lunes, 1 de septiembre de 2025



[ 801 ]

 

 

 

CONTRAHISTORIA DEL LIBERALISMO

 

Domenico Losurdo

 

(…)

 

 

 

capítulo quinto

 

 

LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA Y EN SANTO DOMINGO,

LA CRISIS DE LOS MODELOS INGLÉS Y NORTEAMERICANO

Y LA FORMACIÓN DEL RADICALISMO EN LAS DOS RIBERAS DEL ATLÁNTICO

 

 

 

 


 

 

 

EL PAPEL DEL FUNDAMENTALISMO CRISTIANO

 

Este segundo reto nos sitúa en presencia de un movimiento del que hasta ahora no nos hemos ocupado y que no puede confundirse ni con la tradición liberal ni con el radicalismo de tipo francés. Mientras que en Santo Domingo se hace más densa la crisis que tras poco tiempo conduciría a la revolución negra, en un momento en que la campaña para la supresión de la trata de esclavos parece ser un callejón sin salida, el moribundo John Wesley escribe a William Wilberforce una dolorosa carta:

 

 

«A menos que el poder de Dios os haya elevado para que seáis como Athanasius contra mundum, no veo de qué modo podréis llevar adelante vuestra gloriosa empresa contra esta execrable infamia, que es el escándalo de la religión, de Inglaterra y de la naturaleza humana. A menos que Dios os haya elevado para esta gran causa, seréis debilitados por la oposición de los hombres y de los demonios: pero si Dios está con vosotros, ¿quién puede estar contra vosotros?, ¿acaso todos juntos son más fuerte que Dios? Oh, no os canséis nunca de vuestras buenas acciones, proseguid en nombre de Dios y confortados por Su poder, hasta que desaparezca la esclavitud norteamericana, la más vil aparecida jamás sobre la tierra».

 

 

El destinatario de esta carta es, sin duda, uno de los grandes protagonistas de la lucha que conduce primero a la abolición del comercio de esclavos y más tarde, de la esclavitud en cuanto tal. Ferviente cristiano, miembro de la Cámara de los Comunes y en estrechas relaciones con Pitt el Joven, si bien a causa de su empeño antiesclavista incluso recibe en 1792 la ciudadanía francesa honoraria, no tiene nada que ver con la revolución de 1789 y, con mayor razón, con el radicalismo. Lejos de aplaudir la revuelta de los esclavos negros en Santo Domingo, continúa apoyando sin vacilación al gobierno británico que, en el curso de la guerra contra Francia, es la garantía en las Indias Occidentales de la represión de la revuelta de los esclavos y del mantenimiento de la esclavitud.


Pero aunque se identifica con la Inglaterra de la época y con su clase dominante, Wilberforce difícilmente puede ser considerado liberal. Antes de dirigirse contra la esclavitud, su celo religioso se empeña en la «reforma de las costumbres públicas», que se lleva adelante gracias a la fundación de una nueva asociación que pretende ser la «guardiana de la religión y de la moral del pueblo»; se propone luchar «contra el Vicio y la Inmoralidad» y aspira incluso a la «supresión del Vicio»: de aquí la cruzada lanzada contra las publicaciones tildadas de blasfemas e indecentes, contra las fiestas rurales consideradas licenciosas, contra la inobservancia por parte de las clases populares del precepto dominical. Solo con posterioridad el fervor cristiano toma como punto de mira ese pecado particular que es la esclavitud, una institución completamente inaceptable no solo como consecuencia de los obstáculos que no pocas veces pone a la difusión del cristianismo entre los esclavos, sino también por el libertinaje sexual del que permite que gocen sus amos. En este sentido, otro relevante exponente del abolicionismo inglés (James Ramsay), junto a la esclavitud llama a combatir los «divorcios arbitrarios y la poligamia». De manera análoga Granville Sharp conjuga el empeño abolicionista con la lucha contra una legislación sobre el divorcio que, en flagrante violación de la ley divina, consiente también al cónyuge culpable contraer nuevas nupcias; y toma esto como punto de partida para anunciar que, junto a los responsables y a los cómplices de la trata de los esclavos, los adúlteros y los culpables de inmoralidad no escaparán al castigo divino. 

