lunes, 2 de septiembre de 2024

 

[ 629 ]

 

LENIN

la coherencia de su pensamiento

 

György Lukács

 

 ( 04 )

 

 

 

Capítulo 2

EL PROLETARIADO COMO CLASE DOMINANTE

 

 

Lo insostenible de la situación rusa se reveló mucho tiempo antes del verdadero desarrollo del capitalismo, mucho tiempo antes de la aparición de un proletariado industrial. La disolución del feudalismo agrario y la descomposición del absolutismo burocrático no sólo eran desde hacía ya mucho tiempo hechos innegables de la realidad rusa, sino que habían dado origen, además -en la agitación campesina y en el aliento revolucionario de la llamada intelectualidad déclassée-, a capas sociales que se alzaban periódicamente contra el zarismo, aun cuando de modo oscuro, confuso y meramente elemental.

 

 

Es evidente que el desarrollo del capitalismo -por muy ocultos que tanto el hecho en sí como su importancia quedaran incluso ante los ojos más penetrantes- no podía menos de aumentar considerablemente esta conmoción objetiva y sus consecuencias ideológico-revolucionarías. En la segunda mitad del siglo XIX fue viéndose con claridad creciente que Rusia, todavía en 1848 el más seguro baluarte de la reacción europea, caminaba progresivamente hacia una revolución. ¿Qué carácter tendría ésta? ¿Qué clase iba a desempeñar en ella el papel dirigente? He aquí los únicos interrogantes, estrechamente relacionados entre sí, de la cuestión.

 

 

No hace falta subrayar que las primeras generaciones de revolucionarios se plantearon estos problemas de manera harto confusa. En los grupos que se alzaban contra el zarismo veían ante todo un conjunto unitario: el pueblo. La división entre intelectuales y obreros no podía, en última instancia, pasar inadvertida ni siquiera en este estadio del proceso, pero carecía de peso decisivo, ya que el "pueblo" aún no estaba en condiciones de ofrecer un carácter suficientemente pronunciado como clase y de entre los intelectuales sólo los revolucionarios sinceros se habían adherido al movimiento, revolucionarios conscientes, sin ninguna vacilación en lo concerniente a su deber primordial: integrarse en el "pueblo" y ponerse al exclusivo servicio de sus intereses.

 

 

De todos modos, la evolución europea no podía menos de influir de alguna manera, incluso en esta etapa del movimiento revolucionario, sobre el curso de los acontecimientos y, en consecuencia, sobre la perspectiva histórica desde la cual efectuaban los revolucionarios su valoración de aquellos. En este punto no podía menos de plantearse una cuestión ineludible: la evolución europea, es decir, la evolución capitalista, ¿constituía también el destino inexorable de Rusia? ¿Había de pasar Rusia también por el infierno del capitalismo para encontrar su salvación en el socialismo? ¿O iba a ser más bien capaz de saltar por encima de estas etapas evolutivas, en virtud de la especificidad original de su situación y de las comunas campesinas aún existentes en el país, encontrando directamente el camino del comunismo evolucionado a través del comunismo primitivo?

 

 

La respuesta no era entonces tan evidente como puede parecérnoslo hoy. He aquí cómo el propio Engels respondía en 1882 a esta cuestión: si una revolución en Rusia desencadenase al mismo tiempo una revolución proletaria en Europa, "la actual propiedad comunitaria rusa podría constituir el punto de partida de una evolución comunista".

 

 

No es este el lugar más adecuado para describir, ni siquiera por vía de esbozo, la historia de las luchas teóricas en torno a esta cuestión. Ocurre, tan sólo, que hemos tenido que escoger este problema como punto de partida de nuestro trabajo precisamente porque con él se planteó para Rusia la cuestión de la clase dirigente de la evolución en ciernes. Porque es evidente que el reconocimiento de la comuna campesina como punto de partida y fundamento económico de la revolución ha de convertir a los campesinos en la clase rectora de la transformación social.

 

 

Paralelamente a la diferencia existente entre esta base social y económica de la revolución rusa y de la de Europa, aquélla habría de procurarse también una fundamentación teórica distinta, una fundamentación heterogénea respecto del materialismo histórico, que no es, en definitiva, sino la expresión conceptual del necesario tránsito del capitalismo al socialismo que la sociedad realizaba o la dirección de la clase obrera. De manera, pues, que tanto el debate en torno a si Rusia está en condiciones de culminar un desarrollo de tipo capitalista, es decir, en torno a si el capitalismo puede o no desarrollarse en Rusia, como la controversia científico-metodológica sobre si el materialismo histórico puede ser, en definitiva, considerado como una teoría de la evolución social con validez universal, y la discusión, por último, acerca de la clase social llamada a convertirse en el verdadero motor de la revolución rusa, giran, indiscutiblemente, en torno al mismo problema. No son todas ellas sino formas ideológicas de expresión de la evolución del proletariado ruso: momentos del desarrollo de su autonomía ideológica (y su autonomía, en cuestiones de táctica y organización, etc.) respecto de las otras clases sociales.

 

 

Se trata de un penoso y largo proceso que todo movimiento obrero ha de vencer. En este caso únicamente son específicamente rusos los problemas particulares en los que el carácter específico de la situación de clase y de los intereses de clase del proletariado tienen una especial importancia. (En Alemania, durante el período de Lasalle, Bebel y Schweitzer la clase obrera se encontraba en este mismo estadio, siendo a este respecto la unidad alemana un problema de decisiva importancia.)

