viernes, 2 de agosto de 2024

 

[ 616 ]

 

 

 

CARLOS MARX  / FEDERICO ENGELS

CORRESPONDENCIA

 

 

 

17. DE ENGELS A MARX

[Manchester] 3 de diciembre de 1851.

 

“Répresentants de la France, delibérez en paix!”

[ “¡Representantes de Francia, deliberad en paz!” ]

 

¿Y dónde podrían deliberar más pacíficamente esos caballeros que en las barracas de Orsay, custodiados por un batallón de chasseurs de Vincennes?

[ Esta carta fue escrita al día siguiente que Luis Bonaparte, presidente de la República Francesa desde diciembre ae 1848, hubo llevado a cabo su coup d’état (golpe de Estado), disolviendo la Asamblea Nacional y el Consejo de Estado. Luis Bonaparte fue proclamado emperador (Napoleón III) en diciembre de 1852. ]

 

La historia de Francia ha llegado a la etapa de la más completa comedia. ¿Podría imaginarse algo más cómico que esta parodia del 18 Brumario, llevada a cabo en una época de paz por el hombre más insignificante del mundo entero, con ayuda de soldados descontentos y, hasta donde puede juzgarse por el momento, sin encontrar resistencia alguna?

 

[ 18 Brumario (9 de noviembre de 1799), el día en que Napoleón derrocó al Directorio y asumió el poder supremo como Primer Cónsul. Napoleón Bonaparte fue proclamado emperador en 1804 ]

 

¡Y cuán espléndidamente han sido atrapados todos los viejos asnos! El zorro más astuto de toda Francia, el viejo Thiers, el abogado más elegante del foro, J. I. M. Dupin, atrapados con tanta facilidad como la rígida virtud republicana del general Cavaignac y el heroico charlatán Changarnier, en la celada que les tendió el ganso más notorio del siglo.

 

Y para completar el cuadro, un parlamento a la defensiva con Odilon Barrot haciendo de Lotee von Calbe, y este mismo Odilon reclamando que se lo ponga preso por tal violación de la Constitución, pero incapaz de huir a Vincennes. Toda la historia ha sido especialmente inventada para el Wolff [lobo] rojo; de ahora en adelante sólo él puede escribir la historia de Francia. ¿Ha habido jamás un coup d’état con proclamas más idiotas que las de éste? Y el absurdo aparato napoleónico, los aniversarios de la coronación y de Austerlitz, la provocación en contra de la constitución consular y así por el estilo; que algo así haya podido salir adelante por un día, degrada realmente a nuestros señores franceses a un nivel infantil nunca igualado.

 

La captura de los grandes abanderados del orden fue magnífica,

[ El partido del orden fue la coalición realista de terratenientes, financistas y grandes industriales, mediante el cual había gobernado Luis Bonaparte después de ser nombrado presidente en 1848. ]

excelentes las del pequeño Thiers y el audaz Changarnier. También magnífica fue la reunión de los secuaces del Parlamento en el décimo arrondisement con el señor Berryer gritando desde la ventana “¡Viva la República!”, hasta que todos terminaron por ser prendidos y encerrados bajo la vigilancia de los soldados en un patio de cuartel. Y luego el necio Napoleón, que se apresta a mudarse de inmediato a las Tullerías. Ni empeñándose durante todo un año se podría inventar comedia mejor.

 

Y por la noche, cuando el necio Napoleón se hubo acostado por fin en la tan deseada cama de las Tullerías, el muy imbécil tiene que haber empezado a maravillarse de lo que le había tocado. ¡El Consulado sin el Primer Cónsul! Dificultades internas no mayores que las corrientes en los últimos tres años, ninguna angustia financiera excepcional —aun en su propia bolsa—, ninguna amenaza a las fronteras de parte de la coalición, ninguna necesidad de franquear el San Bernardo o de obtener una victoria bajo Marengo. Es más que suficiente para desesperarlo a uno. Y ahora ni siquiera una Asamblea Nacional que lleve al fracaso los grandes proyectos del hombre incomprendido; no, porque ahora, sea como fuere, el asno es tan libre, tan sin ataduras, tan absolutamente idéntico al viejo en la noche del 18 Brumario, tan totalmente sin restricciones, que no puede dejar de exponer su asnal yo en todas las direcciones. ¡Espantosa perspectiva de falta de contradicciones!

