jueves, 5 de diciembre de 2024

 

[ 681 ]

 

 

LENIN

la coherencia de su pensamiento

 

György Lukács

 

 ( 10 )

 

 

 

Capítulo 4

EL IMPERIALISMO: GUERRA MUNDIAL Y GUERRA CIVIL

 

 

(…) En virtud de esta evolución, el proletariado se ve obligado a acudir a la táctica de las huelgas generales, con lo que el oportunismo, ante su temor a la revolución, se siente inclinado a abandonar lo ya conseguido en lugar de extraer las consecuencias revolucionarias de la acción. La huelga general, sin embargo, es esencialmente, un medio revolucionario. Toda huelga de masas crea una situación revolucionaria de la que la burguesía, ayudada por el aparato estatal, extrae, hasta donde le resulta posible, las consecuencias que le convienen.

 

 

Frente a estos medios, sin embargo, el proletariado es impotente. Incluso el arma de la huelga general le fracasa, si frente a la toma de armas de la burguesía no acude él mismo a las armas. Lo cual le impone el esfuerzo de armarse, de desorganizar el ejército de la burguesía - compuesto por una mayoría de obreros y campesinos-, de volver contra la burguesía sus propias armas. (La revolución de 1905 muestra numerosos ejemplos de un penetrante instinto de clase, un instinto que, sin embargo, en este punto no pasa de ser eso: un instinto.)

 

 

La guerra imperialista extrema esta situación al máximo. La burguesía pone al proletariado ante la alternativa de matar a sus camaradas de clase de otros países, obedeciendo a sus intereses monopolistas, o morir por estos intereses, o derrocar al poder de la burguesía por la fuerza de las armas. Los restantes medios de lucha contra esta violencia extrema resultan impotentes, ya que están condenados a estrellarse sin remedio contra el aparato militar de los estados imperialistas. De manera, pues, que si el proletariado quiere evadirse de esta extrema violencia, debe asumir él mismo el combate contra dicho aparato militar: destruirlo desde dentro y dirigir contra la propia burguesía las armas que la burguesía imperialista se ve obligada a dar al pueblo, utilizándolas así para acabar con el imperialismo.

 

 

Nada hay aquí de extraordinario en el plano teórico. Todo lo contrario. El núcleo de la situación radica en las relaciones de clase entre burguesía y proletariado. La guerra no es, según la definición de Clausewitz, sino la prolongación de la político; y lo es, efectivamente, en todos los sentidos. O sea, que la guerra no sólo significa, respecto de la política exterior de un estado, la más extrema y activa prosecución y culminación de la línea mantenida por el país en "tiempos de paz", sino que viene a exacerbar también al máximo, en el contexto de las diferencias clasistas internas de una nación (o del mundo), todas aquellas tendencias que en "tiempos de paz" se manifestaban activamente en el seno de la sociedad.

 

 

De manera, pues, que la guerra no crea ninguna situación absolutamente nueva, ni respecto de un país ni de una clase en el interior de una nación. Su novedad radica en la transformación cualitativa de todos los problemas, cuantitativamente intensificados de manera excepcional, a que da lugar, provocando así -y sólo así- una nueva situación.

 

 

Considerada desde el ángulo socio-económico, la guerra no es, pues, sino una etapa de la evolución imperialista del capitalismo. De ahí que también sea necesariamente una etapa en la lucha de clases del proletariado contra la burguesía. La importancia de la teoría leninista del imperialismo radica en el hecho de haber sido Lenin el primero en establecer, de manera teóricamente consecuente, un nexo entre la guerra mundial y la evolución general, probándolo claramente a la luz de los problemas concretos de la guerra misma.

 

 

Ahora bien, como el materialismo histórico es la teoría de la lucha proletaria de clases, el establecimiento de este nexo hubiera quedado incompleto si la teoría del imperialismo no hubiera sido al mismo tiempo una teoría de las corrientes del movimiento obrero en la era imperialista. Por lo tanto, no bastaba con vislumbrar claramente la forma en que el proletariado debía actuar de acuerdo con sus intereses de clase en la nueva situación internacional, creada por la guerra, sino que se tenía que hacer ver al mismo tiempo cuáles eran los fundamentos teóricos de las otras tomas "proletarias" de posición frente al imperialismo y a su guerra, así como los sectores del proletariado que se adherían a estas teorías, convirtiéndolas así en corrientes políticas.