 



A los ojos de Sharp los defensores de la institución de la esclavitud son los «saduceos modernos refinados». Los saduceos de bíblica memoria no habían vacilado en ponerse de acuerdo con la cultura helénica y romana, contaminando así y privando de su pureza al hebraísmo y a la palabra de Dios: dominados por el disfrute de la riqueza y del mundo terrenal, habían olvidado o negado los valores espirituales y los que van más allá de los límites humanos y terrenales. De la misma manera, según el abolicionista inglés, se comportan los saduceos modernos, los cuales, en última instancia, sucumben a las lisonjas del Diablo, o sea, del «Demonio de los Demonios». Pero la Biblia no puede ser venerada solo en las iglesias y permanecer como letra muerta en la realidad circundante: al contrario, debe servir de guía para todas las cuestiones políticas y para los diminutos problemas de la vida cotidiana. Más aún cuando el momento del cambio radical está próximo: los tiempos en que la esclavitud continúa existiendo son los «últimos días de la Herejía y del Deísmo», representan la agonía de la «Bestia» apocalíptica.

 

 

No cabe duda de que estamos en presencia de un comportamiento que, en lenguaje actual, definiríamos como fundamentalista. Es una característica que se manifiesta con evidencia más clara aún en los Estados Unidos. También aquí el abolicionismo cristiano tiene un programa que, junto a la esclavitud, quiere golpear el vicio y la inmoralidad en cuanto tales. Theodore Parker denuncia como contrarios a las Escrituras y a la ley divina (la única realmente válida) la «usura» que ensucia el «capital bancario», los «burdeles» y las hosterías que venden ron y que los propios policías no solo no persiguen, sino que en realidad los frecuentan más asiduamente que la «casa de Dios».

 

 

Sin embargo, respecto a Inglaterra hay un elemento de novedad. En los Estados Unidos, donde las normas sobre la restitución de los esclavos fugados obligan a todos los ciudadanos a ser cómplices de una institución que resulta cada vez más odiosa, surge un delicado problema de conciencia. No hay que olvidar la «ley suprema» de las Sagradas Escrituras. Para un cristiano auténtico —reprocha el abolicionista inglés Sharp en una indignada carta dirigida a Franklin— esas normas son «tan claramente nulas y enojosas, a causa de su iniquidad, que sería hasta un crimen considerarlas como leyes».

 

 

Junto a su carácter fundamentalista, el abolicionismo cristiano ve reforzarse su radicalismo en los Estados Unidos. «Cuando los gobernantes invierten sus funciones y elevan la maldad a norma de ley que pisotea los derechos inalienables del hombre» —declara Parker— el cristiano debe saber ir hasta el fondo:

 

 

«No conozco otro gobernante fuera de Dios, no conozco otra ley fuera de la Justicia natural […]. No temo a los hombres. Puedo ofenderlos. No me preocupo para nada de su odio o de su estima. Pero yo no debo atreverme a violar la ley eterna de Dios. No debo atreverme a violar Sus leyes pase lo que pase».

 

 

Sancionada por el texto sagrado, la ley divina, eterna y natural es, como quiera que sea, inviolable: 

 

 

«Decir que no hay una ley superior a la que puede promulgar un Estado es ateísmo práctico […] Si no es Dios quien me prescribe una ley, entonces para mí Dios no existe». El reto a la autoridad constituida es abierto y declarado: «Hay normas tan malvadas que violarlas es deber de todo hombre»; «rebelión a los tiranos y obediencia a Dios».