 

Pero, ¿y el pueblo? Al pueblo no le interesa un comino todo este negocio, está tan contento como un chico con su regalo del sufragio universal, y también lo utilizará, probablemente, como un niño. ¿Qué puede resultar de las ridículas elecciones del domingo, si es que llegan a realizarse? Sin prensa, sin reuniones, con ley marcial en abundancia, y encima de todo esto la orden de proveer un diputado en catorce días.

 

¿Qué resultará de todo el asunto? “Si lo consideramos desde el punto de vista de la historia universal”, se presenta un espléndido tema para la declamación. Por ejemplo, queda por ver si son posibles los regimientos pretorianos del Imperio Romano —que presuponían un Estado ampliamente extendido y totalmente organizado según el molde militar, una Italia despoblada y la ausencia de un proletariado moderno— en un país geográficamente concentrado, densamente poblado y con un gran proletariado industrial como es Francia. Ahora bien: Luis-Napoleón no tiene partido propio; ha pasado por encima de los orleanistas y legitimistas, y ahora tiene que dar un viraje hacia la izquierda. Un viraje hacia la izquierda implica una amnistía, una amnistía implica un conflicto, etc. O bien: el sufragio universal es la base del poder de Luis-Napoleón, quien no puede atacarla, y el sufragio universal es ahora incompatible con un Luis-Napoleón. Y otros temas especulativos similares que podrían barajarse espléndidamente. Pero después de lo que vimos ayer, no se puede confiar en el pueblo para nada, y parece realmente como si desde su tumba el viejo Hegel, en su papel de Espíritu Universal, dirigiera la historia y dispusiera concienzudamente todos los acontecimientos para forzarlos a desarrollarse dos veces, una vez como gran tragedia y la otra como una vil farsa, con Caussidiére en lugar de Danton, Louis Blanc en lugar de Robespierre, Barthélemy en lugar de Saint-Just, Floçon en lugar de Carnot, y el bobo [Luis Napoleón] con la primera docena de tenientes entrampados que tuvo a mano, en lugar del Pequeño Caporal [Napoleón I] y su Tabla Redonda de mariscales. Así, ya debiéramos haber llegado al 18 Brumario.

 

El comportamiento del pueblo de París fue puerilmente estúpido. No es cosa nuestra: si el presidente y la Asamblea se matan entre sí, ¿qué nos interesa a nosotros? Pero que el ejército se encargue de darle a Francia un gobierno —y para colmo un gobierno como éste—, esto sí les concierne, y el populacho empezará a preguntarse qué clase de sufragio universal “libre” es éste que ha de ejercer ahora “por primera vez desde 1804”. Hasta dónde conducirá esta farsa el Espíritu Universal, que naturalmente está muy ocupado con la humanidad, y si veremos pasar ante nosotros el Consulado, el Imperio, la Restauración, etc., en el curso de un año, y si también la dinastía napoleónica habrá de recibir una paliza en las calles de París antes de que las cosas se vuelvan imposibles en Francia, sólo el diablo lo sabe. Pero tengo la impresión de que el asunto tomará un rumbo notablemente alocado y que los crapauds [ Crapauds. Literalmente, sapos. Apodo arrabalero de la burguesía francesa empleado por Marx y Engels. ] se encontrarán con una inaudita humillación.

 

Concediendo inclusive que Luis Napoleón se consolide por el momento, un absurdo como éste no puede durar mucho aun cuando los franceses han descendido a las más bajas profundidades posibles. Pero, ¿y después? Las perspectivas son endiabladamente poco favorables a la revolución, esto es evidente, y si los señores Blanc y Ledru-Rollin hicieron sus valijas ayer por la noche [ A fin de volver a Francia desde Londres, donde vivían como refugiados políticos. ], lo único que pueden hacer es desempacar hoy. La atronadora voz del pueblo todavía no los ha llamado...

