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CARLOS MARX / FEDERICO ENGELS
CORRESPONDENCIA
25. DE MARX A ENGELS
Londres. 27 de julio de 1854.
... Un libro que me ha interesado mucho es el de Thierry, Histoire de la formation et des progrés du tiers état (Historia de la formación y del progreso del tercer estado), de 1853. Es notable la indignación con que este caballero —padre de la "lucha de clases" en la historiografía francesa— se encoleriza con los escritores “modernos” que en nuestros días ven igualmente un antagonismo entre la burguesía y el proletariado, y que incluso desearían detectar las huellas de esta oposición en la historia del tercer estado antes de1789. Se toma mucho trabajo en probar que el tercer estado incluye todos los rangos y condiciones a excepción del clero y la nobleza, y que la burguesía desempeña su parte como representante de todos estos otros elementos. Cita, por ejemplo, de los informes de la Embajada veneciana: “Aquellos que son llamados los estados del reino son de tres órdenes de individuos: el clero, la nobleza y el orden restante de aquellas personas que por consentimiento común pueden denominarse el pueblo Si M. Thierry hubiera leído nuestras cosas sabría que la clara oposición de la burguesía al pueblo sólo empieza, naturalmente, cuando la burguesía deja de oponerse al clero y a la nobleza como tercer estado. En cuanto a las “raíces históricas de un antagonismo nacido apenas ayer su libro aporta la mejor de las pruebas de que esas “raíces” nacieron apenas nació el tercer estado. Este crítico, por lo demás inteligente a su manera, ante la fórmula Senatus populusque Romanas [Senado y pueblo de Roma] estaría obligado a sacar la conclusión de que nunca hubo otra oposición en Roma que entre el Senado y el pueblo. Lo que me ha interesado es ver en los documentos que cita, que la palabra “catalla” “capitalia” —capital— aparece con el surgimiento de las comunas. Más aún, M. Thierry' ha demostrado contra su voluntad que nada hizo más para retardar la victoria de la burguesía francesa que el hecho de que hasta 1789 no se decidiera a hacer causa común con los campesinos. Expone bien, aunque no como un todo vinculado: 1) Cómo desde el principio, o al menos después del surgimiento de las ciudades, la burguesía logra muchísima influencia constituyendo el parlamento, la burocracia, etc., y no como en Inglaterra, simplemente mediante el comercio y la industria. Esto sigue siendo, por cierto, característico de Francia aun en nuestros días. 2) De su informe se deduce claramente de qué manera surge una clase y al mismo tiempo, cómo las diversas formas en que se encuentra su centro de gravitación en distintas épocas desaparecen, y cómo perecen las diversas partes de esta clase, que habían adquirido una influencia gracias a esas formas. Esta serie continua de metamorfosis que efectúa una clase antes de acceder a la dominación, no había sido todavía en parte alguna tan bien descrita, por lo menos en lo que concierne a la documentación. Desgraciadamente, al tratar de las corporaciones, guildas. etc. –de las formas en que, en una palabra, se desarrolló la burguesía industrial– se limita casi por entero a frases generales y universalmente conocidas, si bien aquí también sólo él conoce la documentación. Lo que desarrolla y subraya bien es el carácter conspirativo y revolucionario del movimiento urbano en el siglo XII. Los emperadores alemanes Federico I y Federico II, por ejemplo, lanzaron edictos en contra de esas “communiones” [comunas], “conspirationes” y “conjurationes”, muy en el espíritu de la Dieta federal alemana. Federico II, en particular, en 1226, provoca gran alharaca al declarar que todos los “consulados”, y demás cuerpos municipales libres en las ciudades de Provenza quedan anulados y sin validez:
“Recientemente ha llegado a nuestro conocimiento que las guildas de ciertas ciudades, ciudades-mercados y otros lugares, han constituido por su propia cuenta tribunales, autoridades, oficinas, administraciones y ciertas otras instituciones de esa clase... y por cuanto en muchas de ellas... estas cosas se han trasformado ya en abuso y mala práctica... por la presente, en virtud de nuestro poder imperial, revocamos esas jurisdicciones, etc., así como las concesiones respecto de ellas obtenidas, lo sabemos de cierto que por intermedio de los condes de Provenza y de Forcalquier, y las declaramos nulas y sin validez”.
