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CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO
Domenico Losurdo
(…)
capítulo cuarto
¿ERAN LIBERALES LA INGLATERRA Y LOS ESTADOS UNIDOS
DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX?
4. LOS LIBRES, LOS SIERVOS Y LOS ESCLAVOS
Pero, si bien pueden servir para el análisis de la sociedad surgida de la revolución norteamericana, ¿qué ayuda pueden ofrecer el discurso de las tres castas y la categoría de «democracia para el pueblo de los señores» a la comprensión de las relaciones político-sociales vigentes en Inglaterra? Al menos hasta la abolición de la esclavitud en las colonias, la situación en las dos orillas del Atlántico presenta no pocos puntos de contacto. Y no solo por el hecho de que en la propia metrópoli no están del todo ausentes los esclavos y el propio mercado de esclavos; es más importante la consideración de que el imperio británico debe ser analizado en su totalidad, sin remover la realidad de las colonias. Su desarrollo económico y su ascenso político y militar le deben mucho al asiento, es decir al monopolio de la trata de los esclavos; por otra parte, aquellos que obtienen su riqueza del comercio o de la propiedad del rebaño humano están bien presentes en el Parlamento inglés. Y, por tanto, vemos en acción también en este caso la casta de los blancos libres y la de los esclavos. En realidad, vista desde el observatorio de Londres, la tercera casta, la de los negros en teoría libres, desempeña un papel del todo irrelevante. Y aquí surge una primera diferencia entre las dos riberas del Atlántico.
Existe otra más significativa, que concierne a la mayoría de la población de la metrópoli. En el ámbito de la propia comunidad blanca norteamericana están presentes sectores restringidos a los cuales se les niega la igualdad jurídica y hasta la libertad negativa. Es aquello que emana de la descripción de Tocqueville, quien así lo comenta: es la herencia de las «leyes civiles» de Inglaterra, netamente inclinadas a favor del rico. En los Estados Unidos se trata de un área muy limitada, que desaparece en poco tiempo. Precisamente la presencia de los negros, ya sean esclavos o semiesclavos, favorece la difusión de un sentimiento de igualdad relativa entre los miembros de la «casta» superior. Bien distinta es la situación de la comunidad blanca en Inglaterra. Aquí la exclusión del disfrute de la igualdad jurídica y la libertad negativa es un fenómeno de amplísimas proporciones. Dejemos a un lado a Irlanda que, incluso después de la formación del Reino Unido, en realidad continúa siendo una colonia y concentrémonos en Inglaterra propiamente dicha, tomando como referencia a Locke.
Este distingue claramente tres grupos: los hombres «por ley natural sujetos al dominio absoluto y al poder incondicional de sus amos», o sea, sometidos a una «condición de esclavitud perfecta» son los esclavos negros provenientes de África; después tenemos a los libres y, finalmente, a los siervos blancos consanguíneos de los libres. Todo esto viene a aclararlo un párrafo fundamental del Segundo Tratado:
«Reconozco que entre los israelitas, lo mismo que entre otras naciones, había hombres que se vendían a sí mismos [did sell themselves]; pero es evidente que no se vendían como esclavos [slavery], sino para ejercer trabajos penosos [drudgery]; porque es evidente que la persona vendida [the Person sold] no quedaba bajo un poder absoluto, arbitrario y despótico, ya que el amo no tenía en ningún momento el poder para quitarle la vida, y estaba obligado después de cierto tiempo a dejarlo en libertad y librarlo de su servicio. Lejos de tener el amo de esa clase de servidores un poder arbitrario sobre sus vidas, ni siquiera podía mutilarlos por placer suyo, y bastaba la pérdida de un ojo o de un diente para que quedase en libertad» (Éxodo, XXI).