 

 

Se trataba, ante todo, de probar que estas corrientes existían en realidad como tales. Probar que la toma de posición de la socialdemocracia ante la guerra no había sido fruto de un extravío momentáneo, ni de cobardía, etc., sino la lógica consecuencia de su evolución anterior. Es decir, que esta toma de posición tenía que ser comprendida en el contexto general de la historia del movimiento obrero, que debla, en fin, ser analizada en relación con las antiguas "divergencias de opinión" que operaban en la socialdemocracia (revisionismo, etc.).

 

 

 

Este punto de vista, que a la luz del método marxista debería ser de todo punto evidente (piénsese en el enjuiciamiento de las corrientes contemporáneas del Manifiesto Comunista) no pudo ser fácilmente aceptado por el ala revolucionaria del movimiento obrero. Ni siquiera el grupo de La Internacional, el grupo de Franz Mehring y Rosa Luxemburgo, estaba en condiciones de reelaborar mentalmente a fondo este punto de vista metodológico, y luego aplicarlo.

 

 

Es evidente, sin embargo, que toda condena del oportunismo y de su toma de posición ante la guerra que no lo conciba como una corriente - históricamente detectable- del movimiento obrero, valorando su actualidad como el fruto orgánicamente maduro de todo su pasado, es incapaz de elevarse a la más elemental altura de una discusión realmente marxista, y es incapaz también de extraer de dicha condena sus concretas consecuencias prácticas, necesarias en el momento de la acción, así como también tácticas, aplicables al terreno de la organización.

 

 

Para Lenin, y una vez más sólo para Lenin, estaba claro desde el estallido de la guerra mundial que la actitud de Scheidemann, Plejánov, Vandervelde, etcétera, ante la guerra, no era sino la lógica aplicación de los principios del revisionismo a la situación actual.

 

 

Pero, ¿cuál es -en suma- la esencia del revisionismo? En primer lugar, intenta superar esa "unilateralidad" del materialismo dialéctico, en virtud de la cual éste considera la totalidad de los fenómenos del acontecer histórico-social exclusivamente desde el punto de vista de clase del proletariado. Su punto de vista, por el contrario, es el de los intereses de la "sociedad entera". Pero como estos intereses globales - concretamente considerados- no existen en absoluto y como lo que podría parecer tal cosa no pasa de ser el resultado momentáneo de la interacción de las diferentes fuerzas clasistas que luchan entre sí, el revisionista concibe el resultado siempre cambiante del proceso histórico como un punto de partida metodológico invariable. Con lo cual invierte también las cosas en el plano teórico.

 

 

Prácticamente considerado, el revisionismo es -dado su punto de partida teórico- un compromiso constante y necesario. El revisionismo siempre es ecléctico; es decir, intenta suavizar -ya en el propio plano de la teoría- los conflictos entre las clases, neutralizándolos entre sí, con el fin de convertir su unidad -unidad que anda cabeza abajo y que, en realidad, sólo existe en su cabeza- en el criterio para enjuiciar los acontecimientos.

 

 

He aquí por qué el revisionista rechaza -en segundo lugar- la dialéctica. Porque la dialéctica no es otra cosa que la expresión conceptual de la evolución de la sociedad, una evolución que tiene lugar, en realidad, a fuerza de contradicciones, contradicciones (entre las clases, así como la esencia antagónica de su ser económico, etc.) que constituyen el núcleo y fundamento de todo acontecer, de tal modo que una "unidad" de la sociedad, en tanto ésta descanse sobre una estratificación clasista, no puede ser sino un concepto abstracto, el resultado -pasajero- de la interacción de estas contradicciones.

 

 

Y como la dialéctica -en cuanto método- no es más que la formulación teórica del hecho de que la sociedad avanza a través de una serie de contradicciones, pasando de un contrario a otro, es decir, revolucionariamente, el rechazo teórico de la dialéctica implica necesariamente la ruptura total con cualquier posible comportamiento revolucionario.

 

 

En la medida en que los revisionistas -en tercer lugar- se niegan a reconocer la realidad de la dialéctica como movimiento de contrarios que da siempre lugar a algo nuevo, como algo realmente existente, se ven privados en su pensamiento de la dimensión histórica, de lo concreto, de lo nuevo. La realidad que experimentan está subordinada a unas "eternas leyes de bronce" que actúan de manera esquemática y mecanicista, y que -de acuerdo con su esencia- producen siempre lo mismo, y a las que el hombre está sometido, por una especie de fatalidad, como a las propias leyes de la naturaleza.