 

 

La Constitución federal, que obliga a la Unión en su conjunto a defender los Estados esclavistas contra una eventual revolución de los esclavos, le parece a Garrison un «acuerdo con el Infierno» y un «pacto con la Muerte»; en 1845 otro abolicionista estadounidense, Wendell Phillips, llama la atención sobre el acaparamiento, por parte de los propietarios de esclavos, de los cargos públicos más importantes y sobre la triplicación de los esclavos, sucedida a partir de la promulgación de la Constitución federal, que por tanto es catalogada como una «Convención a favor de la esclavitud» (Pro-Slavery Compact); ya no es lícita la coexistencia entre Estados esclavistas y Estados libres, a menos que estos últimos quieran convertirse en «partícipes de la culpa y co-responsables del pecado de la esclavitud». Se comprenden entonces las manifestaciones callejeras en las que se quema la Constitución norteamericana. En los años que preceden a la guerra de Secesión, cuando por un momento Parker alberga la ilusión de que el Sur está por ceder, él manifiesta su alegría en estos términos: «El Diablo está muy encolerizado porque sabe que su tiempo se está acabando».

 

 

Partiendo de esa visión ningún compromiso es posible. Y Garrison lo declara de manera explícita. Su polémica contra los defensores de la institución de la esclavitud y sus cómplices asume tonos abiertamente amenazadores, pero sin apelación resulta también la condena a los teóricos de la «abolición gradual» y de la «moderación» y hasta a aquellos que en el Norte, dan prueba de «apatía» o de escaso entusiasmo frente a la «bandera de la emancipación» y de la lucha contra la esclavitud, este «crimen odioso ante los ojos de Dios». Radicalismo abolicionista y fundamentalismo cristiano se entrelazan estrechamente, como se comprueba en el llamamiento a la cruzada contra «los gobiernos de este mundo», los cuales «en lo fundamental, y tal como se administran actualmente, son todos el Anti-Cristo». Se trata, por el contrario, de conseguir 

 

 

«la emancipación de toda nuestra raza del dominio del hombre, de la servidumbre del yo, del gobierno de la fuerza bruta, de la esclavitud del pecado, para ponerla bajo el dominio de Dios, bajo el control de un espíritu interior, del gobierno de la ley del amor y bajo la obediencia y la libertad de Cristo».

 

 

A Calhoun no se le escapa el carácter fundamentalista de tales posiciones. Ataca a «los fanáticos rabiosos que juzgan la esclavitud un pecado y, precisamente por eso, consideran su supremo deber destruirla, aunque eso implique la destrucción de la Constitución de la Unión». Para ellos la abolición es una «obligación de conciencia»: solo así piensan poder liberarse de la sensación angustiosa de ser cómplices de ese «pecado» imperdonable que sería la esclavitud, contra la cual anuncian entonces una verdadera «cruzada», «una cruzada generalizada». A los ojos de los teóricos del Sur, estos cristianos enceguecidos por el furor abolicionista resultan ajenos al mundo liberal y sustancialmente afines a los jacobinos. En efecto, en los Estados Unidos tiende a emerger, en épocas y maneras distintas, un movimiento similar al radicalismo francés, y siempre a partir de la crisis de los modelos inglés y norteamericano. La crisis del primero es contemporánea a la rebelión contra el gobierno de Londres. Lo que provoca o agudiza la crisis del segundo es el aislamiento progresivo de la república norteamericana como Estado esclavista, que se empeña no solo en la defensa, sino también en la expansión de la esclavitud y que resiste impertérrito, a pesar de que esa institución desaparece primero en buena parte de América Latina y posteriormente en las colonias inglesas y francesas. Llegados a este punto, el país que en el momento de su nacimiento se había auto-proclamado como la tierra de la libertad, aparece como el campeón de la esclavitud.

