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HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( XIV )
Carlos Blanco Aguinaga,
Julio Rodríguez Puértolas,
Iris M. Zavala.
I
EDAD MEDIA
LA DISGREGACIÓN DEL MUNDO MEDIEVAL
POLÍTICA, SOCIEDAD, AMOR Y MUERTE. CANCIONEROS Y GRANDES POETAS
(…) La obra poética de Santillana incluye un grupo de poemas alegóricos bajo la influencia del Dante de la Divina Comedia y de Petrarca, poesía culta y exquisita, en ocasiones deliberadamente oscura, en la que cabe destacar el Infierno de los enamorados, de modelo dantesco, y laComedieta de Ponza, con ocasión del desastre naval de Alfonso V de Aragón en 1435 (episodio previo a la gran conquista de Nápoles por los aragoneses algunos años después). Compuso Santillana también villancicos, canciones y decires de inspiración vagamente popularizante, y varias serranillas, de gran lirismo y sensualidad, en las que no falta la presencia –otra vez– de su aristocratismo. En la número 1, ante la agresividad de la serrana de Moncayo, el marqués se identifica orgullosamente:
aunque me vedes tal sayo, en Agreda soy frontero,
e no me llaman Pelayo, maguer me vedes señero.
[ «Aunque me ves vestido así, / soy jefe de la frontera de Agreda, / y no me llaman «Pelayo» / aunque me ves que vengo solo.» ]
Su actitud de hombre acostumbrado a lograr y satisfacer sus deseos aparece en la número 111; declara así su interés por la campesina de Lozoyuela:
de guisa la vi
que me fizo gana
la fruta temprana.
[ «Tal era ella, / que me entró gana de comer / la fruta temprana.» ]
Los poemas religiosos y morales de Santillana, sus Proverbios, de pie quebrado, por ejemplo, entran de lleno en los convencionalismos al uso. En los políticos se muestra enemigo feroz de Alvaro de Luna, acusándole de todos los vicios posibles y recreándose en su desgraciada caída y lamentable muerte. Por último, los Sonetos fechos al itálico modo son cuarenta y dos composiciones en que el marqués intenta adaptar a un castellano poco flexible el ende- casílabo italiano, intento fallido por corresponder muchas veces el ritmo no al del soneto mismo, sino al del arte mayor castellano. Será preciso esperar al siglo XVI para que se logre una auténtica castellanización del soneto (cf. II.1 C). Los de Santillana, con todo, presentan delicadeza y decoración italianizantes, tanto formal y ambiental como en la utilización de elementos mitológicos, bíblicos e históricos. El titulado Soneto... quejándose de los daños deste reino es una pieza maestra de hipocresía y partidismo político, en que el autor pasa revista a los males de Castilla, de donde han huido Fe, Caridad, Esperanza, Justicia, Templanza e Igualdad; el reino se halla dominado por el caos, un caos que, será preciso recordar, el propio Santillana contribuyó ardorosamente a crear, en defensa de sus intereses de clase y de clan. Detalle final. En las populares Coplas de la Panadera -de que se tratará en 1.3 B- Santillana aparece descrito irónicamente del siguiente modo:
con fabla casi extranjera,
armado como francés,
interesante punto de vista hostil al erudito, orgulloso y poderoso aristócrata.
Al llegar aquí, y con objeto de no forzar la cronología, conviene hacer un paréntesis dentro del grupo de poetas mendocinos para tratar de JUAN DE MENA (1411-1456). Mena era, en efecto, contemporáneo de Santillana, por quien, a pesar de las radicales diferencias políticas y de clase, fue tenido en gran estima. Nacido en Córdoba de padres de mediano estado y muy probablemente de origen converso, Mena estudió en Salamanca y viajó a Roma, lo que le puso en contacto directo con el humanismo renacentista. De regreso a Castilla, llegó a ser secretario «de cartas latinas» de Juan II; fue asimismo protegido por Alvaro de Luna. La descripción que de Mena hizo otro contemporáneo suyo, nos lo presenta con los rasgos de un intelectual puro:
trabes magrescidas las carnes por las grandes vigilias tras el libro, mas no durescidas ni callosas de dormir en el campo; el vulto pálido, gastado del estudio, mas no roto ni recosido por encuentros de lanza.
