lunes, 20 de junio de 2022

 

[ 165 ]

 

“El cazador de historias”

 

Eduardo Galeano

 

 

 

LOS NÁUFRAGOS

 

El mundo viaja.

Lleva más náufragos que navegantes.

En cada viaje, miles de desesperados mueren sin completar la travesía hacia el prometido paraíso donde hasta los pobres son ricos y todos viven en Hollywood.

No mucho duran las ilusiones de los pocos que consiguen llegar.”

 

 

*

 

EL VIENTO

 

Difunde las semillas, conduce las nubes, desafía a los navegantes.

A veces limpia el aire, y a veces lo ensucia.

A veces acerca lo que está lejos, y a veces aleja lo que está cerca.

Es invisible y es intocable.

Te acaricia o te golpea.

Dicen que dice:

—Yo soplo donde quiero.

Su voz susurra o ruge, pero no se entiende lo que dice.

¿Anuncia lo que vendrá?

En China, los que predicen el tiempo se llaman espejos del viento.

 

 

*

 

EL VIAJE DEL ARROZ

 

En tierras asiáticas, el arroz se cultiva con mucho cuidado. Cuando llega el tiempo de la cosecha, los tallos se cortan suavemente y se reúnen en racimos, para que los malos vientos no se lleven el alma.

Los chinos de las comarcas de Sichuán recuerdan la más espantosa de las inundaciones habidas y por haber: ocurrió en la antigüedad de los tiempos y ahogó el arroz con alma y todo.

Sólo un perro se salvó.

Cuando por fin llegó la bajante, y muy lentamente se fueron calmando las furias de las aguas, el perro pudo llegar a la costa, nadando a duras penas.

El perro trajo una semilla de arroz pegada al rabo.

En esa semilla, estaba el alma.

 

 

*

 

 

EL ALIENTO PERDIDO

 

Antes del antes, cuando el tiempo aún no era tiempo y el mundo aún no era mundo, todos éramos dioses.

Brahma, el dios hindú, no pudo soportar la competencia: nos robó el aliento divino y lo escondió en algún lugar secreto.

Desde entonces, vivimos buscando el aliento perdido. Lo buscamos en el fondo de la mar y en las más altas cumbres de las montañas.

Desde su lejanía, Brahma sonríe.

 

*

 

 

LAS ESTRELLAS

 

A orillas del río Platte, los indios pawnees cuentan el origen.

Jamás de los jamases se cruzaban los caminos de la estrella del atardecer y la estrella del amanecer.

Y quisieron conocerse.

La luna, amable, las acompañó en el camino del encuentro, pero en pleno viaje las arrojó al abismo, y durante varias noches se rió a carcajadas de ese chiste.

Las estrellas no se desalentaron. El deseo les dio fuerzas para trepar desde el fondo del precipicio hasta el alto cielo.

Y allá arriba se abrazaron con tanta fuerza que ya no se sabía quién era quién.

Y de ese abracísimo brotamos nosotros, los caminantes del mundo.

 

 

 

[ Fragmento de: Eduardo Galeano. “El cazador de historias” ]

 

*

 


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