 

 

 

Se desarrolla así, también en los Estados Unidos, un radicalismo que se nutre del cristianismo. Este «partido» ya no se reconoce ni en el modelo inglés ni en el norteamericano; rechaza tanto la delimitación espacial de la comunidad de los libres como la racial, y considera inaceptables las cláusulas de exclusión que caracterizan el modelo inglés y el modelo norteamericano y, a fin de modificar la situación, no excluye el llamamiento a la iniciativa revolucionaria de los excluidos. En este clima religioso y político madura, en 1859, la irrupción armada de John Brown en Virginia, decidido a provocar la insurrección de los esclavos y convencido de que «sin el derramamiento de sangre, no hay remisión de los pecados». El intento falla miserablemente y concluye con el ahorcamiento del protagonista, pero Parker apoya el derecho de los esclavos a la revuelta armada: tarde o temprano «el Fuego de la Venganza se atizará también en un corazón africano»…

 

 

(continuará)

 

 

 

 

 

[ Fragmento: Domenico Losurdo. “Contrahistoria del liberalismo” ]

 

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domingo, 24 de agosto de 2025

 


[ 800 ]

 

 

APUNTES

(Bolsa ilustrada de escombros, plagios, escolios y préstamos)

 

24 agosto 2025

 

 

 

 









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XI JINPING hablando claro: 

 

« Si el mundo quiere acabar con los cárteles en México, primero debe desmantelar la DEA, el FBI y la CIA.» 

 

Mas claro el agua. 

 

@PinchNews

 

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EE.UU. PRODUCE SU PROPIA MARIHUANA

Autosuficiencia y potenciación: EE.UU. produce su propia marihuana hiperadictiva. Contrario a la narrativa oficial que culpa a otros países del narcotráfico, los informes de la DEA confirman que Estados Unidos es autosuficiente en la producción de marihuana. Lejos de depender de importaciones, el país produce internamente la marihuana que consume, tanto en el mercado legal como en el ilegal. Hallazgos clave: 

 

- Potencia multiplicada por 15: El contenido promedio de THC (componente psicoactivo) pasó de 1% en 1977 a 16% en 2022, debido a modificaciones genéticas deliberadas. Esto significa que la marihuana estadounidense actual es 15 veces más potente que la de hace cinco décadas. 

 

- Industria tecnificada: Laboratorios agrícolas y empresas de biotecnología operan dentro del territorio estadounidense con financiamiento estatal para maximizar la adictividad. 

 

- Ambigu‌edad calculada: Mientras es legal en estados como California o Colorado, sigue siendo ilegal a nivel federal, facilitando un mercado dual (legal/ilegal) que el Estado no puede –o no quiere– controlar. Esta política contradictoria no solo estimula el consumo interno, sino que exporta el problema al criminalizar a otros países (como Venezuela o México) por narcotráfico, cuando EE.UU. es productor y consumidor masivo. 

 

 

La hipocresía de la "guerra contra las drogas" queda al descubierto: es una herramienta geopolítica, no un esfuerzo genuino de salud pública. 

 

• @misionverdad •

 

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LA FUNDACIÓN ROSA LUXEMBURG (RLS), vinculada con el partido Die Linke, se presenta como una alternativa crítica al capitalismo. Sin embargo, su financiamiento estatal y su inserción en el aparato diplomático alemán la convierten en un instrumento ambiguo. En Nicaragua, en medio de una escalada violenta que llegó a ocasionar 253 muertes, la RLS distanció a sectores de la izquierda internacional del gobierno sandinista al declarar que "Nicaragua ya no es un símbolo de identificación para la izquierda". Esta postura no surgió de un análisis autónomo sino de una línea política que, aunque crítica del neoliberalismo, seguía los dictados de la política exterior alemana, que desconfía de los gobiernos que escapan al control occidental. 

 

@misionverdad

 

 