 

 

Ahora bien, estos problemas locales, de carácter particular, han de ser verdaderamente solucionados, precisamente como tales, si el proletariado pretende alcanzar autonomía de acción. La mejor formación teórica, si se limita a lo general, no sirve aquí de nada; si quiere tener eficacia práctica, ha de traducirse en la solución, precisamente, de estos problemas particulares. (Así, por ejemplo, el ardiente internacionalista Wilhelm Liebknecht, discípulo inmediato de Marx, tarda mucho más en tomar la decisión justa en este tipo de problemas, y lo hace, por otra parte, con bastante menos seguridad que los seguidores de Lasalle3 mucho más confusos, por el contrario, en el plano puramente teórico).

 

 

En esta ocasión es también específicamente ruso el hecho de que esta lucha teórica por la autonomía del proletariado, por el conocimiento de su papel dirigente en la revolución ascendente no haya encontrado en parte alguna una solución tan clara y precisa como la que encontró en Rusia. De tal modo que el proletariado ruso se ahorró, en buena medida, las vacilaciones y retrocesos que podemos encontrar en todos los países desarrollados (y no precisamente en las conquistas de la lucha de clases, en la que son inevitables, sino en la claridad teórica y en la seguridad táctico-organizativa del movimiento obrero). Dicho proletariado pudo -al menos en su capa más consciente- desarrollarse teórica y organizativamente de manera clara y rectilínea, del mismo modo que su situación objetiva de clase se desarrolló a partir de las fuerzas económicas del capitalismo ruso.

 

 

Lenin no ha sido el primero en emprender esta lucha. Pero sí ha sido el único en pensar todas estas cuestiones de manera radical, llevándolas hasta el final, el único que puso radicalmente en práctica sus puntos de vista teóricos.

 

 

Lenin era tan sólo uno de los portavoces teóricos en la lucha contra el socialismo ruso autóctono, contra los narodniki. Lo cual no es difícil de comprender, ya que su lucha teórica tenía como objeto demostrar el papel dirigente del proletariado en el inmediato porvenir ruso. Pero como la vía y los medios de esta discusión no podían consistir sino en probar que el curso evolutivo típico del capitalismo trazado por Marx (la acumulación primitiva) era válido también para Rusia, es decir, probando que en Rusia podía y tenía que surgir un capitalismo perfectamente definido, este debate debía poner -pasajeramente- en un mismo terreno a los portavoces de la lucha dé clases proletaria y a los ideólogos del capitalismo ruso naciente.

 

 

La diferenciación teórica del proletariado respecto de la masa general del "pueblo" no conllevó en modo alguno el conocimiento y la aceptación de su autonomía, de su papel dirigente. Todo lo contrario. La simple consecuencia mecánica y no dialéctica de la prueba de que las tendencias evolutivas de la vida económica rusa caminaban hacia el capitalismo, parece, en última instancia, la total aceptación de esta realidad, una estimulación, incluso, de su advenimiento. Y, sin duda, no sólo para la burguesía liberal, cuya ideología transitoriamente "marxista" resulta comprensible si se piensa que el marxismo es la única teoría económica que muestra la necesaria génesis del capitalismo a partir de la descomposición del mundo precapitalista.

 

 

Esta coincidencia ha de parecerles tanto más necesaria a todos los marxistas "proletarios" que conciben el marxismo de manera mecánica y no dialéctica. Unos marxistas que no comprenden -a diferencia de Marx, que lo aprendió de Hegel, liberándolo de toda mitología y todo idealismo y haciéndolo entrar así en su teoría- que el reconocimiento de la real existencia de un hecho o tendencia no implica en modo alguno que éstos deban ser reconocidos como realidad determinante de nuestra acción.

 

 

El deber sagrado de todo marxista no puede ser otro que mirar los hechos de frente, sin alimentar ilusión alguna respecto de ellos, en la medida, precisamente, en que para todo marxista verdadero ha de haber siempre algo más verdadero y, en consecuencia, más importante que los hechos o tendencias aislados: la realidad del proceso general, la totalidad de la evolución social. De ahí las siguientes palabras de Lenin: "Lo propio de la burguesía es crear e impulsar trusts, enviar mujeres y niños a las fábricas, arruinarlos en ellas, gastarlos y hundirlos en la mayor de las miserias. Nosotros no "reclamamos" una evolución de este tipo, no nos "adherimos" a ella; por el contrario, la combatimos. Pero, ¿cómo la combatimos? Sabemos que los trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas representan un progreso. No queremos retroceder al artesanado, a un capitalismo no monopolista y al trabajo de las mujeres en el hogar. iNuestro deseo es ir a través de los trusts y más allá de ellos hacia el socialismo!".

 

 

Con esto queda claro el sentido de la solución leninista a todo este conjunto de problemas. Y de ello se desprende que el reconocimiento de la necesidad de un desarrollo capitalista en Rusia y el progreso histórico a él ligado, en modo alguno significa que el proletariado deba cooperar a esta evolución prestándole su apoyo. Basta con que le dé la bienvenida, ya que sólo esta evolución prepara el terreno para el advenimiento del proletariado como factor decisivo de poder. Pero también debe saludarlo como condición previa, como supuesto básico de su propia lucha despiadada contra el verdadero agente de esta evolución: la burguesía…

 

(continuará)

 

 

 

 

[Fragmento de: LUKÁCS / LENIN la coherencia de su pensamiento]

 

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