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LENIN
la coherencia de su pensamiento
György Lukács
( y 16 )
Capítulo 6
"REALPOLITIK" REVOLUCIONARIA
(…) Porque toda verdadera situación revolucionaria -como lo es paradigmáticamente la nuestra, según Lenin- se manifiesta en el hecho de no haber campo alguno de la lucha de clases en el que no vengan contenidas posibilidades revolucionarias (o contrarrevolucionarias). El verdadero revolucionario es, pues, el que es consciente de que vivimos en una época revolucionaria y extrae las consecuencias prácticas de ello, considerando siempre el conjunto de la realidad histórico-social desde este punto de vista, atendiendo intensivamente a todo, a lo grande y a lo pequeño, a lo usual y a lo inesperado, en función de su importancia revolucionaria -y sólo en función de ella.
Cuando Lenin calificaba al radicalismo de izquierda de oportunismo de izquierda, aludía penetrante y acertadamente a la común perspectiva histórica de dos corrientes tan opuestas en todo lo demás, de las cuales una abomina de toda transacción y otra, en cambio, ve en la transacción un principio de "realpolitik" opuesto a la "rígida fidelidad a los principios dogmáticos". Perspectiva histórica común que cabe cifrar en un determinado pesimismo respecto de la proximidad y actualidad de la revolución proletaria.
De esta manera suya de rechazar ambas tendencias partiendo de un mismo principio, se desprende que la transacción de Lenin y la de los oportunistas no tienen en común más que el nombre, un nombre que designa realidades radicalmente distintas y que, en consecuencia, encubre conceptos radicalmente distintos.
Un conocimiento adecuado de lo que Lenin entiende por transacciones y de la fundamentación teórica de la táctica de las mismas es de capital importancia para la adecuada comprensión de su método y, asimismo, de singular importancia a efectos prácticos. La transacción no es posible para Lenin sino en interacción dialéctica con la fidelidad a los principios y al método del marxismo; en la transacción se evidencia siempre el próximo paso real de la realización de la teoría del marxismo.
De manera similar a como esta teoría y esta táctica han de diferenciarse de toda asunción rígidamente mecánica de los primeros principios, han de librarse en todo momento de caer en una "realpolitik" esquemática e invertebrada. Es decir, que para Lenin no basta que sean justamente percibidas y valoradas en toda su facticidad tanto la situación concreta en la que hay que actuar como las relaciones de fuerza concretas que determinen la transacción y la necesaria tendencia evolutiva del movimiento proletario, que condiciona su orientación, sino que considera, ante todo, que constituye un gran peligro práctico para el movimiento obrero que semejante comprensión exacta de la realidad no entre en el marco de un conocimiento adecuado del proceso histórico en su totalidad.
He ahí por qué Lenin aprobó la conducta práctica de los comunistas alemanes frente al "gobierno obrero" proyectado después del fracaso del putsch de Kapp, es decir, la llamada a una oposición legal, reprochándoles, sin embargo, al mismo tiempo, de la manera más severa, que esta táctica, en sí misma justa, se hubiera apoyado en una perspectiva histórica falsa, llena de ilusiones democráticas.
La unificación dialécticamente justa de lo general y de lo particular, el reconocimiento de lo general (de la tendencia general básica de la sociedad) en lo particular (en la situación concreta) y la concreción de la teoría que se deriva de ello constituyen, pues, la idea clave de esta teoría de las transacciones. Los que no ven en Lenin sino un "político realista" inteligente y en ocasiones incluso genial, desconocen por completo la esencia de su método. Pero los que creen encontrar en sus decisiones "recetas" aplicables a toda coyuntura y "fórmulas" para una conducta práctica adecuada, aún lo desconocen más.
Lenin jamás expuso "reglas generales" de posible "aplicación" a toda una serie de casos. Sus "verdades" surgen del análisis concreto de la situación concreta con ayuda de la interpretación dialéctica de la historia.
