el apoyo más vacilante de los militares y, probablemente, el favor de gran parte de la población. El episodio terminó siendo conocido como Konfrontasi («confrontación», tanto en indonesio como en malayo) después de que Subandrio, el ministro de Exteriores, acuñara el término.

 

 

Sukarno hizo aquellas declaraciones justo cuando sus consejeros económicos viajaban a Washington a negociar con responsables del Fondo Monetario Internacional (FMI). La economía indonesia sufría a inicios de los sesenta, y el país estaba enzarzado en discusiones con Estados Unidos. Dos cuestiones eran las fundamentales. En primer lugar, Sukarno había destinado, desde 1958, una enorme proporción de los recursos nacionales a los militares y a sostener las disputas por Nueva Guinea Occidental y, en aquel momento, Malasia. En segundo lugar, Indonesia había empezado a reescribir la legislación que regía su industria petrolera después de expulsar a los neerlandeses, lo que preocupaba considerablemente a los altos mandos estadounidenses. The New York Times publicó un editorial en el que advertía de que Sukarno era «inexorablemente adicto a los excesos nacionalistas», a lo que añadía:

 

«Su gestión con las petroleras será una prueba fundamental de sus intenciones».

 

 

Las exigencias del FMI suponían la aplicación de un programa estructural de ajuste en Indonesia que obligaría a reducir gastos, incrementar la producción de materias primas para la exportación, devaluar la moneda, limitar el crédito y acabar con los subsidios gubernamentales. Los ministros de Sukarno aceptaron las exigencias del FMI, que tuvieron un impacto rápido, contundente y generalizado en la población: los precios se duplicaron, se triplicaron o incluso se quintuplicaron de la noche a la mañana. El PKI denunció que las medidas eran un ataque a los pobres, pero el Gobierno siguió adelante igualmente, al parecer decidido a asegurar el siguiente paquete de ayudas de Washington.

 

 

La Konfrontasi puso en duda todas estas delicadas negociaciones internacionales. Tropas indonesias empezaron a participar en escaramuzas de bajo nivel, al estilo del gato y el ratón, en la frontera malasia de la isla de Borneo. El Gobierno estadounidense estaba preocupado por su alianza con los británicos, cuyo apoyo quería mantener en Vietnam.

 

 

Sukarno sobrestimó gravemente su capacidad de influencia al presionar con la cuestión al Reino Unido y a la ONU. Algunas de sus decisiones distanciaron a aliados del Movimiento de Países No Alineados que había contribuido a fundar. Incluso muchos de sus amigos de otras naciones del tercer mundo consideraban que estaba cometiendo un error. Sin embargo, desde la perspectiva de Sukarno, la expansión de Malasia representaba una amenaza existencial a la integridad territorial de Indonesia. El presidente no daba en absoluto por seguro que la independencia poscolonial fuera a durar. Había sobrevivido a numerosos intentos de asesinato, veía la guerra reiniciarse en Vietnam y apenas unos años antes Estados Unidos había bombardeado el país en un intento de disgregarlo.

 

 

La izquierda indonesia sabía que los británicos habían utilizado su «Special Branch», la policía secreta, para capturar, sobornar e infiltrarse en el movimiento comunista malasio y asegurarse de que la descolonización tenía lugar tal y como la habían previsto. Con el Reino Unido dividiendo Malasia en un intento evidente de atacar a las fuerzas del nacionalismo de izquierda —del que Sukarno era posiblemente el defensor más famoso— al otro lado de la porosa frontera de la zona indonesia de Borneo, era probablemente inevitable sentir cierta intranquilidad y desconfianza.

 

 

Los responsables estadounidenses, sin embargo, únicamente entendían las reacciones de este tipo como una paranoia irracional; una visión compartida por el teórico de la modernización Lucian Pye, que llegó a considerar el antiamericanismo en los países poscoloniales una patología psicológica.

 

 

Con el incremento de las tensiones en la escena internacional, las cosas se tornaban más difíciles para los indonesios de a pie. La crisis económica dificultaba la adquisición de bienes básicos, y la vida se tornó confusa para aquellos que no se habían involucrado en las disputas políticas.

