martes, 19 de diciembre de 2023


 

[ 508 ]

 

LA OBSOLESCENCIA DEL HOMBRE I

 

Günther Anders

 

 

(…)

 

10. Ilustración histórica de la vergüenza: McArthur como precedente.

 

Después de estos análisis, en que hemos ilustrado con fenómenos anónimos de la época los síntomas de la "vergüenza prometeica" y los intentos de combatirla, queremos presentar al menos un caso en que resulte visible la vergüenza como hecho histórico identificable. Es evidente que ese sentirse aventajado el hombre por el aparato le avergüenza, tiene que ser reconocible como hecho de la degradación cuando se trata de hombres, que están en el foco de la opinión pública y en el peldaño superior de la sociedad. Un tipo así era McArthur.

 

Desde hace años es un secreto a voces que, al principio del conflicto de Corea, el general McArthur propuso medidas que, de haberlas llevado a cabo, tal vez habrían desatado una tercera guerra mundial. Igualmente es sabido que se le quitó de las manos la decisión sobre si cabía correr el riesgo de esa consecuencia o no. Quienes lo despojaron de esa responsabilidad no lo hicieron, sin embargo, para cargar ellos mismos con la decisión o dejarla en manos de otros hombres política, económica o moralmente más competentes, sino para transferirla a un aparato (dado que la "última palabra" debía ser objetiva y, hoy, "objetivas" son sólo las afirmaciones hechas por los objetos); en suma: la responsabilidad se puso en manos de un Electric Brain como última instancia. No se quitó la decisión a McArthur por ser McArthur, sino por ser hombre; y se prefirió el cerebro del aparato al de McArthur, no fue porque se tuvieran razones especiales para desconfiar de la inteligencia de éste, sino sólo porque tenía un cerebro humano.

 

Que se le quitó la responsabilidad a él como hombre es una expresión que induce a error, pues el poder, que le quitó la decisión, no era una instancia sobrehumana, no era la Motpa o el azar o "Dios" o la "historia", sino el mismo hombre, que, en cierto modo, robando con su mano derecha lo de la izquierda, depositó sobre el altar del aparato el botín: su conciencia y su libertad de decisión; y con ello manifestaba que se sometía a ese robot de calcular producido por él y que estaba dispuesto a reconocerlo como sustituto de la conciencia y como máquina-oráculo y máquina-providencia.

 

Eso significa que, al subordinar al general a ese aparato, la humanidad atentó contra sí misma. No se malinterprete; no se está expresando más que solidaridad con McArthur. Que la historia, en ese momento ejemplar, se sirviera de él como dramatis persona fue un puro azar; cualquier otra personalidad de la opinión pública habría servido igualmente. Lo que creemos es sólo que quien transfiere la responsabilidad de un hombre a un aparato, también transfiere con ello su propia responsabilidad; que la humanidad llevó a cabo por primera vez en este caso de manera representativa es autodegradación; que por primera vez proclamó públicamente por sí misma:

 

"Dado que calculamos peor que nuestro aparato, no se puede contar con nosotros; por tanto, no 'contamos"

 

por primera vez la humanidad no sintió ninguna vergüenza de avergonzarse públicamente.

 

Esta máquina-oráculo fue "alimentada'' -to feed es el terminus technicus para el abastecimiento del aparato con los documentos necesarios para la decisión con los datos completos relativos tanto a la economía americana como a la contraria. "Completos" es seguramente exagerado, pues a la esencia de la máquina le corresponde su idée fixe, es decir, la limitación artificial de sus determinantes; el hecho de que el punto de vista, desde el que elabora su material, está determinado de antemano y queda fijado para siempre. Así pues, era "alimentada" exclusivamente con lo datos, que no se oponían a una cuantificación y que, por tanto, se referían a la utilidad o malignidad, al provecho o no de la guerra en cuestión; naturalmente, eso tenía como consecuencia que, por ejemplo, la aniquilación de la vida humana o la devastación de los campos sólo se podían determinar y valorar, por razones metodológicas de limpieza y nitidez, como magnitudes de pérdida o ganancia. Por tanto, preguntas como la de si esa guerra sería justa o injusta no se propusieron al Electric Brain, pues servirle semejante alimento habría sido motivo de vergüenza, ya que estaba previsto que el aparato, con su incorruptible objetividad de objeto, habría rechazado una bazofia subjetivo-sentimental de ese tipo o, si se hubieran embutido a la fuerza esas preguntas en su boca-oráculo, habría respondido con un cólico eléctrico; en suma: se renunció de antemano a las preguntas morales (por más que se intentaba creer que se consultaba a la máquina por una rigurosa escrupulosidad), habida cuenta de la propia sublime alergia a la subjetividad y de aquel conocido modelo del "empirismo lógico", según el cual sólo se podían reconocer como "con sentido" [sinnvoll, razonables] las preguntas que pudiera responder unívocamente el aparato unívoco y todas las demás se despacharon como "sin sentido".

 

Hay, pues, dos cosas que, por el recurso al aparato, caen y ya no "cuentan":

 

l. La competencia del hombre a decidir por sí mismo sus problemas, pues su capacidad de calcular es nula frente a la del aparato; y

 

2. en la medida en que no son calculables, tampoco "cuentan" los problemas mismos.

