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LENIN
la coherencia de su pensamiento
György Lukács
( 15 )
Capítulo 6
"REALPOLITIK" REVOLUCIONARIA
(…) El llamado comunismo de guerra, al que Lenin calificaba de "medida provisional, condicionada por la guerra civil y por la destrucción" y que "no era ni podía ser una política adecuada a las tareas económicas del proletariado", era una desviación de la línea por la que -según sus previsiones teóricas- discurría la evolución al socialismo. Una medida condicionada, sin duda, por la guerra civil interior y exterior y, en consecuencia, inevitable, pero provisional. Pero, según Lenin, al proletariado le habría resultado funesto desconocer este carácter del comunismo de guerra, considerándolo -a la manera de muchos revolucionarios sinceros, pero que no estaban a la altura de Lenin en el plano teórico- como un verdadero paso hacia el socialismo.
Lo que importa no es, pues, la intensidad con que ostentan un carácter socialista las formas externas de la vida económica, sino, exclusivamente, el grado de dominio efectivo que tiene el proletariado de este aparato económico que ha hecho suyo al tomar el poder y que constituye al mismo tiempo, la base de su ser social, es decir, la gran industria, así como el grado en que pone dicho dominio efectivamente al servicio de sus objetivos de clase.
Por mucho, sin embargo, que hayan cambiado el entorno de estos objetivos de clase y, en consecuencia, los medios de su realización, su eje general ha tenido que seguir siendo el mismo: proseguir la lucha contra la burguesa, es decir, proseguir la lucha de clases con la ayuda de esas -siempre vacilantes- capas medias (los campesinos, sobre todo). Y en este sentido no debe olvidarse jamás que a pesar de su inicial victoria, el proletariado sigue siendo la clase más débil, y lo seguirá siendo durante mucho tiempo -hasta la victoria de la revolución a escala mundial.
La lucha del proletariado ha de ceñirse, pues, en el terreno económico, a dos principios: detener, por una parte, la destrucción de la gran industria por la guerra y la guerra civil tan rápida y plenamente como sea posible, ya que sin esta base el proletariado como clase camina hacia un abismo. Y, por otra, regular los problemas de la producción y distribución de tal modo que el campesinado, que gracias a la solución revolucionaria del problema agrario, se ha convertido en un aliado del proletariado, permanezca fiel a esta alianza obteniendo la mayor satisfacción posible de sus intereses materiales. Los medios para la realización de estos objetivos varían según las circunstancias. Pero su realización progresiva es el único camino para mantener impávido el dominio del proletariado, primera premisa del socialismo.
La lucha de clases entre la burguesía y el proletariado prosigue, pues, con idéntica violencia en el frente de la economía interior. La pequeña empresa, cuya abolición y "socialización", es en este estadio, pura utopía, "engendra capitalismo ininterrumpidamente, engendra burguesa día tras día, hora tras hora, de manera elemental y, también, de manera masiva".
Lo importante es saber si en esta competición vencerá esa burguesa que nuevamente está formándose y acumulando, o la gran industria estatal y dominada por el proletariado. El proletariado debe arriesgarse a esta competición, si no quiere, por el contrario, arriesgarse a poner a la larga en peligro su alianza con los campesinos, al estrangular las pequeñas industrias, comercios, etc. (un estrangulamiento cuya plena consecución es, por otra parte, ilusoria).
A ello se une la participación de la burguesía en dicha competencia, en forma de capital extranjero, de concesiones, etcétera. Surge así la paradójica situación de que este movimiento -independientemente de sus intenciones- puede llegar a ser, en un plano económico objetivo, un aliado del proletariado, en la medida en que ayuda a fortalecer la potencia económica de la gran industria. Nace así "una alianza contra los elementos de la pequeña empresa"; teniendo que ser, por otra parte, combatida, al mismo tiempo, con toda energía la natural tendencia del capital concesionario a convertir progresivamente el Estado proletario en una colonia capitalista. (Cláusulas en las concesiones, monopolio del comercio exterior, etc.).
