jueves, 5 de septiembre de 2024

[ 630 ]

 

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( XIII )

 

Carlos Blanco Aguinaga, 

Julio Rodríguez Puértolas, 

Iris M. Zavala.

 

 

 

 

I

EDAD MEDIA

 

LA DISGREGACIÓN DEL MUNDO MEDIEVAL

 

 

 

 


POLÍTICA, SOCIEDAD, AMOR Y MUERTE. CANCIONEROS Y GRANDES POETAS 

 

Se produce en el siglo xv castellano un interesante fenómeno dentro del campo de la sociología literaria, como antes en Portugal: la aparición de los cancioneros. Son éstos colecciones de poesía en ocasiones muy extensas, compiladas bajo la protección de nobles o incluso reyes, y que responden a nuevos gustos y costumbres, indicativos de los inevitables cambios sociales. En un momento en que la imprenta no existe todavía, pero en el que se siente la necesidad de lectura en cortes y palacios, al calor del incipiente humanismo y de la propagación -dentro de ciertos límites- de la cultura, los cancioneros cumplen una clara función social. El noble no es ya -a pesar de la situación caótica provocada por las ambiciones aristocráticas- solamente guerrero y político, sino también cortesano, mecenas y cultivador él mismo, en muchos casos, del arte poético, como el propio rey Juan II, don Alvaro de Luna o el almirante Diego Hurtado de Mendoza (padre del futuro marqués de Santillana), entre otros varios y menos espectaculares casos. El citado Juan II tiene en torno a sí una verdadera «corte literaria», por no hablar ya de la de Alfonso V de Aragón, auténtica «corte humanista», tras la conquista de Nápoles en 1443. Los cancioneros proliferan durante la segunda mitad del siglo XV, y los diferentes tipos de manuscritos y de decoración que presentan indican también los diferentes estratos sociales a que van destinados, desde monarcas -para quienes se confeccionan ejemplares lujosos, con tintas de varios colores, hermosas letras capitales- a lectores burgueses. 

 

 

En estas condiciones, el converso Alfonso de Baena -también poeta- dedica el cancionero que lleva su nombre al rey don Juan, en el año 1445. Se trata de una abultada antología que incluye autores y poemas desde c. 1370, y que incluye toda una gama poética, comenzando con muestras de poesía escrita todavía en gallego-portugués y llegando a incluir poemas alegóricos de influencia dantesca, pasando por canciones y decires amorosos, obras de contenido moral y religioso, político y social; es decir, todo el espectro de manifestaciones poéticas del siglo XV y aún antes. Pueden apreciarse así los sucesivos cambios de estilo y de forma, sin que falten las polémicas rimadas al propósito. Coexisten en el CANCIONERO DE BAENA los poemas de arte menor y mayor, estos últimos coincidentes con la llamada escuela alegórica y doctrinal. Los poetas incluidos proceden de todas las capas sociales: el rey y los nobles, religiosos, hidalgos, conversos, moriscos... El ejemplo más representativo es el de Alfonso Alvarez de Villasandino, pues escribe desde c. 1370 hasta su muerte, hacia el año 1424. Villasandino resume en su obra todo lo dicho acerca del cancionero: comienza por ser poeta en gallego y termina por insertarse en lo alegórico-dantesco; es autor popular y erudito, obsceno y religioso, político, satírico y amoroso, incluso juglaresco, pues abundantes poemas suyos se dedican al prosaico tema de pedir dinero u otro tipo de ayuda a posibles mecenas. El representante máximo de la escuela alegórica, inspirado directamente en Dante, es Francisco Imperial, genovés afincado en Sevilla. En el Cancionero de Baena hay muestras muy interesantes de las contradicciones y diferentes fuerzas que actuaban en la sociedad castellana en transición. Un fraile, Diego de Valencia, plantea una inquietante cuestión en forma poética,Pregunta... por qué son los fidalgos: el franciscano no parece entender que existan las diferencias sociales basadas en la sangre, 

 


pues todos salimos de una raíz fallida e menguada e muy pecatriz.