 

 *

[ Esta carta da una estimación extraordinariamente clara y correcta del golpe de Estado de Luis Bonaparte, del 2 de diciembre de 1851, la que fue confirmada por acontecimientos posteriores. En una carta escrita a Marx el 26 de abril de 1853, Engels describía las consecuencias económicas del golpe de Estado de Napoleón, de la siguiente manera:

 

“.. .En Francia, el comercio parece marchar ya cuesta abajo. Hay una declinación especialmente notable en las importaciones directas de algodón norteamericano. Las exportaciones de Norteamérica, del 1 de setiembre al 6 de abril de cada año, son las siguientes:

 

1853

1852

1851

1850

A Inglaterra

1.100.000

930.000

757.000

592.000

A Francia

257.000

302.000

246.000

192.000

A otros países

204.000

189.000

163.000

105.000

 

De modo que Francia es el único país que, a pesar de la enorme cosecha norteamericana, ha comprado menos que el año pasado y apenas más que el año de la depresión política, el de 1851, en que el orden y la sociedad estuvieron a punto de precipitarse en el socialismo. En 1852. las importaciones muestran el temporario efecto mágico del coup d’état; pero 1853 muestra lo contrario. Algo se envió siempre de Liverpool a El Havre, pero nunca tanto como antes.  Tampoco en otros aspectos parece precisamente florecer la industria francesa. Esta vez la cosa es, al parecer, de veras seria, debido en particular al hecho de que las mercancías francesas están siendo suplantadas, en los mercados extranjeros, por manufacturas nacionales. La expulsión de gran cantidad de obreros entre 1851 y 1852 está comenzando a dar sus frutos; estoy convencido de que ha contribuido muy especialmente a la extensión y al progreso de la manufactura inglesa y norteamericana de mercancías, bronces, etc., parisienses.

Actualmente, la ley y el orden siguen expulsando al proletariado a través de las fronteras con impunidad, si bien mil veces menos que antes. Incluso en las épocas de paz más perfecta, este método de gobernar por medio de la continua explotación de la conspiración, con su destierro perpetuamente renovado de proletarios, mandaría al diablo a la industria francesa; ¡los ingleses y los yanquis saben, por cierto, cómo sacar ventaja del lado útil de esto! ”

 

El colapso de 1870 fue el resultado inmediato de los acontecimientos de los años 1850-1851. Estimando la situación política resultante del golpe de Estado, escribía Engels el 11 de diciembre de 1851 que “...no puede negarse que si, durante un proceso revolucionario, el partido revolucionario empieza a dejar pasar acontecimientos decisivos sin decir una palabra, o si interviene sin lograr la victoria, ese partido puede ser considerado, casi seguramente, como fuera de combate por un tiempo. Obsérvense las insurrecciones que siguieron al Thermidor ( Uno do los meses del calendario de la Revolución Francesa. El 9 Thermidor [ 27 de julio ] de 1794 fue derrocada la dictadura de la pequeña burguesía [ jacobinos ] por la contrarrevolución burguesa.) y a 1830; y esos caballeros que proclaman tan alto ahora que el verdadero pueblo sólo espera su oportunidad, están en peligro de encontrarse gradualmente en el mismo bote que los impotentes jacobinos de 1795-1799 y los republicanos de 1831-1839, a la vez que de desacreditarse grandemente”.

 

Más tarde, en sus notas sobre La dialéctica de la naturaleza y las ciencias naturales, de 1873-1876, escribía Engels respecto de los acontecimientos de 1848 y 1851:

 