[ «Tienes el cuerpo enflaquecido por las grandes vigilias con los libros, pero no endurecido ni calloso de dormir en el campo; el rostro tiene pálido, gastado por el estudio, pero no herido ni señalado por los golpes de la lanza» ]
Mena es un espíritu humanista que sometió a una implacable latinización la lengua castellana, de modo comparable a lo que hizo Góngora en el siglo XVII. Su poema Coronación del marqués de Santillana (dedicado al gran magnate y buena prueba de la amistad que les unía) fue glosado y comentado por el propio Mena en una prosa en verdad retórica y ambiciosa, que también aparece en su Homero romanceado.
Pero su gran obra es el Laberinto de Fortuna, extenso poema alegórico de casi trescientas estrofas de arte mayor, con influencias de los grandes autores latinos y con continua referencia a personajes clásicos y mitológicos, en que léxico y sintaxis se latinizan en grado increíble. La estructura del poema ofrece gran complejidad. El poeta es arrebatado por la diosa Belona, que le abandona en un desierto. Desde allí será guiado por la Providencia, que le muestra las diferentes partes del mundo entonces conocido. Ve después las tres ruedas de la Historia, pasado, presente y futuro, en el maravilloso palacio de la Fortuna; en la primera aparecen personajes mitológicos y extranjeros; en la segunda, de la Historia peninsular; en la tercera, en fin, se profetiza el esplendoroso porvenir que espera a Castilla bajo Juan II y Alvaro de Luna; es al rey, precisamente, a quien Mena dedica su poema. Mas toda esta complejidad no es sino el artificio culto sobre el cual Mena monta el verdadero propósito, que no es, como podría creerse, hacer un mero alarde de erudición y de intelectualismo, sino la construcción de un elaborado poema nacional -épico incluso, en un sentido no muy estricto del término y político: propaganda de muy alto nivel en favor de Alvaro de Luna y de sus intenciones, ataque contra los nobles lanzados a la conquista del poder frente a la Monarquía y al condestable. La contradicción que supone el hecho de que un poema político como lo es el Laberinto manifieste su ideología en términos tan exclusivistas ha sido resuelta teniendo en cuenta que Mena dirige su obra directamente al rey y sin duda también a Luna, uno y otro, soberano y favorito, poetas y hombres cultos. No se trata, en todo caso, de una propaganda abierta y popular, sino cerrada y elitista. Véase el retrato del condestable que aparece en el Laberinto:
Este cabalga sobre la Fortuna
e doma su cuello con ásperas riendas,
………………..
míralo, míralo en plática alguna
con ojos humildes, non tanto feroces:
¿cómo, indiscreto, e tú non conoces
al condestable Alvaro de Luna?
Agora, respuse, conosco mejor
aquel cuyo ánimo, virtud e nombre,
tantas departes le fazen de hombre
cuantas estado le da de señor,
las cuales le fazen ser merecedor
e fruto de mano de nuestro grand rey,
e clara esperiencia de su firme ley,
e de la Fortuna jamás vencedor.
[ «Este cabalga sobre la Fortuna / y doma su cuello con fuertes riendas, / ... / míralo, míralo hablando / con ojos humildes y no feroces: / ¿cómo, indiscreto, no conoces / al condestable Alvaro de Luna? / Ahora, repuse, conozco bien / a aquel cuyo ánimo, virtud y nombre / contribuyen de tal modo a hacerle hombre / como su estado a hacerle señor, / todo lo cual le hace ser merecedor / y favorito de nuestro gran rey, / y clara muestra de su firme lealtad, / y de la Fortuna siempre vencedor.» ]
La oligarquía nobiliaria, por su parte, aparece así, tras de una famosa escena en que Mena hace que los nobles acudan a las artes mágicas de una hechicera, en su deseo de acabar con su poderoso enemigo:
¡Cuántos fizieron palabras osadas
con vana soberbia de los mudamientos!