 

Como es sabido, la elaboración de los datos mediante tripas mecánicas exige sólo un tiempo irrisiblemente corto. Apenas alimentado, el aparato segregó su oráculo. Y con la disponibilidad a aceptar esa secreción como decisión, ya se sabía si había que arriesgarse y etiquetar la empresa como guerra santa o anularla como negocio deficitario y rechazarla por inmoral.

 

Que el brain, tras algunos segundos de ensimismamiento eléctrico o digestión eléctrica, segregara una respuesta, que casualmente resultara más humana que la que el hombre McArthur había propuesto como decisión previa; que soltara un sonoro "Negocio deficitario", que considerara la eventual guerra catastrófica para la economía americana, fue ciertamente una suerte, tal vez incluso la suerte de la humanidad, pues su boca pronunciaba un oráculo para nuestra época atómica. Pero el procedimiento como tal representó, al mismo tiempo, la derrota de mayor trascendencia que jamás se le haya infligido a la humanidad, pues nunca antes se había rebajado tanto como para confiarle a una cosa la sentencia sobre su propia historia, tal vez sobre su ser o no ser. Que esa vez el juicio fuera un veto, que fuera indulgente, no afecta a la cuestión, pues también así fue

 

una sentencia de muerte, precisamente porque se había trasladado a una cosa la fuente de la posible indulgencia.

 

Lo que decidió sobre nuestro status no fue la respuesta positiva o negativa de la cosa, sino el hecho de que se propusiera la pregunta a la cosa y luego se esperara con impaciencia la respuesta. Si se tiene claro que miles de hombres, entre ellos quizás también nosotros, su "casualmente-no-estar-muertos-todavía'' -o sea, lo que hoy denominamos así "vida"- únicamente lo debemos al "no", que un aparato segregó, uno querría desaparecer bajo tierra, de vergüenza.

 

Pero volvamos a McArthur.

 

Su propuesta se transfirió a la máquina-oráculo para su aprobación y decisión. Antes de que ésta exprese su placet o su veto, el general ya ha quedado en minoría de edad, pues respetará como última palabra lo que salga de la boca de la máquina. Y "menor de edad" permanecería también incluso en caso de placet, pues después de ese pronunciamiento lo que le quedaría por hacer sólo lo podría llevar a cabo en razón del permiso eléctrico de la máquina. Ha empezado, pues, la vergüenza.

 

Pero, como ya sabemos, la palabra anunciada fue un veto.

 

La vergüenza es así completa; la situación es insostenible para un hombre de la ambición y autonomía de McArthur, la consecuencia es inevitable: aunque no haya sido degradado en sentido técnico-militar, la degradación es un hecho, su carrera militar ha tocado a su fin: se ha convertido en civil.

 

Ésa es la primera consecuencia. Es lógica y no supone ninguna sorpresa. Pero la historia de la vergüenza no acaba ahí, pues hay una segunda consecuencia que, si no todo engaña, representa una contramedida; y esta medida es cualquier cosa menos evidente, más bien resulta sumamente chocante (pues ese clímax parecería más propio de un novelista que de la realidad): McArthur se convirtió en presidente de un trust de máquinas de oficina.

 

No es imposible que ese paso fuera una casualidad, que de las innumerables ofertas que se le hicieran a McArthur a su reingreso en la vida civil, ésa fuera la más ventajosa. Pero probablemente no. Por eso creemos poder presentar, al menos a manera de hipótesis, ese extremo como una acción, que significa algo. Lo hacemos con todas las reservas; dejamos abierto si nos mantenemos aún en el marco de lo fáctico o ya hemos saltado al de la Science Fiction, más exactamente, de la Philosophy Fiction. Formulémoslo de esta manera:

 

Si hubiéramos tenido que representar en una novela la elección del oficio en esas circunstancias, sólo habríamos podido motivarla así: que McArthur, incapaz de acabar con el ridículo infligido por la máquina a él y a su autoridad buscó el modo y la manera de lavar la mácula. La única posición que le permitía desquitarse; la única, en que podía mostrar a los aparatos que su voz y su palabra aún valían y que estaban sometidos a su dominio era el puesto de director en la producción de máquinas de oficina: sólo allí podía dominar y humillar a los prepotentes aparatos, al menos comercial y administrativamente; sólo allí podía enfriar sus ganas de venganza. Por eso escogió ese oficio.

 

 

Esta motivación podría traducirse sin dificultad al lenguaje de Hegel. En una Fenomenología del espíritu escrita hoy se diría: "Después de que el antiguo 'siervo' (el aparato) fue encumbrado a nuevo 'señor' y el antiguo «señor» (McArthur) fue rebajado a 'siervo', este 'siervo' intentó a su vez convertirse de nuevo en 'señor del señor' (del aparato)". Ésta es la historia de la vergüenza, al menos la hipotética…

 

 

 

 

[ Fragmento de: Günther Anders. “La Obsolescencia del Hombre I” ]

 

*

 

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