viernes, 30 de septiembre de 2022

 

[ 243 ]

 

HISTORIA SOCIAL DEL FLAMENCO

 

Alfredo Grimaldos

 [ 02 ]

 

 

1

LA TRAGICOMEDIA FLAMENCA

(…)

 

 

HERMANOS DE CANTE

 

Y así se fueron haciendo cantaores. Unas veces, José iba a Chiclana con los taxistas, y otras, Rancapino se acercaba a La Isla en los autobuses amarillos que unían ambos pueblos. «A las once de la noche cogíamos el último canario y nos íbamos para San Fernando. Yo me tenía que quedar toda la noche en la Venta de Vargas, para buscarme la vida. Camarón era todavía muy pequeño y yo le decía que se quedara un ratito conmigo, que después lo acompañaría hasta la calle del Carmen, a su casa. Y María, la propietaria de la venta, se enfadaba: “¡Me vas a meter en un lío con este crío aquí, que es muy chico!”. A las dos de la noche empezaban a venir los señores y nos mandaban llamar a Manuel, el hermano de Camarón, a Pablito de Cádiz, a mí... En aquella época, El Chato de la Isla ya estaba en Madrid. Entonces yo decía: “Ojú, tengo un primo que canta más bien...”. “¿Dónde está, ahí?, pues llámalo”. Y después de que Camarón cantara, ya no podíamos salir ninguno. Se quedaba la fiesta para él solo, porque volvía loca a la gente. “No sé qué biógrafo de José dice que él cantó en un tren pidiendo. Mentira, Camarón no pidió ni en tren, ni en tranvía, ni en autobús. No saben lo que dicen».

 

Se entusiasma cuando recuerda sus andanzas con José. Comienza a hilar una tras otra, sin fin. No pierde ocasión de ensalzar la figura de su amigo desaparecido, relegándose él a un modesto segundo plano en todos los relatos. «En otra ocasión, antes de venirme a Madrid, me pasó una cosa muy curiosa —señala, y se ríe con ganas—. Resulta que yo me iba a un espectáculo con Miguel de los Reyes y Enrique Montoya, porque a Pansequito lo habían llamado para la mili. Yo tenía que sustituirle cantando a cuatro bailaoras por alegrías: “Que le llaman relicario, / a Cái no le llama Cái...”». Y de nuevo, el arranque ilustrativo hace que se revolucione la barra de El Manteca.

 

«Me contrataron para trabajar en el teatro de Las Cortes, en San Fernando —retoma otra vez el hilo de la narración—. Como José estaba siempre conmigo, le dije que se viniera al día siguiente, para ver si también podía trabajar él. Total, que aparecimos los dos y le dije a Miguel de los Reyes: “Mira, aquí está mi primo Camarón, que canta muy bien”. Y después de escucharle, me suelta Miguel: “Rancapino, tú vienes hasta Ceuta nada más. Después, nos acompaña este chaval”. Me volví hacia Camarón y le dije: “Le estoy cogiendo una manía al marisco...”». Lógicamente, ninguno de los dos se quedó en tierra, embarcaron en la gira juntos. «Sólo teníamos una chaqueta para salir a actuar, y el primero que se levantaba era el que se la ponía», añade el cantaor chiclanero.

 

Rancapino le llevaba algo más de cuatro años a Camarón, pero todo un siglo en picardía. Él era quien buscaba las fiestas, el que ajustaba los precios y quien olfateaba las encerronas en las que no había ni un duro. Su prematura experiencia vital en la calle y un enorme talento natural le han permitido adelantarse siempre a los acontecimientos. Pero las circunstancias le han sido muy adversas y ha levantado la cabeza a duras penas. Y eso que sus cantes son una verdadera joya. Camarón siempre le llamó El Viejo, por su sabiduría. José conoció a la que sería su mujer, Dolores Montoya, La Chispa, gracias al chiclanero, que fue pretendiente, durante un tiempo, de una de las hermanas mayores de ella, en La Línea de la Concepción.

 

 

 

CON LOLA FLORES Y CURRO ROMERO

 