 

[ «Pues todos salimos de la misma raíz, / podrida, pobre y muy pecadora. ] 

 


Ruy Páez de Ribera, hidalgo miserable, compone un alegórico Proceso que hubieron en uno la Dolencia e la Vejez e el Destierro e la Pobreza. Tras escuchar lo que cuatro personajes discuten acerca de sus respectivas jurisdicciones sobre el ser humano, el autor llega a la conclusión de que es la de la Pobreza la más poderosa: es el tema del dinero, que ya fue visto en varios autores del siglo XIV. Termina el poema de modo lapidario: 

 

yo nunca vi pobre que fuese donoso; tampoco vi rico que fués desdonado.

 

[ «Yo nunca vi un pobre con donaire; / tampoco vi nunca un rico sin gracia. ] 

 


Páez de Ribera es autor también de un decir a la reina Catalina, madre de Juan II, en que traza un negro cuadro de la época de tutorías del rey. Los nobles luchan entre sí para controlar la vida del país, mientras los hidalgos se arruinan y los campesinos son explotados sin piedad: 


desechados e perdidos 

andan muchos fijosdalgo

 

*********

 

Despechados e vendidos

son muy muchos labradores...

 

[ «Olvidados y perdidos / andan muchos hidalgos. / ... / Explotados y vendidos / son muchísimos labradores.» ]

 

 

A Gonzalo Martínez de Medina (hijo del tesorero mayor de Andalucía y converso) pertenece uno de los más conocidos poemas del Cancionero de Baena, el Decir que fue fecho sobre la Justicia e pleitos e de la gran vanidad deste mundo, violento ataque contra ricos y poderosos, nobles y eclesiásticos, pero también contra los agentes y representantes de la Justicia, instrumentos visibles de la opresión política, social y económica: 

 

Pues de abogados e procuradores
e aun de otras cien mil burlerías,
e de escribanos e recaudadores
que roban el reino por extrañas vías, 

yo non vi tantos en todos mis días; 

e tanto padesce este reino cuitado, 

que es maravilla non ser asolado, 

si el señor rey non quiebra estas lías.

 

 

[ «Pues de abogados y procuradores / y de otros mil tramposos, /  y de escribanos y recaudadores / que roban el reino por extraños modos, / nunca he visto tantos en toda mi vida; / e tanto sufre este reino miserable, / que es maravilla que no sea destruido, / si el señor rey no rompe estas ataduras.» ] 

 

 

Conviene dejar constancia de que en la década de los años sesenta se compilan otros importantes cancioneros, como el de Stúñiga (en torno a los poetas de Alfonso V de Aragón), el de Herberay des Essarts y el de Palacio, entre otros menores. Hacia 1490 comenzó a reunir materiales Hernando del Castillo para su magno Cancionero General, publicado en 1511, y en el que se incluyen poetas desde Juan de Mena en adelante. 

 

 

Bajo el reinado de Juan II -treinta años, no se olvide; en los que el poder efectivo estuvo en manos de Alvaro de Luna- florece todo un grupo de importantes poetas que, con la excepción de uno de ellos, Juan de Mena, pertenecen al mismo clan familiar y oligárquico: Fernán Pérez de Guzmán (c. 1376-1460), sobrino del canciller Ayala; Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (1398-1458), sobrino del primero de los citados; Gómez Manrique (c. 1412-1490), sobrino del marqués y tío de Jorge Manrique, quien ya vive con Enrique IV e Isabel I (c. 1440-1479). Todo el clan mendocino, en sus diferentes ramas, respondiendo a la defensa de sus intereses aristocráticos, fue enemigo jurado de Alvaro de Luna y de su política, e intervino continua y activamente en las luchas civiles de la época. 



FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN fue uno de los nobles encarcelados en 1432 por orden del Luna; tras ocho meses de prisión, parece haber abandonado la política para dedicarse a sus preocupaciones intelectuales. Será preciso mencionar de nuevo a este autor más adelante, al tratar de la prosa del siglo XV . Como poeta, coincide en muchos aspectos con su tío el canciller Ayala, y constituye un ejemplo importante del pensamiento estoico en forma poética. Rodeado de libros, de traducciones clásicas, sus poemas, que ofrecen dos planos bien definidos pero no incompatibles, el individual y el social, tienen un inconfundible aire de «prerrenacimiento». Pérez de Guzmán es autor de un extenso poema --octosilábico y de arte mayor-, Coplas de vicios y virtudes, en el cual aparecen conceptos inquietantes y sin duda sorprendentes viniendo de la pluma de este aristócrata; así, citando a Dante, señala: 

 

 

que do la virtud se muda 

non remane gentileza;

 

[ «Que donde la virtud se pierde  /  la hidalguía se pierde.» ]

 

 

y más adelante, escudándose en Séneca: 

 


si de lasangre la virtud descendiese 

esto bastaba a ser buena la gente.