Cuando así se expresa, Locke tiene presente en primer lugar las dos figuras del esclavo negro y del siervo blanco por contrato. Como sabemos, también el segundo es objeto de compraventa, es en gran medida una mercancía, exportada a América y regularmente comercializada en el mercado, a donde fluyen los posibles adquirientes, enterados por los anuncios publicitarios de la prensa local. Es obvio que el amo es titular de un amplio derecho de castigo, aunque no tan ilimitado como el que ejercen sobre el esclavo negro. Se entiende entonces el contraste con el siervo del Antiguo Testamento, el cual, aunque no está sometido a una «condición de esclavitud perfecta», sufre una condición que podríamos definir —por contraposición— de esclavitud imperfecta. Es esta esclavitud imperfecta lo que Locke define con el término de servidumbre (drudgery).
En el ámbito del imperio británico están presentes, al mismo tiempo, tres situaciones jurídicas distintas: la primera, según el principio de la libertad, la segunda, de la servidumbre y la tercera, de la esclavitud en sentido estricto. A pesar del abismo racial que ya se había abierto y separaba al esclavo negro del siervo blanco, sin embargo, hay que decir que en Inglaterra este último ni siquiera forma parte de la comunidad de los libres propiamente dicha. Aunque el poder de «un amo sobre su siervo» (a Master over his Servant) es indudable, y ese siervo está sometido a la «disciplina normal» que el amo hace valer en el ámbito de la familia ese poder es distinto del que ejerce «un señor sobre su esclavo» (a Lord over his Slave). Significativamente, a pesar de que Locke se preocupa por distinguir al slave del servant, en ocasiones usa este último término también con referencia a la figura del esclavo propiamente dicho. En el Primer Tratado sobre el gobierno podemos leer:
«Aquellos que eran ricos en los tiempos de los patriarcas, como los que lo son hoy en las Indias Occidentales, compraban siervos y siervas [men and maid-servants] y ya sea por la proliferación [increase] de estos últimos como por las nuevas adquisiciones, llegaban a poseer familias amplias y numerosas».
Como lo demuestra la referencia a los propietarios de las Indias occidentales y al derecho de propiedad ejercido por ellos también sobre la prole de los «siervos», está claro que aquí el discurso versa sobre la esclavitud hereditaria.
La tripartición formulada por Locke aparece también en Mandeville. En primer lugar, tenemos «el gran número de esclavos que son transportados cada año de África» a América. En Inglaterra, por su parte «los esclavos no son permitidos», pero los libres pueden valerse «de los hijos de los pobres», de las «manos dispuestas para todas las labores de servidumbre [all the Drudgery] concernientes al trabajo duro y sucio». Y de nuevo tropezamos con las tres figuras: la del libre, la del siervo y la del esclavo. De este modo, es difícil que la segunda se confunda con la primera, mientras que saltan a la vista sus analogías con la tercera: «la parte más mezquina y pobre de las naciones» es «la gente que trabaja y padece de manera similar a los esclavos» (the working slaving people) y que está destinada para siempre a desarrollar un «trabajo sucio y similar al del esclavo» (dirty slavish Work).
Finalmente, veamos a Blackstone. Al celebrar a Inglaterra como la tierra de la libertad, subraya que en ella no hay lugar para la «verdadera esclavitud» (proper slavery), para la «esclavitud en sentido estricto» (strict slavery), para la «esclavitud absoluta» (absolute slavery), en el ámbito de la cual «al patrono le es dado un poder absoluto e ilimitado sobre la vida y la suerte del esclavo». Esta insistente precisión deja el espacio libre a formas de trabajo forzado, distintas de aquellas a las que son sometidos los negros de las colonias. Incluso en el gran jurista termina por surgir una condición intermedia entre la libertad y la esclavitud, una suerte de esclavitud no «absoluta» y no «entendida en sentido estricto». Por otra parte, junto a los esclavos, también los «domésticos», «aprendices» y «trabajadores» son siervos; estamos en presencia de «distintos tipos de siervos», cada uno con características específicas, pero todos unidos por el hecho de estar sometidos a servidumbre. Se deja sentir una vez más el legado de Grozio, para quien servitus es la categoría general para comprender y definir la realidad del trabajo. En Locke, Mandeville, Blackstone la novedad es la insistencia en distinguir entre dos tipos de servitus, la que está en vigor en la metrópoli y la que funciona en las colonias: es así que de la bipartición groziana, se pasa a una tripartición…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Contrahistoria del liberalismo” ]
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