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OLEG YASYNSKY: «Hoy se cumplen 99 años del nacimiento de Fidel y muchas personas de diferentes culturas, edades, continentes y lenguas buscarán palabras y pensamientos en un intento de abarcar a este gigante humano y explicar a otros y a sí mismos por qué para muchos de nosotros él seguirá siendo querido, como un pariente cercano. En vísperas de esta fecha, volví a revisar sus discursos y una vez más me convencí de que sus palabras no eran las de un líder político, sino las de un líder espiritual. Con sus discursos nos daba a todos, no solo a los cubanos, lecciones de humanidad, sentido común y una percepción honesta y crítica de la realidad. Poseyendo conocimientos enciclopédicos y un interés vivo y completamente infantil por todo lo que sucedía, Fidel, como un verdadero sabio, encontraba palabras simples y comprensibles para todos, que llegaban a la razón y al corazón al mismo tiempo. El horizonte de los discursos de la mayoría de los políticos está limitado a lo sumo a unas pocas campañas electorales. Las palabras de Fidel nos llegaban desde el futuro y nos llevaban hacia el futuro, compartiendo con nosotros herramientas para su búsqueda. Toda su vida es un ejemplo de la posibilidad de lo imposible. Fidel fue uno de los primeros en advertirnos que la globalización capitalista actual conduce al mundo hacia el fascismo y que una de las primeras víctimas de esta política sería la cultura, que los "medios democráticos" modernos nos convertirían masivamente en lumpen e idiotas. En la principal fuente de información actual sobre el mundo, internet, cada vez es más difícil encontrar la información más importante sobre este mundo. Al mismo tiempo que se destruyen los monumentos del pasado, los sistemas de educación estatal y los principales tesoros culturales, de internet se borra deliberadamente lo más valioso de todo lo acumulado por la humanidad. Muchos recuerdan las promesas de acceso ilimitado para todos a las principales bibliotecas del mundo, museos, libros, conciertos y archivos para democratizar el conocimiento. En vísperas del cumpleaños de Fidel, durante varios días buscamos sus discursos, entrevistas y presentaciones, que hace algunos años se encontraban fácilmente y en gran cantidad en los motores de búsqueda. Hoy nada de eso es posible encontrar. Solo aparecen las mismas citas, lemas y fragmentos de videos, dirigidos a quienes tienen un pensamiento fragmentado, donde sus palabras son sacadas de contexto y a menudo usadas en interés de aquellos contra quienes luchó toda su vida. Se está realizando un trabajo minucioso para eliminar a Fidel y su pensamiento crítico vivo y auténtico de nuestra memoria colectiva, para reemplazarlo por un cómic o caricatura para ignorantes…»

 

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lunes, 18 de agosto de 2025



[ 799 ]

 

  

 

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ( XXIX)

 

 

Carlos Blanco Aguinaga, 

Julio Rodríguez Puértolas, 

Iris M. Zavala.

 

 

 

II

 

EDAD CONFLICTIVA

 

 

 


 San Juan de la Cruz 

(atribuido a Zurbarán)

 

 


LA MÍSTICA: ENTRE EL INDIVIDUALISMO Y LA TEOCRACIA 

 

(…) Muy distinto de Santa Teresa es su gran amigo y joven discípulo JUAN DE YEPES (y Alvarez), tal vez el mayor poeta místico de Occidente. Nacido en Fontiveros (Avila) en 1542, vive de joven en Medina del Campo, en cuyo convento carmelita profesa; a partir de 1564 estudia durante algún tiempo en Salamanca. Aunque por cierta correspondencia de Santa Teresa puede deducirse que el joven Juan de Yepes tenía ya entonces inclinaciones literarias, sabemos que tanto en Medina del Campo como en Salamanca lleva una vida de gran austeridad y que no escribe sus poemas conocidos hasta 1577. A partir de 1567 ayuda a Santa Teresa en la reforma del Carmelo y es, como Santa Teresa, fundador de conventos. Es encarcelado en Toledo en 1577 por su propia orden, los Carmelitas Calzados, inicia su actividad poética en la cárcel, de la que huye durante el verano de 1578 para refugiarse en un convento de Carmelitas Descalzos. A partir de ahí no sólo continúa su producción poética mientras sigue fundando conventos, sino que alcanza posiciones de cierta importancia en la Orden. Muere en Úbeda el 14 de diciembre de 1591; es beatificado en 1675 y canonizado en 1726. 