[ «Si la virtud se heredase con la sangre, / esto bastaría para que las gentes fuesen buenas.» ] 

 

 

 

Pérez de Guzmán se hace eco de la idea humanista -y burguesa- de la dignidad del hombre y de la virtud individual, independientemente de los orígenes familiares. ¿Contradicción? Es posible, pero no hay que desdeñar el hecho de que Pérez de Guzmán escribe ya alejado de las actividades políticas en su retiro intelectual de Batres. En el mismo poema citado ataca el vicio de la avaricia -pecado de insolaridad cristiana y social- y las riquezas; considera cómo deben ser los buenos reyes y, en fin, retrata siniestramente la situación de Castilla, a la que él y su clan familiar tanto han contribuido: 

 

 

¡Oh, provincia infortunada, 

muy digna de reprehensión, 

tú más que otra nación
de aquestos vicios tocada 

eres, y contaminada, 

discordia en tus naturales, 

e de príncipes reales
sin justicia administrada! 

 


[ «¡Oh, país desgraciado, / muy digno de reprensión, / tú más que otra nación / dañada por estos vicios / estás, y contaminada, / discordias entre tus habitantes, / y por los príncipes reales / gobernada sin justicia! ] 

 

 

En otro de sus poemas, el titulado significativamente Confesión rimada, dentro de un marco tradicional insiste Pérez de Guzmán en los pecados que atentan contra la colectividad histórica y social. Aquí consta una importante idea. Al tratar de la Soberbia, escribe: 

 

 

De aquí comenzaron decir tuyo e mío
los que antes solían decir nuestro e nos. 

 

[ «Y así comenzaron a decir tuyo y mío / los que antes solían decir nuestro y nosotros.» ] 

 

 

Parece así como si Pérez de Guzmán, en sus meditaciones, hubiera llegado al auténtico fondo de la cuestión y la problemática de su época: la disolución del organicismo medieval y la aparición de la sociedad competitiva. 

 

 

De mucha mayor categoría es IÑIGO DE MENDOZA, MARQUÉS DE SANTILLANA, fundamental figura en la historia y en la literatura del siglo XV castellano, aristócrata y oligarca, latifundista, jefe del poderoso clan mendocino ramificado por todo el país, partícipe en conspiraciones y luchas contra el condestable Luna, en cuya caída intervino y cuya trágica muerte cantó, inmisericorde, en sus poemas. Soldado y poeta, es también un representante típico de la nobleza influenciada estéticamente por el humanismo prerrenacentista. Santillana reunió en su palacio de Guadalajara una rica biblioteca de textos clásicos, originales y traducidos, además de obras religiosas y modernas; supo rodearse de sabios y componer, en fin, una abundante obra literaria, de gran significación en su momento. 

 

 

Se ha considerado a Santillana como el primer historiador de la literatura peninsular con su Carta al condestable de Portugal, en que el marqués pone en orden sus ideas acerca del fenómeno poético y traza un breve cuadro de poetas. Pero lo más importante de esta Carta es la clasificación que de la poesía hace en tres categorías: «sublime», «mediocre», «ínfima». La primera es la compuesta en latín y griego, es decir, la clásica; la segunda, la escrita en lenguas vernáculas modernas; su idea, en fin, de la poesía ínfima, refleja bien a las claras la mentalidad aristocrática del autor, pues introduce ahora la división a nivel estético entre los que «mandan» y los que «sirven»: 

 

 

ínfimos son aquellos que sin ningunt orden, regla ni cuento facen estos romances e cantares de que la gente baxa e servil se alegra. 

 

[ «ínfimos son aquellos que sin ningún orden, regla ni concierto hacen estos romances y cantares de que gusta la gente baja y de estado servil.» ]

 

(continuará)

 

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