Fortuna, que nunca nos tovo contentos,
faze ya muchos partirse, dexando
al su señor propio, non bien acatando
qué fin habrían sus merecimientos.
……………
¡Oh, rica nobleza, oh grand fidalguía,
oh ínclita sangre, tú, cómo sostienes
por vana codicia de mundanos bienes
tocar los humanos en tal villanía!
[ «¡Cuántos dijeron palabras atrevidas / con vana soberbia al cambiar de partido! / La Fortuna, que nunca nos ha tenido satisfechos, / hace ya que muchos se alejen, dejando / a su verdadero señor, sin fijarse bien / en qué terminarían sus acciones. / ... / ¡Oh, rica nobleza, oh gran hidalguía, / oh ínclita sangre, tú cómo permites / que por vana codicia de bienes mundanos / los hombres cometan tal villanía!» ]
En 1453 es derrocado y muerto el condestable; Juan II morirá al año siguiente. El último poema de Mena, Coplas contra los Pecados Mortales, refleja con claridad la terrible desesperanza de su autor. Ya no se trata de una obra oscura y elitista, que si bien continúa dentro de la escuela alegórica, escrita en octosílabos presenta un elemental enfrentamiento entre la Razón y los siete pecados capitales, en evidente conexión con los viejos debates medievales. La muerte interrumpió la tarea del poeta, que fue continuada -entre otros- por Gómez Manrique; el autor del Laberinto alcanzó a redactar la polémica de la Razón con la Soberbia, Avaricia, Lujuria e Ira. El desencanto de Mena llega a tal punto que al comienzo de sus Coplas desprecia toda poesía no inspirada por las musas cristianas, y a vueltas de pensamientos senequistas y religiosos, no olvida, sin embargo, sus actitudes políticas, atacando de nuevo a la nobleza e incluso a los fundamentos de la misma:
no solamente no basta
que vengas de noble gente;
la bondad de la simiente
tu soberbia te la gasta,
e la virtud se contrasta
que por el linaje cobras
si no responden tus obras
a la tu tan noble casta.
[ «No solamente no basta / que procedas de noble familia; / la perfección de la simiente / tu soberbia la destruye, / y la virtud que por el linaje / adquieres se pierde / si no responden tus acciones / a tu casta tan noble.» ]
Pero la avaricia es el gran mal que corroe a «esta comuna» castellana:
cocatriz es una sola
animalia que te toca,
que tiene grande la boca
y salida no ninguna.
[ «El cocodrilo es el único / animal con el que te puedes comparar, / que tiene grande la boca / y ninguna salida.» ]
Igualmente nociva es la hipocresía:
¡Oh, vil, triste hipocresía,
oh, doble cara dañosa,
red de sombra religiosa,
encubierta tiranía!
[ «¡Oh, vil, triste hipocresía, / oh, ser maligno de dos caras, / red de sombra religiosa, / encubierta tiranía!» ]
En su Razonamiento que hace con la Muerte, breve y sencillo poema octosilábico, Mena parece experimentar cierto placer al retomar un conocido tópico y recordar a los poderosos su inevitable final:
caídos son en pobreza:
no lea vale la riqueza
ni mal ganados,
…….
tú los fazes ser iguales
con los simples labradores.
[ «Caídos son en la pobreza: / de nada les vale la riqueza / ni tesoros mal ganados, / ... / tú los igualas / con los simples labradores.» ]
Mena pasa así de un momento de exaltación optimista en que confía en el triunfo de Alvaro de Luna y de lo que él representa, momento manifestado poéticamente del modo más culto posible, a este otro en que destruidas sus esperanzas y su partido, se vuelve a un estilo mucho más sencillo y popular y termina por remitir el castigo de los todopoderosos nobles a un más allá «democratizante» y justiciero de acuerdo con el conocido tema de las danzas de la muerte. Juan de Mena, alto funcionario del aparato burocrático, intelectual, amigo de Santillana, se inserta en el cuadro del patriciado urbano y burgués, grupo social en que, según sabemos, Alvaro de Luna apoyaba buena parte de su política anti-aristocrática.