 

 

De manera, pues, que basta con conocer estas leyes de una vez por todas para saber cómo habrá de ir evolucionando el destino del proletariado. Suponer que pueden presentarse situaciones nuevas, no sometidas a estas leyes, o situaciones cuya resolución dependa de la decisión del proletariado, es, para los revisionistas, muy poco científico. (La supervaloración de las grandes individualidades, de la ética, etc., no es sino el complemento necesario de semejante concepción.)

 

 

Estas leyes son, sin embargo -en cuarto lugar-, las leyes de la evolución capitalista, y subrayar su validez intemporal y suprahistórica implica que para el revisionista la sociedad capitalista es, como para la burguesía misma, la realidad, es decir, una realidad inmutable en lo esencial. El revisionista no considera ya a la sociedad burguesa como algo surgido históricamente y, en consecuencia, condenado a perecer históricamente, ni a la ciencia como el medio idóneo para determinar el momento de esta decadencia y trabajar para acelerarlo, sino -en el mejor de los casos como un medio para mejorar la posición del proletariado dentro de la sociedad burguesa. Todo pensamiento que vaya prácticamente más allá del horizonte de la sociedad burguesa es, para el revisionismo, una ilusión, una utopía.

 

 

De ahí que -en quinto lugar- adopte una posición política "realista". Sacrifica en todo momento los verdaderos intereses de la clase obrera en su totalidad, cuya consecuente defensa califica de utópica, a los intereses inmediatos de determinados grupos. Es evidente -incluso a la luz de estas breves reflexiones- que el revisionismo puede llegar a convertirse en una verdadera corriente del movimiento obrero únicamente porque la nueva evolución del capitalismo permite mejorar económicamente a ciertas capas obreras -aunque sólo sea pasajeramente. Y también porque la estructura organizativa de los partidos obreros asegura a estas capas y a sus representantes intelectuales una influencia superior a la que pueden ejercer amplias masas revolucionarias -aunque no lo sean sino de manera confusa e instintiva- del proletariado.

 

 

Todas las corrientes oportunistas comparten un mismo denominador: no considerar jamás los acontecimientos desde el punto de vista de clase del proletariado, cayendo así en una "Realpolitik" (política realista) ecléctica, ahistórica y no dialéctica; esto es lo que unifica  sus diferentes concepciones de la guerra y las presenta, sin excepción, como necesaria consecuencia del revisionismo anterior. La incondicional sumisión del ala derecha respecto de las potencias imperialistas de su "propio" país, es la consecuencia orgánica de una concepción según la cual la burguesía -no sin ciertas reservas, en principio- es la clase rectora de la evolución histórica y el proletariado debe apoyarla en su "papel progresista".

 

 

Cuando Kautsky califica a la Internacional de simple instrumento para la paz, inutilizable a efectos bélicos, no dice en realidad cosa muy distinta de lo que decía el menchevique ruso Tscherewanin al estallar en lamentos a raíz de la primera revolución rusa: "En plena llama revolucionaria, sin embargo, cuando los objetivos revolucionarios parecen al alcance de la mano, que difícil resulta esbozar la vía de una táctica menchevique razonable", etc.

 

 

El oportunismo se diferencia en razón de las capas de la burguesía en las que intenta apoyarse y detrás de las que procura arrastrar al proletariado. Puede ser, como en el caso del ala derecha, la industria pesada y la gran banca. En cuyo caso el imperialismo es aceptado sin condiciones como algo verdaderamente necesario. El proletariado debe satisfacer sus intereses en la guerra imperialista, en la grandeza y en la victoria de la nación "propia". O puede buscarse también una alianza con aquellos sectores de la burguesía que se ven, sin duda, forzados a participar en la evolución, pero que se sienten relegados a un segundo plano, que se someten prácticamente al imperialismo (y tienen, desde luego, que someterse a él) pero que de todos modos reniegan de su servidumbre y "desean") que las cosas vayan por otro camino; que, en consecuencia, aspiran a una pronta paz, al librecambio, al retorno a una situación "normal", etc. Sin que, evidentemente, sean capaces de oponerse nunca de manera activa al imperialismo.