 

 

 

MAGDALENA

 

En la aldea de Purwokerto (Java Central), una joven tímida empezó a notar la presión de aquella situación. Magdalena creció en una familia campesina con dificultades, siempre de aquí para allá como resultado de los conflictos maritales, las enfermedades y la pobreza. Como la mayor parte de los habitantes de Java (con la notable excepción de aquellos de origen chino), era musulmana, pero nunca profundizó demasiado en el estudio del Corán. En el colegio le encantaba el gamelán, la tradicional formación musical javanesa en la que una pequeña orquesta de percusión toca piezas de conjunto meditativas y llenas de digresiones que pueden subir y bajar lentamente durante horas. Sin embargo, pronto la retiraron de todo aquello. Con trece años dejó los estudios para trabajar de sirvienta en una vivienda cercana. A los quince años volvió a casa —había enfermado su madre— y empezó a vender lo que podía a sus vecinos para conseguir algo de dinero: madera troceada, ensaladas, platos cocinados, mandioca frita, cualquier cosa con la que salir adelante. A los dieciséis años, cuando la Konfrontasi dominaba las conversaciones en la capital y la economía seguía debatiéndose, el pequeño negocio se fue a pique.

 

 

No había estado nunca en una gran ciudad, pero se comentaba que era más fácil encontrar trabajo en Yakarta. Una tía suya tenía algunos contactos en la capital y le dijo que podría ayudarla a establecerse allí. Así que se subió al tren y pasó un día entero de viaje, avanzando despacio en dirección al oeste por vías que habían construido los neerlandeses un siglo antes, hasta que llegó a Yakarta completamente sola. Cuando pasó por el Monumento Nacional, se quedó maravillada de lo grande que era: unas diez veces más alto que cualquier otro edificio que hubiera visto antes.

 

 

Lo de las oportunidades laborales era cierto. De manera casi inmediata empezó a trabajar en una fábrica de camisetas. Su nueva empresa la alojó en un pequeño apartamento compartido al lado de las oficinas, como a todas las demás chicas. Por la mañana se ponía su uniforme y esperaba. Apenas pasadas las seis, las chicas se apilaban en un gran camión que las llevaba de su pequeño domicilio de Jatinegara, en Yakarta Oriental, a Duren Tiga, en el sur, con la ciudad desfilando tras las ventanillas mientras amanecía. Trabajaban de siete a cuatro y el salario no estaba mal. Los hombres lavaban la tela y las mujeres la cortaban dándole la forma precisa. Alguien, en algún otro sitio, lo juntaba todo.

 

 

Las condiciones estaban bien, pensaba Magdalena, y enseguida comprendió que eso era gracias a la SOBSI, la red de sindicatos afiliada al PKI que acogía a la mayor parte de los trabajadores del país. Se incorporó al sindicato, como hacían todas, y después de unos cuantos meses le encargaron un pequeño cometido administrativo en la sede local, sin muchos quehaceres reales. Llegaba, cortaba la tela y se volvía a casa.

 

 

Aquella fue su primera y muy limitada introducción a la política indonesia. Apenas entendía los eslóganes revolucionarios ni la jerga ideológica que emitía la radio en el trabajo. Recuerda haber oído la palabra «NASAKOM» una vez y no tener ni la más remota idea de su significado. Apenas sabía nada del Partido Comunista, ni si tenía algo que ver con su trabajo. Lo que sí sabía era que la SOBSI formaba parte de todo aquello y que era de gran ayuda.

 

«Nos apoyaban, estaban a nuestro lado, y su estrategia funcionaba —recuerda—. Funcionaba realmente. Eso es lo que sabíamos».

 

 

Cuando salía del trabajo solía estar demasiado cansada para hacer gran cosa (y era un poco joven para aventurarse sola en la gran ciudad). Mantenía la cabeza gacha y observaba. No hablaba de política después del trabajo: se tumbaba y parloteaba con su mejor amiga en Yakarta, Siti, quizá chismorreando sobre chicos, comentando qué chicas tenían novio o marido. Aunque siempre había estado soltera, ya de niña, en Java, se dio cuenta de que todo el mundo la consideraba muy guapa. Salir con un chico era algo que quizá probaría más adelante. Por el momento estaba esforzándose en acumular algunos ahorros para una vida que fuera algo más segura.

 

 

Las noticias de la radio iban y venían, y Magdalena seguía trabajando. Si oyó las palabras «Lyndon Johnson» a finales de 1963, no supo qué significaban. Pero la muerte de John Fitzgerald Kennedy significó mucho para Indonesia…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Vincent Bevins. “El método Yakarta” ]

 

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