 

Teniendo en cuenta la importancia polémica que tuvo en su tiempo la reforma del Carmelo, no puede menospreciarse la labor práctica que lleva a cabo San Juan aliado de Santa Teresa y por inspiración suya. Sin embargo, a pesar de tanta actividad como desarrolló en su vida, el valor que tiene San Juan para nosotros es exclusivamente el de su ser de poeta. Por ello, a diferencia de Santa Teresa, si algún problema no nos plantea San Juan, es el de su presencia en una historia de la literatura, empleando la palabra literatura en el más estricto de sus sentidos. Su obra es corta, pero es una de las más intensas y originales de la lírica en lengua castellana. Y en cuanto poeta místico que es, esa obra resume y culmina no sólo las aspiraciones expresivas de una Santa Teresa o un Fray Luis, sino -¡tan tardíamente!- de toda una larga tradición europea que, en sus mejores exponentes medievales, tiende por una parte a ser abstracta y difícil explicación racional de la declaradamente irracional experiencia mística (así en Master Eckardt, por ejemplo), o bien simbólico y deslavado intento de comunicarnos la experiencia misma (Ruysbroek, por ejemplo). Ha de tenerse en cuenta que la experiencia mística -con contenido divino o vacía de contenido, según la cultura de origen y según el momento histórico-, vivida como tal por muchos seres humanos, es presentada siempre, por definición, como inefable: se supone que trasciende toda vía y explicación racionales. De ahí que, en sí, no pueda expresarse coherentemente en cuanto tal experiencia, siendo excepciones por tanto los intentos de dar al lector (u oyente) la experiencia misma, en tanto que abundan las disquisiciones teológicas o metafísicas acerca de cómo se llega a la experiencia mística, lo que ésta significa, etc. La importancia de Santa Teresa en esta tradición, por ejemplo, radica en que, aunque su teología y su capacidad metafísica son muy de segundo orden comparados, digamos, con Master Eckardt (o, en otras culturas, con Maimónides o con textos de la India), es en cambio sutil y complejo su análisis psicológico del proceso, a la vez que, aquí y allá, acierta con metáforas e imágenes que, según hemos visto, parecen darnos una aproximación de la vivencia misma del trance de unión mística. Raro es, desde luego, el escritor místico que no acierta así de vez en cuando. Lo peculiar de San Juan en sus poemas mejores (por ejemplo, el «Cántico espiritual», la «Noche oscura» o la «Llama de amor viva») es que arranca donde los demás parecen detenerse, o de aquello de lo que los demás hablan tímidamente; desde el umbral mismo de la experiencia en la que nos instala inmediatamente sin rodeos, sin que medien, prácticamente, explicaciones de ningún género sobre el proceso y sus peculiaridades. 

 

 

En una noche oscura 

con ansias en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!,

 salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada.

 

 

Rápidamente, en tres estrofas más, llegamos al centro del poema y de la experiencia, a la exclamación pura del deleite de la unión mística: 

 

 

¡Oh noche que guiaste,

oh noche amable más que el alborada,

oh noche que juntaste

amado con Amada

amada en el Amado transformada!

 

 

Donde el entrejuego de los sustantivos (Noche-Amado-Amada) remata en una forma verbal, también sustantivada, que, a una vez, nos revela y nos explica la experiencia misma. A lo que sigue, cerrando el poema en gozosa calma, las tres estrofas en que el alma dormida queda olvidada entre las azucenas: 

 

 

En mi pecho florido

que entero para él solo se guardaba,

allí quedé dormido

y yo le regalaba

y el ventalle de cedros aire daba.

 


El aire de la almena, 

cuando ya sus cabellos esparcía,

con su mano serena

en mi cuello heríay todos mis sentidos suspendía.

 

 

Quedéme y olvidéme,

el rostro recliné sobre el Amado,

cesó todo y dejéme,

dejando mi cuidado 

entre las azucenas olvidado.