De una "generalización" mecánica de sus gestos y decisiones no puede obtenerse sino una caricatura, un leninismo vulgar; es el caso, por ejemplo, de aquellos comunistas húngaros que en una situación enteramente distinta, cuando la respuesta a la nota de Clemenceau en el verano de 1919, trataron de imitar esquemáticamente la paz de Brest. Porque, como Marx censura en Lasalle: "...el método dialéctico es aplicado falsamente. Hegel jamás llamó dialéctica a la integración de una masa de ‘casos’ en un principio general".
El hecho de tener en cuenta todas las tendencias existentes en cada situación concreta no significa, en modo alguno, que todas ellas hayan de gravitar con igual peso en la balanza de las decisiones. Todo lo contrario. Cada situación tiene un problema central, de cuya resolución dependen tanto los otros problemas contemporáneos, como el desarrollo ulterior de todas las tendencias sociales en el futuro. "Hay que captar en todo momento -dice Lenin- el eslabón especial de la cadena al que es preciso aferrarse con todas las fuerzas para sujetar la cadena entera y preparar el tránsito al eslabón siguiente, con lo que la sucesión de los eslabones, su forma, su encadenamiento, sus diferencias internas en la cadena histórica de los acontecimientos no son tan simples y faltas de sentido como en el caso de una cadena vulgar de las que fabrica el herrero".
Qué momento de la vida social es el llamado a adquirir en un instante dado semejante importancia es cosa que sólo la dialéctica marxista, es decir, el análisis concreto de la situación concreta puede ayudar a descifrar. El hilo conductor que nos permite encontrarlo es la visión revolucionaria de la sociedad como una totalidad en proceso. Porque únicamente esta relación con la totalidad confiere tal importancia en un momento dado al eslabón decisivo de la cadena: debe ser asido, ya que no hay otro camino para asir la totalidad.
De ahí que en uno de sus últimos escritos, en el que se ocupa de las cooperativas, subraye Lenin este problema con especial energía y concreción, indicando que "mucho de lo que en los sueños de los viejos cooperativistas no era sino fantasía o romanticismo malo, se ha convertido en la más cruda realidad". Y añade: "En realidad, sólo una cosa nos falta: ‘civilizar’ de tal modo a nuestra población que comprenda todas las ventajas de una participación personal en la cooperativa y se incline a colaborar en ella. Nada más, a decir verdad. Hoy no necesitamos ninguna otra sofisticación para proceder al tránsito al socialismo. Ahora bien, para que esto pueda ser conseguido resulta imprescindible un giro radical, un largo trecho de evolución cultural de la masa entera del pueblo".
No es posible, por desgracia, proceder aquí a un análisis de todo el ensayo. De ser factible, dicho análisis -como en el de cualquier otra medida táctica de Lenin- evidenciaría que el todo viene contenido en cada uno de estos "eslabones de la cadena". Evidenciaría también, que el criterio de la verdadera política marxista radica siempre en extraer dichos momentos del proceso general, concentrando en ellos un máximo de energía, momentos que -en un instante dado, en una fase dada- entrarían esta relación con la totalidad, con la totalidad del presente y con el problema central de la evolución futura y, por tanto, con el futuro mismo.
Este enérgico asimiento del siguiente, es decir, del eslabón decisivo de la cadena, tampoco significa que ese momento tenga que ser desgajado del todo y que los otros momentos hayan de ser descuidados por su culpa. Todo lo contrario. Sólo significa que todos los otros momentos han de ser puestos en relación con este problema central y han de ser comprendidos y resueltos en este contexto. La interrelación que entre si guardan todos los problemas no tiene por qué ser disminuida por esta concepción, una concepción que, por el contrario, la refuerza y hace más concreta.