Más adelante dice:
“Prohibimos también todas las convenciones y conjuraciones dentro y fuera de las ciudades; entre ciudad y ciudad, entre persona y persona o entre ciudad y persona o de cualquier clase que sea.” (Decreto de paz de Federico I).
“Que ninguna ciudad ni ciudad-mercado pueda organizar comunas, constituciones, uniones, ligas o conjuraciones de ninguna clase, sea cual fuere el nombre que lleven, y que no podemos ni debemos permitir que sin el consentimiento de su señor las ciudades y mercados formados en nuestro imperio tengan derecho de establecer comunas, constituciones o conspiraciones de clase alguna, sea cual fuere su nombre.”
(Decreto del rey Enrique contra las comunas urbanas)
¿No es este exactamente el mismo duro estilo profesoral alemán que más adelante hizo estragos en el seno de la “Comisión Central” de la Confederación? La Commune jurée [comuna juramentada] no penetró en Alemania más allá de Tréveris, y allí le puso fin el emperador Federico I en 1161:
“Toda unión de los ciudadanos de Tréveris, que también es llamada confederación juramentada y que hemos abolido en la ciudad... pero que, como ha llegado a nuestros oídos, ha sido, sin embargo, establecida más tarde, será disuelta y declarada nula y sin validez”
Esta política de los emperadores alemanes fue explotada por los reyes franceses, quienes apoyaron en secreto a las “confederaciones juramentadas’ y “comunas” en Lorena, Alsacia, el Delfinado, el Franco-Condado, el Lyonnais etc., a fin de separarlos del Imperio alemán:
“De acuerdo con la información que ha llegado a nuestra Alteza, el rey de Francia... está intentando corromper la sinceridad de vuestra lealtad”
Exactamente la misma política que adoptaron esos señores para hacer que las ciudades italianas se pusieran del lado de los güelfos.
Es a menudo gracioso ver cómo la palabra “communio” daba lugar a las mismas injurias que el comunismo de nuestros días. El cura Guilbert de Noyon escribe, por ejemplo: “Communio es un nuevo y pésimo nombre”.
Con frecuencia hay algo patético en la forma en que los burgueses del siglo XII invitan a los campesinos a escapar a las ciudades, a las comunas juramentadas. Así, por ejemplo, en la Carta de Saint Quentin:
“Ellos (los ciudadanos de Saint Quentin) se han juramentado a fin de darle común ayuda al confederado, de tener un consejo común, común responsabilidad y común defensa. Hemos determinado en común que a quienquiera entre en nuestra comuna y nos preste su ayuda, sea por razones de fuga del poder de sus enemigos o por otra ofensa... se les permitirá entrar en la comuna, porque la puerta está abierta a todos, y si su señor le ha retenido injustamente sus bienes y no los posee con derecho, haremos justicia por dicha causa.”
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[ Thierry, Augustin (1795-1856). Historiador burgués francés, instalado en París en 1814, trabó conocimiento con Saint-Simon y se convirtió en su secretario. Se separó de él en 1817. Entre 1817 y 1820 estudió con ahínco la historia francesa a fin de combatir las teorías de la aristocracia y demostrar la ilegitimidad de sus reaccionarias demandas. Publicó su obra en la colección ‘Diez años de estudios históricos’ (1834). En 1821 publicó sus ‘Cartas sobre la historia de Francia’, y en 1825 su ‘Historia de la conquista de Inglaterra por los normandos’. Perdió la vista en 1826, y a partir de entonces se retiró de la actividad pública. Pero no abandonó su trabajo. Hasta el fin de su vida publicó en tres volúmenes ‘Colección de documentos inéditos sobre la historia del tercer estado’. El libro a que se refiere Marx en esta carta era una especie de introducción a esa colección.]
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