GÓMEZ MANRIQUE (c. 1412-1490) es el continuador de las tareas políticas y poéticas de su tío el marqués de $antillana. Anti-Luna furibundo, como toda su familia –su hermano Rodrigo Manrique, por ejemplo, disputaba el maestrazgo de Santiago al propio condestable–, continuó interviniendo en los hechos de Castilla durante toda su vida. Fue también enemigo de Enrique IV; en 1458 llegó a desnaturalizarse del reino con otros miembros de la oligarquía; en 1465 participaba activamente en la rebeldía nobiliaria contra el rey; al pasarse después al bando de la futura Isabel I, es premiado en 1477 con la regiduría de Toledo. Su cultura no era nada despreciable, si bien no alcanzó las cimas de Santillana. Es más conocido como autor teatral, pero dejó más de cien poemas conocidos, pertenecientes por lo general al arte menor y al género cancioneril, amoroso, satírico y ligero, sin que falten muestras alegóricas, como el Planto de las Virtudes y Poesía, compuesto en 1458 con motivo de la muerte de Santillana.
Preocupado -y con razón- por la situación de Castilla, es autor asimismo de varios poemas sobre tal tema, explicando en otros sus ideas sobre el gobierno y la administración, especialmente en el conocido Regimiento de príncipes, dedicado a Isabel y Fernando antes de acceder éstos al trono. Gómez Manrique continuó y terminó las interrumpidas Coplas contra los Pecados Mortales de Juan de Mena, en las que dentro de un moralismo convencional, llega a plantearse una aguda cuestión: si todos los seres humanos nacen y mueren iguales, ¿por qué no lo son en la realidad?:
Todos somos de una masa
a la cual nos tornaremos,
pues ¿por cuál razón seremos
desiguales en la tasa?
La respuesta es vaga y contradictoria, mezcla de conformidad senequista y cristiana, con la alusión final a los insondables designios divinos, los cuales, además, no deben investigarse. Mas conviene recordar un episodio ocurrido durante su administración de Toledo, en que hubo de enfrentarse con una conspiración que intentaba entregar la ciudad a Alfonso V de Portugal, en guerra con Isabel y Fernando a causa de la debatida legitimidad de Juana la Beltraneja; motivo de inquietud era, asimismo, que conversos y gentes de oscuro linaje habían obtenido puestos y oficios públicos de la ciudad. Gómez Manrique se refiere así a la cuestión, en texto a él atribuido:
mirad agora cuánto yerra el apasionado des te error ... pues todos so- mos nacidos de un padre e de una masa, e ovimos un principio noble... E habéis de creer que Dios fizo homes, e no linajes en que escogiesen. A todos fizo nobles en su nacimiento.
[ «Mirad ahora cuánto se equivoca el que cae en este error..., pues que todos somos nacidos de un mismo padre y de una misma masa, y tuvimos todos un principio noble... Y habéis de creer que Dios hizo hombres, y no linajes para escoger entre ellos. A todos hizo nobles al nacer.» ]
El problema continúa dentro de un marco religioso, pero totalmente humanizado, en que este intelectual y aristócrata del cuatrocientos pretende hallar una adecuada y digna vía de solución, de la cual no debe de andar lejos la motivación política del cargo que ostentaba en Toledo y su adhesión al partido de Isabel I.
Gómez Manrique se lamenta más de una vez de que las guerras civiles de Castilla no le permiten entregarse a sus afanes intelectuales:
con las revueltas de hogaño
está mi pluma distrata;
que las horas y candelas
que se gastaban leyendo,
agora gasto poniendo
rondas, escuchas y velas.