Estas breves reflexiones no pueden proponerse, en modo alguno, esbozar, ni siquiera a grandes rasgos, la política económica de Lenin. Lo que aquí simplemente queda indicado debe servir para subrayar con cierta claridad los principios de la política de Lenin, su fundamento teórico. Principios que, en definitiva, consisten en mantener en pie el dominio del proletariado en un universo de enemigos subrepticios o declarados, y de aliados vacilantes. Al igual que el principio básico de su política antes de la toma de poder consistió en detectar, en el caos de las tendencias sociales del capitalismo decadente que se entrelazaban y confluían, todos aquellos factores que, explotados por el proletariado, podían convertirlo en la clase rectora y dominante de la sociedad.
Lenin se mantuvo fiel a este principio durante toda su vida, sin concesiones ni desfallecimientos. Pero se mantuvo fiel a él en su condición de principio dialéctico, siendo no menos implacable su rigor en este punto. En el sentido de que
"la tesis básica de la dialéctica materialista es que todos los limites en la naturaleza y en la historia están condicionados y tienen, al mismo tiempo, una gran movilidad, de tal modo que no hay un solo fenómeno que, en determinadas circunstancias, no pueda convertirse en su contrario".
De ahí que la dialéctica exija "una investigación radical del fenómeno social del que se trate en su evolución misma, así como una reducción de los momentos externos y aparentes a las fuerzas actuantes fundamentales, al desarrollo de las fuerzas productivas y a la lucha de clases".
La grandeza de Lenin como dialéctico se debe a su constante aprehensión de los principios fundamentales de la dialéctica, del desarrollo de las fuerzas productivas y de la lucha de clases en su esencia más profunda de manera concreta, sin prejuicios abstractos, pero, también, lejos de toda confusión fetichista en virtud de cualesquiera fenómenos superficiales. Se debe, en fin, a su constante reducción de todos los fenómenos con que hubo de enfrentarse, a este principio último de los mismos: a la acción concreta de los hombres concretos (es decir, condicionados tenencia a una clase determinada), en virtud de sus verdaderos intereses de clase. La leyenda del Lenin "hábil político realista", del Lenin "maestro de las transacciones" cae en este punto, desvelándose ante nosotros el verdadero Lenin, el edificador consecuente dé la dialéctica marxista.
Ante todo hay que rechazar en el análisis del concepto de transacción cualquier posible significado del término que tienda a presentarlo como una habilidad, maniobra o fraude refinado. "Las personas -decía Lenin- para quienes la política es un conjunto de pequeñas maniobras que en ocasiones rozan el engaño, no encontrarán en nosotros sino el rechazo más categórico. Las clases no pueden ser engañadas". La transacción no consiste, pues, en el contexto leninista sino en aprovechar en este sentido las tendencias evolutivas reales de las clases (y eventualmente de las naciones, en el caso, por ejemplo, de los pueblos oprimidos) que en determinadas circunstancias y durante cierto tiempo caminan paralelamente en algunos problemas de interés vital para el proletariado, a beneficio de ambas partes.
Las transacciones también pueden ser, sin embargo, una forma de la lucha de clases contra el enemigo más decidido de la clase obrera, es decir, contra la burguesía. (Basta con pensar en la relación de la Rusia soviética con los Estados imperialistas.) Y los teóricos del imperialismo se aferran a esta forma especial de transacciones con el fin, en parte, de elogiar -o criticar- a Lenin como "político realista no dogmático" o bien, asimismo, para justificar de este modo sus propios compromisos. Ya hemos aludido a lo erróneo del primer argumento; en el enjuiciamiento del segundo hay que tener en cuenta -como en todo problema dialéctico- la totalidad formada por el entorno concreto de la transacción. E inmediatamente resulta evidente, por este camino, que la transacción de Lenin y la de los oportunistas parten de supuestos previos diametralmente opuestos.
La táctica de la socialdemocracia descansa -declarada o inconscientemente- en el criterio de que la verdadera revolución aún está muy lejos, en que aún no se dan las condiciones objetivas básicas para la revolución social, en que el proletariado aún no está ideológicamente maduro para la revolución, en que el partido y los sindicatos aún son demasiado débiles, etc., de donde se extrae la consecuencia de que el proletariado ha de llegar a una transacción con la burguesía. Cuanto más intensamente se den las condiciones básicas objetivas y subjetivas de la revolución social, tanto más "puramente" podrá realizar el proletariado sus objetivos de clase. De este modo la transacción adquiere en la praxis el aspecto de un gran radicalismo, de un íntegro "mantener puros" los principios con vistas a los objetivos finales".