«Una vez, estábamos los dos contratados para cantar en una caseta de la Feria de Sevilla —recuerda otra anécdota Rancapino—. Antes de llegar, nos encontramos con unas gitanitas que iban cantando y bailando por la calle, y nos fuimos detrás de ellas. Cuando nos quisimos dar cuenta, eran ya más de las cuatro de la mañana. Llegamos a la caseta y nos encontramos en la puerta con un gachó muy grande, que le dijo a Camarón: “No te doy una hostia porque eres muy pequeño, y de aquí te marchas ahora mismo”. Entonces le contesté: “Mire usted, si se va mi primo, yo me voy también”. Y me dijo: “Tú, ni haber venido”». Sin demasiada pena, se fueron a dar una vuelta por la feria y, de repente, escucharon una juerga de las buenas en otra caseta, a las seis o las siete de la mañana. Rancapino levantó las cortinillas y vio que dentro estaban nada menos que Lola Flores, Gitanillo de Triana y Curro Romero. «El que llevaba la fiesta era Picoco, que me conocía, y nos dejó entrar. Por la gloria de mi madre, si miento, cuando Lola escuchó a Camarón eso de “Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás”, se cayó de la silla. Era la primera vez que le oía cantar. Y ya, no veas, Gitanillo se partió la camisa y salió bailando por bulerías. Entonces yo le dije a El Pinto, un bailaor que venía con nosotros: “Antes de que Camarón empiece otra vez, te voy a cantar un poquito, para justificarnos”. Y salí por bulerías: “Me duele la boquita, prima, de decirte...”. Cuando terminó la fiesta, se vino el dueño de la caseta para mí y me preguntó que cuántos éramos. Íbamos tres, pero yo le dije que diez, y me dio diez mil pesetas. Camarón estaba sentado en las faldas de Lola. Él tenía entonces unos trece años, era chiquitillo, muy bonito. “Ella le hizo un regalo a escondidas, pero yo me di cuenta. He estado en las fiestas desde niño y siempre he sido muy pillín. Le dio mil duros y Camarón

se los guardó. Cuando fuimos a repartir, le dije: “Si tú te guardas eso, yo me quedo con todo esto”».

 

Fue también en la Feria de Sevilla donde Rancapino conoció en persona a su admirado Juan Talega. «Yo sabía de él sólo por los discos» —explica—. Es el que más me ha gustado; compraba todo lo que él había grabado cuando yo no tenía todavía ni tocadiscos. El día que le vi en la caseta de la Feria, le dije a Camarón: “José, mira, ese gitano es Juan Talega”. Entonces todavía no conocíamos tampoco a Antonio Mairena. Me fui para Talega y le dije: “¿Tío, le importa que me haga una fotografía con usted?”. Y me contestó: “Claro, sobrino”. Llamé a Camarón y Talega llamó a Mairena: “Ven, Antonio, que nos vamos a hacer una fotografía con estos gitanitos”. Antonio Mairena estaba hablando con el hijo de Manuel Torre, Tomás. Y nos hicimos la foto con ellos, La Perla y todos los demás». Aquella instantánea se convertiría en un valioso documento y hoy se puede encontrar, enmarcada, en numerosas peñas flamencas.”

 

Ese día, nosotros no nos atrevimos ni a abrir la boca —prosigue Rancapino—. La primera vez que Antonio Mairena escuchó a Camarón fue en Sevilla, pero más tarde, en La Campana, estaba Paco Valdepeñas y le dijo: “Antonio, vas a escuchar a un niño de La Isla, verás cómo canta”. Y cómo cantaría Camarón, que salió Mairena bailando, sin guitarra ni nada, sólo con palmas».

 

Cuando Rancapino hizo su primer viaje a Madrid, en busca de trabajo, el cantaor tenía diecisiete años recién cumplidos. Llegó desde Chiclana en el camión de pescado de un amigo, que lo depositó en el mercado de la Puerta de Toledo, con todo el aroma de la bahía gaditana encima y sin un duro. Entonces trabajaban en Las Brujas su hermano Orillo y El Chato de la Isla. Hacia allí se encaminó el cantaor con la intención de hacerse un hueco en el cuadro. El camionero le tuvo que prestar dinero para el taxi. Cuando hizo, como prueba, el «Carcelero, carcelero», de Caracol, el propietario del establecimiento le contrató inmediatamente, para que lo cantara todas las noches, por 150 pesetas diarias. «Por el tablao venía un señor al que decían don Saturio, que era uno de los dueños de Kelvinator, lo de las neveras. Una noche nos invitó a su finca. Allí había un tentadero y, como además del cante, a mí me gustaba mucho el toro, y lo sabían, tuve que saltar al ruedo. La vaca me dio una paliza y me cagó encima. Hasta tiraba bocados. Ojú, qué fatigas pasé»…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Alfredo Grimaldos “Historia social del flamenco” ]

 

*

 

2 comentarios:

  1. “Si tú te guardas eso, yo me quedo con todo esto”. Una buena muestra de materialismo dialéctico en acción. Ah, si nos plantásemos de igual manera ante el depredador capital: "Si tú te quedas con el dinero, yo me quedo con el producto de mi trabajo".

    Salud y comunismo


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    1. “Alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible”
      ( Píndaro )

      «… si la mercancía es la célula básica de la sociedad capitalista, el valor es su substancia, cuya forma acabada (plenamente desarrollada), visible (su representación), es el dinero.”

      Cuando, por ejemplo, ese valor que representa el dinero llega pongamos que por distintos conductos y en diferentes cantidades a los dos gitanillos… “ya se puede armar el taco”…

      “…la sensibilidad incluso es una necesidad, porque sólo el hombre sensible intuye – o toma conciencia– hasta qué punto su propia sociedad es malvada –relaciones de explotación y dominación–, y lo siente tan dolorosamente que intenta expresarlo en palabras y provocar una mejora mediante la formulación de su crítica, en este caso a través del cante.”

      Aunque ya sabemos por Marx, que: «El arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas».


      Salud y comunismo

      *

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