lunes, 10 de marzo de 2025

 

 

[ 739 ]

 

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

 

 

capítulo quinto

 

 

LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA Y EN SANTO DOMINGO,

LA CRISIS DE LOS MODELOS INGLÉS Y NORTEAMERICANO

Y LA FORMACIÓN DEL RADICALISMO EN LAS DOS RIBERAS DEL ATLÁNTICO

 

 

 

 

 

PARLAMENTOS, DIETAS, ARISTOCRACIA LIBERAL Y SERVIDUMBRE DE LA GLEBA

 

 

Para Burke, la revolución en Francia habría debido, en última instancia, limitarse a liberalizar el Antiguo Régimen. No se trata de un elemento aislado y polémico. Al subrayar el particular apego a la libertad del que dan prueba los propietarios de esclavos, el discurso de conciliación con las colonias sediciosas hace una consideración de carácter general:

 

«Los habitantes de las colonias meridionales tienen un mayor apego a la libertad que los septentrionales. Así fueron todos los Estados antiguos, así fueron nuestros antepasados góticos, así fueron los polacos de nuestra era, y así serán todos los dueños de esclavos que no sean esclavos ellos mismos. En estos pueblos la soberbia del imperio se combina con el espíritu de libertad, lo fortifica o lo hace invencible».

 

 

Aquí no se distingue entre esclavitud propiamente dicha y servidumbre de la gleba en auge —en sus formas más duras— en Europa oriental: en todo caso, el sometimiento servil de los negros o de los campesinos, lejos de contradecir el amor por la libertad, alimentado por los propietarios y hombres libres, lo hace más fuerte y más creíble.

 

 

Polonia también es admirada por Sydney. Junto a las demás «naciones nórdicas», Polonia está animada por el amor a la libertad: lo demuestra, entre otros, el hecho de que el rey es el resultado de una «elección popular», es decir, de una designación por parte de la Dieta nobiliaria. En realidad, quienes reafirman orgullosamente —incluso frente al monarca— su condición de hombres libres e iguales son magnates que ejercen un poder absoluto sobre sus siervos. Pero Sidney argumenta de la manera que ya conocemos: al igual que con la esclavitud, el liberalismo es compatible con la servidumbre de la gleba; es más, tanto una institución como la otra hacen más profundo y celoso el aprecio por la libertad.

 

 

En Burke hay una perfecta coherencia entre los reconocimientos tributados a Polonia y los tributados a los Parlamentos franceses. Por otra parte, la agitación de estos últimos es un fenómeno en absoluto aislado: «En Suecia, los años de 1719 a 1772 son conocidos como la Era de la Libertad, porque en aquellos tiempos la Dieta [nobiliaria] o Riksdag gobernaba sin interferencias por parte del rey. Estos liberales suecos, después de la revolución de 1719, hicieron traducir a su lengua las obras de John Locke». En Hungría, por su parte, los nobles se remiten sobre todo a Montesquieu, mientras que, con un lenguaje más encendido aún, la aristocracia polaca rinde homenaje a la «libertad republicana». En conclusión: «Las Dietas, los Estados, los Parlamentos y los consejos, todos defendían la libertad con coraje y profesaban muchas ideas genuinamente liberales, pero, al mismo tiempo, insistían claramente en el mantenimiento o en una ampliación de sus privilegios». En este contexto podemos colocar también la ponderación que Bismarck hace algunos decenios más tarde de los «sentimientos liberales de clase» (ständisch-liberale Stimmung), aquellos que albergan la clase a la que pertenece, interesada en ampliar las competencias y los poderes de los organismos representativos, con el fin incluso de reforzar el control sobre los siervos.

 

 

Una consideración análoga se puede hacer a propósito de la agitación desencadenada por los Parlamentos franceses: «una de las instituciones más características» del Antiguo Régimen es la que guía «la ofensiva» contra el absolutismo monárquico. Y más que al modelo inglés, es a esta primera fase de la revolución francesa —esa admirada por Burke y por el Tocqueville posterior al 1848— a la que se remite la nobleza liberal del imperio habsburgo para condenar las reformas antifeudales de José II, reafirmar el papel de las Dietas y de los organismos intermedios y, por tanto, «recuperar el control sobre sus campesinos» y las «demás libertades políticas» perdidas. Por otra parte, ya Sidney había aclarado que la característica común de las «naciones nórdicas», que encarnan el principio de la libertad, es la atribución de un papel decisivo a la «Cámara de los Lores, a la Cámara de los Comunes, a las Dietas, a las Asambleas de los Estados, a las Cortes y a los Parlamentos».

 

 

El liberalismo aristocrático representado en Francia por los Parlamentos tiene entonces una gran difusión en Europa, y en particular en Europa centro-oriental. En realidad, al contrario de Burke, Montesquieu se expresa negativamente acerca de Polonia, «donde los campesinos son esclavos de la nobleza». El whig inglés también está muy consciente de tales relaciones sociales, a las que toma como punto de referencia para evidenciar el enfático amor por la libertad de que dan prueba los propietarios de esclavos tanto en Polonia como del otro lado del Atlántico. Por su parte, Montesquieu ve la libertad en las colonias inglesas de América, pero no en Polonia. ¿Es Burke quien da prueba de mayor rigor lógico? En realidad, conforme a su principio de la «inutilidad de la esclavitud entre nosotros», Montesquieu no aprueba la situación de Polonia, que no puede hacer valer la justificación o la atenuante del clima cálido y donde el aire de la no libertad carece de la delimitación tanto espacial como racial.

 

 

Sin embargo hay que decir que el comportamiento de Burke tiene profundas raíces en la filosofía de la historia de la tradición liberal, que a partir de Montesquieu tiende a identificar los inicios de la historia de la libertad y del gobierno representativo libre en los antiguos germanos. Entre estos, como sabemos por Grozio, está bien presente la institución de la esclavitud y, sin embargo, según el autor de El espíritu de las leyes, «de ellos precisamente han sacado los ingleses la idea de su gobierno político». A partir de tales presupuestos, Madame de Staël celebra la libertad de que gozaba la antigua Francia —a pesar de la fuerte presencia de la esclavitud de la gleba— y, Constant, «los órganos intermedios» y los «Parlamentos» injustamente debilitados por el despotismo monárquico, pero que desempeñan un importante papel en la fase inicial de la revolución…

 

(continuará)

 

 

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo “Contrahistoria del liberalismo” ]

 

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