domingo, 19 de junio de 2022

 

 

[ 164 ]

 

LOS ORÍGENES AGRARIOS DEL CAPITALISMO

 

ELLEN MEIKSINS WOOD

 

 

(…)

 

¿Qué fue el «capitalismo agrario»?

 

Durante milenios, los seres humanos han satisfecho las necesidades materiales mediante el trabajo de la tierra. Y, probablemente, durante casi el mismo tiempo que se han dedicado a la agricultura, se han divido en clases sociales, entre quienes trabajaban la tierra y quienes se apropiaban del trabajo de los demás. La división entre apropiadores y productores ha tomado muchas formas en distintas épocas y lugares, pero una característica general que todas ellas han tenido en común ha sido que los productores directos, han sido habitualmente los campesinos. Esos productores campesinos han conservado la posesión de los medios de producción, en concreto, de la tierra. En todas las sociedades precapitalistas, esos productores han tenido acceso directo a los medios de su propia reproducción. Eso ha implicado que, cuando los explotadores se han apropiado de su trabajo excedente, lo han hecho por medios que Marx denominó «extraeconómicos», es decir, mediante la coerción directa, ejercida por terratenientes y/o Estados mediante el uso de una fuerza superior: el acceso privilegiado al poder militar, judicial y político.

 

En eso radica, pues, la diferencia más fundamental entre todas las sociedades precapitalistas y el capitalismo. No tiene nada que ver con si la producción es urbana o rural, y está completamente relacionada con las relaciones particulares de propiedad entre productores y ,apropiadores, sea en la industria o en la agricultura. Solo en el capitalismo el modo prevaleciente de apropiación de excedentes se basa en la desposesión de los productores directos, cuyo trabajo excedente es objeto de apropiación por medios puramente «económicos». Porque, en el capitalismo completamente desarrollado, los productores directos carecen de propiedades y porque el único acceso que tienen a los medios de producción, a la satisfacción de sus propias necesidades de reproducción e incluso a los medios para su propio trabajo consiste en la venta de su fuerza de trabajo a cambio de un salario, los capitalistas pueden apropiarse del excedente de los trabajadores sin coerción directa.

 

Esta relación única entre productores y apropiadores está mediada, claro está, por el «mercado». A lo largo de la historia registrada y, sin duda, también antes, han existido mercados de distintos tipos y la gente ha intercambiado y vendido sus excedentes de muy diferentes formas y por muy distintos propósitos. Sin embargo, en el capitalismo, el mercado tiene una función particular y sin precedentes. En una sociedad capitalista, casi todo lo que hay son mercancías que se producen para el mercado.

 

Más fundamental aún es el hecho de que tanto el capital como el trabajo son totalmente dependientes del mercado para las condiciones más básicas de su propia reproducción. Igual que los trabajadores dependen del mercado para vender su fuerza de trabajo como mercancía, los capitalistas dependen de él para comprar fuerza de trabajo, además de los medios de producción, y realizar las ganancias mediante la venta de bienes o servicios producidos por los trabajadores. Esta dependencia del mercado le otorga a este un papel sin precedentes en las sociedades capitalistas, no solo como simple mecanismo de intercambio o de distribución, sino como determinante principal y regulador de la reproducción social. El surgimiento del mercado como determinante de la reproducción social presupuso la penetración de este en la producción de lo más imprescindible para la vida: la comida.

 

Este sistema único de dependencia del mercado implica unas «leyes de movimiento» absolutamente distintivas, requerimientos sistémicos específicos y obligaciones que no comparte con ningún otro modo de producción: los imperativos de la competencia, la acumulación y la maximización de ganancias. Y esos imperativos, a su vez, implican que el capitalismo pueda, y deba, expandirse constantemente de maneras y en una medida nunca vistas en ninguna otra forma social: acumular constantemente, buscar incesantemente nuevos mercados, imponer incansablemente sus imperativos a nuevos ámbitos de la vida, a los seres humanos y al medio natural.

 

Una vez que reconocemos lo específicos que son esos procesos y esas relaciones sociales, lo distintos que son de otras formas sociales que han dominado la mayor parte de la historia humana, resulta claro que, para explicar el surgimiento de esta forma social concreta, es preciso mucho más que asumir sin justificación alguna que esta siempre ha existido en una forma embrionaria que tan solo cabía liberar de toda limitación antinatural. Así pues, la cuestión de sus orígenes se puede formular del siguiente modo: dado que, durante milenios antes del advenimiento de capitalismo, los productores ya eran explotados por los apropiadores de maneras no capitalistas, y dado que los mercados han existido también desde «tiempos inmemoriales» y en casi todas partes, ¿cómo es que productores y apropiadores, así como las relaciones entre ambos, llegaron a ser tan dependientes del mercado?

 

Evidentemente, sería posible reseguir indefinidamente hacia atrás los largos y complejos procesos que condujeron en última instancia a esa situación de dependencia del mercado. Sin embargo, la cuestión resultará más manejable si identificamos el primer momento y el primer lugar en los que se puede discernir con claridad una nueva dinámica social, una dinámica que deriva de la dependencia del mercado de los principales actores económicos. Después, podremos explorar las circunstancias específicas que rodean a esa situación única.

 

Aún en el siglo XVII, e incluso mucho más tarde, la mayor parte del mundo, incluida Europa, estaba libre de los imperativos que antes hemos descrito. Ciertamente, existía un vasto sistema de comercio, que para entonces se extendía ya por todo el mundo. No obstante, en ningún lugar, ni en los grandes centros comerciales de Europa ni en las amplias redes comerciales del mundo islámico ni de Asia, la actividad económica y, en particular, la producción se regía por los imperativos de la competencia y la acumulación. El principio que prevalecía en el comercio era en todas partes el de «beneficio por alienación», o «comprar barato y vender caro»; habitualmente, comprar barato en un mercado y vender caro en otro…”

 

 

Completo aquí:

 

http://media.wix.com/ugd/58e728_48d5bf41dacf48518c783e72d8f2a51d.pdf

 

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3 comentarios:

  1. Interesante la explicación sobre el término «improve», que por cierto es utilizada profusamente hoy día por las élites políticas y económicas del ámbito anglosajón.

    "La palabra «improve» fue adquiriendo gradualmente un sentido más general, el significado de «mejorar» que tiene hoy en día (estaría bien reflexionar sobre las implicaciones de una cultura en la que la palabra que significa «hacer una cosa mejor» tiene sus raíces en la palabra para designar la «ganancia monetaria»)".

    Gracias por el enlace.

    Salud y comunismo


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  2. Abundando (o "rematando") lo anterior, dice EMW más adelante:

    "... los corolarios de la «mejora»: por un lado, la productividad y la capacidad de alimentar a una enorme población; por otro, la subordinación de todas las demás consideraciones a los imperativos de la obtención de ganancias. Eso significa, entre otras cosas, que personas que podrían alimentarse están a menudo condenadas a pasar hambre. De hecho, significa que existe por lo general una gran
    disparidad entre la capacidad productiva del capitalismo y la calidad de vida que proporciona".

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    1. ELLEN MEIKSINS es una brillante pensadora marxista que nuestro admirado Néstor Kohan recomienda con cierta asiduidad y que paradójicamente procede de ese vivero de ‘pensadores post’ que es la NLR de las últimas décadas y que, significativamente, en su actual versión en castellano, edita una de los tentáculos mediáticos de PODEMOS. Kohan nos enseña a espigar en territorio enemigo…

      Salud y comunismo

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