Estos momentos deben su existencia al proceso histórico, a la evolución objetiva de las fuerzas productivas. Pero las condiciones de su reconocimiento y el consiguiente desarrollo ulterior de los mismos dependen del proletariado. La tesis básica, y ya varias veces citada, del marxismo, según la cual los hombres hacen su historia, adquiere una importancia creciente en la época de la revolución, una vez tomado el poder del Estado; por mucho que, desde luego, haya de ser dialécticamente completada por la inexcusable importancia de unas circunstancias no escogidas libremente.
Lo que en la práctica, significa que la función del partido en la revolución -la idea clave del joven Lenin- aún es más importante y decisiva en la época de transición al socialismo de lo que pudo serlo en el período de su preparación. Porque cuanto más activa se hace la influencia del proletariado y más aumenta y mayor es su influencia sobre la marcha de la historia, cuanto más decisivas resultan -en el buen y en el mal sentido- las decisiones del proletariado para él mismo y para la humanidad entera, tanto más importante es preservar en toda su pureza la única brújula que puede guiarnos en mar tan embravecido y salvaje, es decir, la conciencia de clase del proletariado, confiriendo una claridad siempre creciente a este espíritu, única guía posible en la lucha.
Esta importancia de la función histórica activa del partido del proletariado es un rasgo central de la teoría y, en consecuencia, de la política de Lenin, un rasgo al que no se cansó jamás de exaltar, subrayando su importancia en las decisiones prácticas. He aquí, por ejemplo, sus palabras en el XI Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, cuando su polémica contra los enemigos de la evolución hacia un Capitalismo de Estado: "El capitalismo de Estado es un capitalismo al que podemos frenar y cuyas fronteras podremos delimitar siempre; un capitalismo estatal vinculado al Estado y el Estado son los obreros, el sector más avanzado de los obreros, la vanguardia, es decir, nosotros... Y cómo haya de ser ese capitalismo de Estado es algo que depende de nosotros".
De ahí que todo punto nodal de la evolución al socialismo sea siempre -y de modo decisivo- un problema interno del partido. Lo que está en juego es una ordenación de las fuerzas, una adecuación de las organizaciones del partido a su nueva tarea: influir sobre la evolución social en el sentido que se desprenda de un exacto y cuidadoso análisis de la totalidad desde el punto de vista de clase del proletariado. He ahí por qué ocupa el partido un lugar preeminente en la ordenación jerárquica de las fuerzas que constituyen el Estado -que somos nosotros. He ahí también por qué este mismo partido -dado que la revolución únicamente puede triunfar a escala mundial y dado que el proletariado sólo puede constituirse realmente en clase como proletariado mundial- está incorporado y subordinado, como sección, al órgano supremo de la revolución proletaria, a la Internacional Comunista.
La rigidez mecanicista que caracteriza a todos los oportunistas y pequeñoburgueses, verá siempre en estas conexiones contradicciones insolubles. Esta rigidez no podrá comprender nunca como los bolcheviques, después de "haber regresado al capitalismo", se aferran a la antigua estructura del partido, a la vieja "dictadura antidemocrática" del partido. No podrá comprender que la Internacional Comunista no renuncie un solo instante a la revolución mundial, que intente prepararla y organizarla con todos los medios a su alcance, al mismo tiempo que el Estado del proletariado ruso procura firmar la paz con las potencias imperialistas e intente que el capitalismo imperialista participe en la mayor cuantía posible en la reconstrucción económica de Rusia.
Tampoco podrá comprender que el partido se aferra inexorablemente a su rigor interno y procure consolidarse ideológica y organizativamente de la manera más enérgica, en tanto que la política económica de la república soviética se esfuerza sobremanera en que su alianza con los campesinos, a los que debe su subsistencia, no sea debilitada; en tanto, en fin, que la república soviética lleva camino de convertirse, a los ojos de los oportunistas, en un Estado campesino, perdiendo así progresivamente su carácter proletario, etcétera, etc.
La rigidez mecanicista del pensamiento no dialéctico es incapaz de comprender que estas contradicciones son contradicciones objetivas, contradicciones de la época actual; que la política del PCUS, la política de Lenin, sólo es contradictoria en la medida en que busca y encuentra las respuestas dialécticamente exactas a las contradicciones objetivas de su propio ser social.