 

 

Cierto que San Juan escribió también poemas didácticos, particularmente los romances compuestos durante su encarcelamiento, y que algunos de esos poemas (indiscutiblemente suyos o atribuidos) pueden leerse como pequeños tratados acerca de la experiencia mística, como por ejemplo el romance cuyo estribillo explica que al éxtasis se llega «toda ciencia transcendiendo». Lo característico de su obra mejor, sin embargo, inclusive en el largo y complejo «Cántico espiritual», es el apasionado y certero salir a dar a «la caza alcance» más allá ya de todos los preliminares (estando ya la casa sosegada): con San Juan rara vez estamos a más de los dos pasos finales que en la escala mística llevan a la unión y al trance «transfigurativo». Y en la «Llama de amor viva», por ejemplo, escrita toda ella entre exclamaciones, estamos de principio a fin, en la plenitud misma del amor logrado que se inicia con el penúltimo escarceo: 

 

 

¡Oh llama de amor viva

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro,

pues ya no eres esquiva,

acaba ya, si quieres:

rompe la tela de este dulce encuentro!

 

 

para acabar en el reposo final que en los místicos se llama unión: 

 

 

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno 

donde secretamente solo moras

y en tu aspirar sabroso,

de bien y gloria lleno, 

cuán delicadamente me enamoras!

 

 

Experiencia que se expresa directamente, sin armazón teológica que la soporte y, sobre todo, sin recurrir a la queja tradicional: que porque se trata de una experiencia inefable, no hay palabras que puedan comunicarla. San Juan, en suma, no dice; hace. 

 

No deja de haber, sin embargo, ciertas contradicciones significativas. Así, por ejemplo, tras la composición del «Cántico espiritual», San Juan se creyó obligado a escribir una larga y detallada exégesis en prosa, comentario estrictamente teológico que pretende mediar el goce directo, espontáneo, del poema a base de una rigurosa explicación del significado cristiano concreto de todas y cada una de sus palabras. Y es que tal libertad de canto, tal altura expresiva de los goces de la «caza» y el éxtasis final, tal pureza experiencial, podían aparecer como deleite fácil y, por tanto, peligroso al darse sin referencias concretas a la teología en que se sustentan o al trabajoso rechazo del mundo de los sentidos que se requiere para su alcance. De ahí que en una de sus «cautelas» San Juan explique que «siempre te has de recelar de lo que parece bueno», y, en otra, que «nunca en los ejercicios espirituales pongas los ojos en lo sabroso de ellos para asirte a él, sino en lo desabrido y trabajoso de ellos para abrazarlo». Consejos inseparables, por una parte, del general rechazo ascético del mundo de los sentidos que San Juan, como todo religioso, predica, y, por otra, inseparable de la obligada obediencia institucional, según se ve en los «Avisos y sentencias espirituales»: «En todo nos habemos de guiar por la doctrina de Cristo y de su Iglesia...»; «No se ha de creer cosa por vía sobrenatural, sino sólo lo que dijere con la enseñanza de Cristo y sus ministros»; «Es Dios tan amigo que el gobierno del hombre sea por otro hombre, que totalmente quiere no demos entero crédito a las cosas que sobrenaturalmente comunica hasta que pasen por este arcaduz humano de la boca del hombre»; «Cuando Dios revela al alma alguna cosa, la inclina a decirlo a su ministro de la Iglesia que tiene puesto en su lugar»; «Las almas no las ha de tratar cualquiera, pues es cosa de tanta importancia acertar o errar en tan gran negocio»; etc. 

 