(En este contexto únicamente pueden ser englobadas, por supuesto, aquellas doctrinas socialdemócratas que de una manera u otra aún creen aferrarse a la teoría de la lucha de clases. Porque para los otros puntos de vista, la transacción no es ya un compromiso, sino una colaboración natural entre los distintos sectores profesionales para el bien de la comunidad, globalmente considerada).
Para Lenin, en cambio, la transacción se deriva directa y lógicamente de la actualidad de la revolución. Si el carácter fundamental de la época entera es la actualidad de la revolución, si esta revolución -tanto en los diversos países aisladamente considerados como a escala mundial- puede estallar en cualquier momento, sin que éste pueda ser previsto con absoluta exactitud, si el carácter revolucionario de la época entera se manifiesta de manera inagotable en la creciente descomposición de la sociedad burguesa -a lo que se debe que las tendencias más diversas se sucedan y entremezclen permanentemente-, todo ello quiere decir, en fin, que el proletariado no puede comenzar y llevar a término su revolución en unas circunstancias "favorables", elegidas por él, teniendo, en consecuencia, que aprovecharse siempre de toda tendencia que, aun cuando sólo sea temporalmente, favorezca la revolución o, por lo menos, debilite a sus enemigos.
Anteriormente citamos algunos pasajes de Lenin de los que se desprende lo escaso de las ilusiones que -aún antes de tomar el poder- se hacía sobre el ritmo de realización del socialismo. Las siguientes frases, tomadas de uno de sus últimos trabajos, escrito después del período de las "transacciones", indican con la misma claridad que esta previsión jamás significó para él una interrupción de la actividad revolucionaria:
«Napoleón escribió en una ocasión: On s'engage et puis on voit. Lo que libremente traducido significa que "primero hay que entablar seriamente el combate y luego se verá todo lo demás". así libramos nosotros también un serio combate en Octubre de 1917 y luego hemos ido viendo algunos de estos detalles (desde el prisma de la historia universal evidentemente sólo unos detalles), como la paz de Brest o la "nueva política económica, etcétera.».
La teoría y la táctica leninistas de las transacciones no son, pues, sino la lógica consecuencia objetiva de la visión marxista y dialéctica de la historia, según la cual son los hombres, desde luego, quienes hacen la historia, pero no en circunstancias elegidas por ellos mismos. Es el fruto de la conciencia de que la historia está produciendo siempre lo nuevo; que, en consecuencia, estos instantes históricos, punto de intersección momentáneos de diversas tendencias, no regresan jamás en idéntica forma; que tendencias, en fin, que hoy pueden favorecer a la revolución mañana pueden serle funestas y viceversa.
He ahí por qué en Septiembre de 1917 Lenin propuso a los mencheviques y a los socialrevolucionarios, basándose en el viejo lema bolchevique "Todo el poder a los soviets", actuar en común, es decir, llegar a una transacción. Sin embargo, ya el 17 de Septiembre escribía: "Al final es ya demasiado tarde para proponer un compromiso. Incluso puede que los pocos días en que aún parecía factible una revolución pacífica hayan asimismo pasado ya. Sí, todo parece indicar que han pasado ya". La aplicación de esta teoría a Brest-Litovsk, a las concesiones, etc., se explica por sí misma.
Lo profundamente que la teoría leninista de las transacciones se basa en su visión central de la actualidad de la revolución aún se evidencia quizá más claramente en sus luchas teóricas contra el ala izquierda de su propio partido (después de la primera revolución y después, asimismo, de la paz de Brest en el contexto ruso, y en los años 1920 y 1921, en el contexto europeo). En estos debates la consigna de los radicales de izquierda era el rechazo de toda transacción por cuestión de principios. Y la tesis polémica de Lenin insiste, en lo esencial, en que el rechazo de todo compromiso equivale a evadirse de las luchas decisivas, implicando dicha concepción un derrotismo respecto de la revolución…
(continuará)
[ Fragmento de: LUKÁCS. “LENIN la coherencia de su pensamiento” ]
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