El análisis de la política de Lenin nos lleva, en consecuencia, siempre a las cuestiones fundamentales del método dialéctico. Su obra entera no es sino la aplicación consecuente de la dialéctica marxista a los fenómenos ininterrumpidamente cambiantes de una época de transición gigantesca, unos fenómenos que dan vida constante a lo nuevo. Pero como la dialéctica no es ninguna teoría hecha, susceptible de ser aplicada mecánicamente a los fenómenos de la vida, sino que existe como teoría únicamente en la medida de esta aplicación y en virtud de ella, el método dialéctico heredado de Marx y Engels ha ganado, gracias a la praxis leninista, en amplitud y plenitud, siendo asimismo superior su evolución teórica.
Está, por consiguiente, plenamente justificado hablar del leninismo con una nueva fase en la evolución de la dialéctica materialista. Lenin no se ha limitado a revitalizar la pureza de la teoría marxista, desfigurada y debilitada durante decenios por el marxismo vulgar, sino que ha hecho evolucionar el método mismo, confiriéndole mayor concreción y madurez. Y si ahora la tarea de los comunistas radica en seguir avanzando por la senda del leninismo, este avance únicamente será fructífero si procuran adoptar respecto de Lenin una actitud similar a la sustentada por Lenin respecto de Marx.
La forma y el contenido de este comportamiento vienen determinados por la evolución de la sociedad, por los problemas y deberes que el proceso histórico impone al marxismo y lo que determina su éxito es el nivel de conciencia de clase proletaria alcanzado por el partido dirigente del proletariado. El leninismo significa que la teoría del materialismo histórico aún se ha aproximado más a las luchas cotidianas del proletariado, que aún se ha vuelto más práctica de lo que podía serlo en la época de Marx.
La tradición del leninismo no puede, pues, consistir sino en mantener en pie -sin falsearla ni volverla rígida- la función viva y vivificante a un tiempo, creciente y a la vez enriquecedora del materialismo dialéctico. De ahí -repetimos- que Lenin deba ser estudiado por los comunistas de manera similar a como Marx fue estudiado por Lenin. Hay que estudiarlo para aprender el método dialéctico. Para aprender a encontrar lo particular en lo general y lo general en lo particular, gracias al análisis concreto de la situación concreta; a encontrar en el momento nuevo de una situación lo que la vincula al proceso anterior y en las leyes del proceso histórico lo nuevo que va surgiendo una y otra vez; a encontrar en el todo la parte y en la parte el todo; a encontrar en la necesidad de la evolución el momento de la acción eficaz y en el hecho, la vinculación con la necesidad del proceso histórico.
El leninismo implica un nivel de pensamiento concreto, del pensamiento no esquemático ni mecanicista no alcanzado hasta la fecha; un pensamiento enteramente vertido a la praxis. Conservar esto es la tarea de los leninistas. Pero en el proceso histórico tan sólo puede conservarse aquello que está inmerso en una evolución llena de vida. Y semejante conservación de la tradición leninista es, actualmente, la tarea más noble para todo aquel que verdaderamente asuma el método dialéctico como arma en la lucha de clases del proletariado.
[ Fragmento final de: LUKÁCS. “LENIN la coherencia de su pensamiento” ]
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" ... la única brújula que puede guiarnos en mar tan embravecido y salvaje, es decir, la conciencia de clase del proletariado ... " Cuán cierto. Dicha brújula es, por así decir, la piedra angular de la revolución. Siempre he estimado que despertar y potenciar dicha conciencia es la principal tarea de todo revolucionario.
ResponderEliminarLa cita continúa con lo que, a mi juicio, es una errata: " ... confiriendo una claridad siempre creciente a este espíritu, única gula posible en la lucha". Donde dice 'gula' ha de decir 'guía'.
Salud y comunismo
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