Y, sin embargo, ahí están sus poemas, sosteniéndose en una extraordinaria capacidad expresiva del amor logrado y sus deleites; lo cual, por otra parte, corresponde a las «dulces inspiraciones» de la «sabiduría divina», al «sosiego sabroso», a la «paz, descanso, sabor y deleite sin trabajo», de que también habla en los «Avisos y sentencias espirituales». No podemos, en buena ley, separar esta pureza amatoria suya, la expresión liberada de todo aparato teológico aparente, del específico significado religioso que, en la prosa, da San Juan a sus poemas, porque era el significado que para él tenían, inserto como estaba, plenamente, en la vieja tradición cristiana: se trata de una poesía amorosa cuyo contenido específico, a partir del llamado argumento de autoridad, es el de las relaciones entre el ser humano y el Dios de los cristianos. Sin embargo, con la sola excepción de la frase «bálsamo divino», en la estrofa 25 del «Cántico espiritual», nada hay en los textos mismos de los poemas mayores de San Juan que así lo indique. No es extraño, por tanto, que uno de los mejores estudios sobre la poesía de San Juan se acerque a ella «desde esta ladera». Quien así lo ha hecho se ocupa, entre otras cosas, de las posibles fuentes de esta extraordinaria y peculiar poesía. Indiscutiblemente, entre esas «fuentes», además de la tradición popular y del Cantar de los cantares, predomina Garcilaso y, en general, la poesía renacentista de estirpe cortesana, pero filtrados por una edición de Boscán y Garcilaso «a lo divino» compuesta por Sebastián de Córdoba. Ocurre, sin embargo, que la diferencia fundamental entre el texto de Sebastián de Córdoba y la poesía de San Juan se encuentra en que en ésta han desaparecido los elementos obvia y torpemente doctrinarios de Córdoba, gracias a lo cual la poesía de San Juan recupera una fuerza erótica renacentista que sólo saliéndonos de los textos poéticos mismos entendemos que ha de referirse al amor divino (no por divino, según ya se sabe, exento de sexualidad). Es, pues, la autoridad exterior a los poemas la que nos dicta una lectura religiosa de los mismos, cosa que no ocurría ni con Santa Teresa ni con Fray Luis de León, cuyos textos centrales no ofrecen ambigüedad ninguna en este sentido. 

 

Volvemos así a lo que distingue a San Juan no sólo de los ascetas y místicos de lengua castellana, sino, en general, de los más notables representantes de la tradición mística occidental y del erotismo oriental. En sus textos centrales todos ellos dedican gran espacio a la idea básica del rechazo del mundo, a las sutilezas teológicas necesarias para describir detalladamente las diferentes escalas o moradas por las que hay que pasar para llegar a la paradójica unión final, que es paradójica porque en ella el alma humana es y no es ella misma inmersa en el concepto llamado Dios, plenitud de vida que es muerte de toda conciencia, goce tan pleno que no tiene conciencia de sí mismo; etc. Obviamente, no hay palabras para expresar tales paradojas;. la realidad que así «trasciende» toda «ciencia» es inefable. A lo más que puede aspirarse, por tanto, es a explicar racionalmente cómo sería tal realidad si pudiese explicarse; y, tal vez más aún, a intentar expresar algunos momentos de la experiencia recurriendo al lenguaje humano -el único que tenemos- del amor, pero descalificándolo como realmente inútil cada vez que se emplea. Procedimiento similar al que lleva al empleo de metáforas de amor humano, que aparecen como tales metáforas; es decir, como modos de expresión que realmente no expresan la experiencia misma, sino que apenas se aproximan a ella lo más que puede aproximarse el intelecto desde fuera de la experiencia misma. San Juan, en cambio, como inconsciente de la imposibilidad de decir lo inefable, da concreción poética absoluta a las metáforas y vocablos de amor humano que emplea como si, de hecho, fuese ese el lenguaje real de la experiencia de la unión amorosa y sus goces. Así, no hay en su poesía palabra para el amor, sino amor; para el goce, la palabra justa es goce; y ya en el mundo de la metáfora y la imagen, la caricia del amado, es ese «aire de la almena» que 



Con su mano serena

En mi cuello hería

Y todos 'mis sentidos suspendía.

 

 

Ni la rigurosa elaboración metafísica de Master Eckardt ni el dificultoso y precavido recorrido psicológico de Santa Teresa; menos aún la obsesión por el mal del mundo y su comercio, que una y otra vez impiden a Fray Luis levantar el vuelo. En vez y, desde luego, conflictivamente, San Juan humaniza el rechazo del mundo explicitado tanto en las «Cautelas» como en los comentarios al «Cántico espiritual», en una aventura espiritual que, aunque entendemos está determinada por su tiempo castellano y post-tridentino, universaliza las experiencias más ideales de la visión erótica del mundo. Triunfo de la poesía que, sin trascender sus determinantes históricas e ideológicas, recupera lo que puede haber de positivo en ellas…

 

(continuará)

 

 

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