“En la historia, es en todas las épocas críticas de las naciones dirigentes que se manifiesta claramente ese movimiento a través de contradicciones. En tales momentos, una nación sólo puede elegir entre las dos puntas de un dilema: ¡O esto o lo otro! Y ciertamente que el problema se formula siempre en una forma totalmente distinta de la deseada por los aficionados a la política que se encuentran entre los filisteos de todo período. Incluso el filisteo alemán de 1848 se encontró súbita e inesperadamente y contra su voluntad, enfrentado al problema de la vuelta a la vieja reacción en una forma más aguda, o a la marcha de la revolución hacia una república, incluso, tal vez, a la república única e indivisible de fundamento socialista. No se paró mucho rato a pensar y ayudó a crear la reacción de Manteufel como fruto del liberalismo alemán. Exactamente de la misma manera, el burgués francés de 1851 se halló frente a un dilema que ciertamente nunca había esperado: caricatura de imperio, poder pretoriano, y Francia explotada por una gavilla de pillastres, o una república socialdemócrata. Y se postró ante la banda de pillos a fin de poder continuar bajo su protección la explotación de los obreros.” (Marx-Engels Archiv)

 

Sobre la base social del bonapartismo, véase de Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, y de Engels, El problema de la vivienda.

 

 *

Thiers, Louis Adolphe (1797-1877). Historiador, político burgués y hombre de negocios de Francia. De 1832 en adelanté, ministro del gobierno de Luis Felipe. En 1871. cabeza del Gobierno de Versalles, verdugo de la Comuna de París. Hasta el 24 de mayo de 1873, presidente de la Tercera República. En la obra de Marx La guerra civil en Francia, es caracterizado como ‘la completa expresión intelectual de la corrupción de clase de la burguesía francesa”, ‘‘maestro de la minúscula pillería de gobierno, virtuoso del perjurio y la traición”, “consecuente únicamente en su codicia de riquezas y en su odio a quienes las producen”.

 

Dupin, André-Marie-Jean-Jacques (1783-1865). Abogado y hombre de negocios. En 1830, Luis Felipe lo hizo fiscal del Estado en la Corte de Apelaciones. Fue opositor de Thiers, no por principio sino por rivalidad. Durante ocho años, desde 1832, presidió la Cámara de Diputados. El 24 de febrero de 1848, habiendo servido lealmente a Luis Felipe, reconoció la República, declarando que ya hacía mucho tiempo que la administración de la justicia había sido conducida en nombre del pueblo francés. Pero en 1851 fue uno de los primeros en apoyar a Bonaparte, al ver que el éxito de éste estaba asegurado. Después del golpe de Estado del 2 de diciembre, retuvo su cargo de fiscal.

 

Cavaignac, Louis-Eugéne (1802-1857). General demócrata burgués, verdugo del proletariado parisiense en 1848. Participó en la conquista de Argelia, donde hizo su carrera militar y de la que llegó a ser gobernador (1830-1848). En 1848 fue ministro de Guerra del gobierno provisional. En las jornadas de junio de ese mismo año organizó la brutal represión del levantamiento de los obreros de París, en que por primera vez se empleó la artillería en la lucha callejera. En las elecciones presidenciales se opuso sin éxito a Luis Bonaparte.

 

Changarnier, Nicolas-Anne-Théodule (1793-1877). General francés, gobernador general de París después de la revolución de febrero de 1848, y luego miembro de la Asamblea Nacional. Por ser orleanista, Napoleón lo depuso en 1851 de su cargo de comandante en jefe de la Guardia Nacional y de la división militar de París.

 

Barrot, Odilon (1791-1873). Abogado y político burgués. Con el apoyo del “partido del orden’’ encabezó el ministerio durante el primer año de la presidencia de Luis Bonaparte (1848).

 

Löwe, Wilhelm (1814-1866). Médico. Conocido como Löwe de Calbe porque en 1848 fue electo miembro del Parlamento de Francfort por el distrito de Calbe. En ese parlamento, perteneció a la izquierda. En 1849 fue electo vicepresidente. Cuando el “parlamento del trasero” de izquierda se trasladó a Stuttgart, fue electo su presidente. Después de la revolución emigró.

 

Wolff, Ferdinand (1812-1895). Apodado der rote Wolff, el lobo rojo, por su barba pelirroja y sus opiniones avanzadas. Revolucionario amigo de Marx, miembro de la Redacción de Nene Rheinische Zeitung. Emigró y vivió en Inglaterra. El año en que Marx murió, Wolff era director de un establecimiento educacional.

 

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