[ «Con las revueltas presentes / está mi pluma ociosa, / que las horas y velas / que se gastaban leyendo, / ahora gasto poniendo / rondas, centinelas y vigilantes.» ]
Con todo, pudo el noble señor dedicarse también a la literatura, si bien muchas veces sus obras tienen que ver, precisamente, con la actualidad y los sucesos del país, como sucede en la Exclamación y querella de la gobernación:
En un pueblo donde moro
al necio fazen alcalde;
hierro precian más que oro,
la plata danla de balde
………
condenan a muchos vivos,
quieren salvar a los muertos;
los mejores valen menos:
mirad que gobernación,
ser gobernados los buenos
por los que tales no son.
[ «En un pueblo donde vivo / al necio hacen alcalde; / el hierro estiman más que el oro; / la plata la dan de balde / ... / condenan a muchos vivos, / quieren salvar a los muertos; / los mejores valen menos: / mirad que gobernación, / ser gobernados los buenos / por lo que tales no son.» ]
Ingenuamente, ha querido verse en estos y otros versos semejantes una nobleza de miras y de sentimientos «patrióticos» en verdad indefendibles, si no olvidamos que, a fin de cuentas, se trata escuetamente de una declaración de afinidades políticas, de un ataque contra aquellos grupos del poder que no coinciden en intereses con los de aquél otro a que pertenece Gómez Manrlque.
JORGE MANRIQUE (c. 1440-1479), sobrino del anterior y cuarto hijo de Rodrigo Manrique, conde de Paredes, murió en el asalto al castillo de Garci-Muñoz, siguiendo el bando de Isabel frente al de Juana la Beltraneja. Manrique es autor de ligeros poemas cancioneriles, pero su magno poema, las Coplas por la muerte de su padre -fallecido en 1476-, constituye la cima de la poesía castellana medieval. Uno de los mayores valores de estas cuarenta estrofas de pie quebrado, si no el mayor, es su temporalidad. Si la poesía, como ha dicho Antonio Machado, es la palabra en el tiempo, aquí se alcanza la perfección poética y temporal. Partiendo del tema concreto de la muerte de su padre, Manrique llega al comentario dolorido de la circunstancia humana en la vida y ante la muerte. Para mejor caracterizar esta circunstancia, medita el poeta sobre el paso del tiempo, que une con la existencia de la muerte inevitable y -cómo no- «democratizante»:
allegados, son iguales
los que viven por sus manos y los ricos.
Manrique resume así las sutilezas tradicionales sobre estamentos feudales en dos clases radicalmente delimitadas, pobres y ricos. Todo pasa: hermosura, juventud, incluso linaje y nobleza; cuando
...vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
«La sangre de los godos», papas, emperadores, prelados y nobles,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
A Jorge Manrique no le importa lo ocurrido en Troya ni en Roma, abstractamente llegado hasta él a través de conocimientos librescos; le importa recordar, con angustia, lo más inmediato: «vengamos a lo de ayer». Juan II, los infantes de Aragón, los nobles causantes de tantos males, ¿qué se hicieron, dónde están ahora? ¿Y las damas, no ya de antaño, como en el francés Villon, sino de ayer mismo? Enrique IV y sus tesoros, «¿dónde iremos a buscallos?». ¿Y el infante don Alonso, inocente arrastrado por el viento de las ambiciones de la oligarquía aristocrática? Alvaro de Luna, «tan privado», duques, marqueses, condes, todos han desaparecido. Ello, si bien expresado de forma extraordinariamente patética y auténtica, coincide con una serie de tópicos medievales bien conocidos, presentes de modo especial en las danzas de la muerte. Pero algo hace de Manrique un autor de transición hacia el Renacimiento, y es su teoría de las tres vidas, la de este mundo, la del más allá y la de la fama, es decir, el deseo de perduración personal por encima de la muerte, coincidente con aspectos importantes de la ideología humanista y burguesa, ya desarrollada totalmente en otros pensadores europeos, pero no, y a pesar de todo, en el propio Manrique. De ahí ese «equilibrio angustiado» con que terminan sus coplas, intento de superar -la memoria como consuelo- unas contradicciones que todavía señalan la oscilación entre los viejos y los nuevos tiempos…
(continuará)
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