 

 

Por el contrario, se limitan a combatir -inútilmente- para recibir también su parte del botín imperialista (ciertos sectores de la industria ligera, la pequeña burguesía, etc.). Desde este ángulo el imperialismo parece algo "casual"; se procura llegar a una solución pacifista, a una neutralización de las contradicciones. Y el proletariado -al que el centro quiere subordinar a estas capas- debe abstenerse también de luchar activamente contra la guerra. (Y no luchar equivale, en realidad, a intervenir prácticamente en la guerra.) Debe contentarse simplemente con proclamar la necesidad de una paz "justa", etc.

 

 

La Internacional es la expresión, en el plano de la organización, de la comunidad de intereses de todo el proletariado mundial. Desde el momento en que se acepta como teóricamente posible la lucha de obreros contra obreros a beneficio de la burguesía, la Internacional ha dejado prácticamente de existir. Y desde el momento en que se impone la evidencia de que esta lucha sangrienta de obreros contra obreros a beneficio de las potencias imperialistas rivales no es sino la necesaria consecuencia de la línea anteriormente mantenida por los elementos determinantes de la Internacional, no es posible hablar ya de enderezarla nuevamente por el camino justo ni de reorganizarla.

 

 

Tomar nota de la existencia del oportunismo corno corriente equivale a denunciar que el oportunismo es el enemigo de clase del proletariado en su propio campo. De manera, pues, que la eliminación de los oportunistas del movimiento obrero es la condición previa e indispensable para toda lucha victoriosa del proletariado contra la burguesía. Para preparar la revolución proletaria es, pues, absolutamente necesario que los obreros se liberen de esta influencia catastrófica, tanto en el ámbito intelectual como en el de la estructura organizativa, Y como esta lucha es, precisamente, la lucha de la totalidad de esta clase contra la burguesía mundial, de esta lucha contra el oportunismo como corriente se desprende una consecuencia necesaria: crear una nueva Internacional proletaria, y revolucionaria.

 

 

 

El hundimiento de la vieja Internacional en la ciénaga del oportunismo ha sido la consecuencia de una época cuyo carácter revolucionario no resultaba inmediatamente visible. Su desmoronamiento y la necesidad de una nueva Internacional es un síntoma de lo inexorable del comienzo de un período de guerras civiles. Lo que no significa en modo alguno, que haya de lucharse a diario a partir de este momento en las barricadas. Significa, antes bien, que esta necesidad puede presentarse en cualquier momento; es decir, que la historia ha puesto la guerra civil a la orden del día. Y un partido del proletariado y, en general, una Internacional no pueden ser eficaces si no reconocen claramente esta necesidad y se deciden a preparar para ella y sus consecuencias al proletariado tanto en lo material, como en lo teórico y en el plano de la organización.

 

 

Dicha preparación debe partir de la comprensión del carácter de la época. Tan sólo cuando la clase obrera se haya percatado de que la guerra mundial es la consecuencia necesaria de la evolución imperialista del capitalismo y vea claramente que la guerra civil es la única defensa con que cuenta para no ser progresivamente aniquilada al servicio del capitalismo, podrá comenzar la preparación material y organizativa de dicha defensa. Y sólo cuando esta defensa sea realmente efectiva, se convertirá el sordo rumor de todos los oprimidos en una alianza con el proletariado que lucha por liberarse. De manera, pues, que el proletariado ha de comenzar por poseer una rigurosa conciencia de clase, materializada ante él de manera absolutamente visible, para convertirse con su ayuda en la cabeza y guía de la verdadera lucha de liberación, de la auténtica revolución mundial.

 

 

La Internacional que ha surgido de esta lucha y ha surgido para esta misma lucha es, en consecuencia, la unificación -perfectamente clara en el terreno de la teoría y decididamente apta para la lucha- de los elementos verdaderamente revolucionarios de la clase obrera; pero al mismo tiempo es el órgano y el núcleo de la lucha de todos los oprimidos del mundo por su liberación.

 

 

Es el partido bolchevique; la concepción leninista del partido a escala mundial. De idéntica manera a como la guerra mundial demostró en el macrocosmos de una gigantesca destrucción a escala mundial de los poderes del capitalismo en decadencia y las posibilidades de lucha contra él, así Lenin vislumbró claramente en el macrocosmos del incipiente capitalismo ruso las posibilidades de la revolución rusa…

 

(continuará)

 

 

 

 

 

[Fragmento de: LUKÁCS / LENIN la coherencia de su pensamiento ]

 

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